Partida Rol por web

-De acuerdo pues. No quiero pillar un resfriado mortal. Iré donde digas tú Snape, supongo que eres el que tiene más idea de todo.- le digo sonriendo a pesar de todo lo que estaba pasando. Me sentía muy afortunada de tener amigos como ellos. A James supongo que no lo podría considerar un amigo de verdad si lo comparaba con London y Severus. Curiosamente no tenía ni si quiera ganas de verle.
Todo lo que decía Severus era muy deseable: chimenea, abrigos, comida... Era lo que más me apetecía ahora. -Pues si puedes conjuranos capas, luego vamos a Hogsmade, ¿no?

Porras...es como cuando tienes algo en la punta de la lengua pero no hay manera de acordarte...y cuando ya no te hace falta, te viene a la cabeza de pronto. En fin...tendrá que valer...

Me doy un toque en la coronilla para desilusionarme.

Si me quedo del todo quieto es casi como ser invisible. Y aunque me mueva, algo ayudará...pero no es ser invisible. Es una pena. Y ahora...lo complicado.

-¡Carpe retractum!

Sujeto bien la varita y apunto al barco, al casco. Espero poder engancharme y acercarme a él. He apuntado al caso, por si salgo disparado como Mia poder "soltarme" y simplemente bucear de ahí el casco burbuja- no me haría gracia estamparme contra la madera.

Me quedé con el pomo de la puerta absurdamente en la mano, esperando que decidieran qué hacer, a dónde ir, y cómo.

Me rasqué la nariz, y el estornudo vino después, haciéndome llorar los ojos. Señalé a Severus asintiendo a aquello de las capas.

—Me parece bien— dije, sorbiéndome la nariz, haciendo algo de ruido—. No quisiera pillar un resfriado— traté de sonreír a Zoe, pues habíamos dicho casi las mismas palabras al mismo tiempo, pero realmente era un asunto serio. No nos podíamos permitir ningún desliz como aquel. Debíamos de estar sanos, a salvos, y sin ningún impedimento de seguir nuestro camino.

Qué vida tan difícil, me dijo una voz algo dulce en mi cabeza.

La vida se había convertido en algo difícil desde que salimos del Lago. Me hubiera preguntado qué habría pasado si hubiésemos salido por el lado del castillo, junto con los demás. No me veía presentando combate como una heroína, defendiendo unos valores y principios en los que no creía, ni compartía, pero tampoco sabía cómo me veía. Tenía ciertas dudas acerca de quién era en ese momento, y me fastidiaba pensar que lo que nos hacía personas era las decisiones que tomábamos. Como no había elegido ningún bando, casi parecía que no fuera nadie, un ser inerte de sangre, hueso y carne.

—Tengo hambre— murmuré, llevándome la mano al estómago.

Miré a ambos, y ladeé la cabeza.

—Si vamos a estar por Hogsmeade, será mejor que conjuremos de nuevo el encantamiento para hacernos invisibles— opiné, y me llevé la varita a la cabeza—. Caeca temporalis— recité, cerrando los ojos, sin saber muy bien por qué. 

Mia me apartó la mano de un manotazo, pero no pareció hacerlo a propósito, así que omití el gesto. Escuché atenta, pero no me cuadraban según qué cosas. —Mia... Mia. Tu plan no es malo, pero son muchos. Y nosotros tenemos una varita, dos, tres a lo sumo. Y no son nuestras varitas. Tenéis que tener en cuenta que estamos muy jodidos. Yo no me veo saliendo sin varita, me veo volando a Londres y comprando una nueva, sinceramente. Madre mía... No os preocupéis por mi varita, en serio. Sería meternos en la boca del lobo. Si no me hacéis caso, posiblemente no salgamos todos con vida. En serio, dad mi varita por perdida, tenemos que ir con mucho cuidado. Especialmente tú, Mia. Hogwarts, además, no es seguro. Así nos lo han demostrado los mortífagos. ¿A dónde vamos a ir cuando escapemos y si escapamos?

Concentrándome más que nunca en que mi aspecto no cambie y en poder hablar con el hombre, me acerco hasta él. Los hombres que susurraban en la mesa no me dan buena espina, de modo que me acerco lo que más puedo al posadero y le susurro. 

- ¿Es usted Aberforth? 

Tu cuerpo parpadea unos instantes pero no funciona. De algun modo has hecho que tu cuerpo no pueda cambiar de aspecto un rato. Te toca ser opaco.

Pero no importa mucho. En cuanto hace tu carpe retracto te ocurre cómo a Mia bajo el lago: tras un segundo de resistencia, te ves impulsado en dirección al barco, siendo incapaz de atraer algo tan enorme hacia ti. Te sumerges en el agua y avanzas a toda velocidad bajo las olas provocadas por el navío, y justo cuándo te lo propones, cortas el hechizo. La inercia te lleva unos metros más hacia delante, pero deteniéndote con suavidad.

Severus realiza un hechizo de permutación a unos papeles del suelo y ahora todos contais con unas capas negras.

- Todos los locales en Hogsmade tienen alarmas contra personas utilizando hechizos para invisibilidad. Tan sólo las capas son inmunes, así que nos verán cuándo entremos en cualquier tienda. - por eso había usado la expresión "tomar prestado" en lugar de "comprar", además de que ninguno llevaba dinero encima.

- Se que aquí estamos en peligro, igual que en Londres. - Hogwarts y el ministerio, ya los había mencionado. - Y deduzco que las grandes poblaciones mágicas también. Creo que lo mejor será mezclarse entre muggles, por el momento.

El posadero te observa unos segundos, sin dejar de "limpiar" la jarra de cerveza.

- Depende de quién lo pregunte. ¿Qué busca? - no parece un hombre que se ande con rodeos.

El dependiente me recordaba mucho a alguien, pero no sabía a quién. Tenía unos ojos azules que me resultaban tan familiares que era casi increíble que no me pudiera fiar de él. 

- Me mandan desde Hogwarts...- Le susurro precavidamente. - Soy una alumna y hay problemas.  Pero nos pueden estar escuchando.- Echo una mirada de soslayo a la mesa de los hombres susurrantes para que sepa a qué me refería. Quizás eran clientes habituales de Cabeza de Puerco pero, como decía mi padre "Mejor prevenir que curar". 

Se me iluminó la sonrisa al ver cómo mis manos desaparecían, por lo que deduje que el hechizo había resultado. Miré algo orgullosa por mi proeza a mis compañeros, pero me sentí idiota al darme cuenta de que no me verían.

—Pues, vaya— me desinflé, congelándose mi sonrisa para después desaparecer—. No había pensado en eso.

Ni en nada, ciertamente, me dijo una voz empalagosa en mi cabeza.

Chasqué la lengua, y tomé la capa que nos daba Severus, y me la puse. Cogí de nuevo la varita, y me puse la punta en la cabeza, mientras pronunciaba:

—Finite Incantatem— torciendo el gesto, pues me había gustado mi ocurrencia.

Me vi de nuevo las manos, y suspiré. ¿Desde cuándo la vida se nos había vuelto tan complicada? Aquella guerra, huir, elegir un bando u otro, nuestros amigos… Nunca imaginé que algo así pudiera llegar a pasar. Realmente me pilló por sorpresa, y sólo podía quedarme mirando, sin saber muy bien qué hacer por temor a cagarla hasta el fondo. Por ello, la solución que dio Snape me encantó.

—Claro, los muggles— di una palmada, entusiasmada—. Pasemos un tiempo con ellos.

Me aclaré la garganta, y dije algo que me llevaba rondando bastante tiempo en la cabeza.

—Bueno, ¿alguien sabe aparecerse?— pregunté, arqueando una ceja, mirándolos divertida. 

- Podemos ser invisibles hasta el pueblo, London. Pero si entramos en cualquier tienda no servirá de nada. Las clases de apariciones iban a empezar ahora, tras los exámenes, así que no. Creo que nos tocará ir a pie, o usando polvos flu.

Aberforth te mira con seriedad y crees que te va a echar por decir sandeces, pero en su lugar, se gira y mira a los hombres de la mesa.

- Tengo que cerrar un rato. Volved en un par de horas. - los hombre se giran y mirana Aberforth confundidos, pero el gesto y psotura del posadero deja claro que si no meuven el culo, s elo moverá él. Entonces te miran a ti cómo si fueses la culpable de todas sus desgracias y se levantan murmurando entre dientes antes de irse.

Cuándo lapuerta se cierra, Aberforth se apoya en la barra con ambas manos.

- Y bien.

Escuché las palabras de Severus, y bufé por la nariz, para luego reír, divertida. Traté de recordar cuándo fue la última vez que reí, y no conseguí acordarme. Y, sin saber muy bien por qué, volví a reír, aún más fuerte, llevándome las manos al estómago, pensando que mis costillas iban a reventar.

—Vale, vale— dije, quitándome las lágrimas de los ojos—. Ya paro— me sorbí la nariz, y suspiré—. Ay, otra vez invisibles.

Volví a coger la varita, y miré, sonriente a mis dos compañeros. Éramos un buen grupo. Me pregunté hasta cuándo podríamos aguantar juntos.

— Caeca Temporalis— murmuré, cerrando los ojos, sintiendo el hechizo recorrerme.

Pestañeé un par de veces, y miré mis manos de nuevo. Satisfecha, dije:

—Ahora vosotros, va.

Me rasqué la nariz, bueno, cuando la encontré, y pensé en las palabras de Severus.

—Debemos hacernos con polvo flu. En alguna casa del pueblo podría haber. Y no tendríamos por qué pasar dentro de la casa. Quizá con el hechizo “accio” podamos conseguirlo— propuse—. Después, volvamos a esta chimenea, y usemos los polvos para ir a algún sitio muggle… A no ser que aquí haya.

Fruncí el ceño, curiosa, y alcé la varita, pensando si funcionaría.

—Accio polvos flu— dije con voz clara y potente, como si así los polvos me oyeran, y pudieran venir mejor.

Esperé un poco para ver si aparecían, pero me desinflé al ver que, pasado un rato, nada se acercaba. No tenía ni idea de si habría polvos flu allí, ni de dónde estarían, por eso el hechizo era más complejo de que surtiera efecto*, pero, aún así, me pregunté si habría.

—Intentadlo vosotros a ver— dije, encogiéndome de hombros. 

- No creo que podamos plantarles cara en la situación en la que nos encontramos, hay que buscar una forma de salir de aquí cuanto antes y lo mejor sería pasando desapercibidos y con lo que traes es difícil escapar.

- Tal vez la idea de dejar fuera de combate y utilizar sus varitas no es mala, pero recordad que no son nuestras varitas y lo poderosos que pueden llegar a ser, así que entrar en una pelea puede ser un hecho suicida. No tenemos mucho tiempo y cuando más tiempo pasemos en este barco, más difícil nos resultará escapar.

Me alegró ver a Mia. De verdad que me alegró. Más que nunca diría yo.

-Dios, Mia. Te besaría.

Una vez desatados todos comenzamos a pensar. Estaba claro que no iba a ser fácil... Pero era cierta que contábamos con el factor sorpresa de Mia.

-A ver... -Noté mi cuerpo, cálido -Yo todavía tengo el hechizo de calor... Me da igual completamente mi varita. Podemos saltar por la borda sin que se den cuenta y poco a poco que Mia nos vaya llevando a tierra firme. Una vez allí ya decidiremos, no? -Me acordé de Joni -En cuanto a Joni... Joder. No querría ser yo el que dijera que lo mejor sería dejarlo aquí...

Vale...ha salido mejor de lo que esperaba.

Me sujeto del barco para que no se aleje de mi, y me concentro.

-Occulus lignum.

Toco mi sien con la varita para poder ver a través de la madera. Y observo bien tanto el interior como la cubierta del barco para ver a que me enfrento.

Miré a London reírse. "¿Pero que le pasa ahora?" pensé con una sonrisa a pintó de ser transformada en una risa. Pero me puse sería y también hice el hechizo. -Caeca temporalidad.- agitando la varita noté que el hechizo surgía efecto.
Escuché a London y sin decir una palabra asentí. No sabía si usando accio conseguiríamos polvos flu, lo más probable era que sí, ¿no? Bueno, no era mala idea intentarlo.
-Accio polvos flu-dije agitando la varita y esperando que algo pasara.

- No hay polvos flu en esta casa. Unir la chimenea a la red flu en un cuartel clandestino no era precisamente inteligente. - os explica Severus algo condescendiente. Estaban tan emocionadas que no parecían pensar las cosas a fondo.

El chico también se desilusiona y oís los pasos hacia la puerta.

- Mirad al suelo, nos seguiremos los unos a los otros gracias a las huellas en la nieve. Si vemos una casa vacía con polvos flu, usémoslos ahí mismo. No podemos conectar a la fuerza una chimenea a la Red Flu sin magia especializada, y además surgirían demasiadas preguntas. - explica mientras abandonís la granja camino a Hogsmade. - Deberíamos aparecernos en un lugar que no levante sospechas, el Caldero Chorreante, por ejemplo. Nadie le presta atención ya que hay constantemente viajeros entrando y saliendo. Estaremos en el centro de Londres, y en la entrada del callejón Diagon. Si necesitamos comprar algo, habrá menos preguntas ahí que en Hogsmade. Y desde el centro de Londres podemos ir a cualquier sitio usando tranposrte muggle. Aunque probablemente necesitemos dinero....

- Entonces qué hacemos. - pregunta Anne mirando a todos los implicados. 

Te queda claro al instante que el interior del barco está ampliado con magia. No sólo por las "interferencias" (cómo te pasó en algunas paredes del laberinto), sino porque es imposible que haya tantas habitaciones y niveles dentro de ese barco. El efecto es bastante desagradable, pues tanto tu cerebro cómo tus ojos tienen dificultades asimilando a la vez el tamaño real y mágico del barco, y al estar todo construido con madera en el interior, el hechizo no se encuentra obstáculos. Debes cortar el hechizo tras apenas un minuto ya que notas que te mareas. Sin embargo, te da tiempo a ver aproximadamente la distribución del barco.

La cubierta parece ser lo único no ampliado con magia. En ella ves 5 o 6 personas con capas negras yendo de auqí para allá, charlando o mirando el paisaje azul. La cabina del capitán sí que está ampliada con magia y ves a un grupo de magos con capas oscuras, 4 de ellos.

Justo debajo de la cubierta hay una plata increíblemente enorme. Hay tal vez más de una veintena de habitaciones dobles, muchas ocupadas por magos tanto jóvenes ( de tu edad o menores) cómo mayores. También una unas cocinas y un enorme comedor para al menos un centenar de personas, baños y duchar absurdamente grandes y modernos para un barco y despensas con provisiones. A ambos lados del barco hay clasicos cañones con sus ventanucos apuntando al exterior.

Finalmente, en la parte más baja, están las cámaras de aire y compartimentos libres para ayudar a la flotación del barco. Pero en medio, justo en el centro, hay una pequeña habitación con 6 personas, todas vestidas con el mismo traje de neopreno que tú llevas. Están lejos, pero hay una melena que reconocerías siempre: Mia.

Cierras los ojos cuándo cortas el conjuro para no marearte. El agua te empuja con fuerza y tus manos empiezan a tener problemas para seguir aguantando el peso de tu cuerpo.*