Partida Rol por web

A la mañana siguiente la rutina del mundo volvió para todos los invitados del Challenger Trust. Algunos, los que habían bebido más, tuvieron que sufrir los efectos de la resaca y otros, se aseguraron de no hacer planes para la noche puesto que les esperaba una cita con lo sobrenatural.

En cualquier caso, el día se inició con una espectacular noticia en primera página de todos los periódicos locales:

Un hombre muere tres veces en una misma noche
Tres cadaveres en un hotel.
Cada uno de ellos tenía la misma identidad.

"Los tres cadáveres fueron descubiertos la pasada noche en un hotel de Londres, llevando cada uno de ellos documentación que le identificaba como el Sr. Mehmet Makryat, domiciliado en el 3 de Brophy Lane, en Islington. Los tres habían muerto de una puñalada en el corazón.

Los cadáveres fueron descubiertos por las doncellas del Hotel Chelsea Arms. La habitación también había sido reservada a nombre del Sr. Mehmet Makryat.

Documentos oficiales establecen la identidad de los tres hombres como la de una misma persona, el Sr. Mehmet Makryat, un marchante de objetos de arte de esta capital.

Las tres víctimcas poseen un parecido superficial entre si y cada una de ellas se había hecho pasar por el Sr. Makryat desde su llegada por separado a Londres hace tres días.

Para añadir más confusión al caso, el Sr. Makryat real, o por lo menos el hombre descrito como tal por los comerciantes vecinos, se halla en paradero desconocido. La Policía solicita su presentación.

Los pasaportes de estos tres ciudadanos turcos reflejan viajes a través del mundo realizados de forma independiente durante los últimos tres años.

El inspector Fleming de Scotland Yard tiene dificultades para describir el significado de tan macabro misterio, pero se declara dispuesto a conversar con cualquier otro Mehmet Makryat que aun siga con vida."

La curiosa noticia se conviertió en motivo de conversación y especulación durante el resto del día.

Domingo, 21 de Enero de 1923. 23:50

Las desiertas y frías calles de Londres estaban cubiertas por la niebla, densa e inescrutable. Charing Cross no era una excepción y las pocas personas que salían a la calle a aquella hora avanzaban encogidos para protegerse del frío y la humedad y se apresuraban a llegar a sus casas donde eran recibidos por chimeneas o estufas de carbón.

En una esquina de la plaza, junto a la salida de la estación de ferrocarril, los ocho individuos que compartieran mesa la noche anterior volvieron a encontrarse, esta vez con uno ánimo muy distinto. Las bajas temperaturas y la escasa visibilidad hacían incómoda una espera que, afortunadamente, concluiría pronto: solo faltaba el profesor.

Dos coches tirados por caballos aguardaban pacientemente a que llegara el noveno pasajero mientras los demás luchaban contra el frío, cada uno a su manera. Ambos conductores permanecían impasibles en sus puestos, alumbrados tan solo por un par de farolas que daban a la escena un aspecto fantasmal, como si la niebla tuviera vida propia y reptara hacia ellos.

El general mostraba un rostro adusto ya que sentía un cierto reparo por su lamentable actuación final la noche pasada. Contra lo que probablemente pensaban sus compañeros Dimitri no llevaba consigo ninguna botella de vodka. Si bien era cierto que siempre llevaba una petaca en su bolsillo interior - esta noche iba vestido con un traje gris, elegante y discreto - estaba sobrio y algo malhumorado.

- Buenas noches caballeros, señoras... Espero que nuestro anfitrión no tarde demasiado.

El frío no le afectaba demasiado. Pese a que su traje era ligero el general no temblaba ni un ápice. Para frío intenso tenía el recuerdo de las noches siberianas. Aquello era un mero paseo por el campo en comparación.

Lord Connely había llegado caminando y acompañado del inconfundible golpeteo de su bastón contra los adoquines.
Sin embargo no había hecho todo el trayecto desde su casa de la misma forma, pues pese a que el frío no le afectaba demasiado, debido al largo abrigo de buena calidad que llevaba puesto, no era aficionado a caminar grandes distancias.

Había preferido que el coche le dejara a un par de calles de allí, y así poder acercarse, amparado por las sombras, hasta el lugar en donde se había concretado la cita con el profesor y sus acompañantes de mesa de la noche anterior.

Cuando dobló la esquina, pudo comprobar que algunos de los invitados ya habían llegado, y se unió a ellos rapidamente.
Junto a ellos esperaba el coche de caballos que se encargaría de trasladarlos, y James miró con cierta impaciencia el interior, donde estaría algo más resguardado de la humedad que les envolvía.

Arthur no suele retrasarse, coronel - respondió a las palabras del general Zagorianski, utilizando adrede un cargo inferior al que el hombre había indicado la noche anterior - pero podríamos esperar en el interior del coche. No le importará si así lo hacemos.

La joven Mia presentaba un aspecto radiante. En su rostro podía verse claramente el entusiamos que aquello la causaba. De vez en cuando, echaba fugacez miradas a su primo, como si esperase que en cualquier momento la llamase a la mesura. Pero Regi no era así, lo había comprobado la noche anterior y eso había afianzado su confianza. Se acercó a él para hablarle en voz queda. -Estoy deseando ver lo que Mr. Smith tiene preparado- una sonrisa iluminaba su rostro, como la de un niño el día de Navidad. Estaba disfrutando mucho con aquello.

Andando a paso rápido apareció una sombra entre la niebla. Dada la oscuridad reinante, y el espeso puré de guisantes que ponía una nota de inquietud en los corazones, la forma que se movía hacia el grupo que esperaba junto a los coches de caballos adquirió una apariencia fantasmal. Pero fué sólo un instante, pronto se perfiló, y lo que había sido por un momento un encapuchado de oscura túnica se convirtió en la Hermana Sturzo, enfundada en un grueso hábito de negra lana.

Sólo su rostro, enmarcado en el óvalo de la toca, se dejaba ver. Llevaba las manos recogidas dentro del hábito, que le llegaba hasta los pies. Apenas aparecían, al andar ligero, las puntas de unos zapatos llanos y muy poco estéticos, aunque indudablemente cómodos y cálidos.

Cuando se acercó a ellos sonrió, reconociéndoles, y saludó con una inclinación de cabeza. Dentro de su hábito se frotó los brazos.

-Buenas noches. Bueno, veo que vamos llegando todos, parece que nadie quiere perderse la prometida experiencia. ¿No está aún aquí el Profesor Smith? Francamente, pensé que sería el primero en llegar. ¿Querrá obsequiarnos con algún golpe de efecto en el último momento...?

Lord Connely parecía dispuesto a subir a uno de los coches, estaba comentándoselo al General. Lucía se dirigió a la joven aristócrata, que tenía un aspecto de eufórica ansiedad.

-No creo que usted precise el confort del interior del coche, Mia. Pero de todos modos será un modo más cómodo de esperar a nuestro anfitrión, ¿no le parece? Quizá realmente sea mejor subir...

- ¿Entramos todos en el coche?- contestó el general mirando hacia el carruaje como si reparase en él por primera vez - Si es así no tengo inconveniente en esperarlo cómodamente sentado. Pero si vamos a pasar estrecheces prefiero que las damas sean las que puedan aprovechar su calor. Por mi parte no tengo objeciones a este clima, que me recuerda mi añorada madre patria.

Después pensó en como se había referido hacia el Connely:

- Soy general, hijo, general. Ya no en activo por desgracia. Los civiles suelen obviar estas cosas pero es de mala educación referirse a un oficial por un rango que no le corresponde.

No le dio más importancia al asunto. Si había captado el tono de malicia en el comentario del agregado no lo reflejó. La sutileza dialéctica valía de poco en un campo de batalla y por lo tanto Dimitri no la había cultivado. Incluso cuando en su patria tenía que acudir a las frecuentes reuniones de sociedad, a las que estaba invitado por su cargo y linaje, siempre había demostrado una total inutilidad a la hora de maniobrar en el territorio de la ironía.

La espesa y fria sopa de guisantes limitaba bastante la vista ma alla de unos metros, asi que lo primero que puedieron oir fue el repicar de unos cascos sobre el empedrado y el traquetear de un coche de cabbalos que se acercaba, a medida que el coche estaba mas cerca, pudieron ver las luces que tenía el carro a ambos lados.
Un enorme coche de color negro lacado con el emblema de la casa Balmister en ambas puertas dió a conocer de forma rápida quien era el que iba dentro del coche. El conductor una figura no demasiada alta pero si bastante corpulenta bajo del coche, puso la escalerilla y abrió la puerta

De su interior salió Lord Balmister.
Buenas noches, señoras, cabelleros.- Lo primero que hizo despues de saludar como es debido, fué comprobar si había venido Smith.
Han visto la noticia de esos misteriosos asesinatos ? Me ha resultado curioso y mas teniendo en cuenta a lo que hemos venido, me gustaría saber que opinara Smith de eso

De entre la espesa niebla iluminada aquí y allá por las luces de las farolas surgió de repente el ruido de unos pasos precipitados. Una figura se perfiló a lo lejos y cuando estuvo más cerca el rostro de Irina Ivanóvna Vasilieva se perfiló enmarcado bajo un sencillo pero elegante gorro de lana azul oscuro. Envuelta en un pesado abrigo de lana granate, su rostro de mejillas enrojecidas por el frío y ojos chispeantes se veía radiante. Como siempre se la veía elegante, con cierto toque de distinción pero sencillo. Una nube de vapor emanó de su boca cuando les sonrió.

-Buenas noches...veo que estamos casi todos...-comentó frotándose las manos en el interior del manguito azul de lana conque se las protegía. Mientras se acercaba había captado el final de las palabras de Lord Balmister y ahora se volvió hacia él asintiendo-Sí, yo también lo he leído. La verdad es que...resulta bastante currioso aunque supongo que en realidad ese hombre serrá una persona que por lo que sea quierre pasar desapercibido y contrató a esa gente para confundir ¿no creen?-les miró atenta a sus opiniones.

La conversación había sido rápida y animada con Jackson, comunicándose a la hora previamente pactada para el día siguiente a la reunión, y dándole todo lujo de detalles sobre lo allí acaecido. El investigador pareció más que ilusionado con la posibilidad de que Alexander pudiera contemplar el "trabajo de campo" de Smith en vivo y en directo. De hecho, ambos habían tenido la misma idea, y Elías no tardó en compartirla, para descubrir que, de hecho, su amigo ya había pedido plaza para él: Wan necesitaba un fotógrafo para el evento, sin duda alguna. Uno externo, que nada tuviera que ver con Arthur Smith y su investigación.

El escritor dio al angloriental unas cuantas referencias de profesionales fiables y preparados, a quienes Bruswell podría acudir. Puede que la idea de obtener una exclusiva de los más recientes trabajos del científico y codearse con la flor y nata de la alta sociedad, fuera suficiente pago. Alexander actuó con presteza y resultó sencillo encontrar a uno de aquellos profesionales libre y llegar a un acuerdo provechoso para ambas partes.

Conseguir el resto de atrezzo no resultó mucho más complicado: apenas un paseo a la vieja casona Bruswell, para recoger la "mochila de trabajo" que Wan siempre llevaba a todas partes. Nunca se sabía cuándo podía encontrarse un negocio en ciernes, entre unas peñas abandonadas.

Con la consabida puntualidad inglesa patente en sus venas, el Sr. Bruswell y su acompañante no se hicieron esperar. Sus compañeros de mesa de la noche anterior ya esperaban, junto a un coche de caballos preparado para su transporte.

Con una leve inclinación saludó a todos los presentes, poco dado al contacto físico, tanto por su herencia inglesa, como por la oriental, y presentó a su acompañante:

-Confío en no interrumpir nada importante.- comenzó disculpándose -El Sr. Rigby vendrá con nosotros. Es fotógrafo y confío en que pueda tomar unas imágenes de esas maravillas que tanto deslumbraron al Profesor Smith, para que todos podamos disfrutarlas posteriormente.- dijo el recién llegado, mostrando su atención a los detalles.

Donald Rigby cargaba con su voluminosa cámara de fotografiar, "bastante vieja pero segura" como solía decir para no confesar que había pasado tiempos mejores en el negocio. De piel blanca y ojos claros, saludó a los presentes con educación y trató de mantener un segundo plano.

-Buenas noches a todos- dijo con un ligero tartamudeo, causado sin duda por el frío.

Una vez hechas las presentaciones procedió a cargar la cámara en la parte trasera de uno de los coches y luego se mantuvo a prudencial distancia con las manos metidas en los bolsillos hasta los antebrazos.

El agregado alzó las cejas al ver aparecer a Bruswell con un acompañante, para luego observar de nuevo el interior del coche que debería llevarles hasta su destino. No parecía muy convencido de la masificación que existirían en el interior del vehículo cuando se pusieran en marcha, pero decidió no decir nada al respecto....por el momento.

Pues sí, he leído la noticia en el periodico - respondió a la pregunta de Balmister - y me parecía bastante extraño hasta que he visto la procedencia de la documentación....eso es lo que pasa cuando se deja venir aquí a esa gente. ¡Como si no tuviesemos bastantes problemas ya!

Esa es una de las tareas que se hubiese autoimpuesto en el caso de conseguir el cargo de ministro. Acabar con tanta inmigración como existía en aquel momento, siendo mucho más severo con los requisitos necesarios para entrar en Inglaterra, y desde luego no andarse por las ramas cuando hubiera que castigar o expulsar a alguien que no aceptase las leyes y costumbres británicas.

Buenas noches, si alguna o alguno d eustede stiene frio y quiere subir al coche puede hacerlo-Dijo Reginal mientras jugueteaba con el bastón.

Al leer la noticia me quede con las ganas de saber si aparte de mantener el mismo nombre si tambien tenían algún parecido fisico, ya que entonces i que sería un caso realmente curioso, este sería sin duda uno de esos casos en los que Sherlock holmes se sentiría como pez en el agua

- Desde luego... ¿Quizás fueran espías?- comentó Dimitri encendiendo uno de sus puritos y ofreciendo de la caja de plata a los demás - Me parece bastante extraño todo ese asunto, pero hoy en día uno ya no sabe de que sorprenderse.

La Hermana saludó a los que iban llegando, y se mostró interesada en que alguien hubiera pensado en traer un fotógrafo profesional.

-Muy buena idea, Sr.Bruswell. Espero que no se ofenda si me atrevo a pedirle que me dé usted acceso a copias de los fotografías que tome el Sr.Rigby. Pienso abrir un expediente con los sucesos de esta noche, si es que llegan a revelar algo interesante, y las fotografías aportarían documentación gráfica. Desde luego el Vaticano se haría cargo del coste, naturalmente.

Se gira hacia el grupo que han empezado a comentar el extraño caso que han publicado los periódicos.

-También a mi me ha llamado la atención este triple asesinato, ciertamente. Y más cuando tenía la mente llena de hechos inexplicados... aunque espero que éste sea de los que se resuelve. Ah... Y creo recordar, Lord Balmister, haber leído que, efectivamente, los tres hombres se parecían entre sí, aunque sólo superficialmente.

-Aunque reconozco que la notica me ha resultado llamativa, espero que lo que veamos esta noche sea mucho más interesante, la verdad...- En su fuero interno, la joven Mia estaba desseando que dejasen el tema del los asesinatos. Aquello tratarse de un caso de suplantación de personalidad y no le apetecía lo más mínimo indagar en el tema.

Campanadas lejanas anunciaron el final del día y el comienzo de uno nuevo. Era medianoche. Por el momento no habían dado señales de vida ni Patrizio ni el profesor Smith. Del primero no se sorprendieron, puesto que se había mantenido bastante frío y distante durante la cena, sin involucrarse demasiado, pero la tardanza del profesor que era conocido como un hombre de puntualidad prusiana empezaba a ser incómoda. Por las mentes de algunos cruzó la idea de que todo era una broma y que realmente no iba a presentarse pero la idea fue descartada rápidamente. El buen profesor era un bromista pero la situación actual era seria y él lo sabía.

Haciendo caso omiso del patente desprecio de Lord Connely, Irina se arrebujó más en su abrigo mientras contemplaba interesada la cámara del acompañante del señor Bruswell. Asintió aprobadoramente ante la idea y pasó a escuchar con interés la conversación que se desarrollaba a su alrededor. De su boca salió una nube de vapor que se confundió con la neblina circundante cuando la abrió para hablar.

-No crreo que fuesen espías...pero sí que ciertamente algún parecido físico debían de tener si todos se hacían pasar por la misma persona...-aventuró una vez que las doce campanadas de la iglesia más cercana hubieron cesado.