Partida Rol por web

Bien, al menos la bajada no va a ser interminable. El eco seco del golpe de la madera contra el suelo próximo se hace rápidamente presente. La cara del becario es indicativo suficiente de que es mejor que baje él primero, pero para evitar que se cague encima de mi cuando pierda el control de su esfinter. Aún así, bajo yo primero, por que tampoco quiero perder el control del mío por haberle dejado la linterna y no poder hacer uso de ella cuando escuche algo raro. Mantengo el semblante serio y concentrado, para evitar que se me refleje el miedo en la cara. Soy el ejemplo para este grupo de mindundis y estoy haciendo de Coach para conseguir nuestro objetivo. Tengo que mostrarme seguro de mi mismo.

Una vez abajo, la mezcla de olores es bastante curiosa, la salinidad del ambiente y el olor a metal hace que me pregunte qué puede haber aquí abajo. Aunque quizá lo mejor sea no hacerse esas preguntas. Tras caminar un poco llegamos a una bifurcación en el camino subterráneo, por uno corre el viento, por el otro, el camino parece cortado. Un deadend en toda regla. Miro al friki novato y levantó el dedo índice, acto seguido saco el zippo y lo enciendo, para ver si la llama sigue el “recorrido del aire”, lo que mostraría una salida de este infierno. Para dónde apunte, apunto con el dedo.

-Por ahí está la salida... -En serio, para que sople el viento de esta forma... tiene que ser una salida bastante grande.

Así que mi idea es volver atrás, para decirles, desde abajo, que tenemos una posible salida por aquí abajo después de preguntarles si están bien o no. Y que se reúnan con nosotros. Como buen líder, les diré que tenemos que ver la salida pero investigar esto un poco más, para ver qué cojones es todo esto. Por que somos un equipo, y los equipos hacen frente a los retos. Y lo hacen juntos. Entonces les enseñaré la llave, pero el caso es, para mi, descubrir a dónde nos llevan los dos caminos y entonces decidir si seguimos con este caso paranormal.

Obviamente, el chico que continúe haciendo fotos.

En el caso de que no contesten... subiré con cuidado y asomaré lo justo para ver qué ha podido pasarles, por qué no dejamos a nadie atrás. A menos que vea al bicho ese del demonio, que entonces correré como un poseso hacia la salida, y que se encargue de este misterio el próximo grupo.

Por suerte, o por desgracia, para el asustado y curioso becario, la gruta no contenía nada sobrenatural ni ningún espectro que les hablase. Lo único extraño que se podía notar era ese olor, el cual intentó reducir Andrew tapándose la nariz con el cuello de la camisa. En cuanto llegaron a la bifurcación, la mirada del chico se quedó fija en la brújula. El camino al que señalaba, y del que provenían esos sonidos, seguramente fuera en el que estaba la niña, sin embargo el camino de la izquierda parecía apuntar a que era la salida. "Es más seguro salir por la izquierda... ¿Pero y si es una trampa? ¿No sería más fácil guiarse por la niña que también quiere salir de aquí? No, ¿pero y si hace falta acabar con el monstruo? No me gustaría vérmelas con el bicho de ese dibujo..."

Mientras estaba ocupado pensando, un ruido tras ellos hizo que diese un estúpido saltito en el sitio, conteniéndose un grito acorde a su gesto. Con la cámara, rápidamente sacó una foto para ver si había algo tras ellos. "Puede ser que hayan abierto la trampilla... ¿Pero entonces por qué ha sonado otro golpe? ¿La puerta de fuera? ¿Han salido corriendo sin nosotros? ¿Y si han visto algo?" Andrew notó cómo una maraña de pensamientos y nervios se empezaba a enredar en su mente, trayéndole imágenes del dibujo de la niña y del horror que podría suponer verlo cara a cara. El miedo también atacó a su cabeza, con la idea de quedarse allí solo, en cuanto vio que Alexander pretendía dar la vuelta.

- No sabemos si es la salida... Habría que comprobarlo primero... - murmuró, poco antes de que se marchara - Me adelantaré y si es la salida, volveré atrás... 

"¿Seguro que volveré?" La idea de dejar allí al chulo de Alexander no se le antojaba tan mala, pero si realmente conseguían salir, en la empresa le esperaría una buena bronca por todo ese asunto. "Si es que volvemos allí, porque después de esto y de oír a Simmons, a lo mejor sólo quedan cenizas." Tras decidirse por hacer algo útil, y rechazar la idea de seguir el rastro de la niña fantasma, Andrew encendió la linterna que le había dejado Alexander y echó a andar por la gruta de la izquierda, por la que venía el viento. Si realmente era la salida y no había nada extraño fuera, volvería a la bifurcación para esperar a Alexander y al resto. Si se encontraba al monstruo, no tendría más remedio que salir corriendo y esperar que sus compañeros tuvieran la suerte de salir con vida. Y si no era la salida... "Tendré que volver igual, a menos que la niña esté allí..."

La oscuridad era esporádicamente interrumpida por la única fuente de luz que llevabas contigo: el flash de las cámaras fotográficas desechables. Tuviste que andar unos metros antes de encontrar un ensanchamiento que revelaba una cámara más amplia. La corriente de aire era más fresca, pero por alguna razón el aire se sentía viciado y pesado, cargando un hedor difícil de describir y que se hacía cada vez más intolerable.

Disparas dos fotografías antes de regresar. La primera revela una alta bóveda de la que no estás seguro de ver su final y una pared frontal inclinada que permitiría escalar. Mientras estás preparando para otra fotografía, sientes una gota helada caer en tu mano, despertando los nervios entumecidos y olvidados por el momento. Asumes que se trata de la humedad propia del lugar, y disparas el flash, sólo para escuchar el reptante sonido que acompaña la horrible revelación que presencias en aquel infinitesimal instante.

Las paredes de la roca están recubiertas ahora por una masa deforme que rodea toda la cámara en la gruta. Una película delgada que era al mismo tiempo viscosa y escamosa, escurriéndose a grandes borbotones a tu alrededor, y sobre ti. Notas las protuberancias que parecen dientes o garras y las burbujas en el líquido: grandes y blanquecinas, girando sobre sí mismas, como si se tratasen de ojos desorbitados, todos apuntando en tu dirección con una maligna intención.

Alguien está cerca a ti, puedes ver su silueta pequeña, puedes escuchar su canto y como se mueve alrededor tuyo, mientras el sonido de aquel icor maligno y viviente te revuelve el estómago y comienza a caer sobre ti. Sientes como quema y raspa tu piel y como su peso empieza a atraparte y a aplastarte. Entonces, escuchaste su voz infantil como un susurro en tu oído.

-Mi monstruo reptante está contento-

No había escapatoria. Perecerías en las fauces líquidas de aquella entidad, ante las risas infantiles de aquella espectral aparición, cuya risa seguiría resonando en tus oídos y helando tu sangre hasta el último suspiro de lo poco que te quedaba de vida.

Simmons desciende de alguna manera la escalera, tratando de no apoyarse demasiado y se encuentra con la luz de la linterna de Dupont. El primero parece haber sufrido una mala caída, el último tiene un aspecto más optimista. La breve reunión tiene poco de jovial, pues mientras Simmons intenta explicar la situación arriba, los terribles gritos del becario desde el fondo de la caverna les ponen en alerta.

Ambos deciden intentar buscarle pronto, uno cojeando y caminando junto a Alexander, avanzando por entre el túnel en la roca que se extiende algunos metros hacia el frente, ambos gritando -Andrew, responde chico- y cosas similares, sin entender lo que había sucedido. Se aventuran donde la gruta se bifurca en dos caminos, el primero, que apenas si se tuerce a la izquierda; y el segundo que parece una veta perpendicular a la derecha. Dupont no se quiere aventurar más pero no necesita hacerlo. Ante sus ojos, pueden ver como una suerte de líquido escamoso llena el túnel desde el camino de la izquierda, emitiendo un sonido rasposo, como si reptara. Aquella masa viscosa está compuesta de protuberancias filosas a manera de dientes o garras, y una burbujeante superficie, cargada de esferas que giran sobre sí mismas, explotan, y se regeneran... y que parecen ojos desorbitados y deformes, cargados de un hambre inhumana y una maldad antediluviana.

Vuestras piernas se congelan y pronto el líquido rodea las piernas de uno de vosotros, apretándolas hasta romperlas y hacerlo caer con las manos al frente. La trampa, como una brea maligna y viviente, iba envolviendo al pobre desgraciado, entre aplastándole como lo haría una boa con su presa, quemando su piel y asfixiándole colándose a través de su boca y su nariz. El otro de vosotros, medio loco por los gritos y aquel espectáculo de muerte da dos pasos, escucha a alguien detrás de sí y con la linterna enfoca a una niña pequeña en un vestido amarillo que está cantando alegremente:

Ambas linternas parpadean y mueren, mientras ambos escuchan la juguetona voz de la pequeña, en un susurro, acercarse a su oído y decir:

-Mi monstruo reptante está contento-

Y ambos entendéis que de aquel lugar, ya no saldríais más con vida. Siendo la risa maquiavélica de la pequeña y el asqueroso sonido de la masa reptante, lo último que escucharíais antes de dejar este mundo.

El dolor aumentaba y parecía que la herida estaba peor de lo que parecía en realidad. Simmons se había ido, pero no sabías hace cuanto ni por qué. Creías haber escuchado gritos de dolor o de terror, pero bien podría ser tan sólo la horrible herida de tu cabeza que te tenía agonizante. Te era difícil separar realidad de ficción, y si habían pasado minutos, horas o días, simplemente no podías decirlo ya. Tu respiración se tornaba agitada y comenzabas a entender que probablemente no ibas a salir de allí con vida.

A medida que pasaba el tiempo, escuchabas pasos a tu alrededor. Pasos suaves y murmullos tiernos, mientras una tonadilla infantil cantada por una niña pequeña empezó a taladrar tus oídos y tu mente en medio de aquella desafortunada situación.

En medio de la oscuridad, veías la silueta de la pequeña, moviéndose de forma alegre, pero sin que ésta respondiera a tus preguntas. Pronto puedes sentir que alguien te toma por el brazo. Una mano pequeña y fría, que te produce un escalofrío.

-Vamos a ver a mi monstruo reptante. Ya conoció a tus amigos, ahora solo faltas tú-

El susurro sonó en tu oído, con una mezcla de maldad y ternura que te heló la sangre. Comprendiste entonces que tus compañeros ya no volverían más y que probablemente tú tampoco lograses salir de allí. Te comienzas a mover, arrastrada por una fuerza invisible que tira de tu pierna, en dirección al laboratorio. Aún te quedan algunas energías para resistirte, pero tu final era sólo cuestión de tiempo.

Al acercarme a la escalera veo bajar a Simmons cojeando, me quedo un poco extrañado, pero voy a ayudarle, pasando su brazo por mi hombro. No sólo soy el coach del equipo y un ejemplo a seguir, también soy un héroe que ayuda al resto del equipo, pero no da tiempo apenas de hablar de nada, los gritos del novato hacen que me gire hacia donde se ha quedado, ahí delante. Con el brazo de Simmons aún sujeto, caminando hacia él, mientras le llamamos, preocupados por su salud. Si la ha cascado, es probable que después la casquemos nosotros, por eso es importante que hable... 

Pero no, lo que nos encontramos de frente a mi me deja sin habla... una especie de monstruo de... brea, o lo que sea, se alza frente a nosotros, me quedo sin palabras mirándolo, sin poder mover ni un sólo músculo. Observando cómo su superficie burbujea, mostrando un futuro de muerte para aquel que tenga la mala suerte de cruzarse con él. Es en ese momento cuando noto que Simmons cae de bruces contra el suelo, gritando de dolor, apenas soy capaz de apartarme un par de pasos, observando la... escena de muerte... ver cómo la brea engulle, literalmente a Simmons, y se mete por su boca me arranca un grto de agonía, pero la voz de la niña diciéndome que la bestia está contenta... eso hace que salga corriendo como alma que lleva el diablo. La linterna deja de funcionar, así que la lanzo contra la criatura en un acto reflejo antes de salir corriendo.

Mis pasos me llevan hasta el fin de la gruta derecha. No se por qué he cogido este maldito camino, sabiendo que la salida estaría, probablemente por la izquierda, pero finalmente llego hasta un punto dónde, al parecer, está protegido por sal. Finalmente, cuando la criatura llega hasta dónde estoy, me doy cuenta de eso mismo, de que no puede entrar en el campo protegido, por la sal. Pero que tampoco voy a poder salir de aquí...  Así que sólo me queda hacer lo único que se hacer... que es negociar. Llamo a la niña, a ver si la veo aparecer, para poder negociar con ella. Al menos, eso lo voy a intentar todo el tiempo que pueda. Cómo no se si funcionará o no... me racionaré mis barritas energéticas, que son lo único que me puede salvar la vida... Mientras tanto, encenderé cigarrillos y se los tiraré a la criatura, sólo para ver qué pasa... y por último, desesperado, cuando pasen las horas... lo que haré será, comerme lo que me quede de las barritasa energéticas, quitarme la ropa y embardurnarla bien con sal, al igual que mis brazos, mis piernas, mi cabello, los pies... todo lo que vea, y, daga en mano derecha, y Zippo en mano izquierda, trataré de correr hacia dónde debería de haber ido en un principio. El camino izquierdo.

Si nada de todo esto funciona, con la daga mellada en la mano... trataré de clavársela a la criatura, desesperado, mientras noto como mis huesos se van rompiendo a medida que la criatura avanza por mis piernas, notando cómo mi piel se quema al contacto con su superficie ennegrecida. Gritando de dolor, y suplicando por una vida que sé que no me va a dar. Hasta que mis súplicas y gritos de dolor queden acallados cuando el engendro de brea inunde mi boca, igual que lo hizo con Simmons. Una vida de éxito para acabar igual que la del amargado este...

Cojo, lleno de dolor, agradezco el gesto de Alexander, comenzamos a caminar, sin que Andrew de señales de vida. A pesar de llamarlo varias veces no contesta. Cuando llegaron a la bifurcación se encontraron con el horror del que llevaban escuchando advertencias desde que entraron en la casa.

Luego los acontecimientos se precipitaron, Dupont, el maldito trepa de mierda, lo soltó para escapar. Cuando John se quiso revolver para huir, el tobillo herido le hizo caer al suelo. La "criatura" se abalanzó sobre él Primero le partió las piernas, el dolor hizo que se desvaneciera por unos instantes para volver a despertarse con el olor a quemado de su propia piel. Llegado un punto su cuerpo dijo basta, y cayó inconsciente antes de morir con un único pensamiento en la cabeza.

-El monstruo reptante debe de acabar con Nicky Hayes...

"No estoy muy seguro de que esto sea una salida..." pensaba el becario, a medida que el olor se hacía cada vez más insoportable, hasta el punto en el que le empezaban a llorar los ojos. A pesar de que sus pasos seguían firmes en la oscuridad, un nervioso temblor le recorría toda la columna, como si estuviese congelándose poco a poco por dentro. "No tendría que haber ido yo solo, tendría que haber esperado a Alexander..." 

Una leve sensación de alivio llegó a Andrew cuando encontró la enorme bóveda sobre él, igual que la pared que parecía poderse escalar. "Es... una posible salida, sí." ladeó la cabeza pensativo, considerando los puntos por los que podría empezar la escalada. Dio un breve respingo al notar el "agua" caer sobre su mano, limpiándosela rápida y nerviosamente antes de sacar la foto... Y de escuchar al monstruo reptante.

Con los ojos abiertos como platos, casi obligando a su propio cuerpo a ver en la penumbra de la cueva, se giró para observar aquella masa viscosa deslizarse por las paredes. El aliento se le cortó por completo, los labios le temblaron, intentando articular unas palabras de auxilio o un simple grito de alerta. Sus manos no pudieron sostener durante más tiempo la pequeña cámara desechable, al igual que su vejiga no pudo aguantar la presión de la situación durante más tiempo. 

Cuando quiso correr, ya era tarde. Sentía aquella masa escamosa, adhiriéndose a su piel, envolviéndole antes de que sus dientes y garras comenzaran a clavarse por todo su cuerpo. Un aullido de terror y dolor salió de su boca, ahogado por la sangre que comenzaba a llegar a su garganta. "¿En qué momento me he equivocado? ¿Por qué no lo he visto? ¿Cómo ha podido...? ¿No estaba con los demás...? ¿Y la niña?" El terror se mezcló con la confusión, haciendo que Andrew sintiese su cabeza a punto de explotar, no sólo por el peso de aquel ser, sino por sus últimos pensamientos, incapaz de hilarse y responderse entre sí.

Un sonido comenzó a abrirse paso en su mente, esa risa infantil y esa estúpida melodía, como un recordatorio de que todo esto había sido por su culpa. Todo lo que quería hacer por confraternizar con sus compañeros, por caerle bien al jefe, por conseguir un aumento por pequeño que fuese, por acabar su maldita colección de figuritas... Todo había acabado así por su propia culpa. Y eso fue lo que hizo que una dolorosa lágrima de culpabilidad, teñida por la sangre de sus errores, recorriera su rostro, para acabar disuelta en algo que ni siquiera entendía que existiera.

Durante unos segundos, el terror atenazó a la bedel que usó todas las fuerzas que le quedaban para lanzar un grito tan sobrecogedor como la mano de la niña en su hombro. Aquello la debilitó lo suficiente para volver a quedar en una semiinconsciencia de la que salió cuando se vio arrastrada hasta el laboratorio. Revolviéndose logró zafarse de aquella misteriosa fuerza, pero no se había librado de ella. Seguía allí. Dando vueltas, acechando. Por eso el dibujo tenía tantos ojos. En aquel momento comprendió que iba a morir.

–Mocosa del demonio– gimió– ojalá...ojalá... ¡Muerete de verdad!

A tientas consiguió encontrar la linterna de Simmon, pero esta no funcionaba. Poco le importaba, lo último que quería era que alguna luz dejase de nuevo a la vista a la niñata aquella que les había atraído a la trampa. Con la linterna en la mano caminó despacio hasta que llegó a la pared. Había pensado en dejar una nota en ella, advirtiendo a posibles nuevas víctimas para que no bajasen abajo, pero era imposible que lo viesen hasta que estuviesen encerrados. Aún así, trazó una flecha apuntando a la puerta de los grabados y trazó la palabra "Salida". Esperaba que se entendiese, pero esperaba aún más que nunca jamás lo viese otra persona.

Quejándose de dolor a cada paso y maldiciendo como un camionero que ha pinchado una rueda, la mujer finalmente entró en el laboratorio. Entendía porque la casa estaba quemada y sabía lo que había que hacer. Poco a poco, recuperó todos los papeles que pudo encontrar, pero a tientas era difícil, de modo que completó las escasas hojas que había podido encontrar con jirones de su ropa y sacó las pilas de su linterna. Afortunadamente, conocía la pequeña cajita que llevaba como la palma de su mano y no tardó en encontrar las herramientas necesarias para hacer unos cortes. Con una maña que nadie vería y un trozo de papel de aluminio hizo que las pilas comenzasen a calentarse a gran velocidad. Tenía poco tiempo. De una forma casi desesperada, lo tiró al pequeño montículo de tela y papel. Jadeando avivó las pequeñas llamas con todo lo que encontró el el laboratorio, frascos incluídos, y los puso bajo la silla para que esta también ardiese.

Cada movimiento, empeoraba sus heridas, provocando más dolor y confusión, pero no cejó en su empeño de cerrar aquel agujero, aunque fuese de forma parcial. Con un quejido consiguió volcarla. El agotamiento y las heridas hicieron que se desmayase para nunca despertar. Para nunca ver si su acción serviría de algo.

La desaparición de cuatro empleados de BuenaVista Capital durante una dinámica de la empresa durante un fin de semana fue un escándalo que dio de qué hablar a los medios por varias semanas. Pronto grandes y rimbombantes investigaciones policiales, cronicas-reportajes y largos artículos en los periódicos y blogs de internet pusieron en la picota pública a la empresa, que dilapidó algunos recursos para movilizar a la policía a darles prioridad y cerrar el caso.

Al final, resultó más rentable simplemente regar el rumor de que se se trató de un escape planeado por parte de los cuatro empleados, quienes eran sospechosos de desfalcar a la empresa por una cantidad considerable, cantidad que sospechosamente era equiparable al costo de un coach prestigioso y del dinero que había costado llegar a acuerdos extra-judiciales con las familias de los desaparecidos, para evitar que aquello se fuese hondo. Y aunque las autoridades mantuvieron el caso abierto, el público pronto olvidó a los cuatro empleados de BuenaVista, y el pueblo cercano a donde había tenido lugar el ejercicio dejó de ser el sitio de peregrinación de detectives amateurs y turistas morbosos esperando a toparse con sus cadáveres en alguna afortunada exploración no autorizada.

Los lugareños no comentaron mucho al respecto, salvo que habían advertido de no acercarse a la casa abandonada, cosa que todos habían desestimado como meras supersticiones locales. Y algunos incluso decían que la noche de la dinámica habían visto una columna de humo elevarse desde el bosque, como una señal de mal fario. Fuese la razón que fuese, ninguno de ellos fue de mucha ayuda, ni tampoco parecían sorprendidos, acostumbrados como estaban a las extrañas desapariciones de fuereños que no hacían caso omiso a las bienintencionadas advertencias. Incluso, entre dientes, algún anciano comentaba "bien merecido se lo tienen" para luego irse refunfuñando de regreso a su casa.

* * *

El sargento Daugherty llevaba varios días sin dormir, presionado por sus superiores para dar alguna respuesta al misterio de la desaparición de BuenaVista Capital. Su colega, el oficial Weber, también estaba con él, realizando todo el trabajo pesado de catalogar la evidencia disponible. Sólo se habían topado con un zippo en mal estado, una linterna funcional como las que habían usado los empleados en la dinámica y una cámara fotográfica desecable en muy buen estado. Y siguiendo una corazonada, habían revelado el rollo de la misma.

Siendo cerca de la medianoche, ambos oficiales eran los únicos en la estación del pueblo revisando en el ordenador de dotación las fotografías en el rollo.

-Están todas desenfocadas y borrosas...- dijo nerviosamente Weber, sentado mirando la pantalla y luego observando a su jefe, de pie junto a él. Había fotos de una vieja casa, de lo que parecía un túnel rocoso y una especie de cámara de piedra. Pero no era eso lo que más llamaba la atención de los oficiales.

-¿Y eso?- se animó a preguntar finalmente el sargento.

-Aparece en todas las fotos, jefe- dice en un hilito de voz. En todas las fotografías había una figura humana, pequeña, de rasgos borrosos, de cabello largo y vestida de amarillo. -Parece... una niña pequeña...- Weber tragó saliva.

-Condenados turistas del carajo- maldijo finalmente el sargento Daugherty, escupiendo hacia el suelo. -Seguro que se han enterado de la leyenda local del fantasma, y han decidido jugarnos una puta broma haciendo un montaje chapucero y dejando todo en la cámara. Como si no fuera difícil investigar el rastro con tanto mirón trayendo ramas y mierda como evidencia esclarecedora- sonaba irritado.

-¿Entonces... la desclasifico?- preguntó Weber, respirando con algo de alivio.

-Por ahora no. Pero esos gilipollas nos han hecho perder ...- maldijo.

No pudo terminar la frase, porque las luces de la estación y la pantalla del ordenador empezaron a parpadear violentamente, mientras el zumbido de las fluctuaciones de la electricidad aumentó en intensidad. Finalmente el sitio quedó a oscuras y ambos policías podían jurar que oían en algún lugar de la estación una voz infantil, como de una pequeña niña, cantando alegremente una tonadilla que heló de inmediato su sangre: