Partida Rol por web

- Ohh....¿en serio? Binns parece haber actualizado un poco su repertorio...- dice una de las mujeres mientras las otras ríen con elegancia - Pues verás: la magia, igual que ahora, estaba prohibida en presencia de muggles. No obstante, las clases altas teníamos la posibilidad de practicarla en los clubs de campo. No eran igual que los muggle, y obviamente se necesitaba ser mago para entrar... En lugar de ir a cazar, se hacían duelos. En lugar de tomar unos cócteles, comprábamos pociones. 

Dejé que se explayaran en su explicación sin interrumpir, de forma paciente y educada. Cuando parecieron haber terminado me aventuré a continuar.

- Vaya, que interesante. -Comenté esbozando una bonita sonrisa. -Supongo que echarán de menos aquella época. Debe de ser muy aburrido estar aquí todo el día en la misma pared, supongo que no deben de pasar muchas cosas interesantes por aquí...- Añadí ladeando tiernamente la cabeza en un gesto de comprensión, invitandolas a revatir con alguna anecdota si es que estaba equivocada...

- Bueno, pues... - una de las mujeres parece ir a responder tu pregunta cuándo una segunda se interpone.

- ¿De qué decías que era el trabajo? No te he visto antes, así que seguramente eres de primero... Y la primera clase de Binns es siempre sobre los orígenes de la magia...

Parece que el comentario pone escépticas al resto de mujeres, así que tal vez es mejor sacar bandera blanca e intentarlo otro día.... o de otro modo.

Tragué saliva, y aunque por dentro maldecía la puñetera perspicacia de aquellas señoras por fuera mi rostro seguía siendo una mascara toda bondad y dulzura. - Bueno, era un trabajo opcional para subir nota. - Me excusé. -Aunque si este no es un buen momento siempre puedo volver en otra ocasión quizá, lo último que quisiera sería molestar...- Añadí dícilmente guardandome las manos a la espalda en actitud inocente. - Ha sido un placer y buenas noches. - Terminé tratando de no perder la dignidad en el traspiés antes de volver a sonreir y continuar con mi camino. 

Ciertamente las había subestimado, pero aquello no hizo más que reafirmar mi creencia de que la gente de los cuadros sabía más de lo que aparentaban en un primer momento. La próxima vez iría con más cuidado...

Procurando escoger las escaleras adecuadas, bajé hasta el primer piso. No había conseguido gran cosa de las damas victorianas pero quien sabe, puede que tuviera más suerte con Violeta. En cualquier caso tenía que pasar frente a su cuadro si quería ir a cenar asique no perdía nada por saludarla un instante. 

- Buenas noches Violeta, ¿Que tal tu día? -Saludé con una sonrisa agradable a la mujer al pasar frente a su marco. Es posible que hubiera enfocado mal el modo en que debía acercarme a los retratos y aunque fuera un proceso más lento tal vez debería primero ganarme su confianza por lo que, en este caso, simplemente decidí mostrarme amable y no ignorarla como hacía el resto de la gente que pasaba frente a ella.

- Oh... - responde la dama con sorpresa - ¿Te conozco? No recuerdo haber hablado contigo antes... ¿Te manda la Dama de la torre del séptimo piso?

Me encogí de hombros. - La verdad es que no, siento si te ha molestado que te llamara por tu nombre, solo pasaba por aquí y me pareció correcto saludar, después de todo sales en los libros que leemos en la biblioteca. - Repuse con una sonrisa inocente. Tenía intención de no pararme demasiado pero su expresión contrariada por el saludo me hizo seguir. -No parece que muchos alumnos lo hagan -Aventuré con cierta cautela -Lo de saludarte al pasar por delante quiero decir...por cierto, ¿quien es la dama del septimo piso?-

- La Dama Gorda, aunque preferiblemente llámale mi señora... En vida tuvo un nombre, pero el artista no fue muy avispado con el título del cuadro y ella lo ha olvidado... Pobre amiga. Nunca abandona su cuadro así que siempre la visito yo. Por eso pensé que te enviaba ella, que tenía algo que decirme.

- Pues no, lo siento. -Repuse con fingida desilusión. -¿por qué nunca sale de su cuadro?, debe de sentirse muy sola siempre en el mismo marco...-

- Oh, eso es un secreto. No puedo decírtelo... Entonces, ¿qué querías?

Vaya vaya, asique un secreto... 

- Oh, no quería nada, solo bajaba a cenar y se me ha ocurrido que sería correcto saludar al pasar por delante, nada más. -Sonreí de forma dulce. - Buenas noches Violeta. - Terminé antes de continuar mi camino hacia el Gran Comedor.

Me dirigia hacia la sala comun cuando vi salir a Deborah del Gran comedor tambaleandose. Tenia mala cara, es decir, peor de lo habitual, asique frunciendo levemente el ceño me acerque con cautela.

-¿Te encuentras bien?- Pregunte apoyando una mano con suavidad sobre su hombro por si acaso le daba por desplomarse ahi mismo.

- Sí... sí, sólo es un pequeño mareo. -¿De verdad Charlotte se estaba preocupando por mí?.- Debo estar incubando algún resfriado. Sólo necesito refrescarme un poco la cara, así que iré al baño de las chicas.

Me dispuse a alejarme de allí en dirección a alguno de los baños para poder estar a solas e intentar aclarar mis ideas. No estaba completamente convencida de que mi dolor de cabeza y esos mareos se debieran a un posible resfriado pero... nunca se sabía. Quizás mejor idea sería ir a la enfermería pero ahora mismo no me apetecía.

No había dado ni dos pasos cuando me giré hacia mi compañera.

- Gra-gracias Charlotte.

Tira orientación urbana a dificultad 10. Si la pasas puedes postear directamente en la torre.

Zoe está unos metros más adelante, ya entrando en el pasillo que lleva a las mazmorras, pero se detiene y se gira a esperaros al notar que íbais en esa dirección.

La vi dirigirse hacia los lavabos mas cercanos asique cogi aire y dejando escapar un largo suspiro, me encamine tras ella . Estaba segura de que si no era ahora, tarde o temprano me arrepentiria de esto, despues de todo hacia tiempo que habia aprendido la leccion: ninguna buena accion queda sin castigo...

Con el ceño ligeramente fruncido espere apoyada, cargando un hombro sobre el marco de la puerta. - ¿Estas segura?, si quieres puedo acompañarte a la enfermeria. - Ofreci sincera.

Mientras subes las escaleras éstas no dejan de moverse, muy a tu pesar, y no consigues saber dónde estás. Intentando probar suerte te metes por un pasillo que crees que puede ser el que lleva a tu torre, aunque no tardas en descubrir que ese pasillo no te suena para nada. Cuándo te dispones a dar la vuelta ves a un alumno mayor acercándose desde el otro lado del pasillo. No parece verte y se coloca enfrente de una estatua (cuyo protagonista es un hombre bastante feo) y dice unas palabras. Al instante, la estatua se abre y el chico desaparece.