Partida Rol por web

In Hoc Signo Vinces

Juegos bizantinos

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28/03/2008, 18:28
Ameyal Tonatzin

Nos había salvado de una, al menos eso esperaba. Ni siquiera me miró el tlatoani, apenas me escuchó, lo normal siendo él quien era y yo quien era. Nuevamente me dirigí al de piel pálida.

-El tlatoani entiende vuestras razones; ahora tiene que atender asuntos de estado y nos indica que debemos acomodarnos en su palacio-dije mirando a Cabal a los ojos.-Cenarán esta noche con algunos señores y por la mañana partiremos. Es todo.

¿Era todo? ¿Eso era todo? Por todos los dioses esperaba que sí y que todo terminara pronto para no tener que inventar más cosas. Lo deseaba sí pero no sabía si deseaba volver, apartarme de él. Esperé por las indicaciones.

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28/03/2008, 18:38
Carlos Cabal

Despedidnos como sea preciso y volvamos junto a los hombres. –dijo Cabal esperando a que el cacique se retirase y a que la traductora hiciera lo propio para que ellos pudieran hacer lo mismo- Buen trabajo.

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28/03/2008, 18:54
Ameyal Tonatzin

Me despedí del tlatoani como debía ser y volvimos a donde los demás hombres estaban, era raro pero sentía que debía decirle, no el cómo me había sentido, sino lo que había tenido que decir.

-¿Puedo hablaros en privado?-dije antes de llegar a donde estaban reunidos los soldados y no esperé a que me respondiera, caminaba delante mío y me parecía que seguía teniendo el mismo semblante que luego de encontrar el cadaver.-No traduje tal cual me lo ordenasteis... Nos habrían matado, después de hacernos quién sabe cuántas cosas y me disculpo por ello si es que os ofendí con mi proceder...

¿Me disculpaba? Debía estarme volviendo loca, quizás alguna fiebre. ¿Qué demonios estaba sucediendo? Respiré profundo esperando que se diera la vuelta y me mirara a los ojos, no me gustaba hablar con una espalda y menos si era una espalda pálida.

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28/03/2008, 19:27
Mixtzin ce Ciplactli

Tras la audiencia, el consejero caminó hasta la sala contigua, donde la familia le esperaba. El comerciante mexica parecía impaciente, y él y su hija hablaban sentados en sendos cojines. Se levantaron al verle, y el hombre viejo le habló, mirándole a los ojos.

-¿Están aquí ya? -preguntó.
-Sí, Quetzallitzin, han llegado.
-Tengo órdenes muy precisas del emperador, estimado Mixtzin, y espero no salir defraudado.
-El tlatoani Tehuitle está de acuerdo conmigo, y los teules han traído consigo a uno de sus oficiales de guerra.
-Excelente.
-Esta noche cenará con nosotros, y tendréis oportunidad de verle.

El consejero miró luego a la bellísima Itzi, su hija. A su lado, su propia esposa era más fea que un tapir.

-Y vos también podréis verle, señorita.

Le sonrió, pero se dió cuenta que su padre le miraba muy mal. Malditos mexica... eran tan altivos, y tan fríos. Se despidió de ellos, marchando de nuevo junto a Tehuitle. El viejo pochteca Chimalli Quetzallitzin miró a su hija, sonriendo.

-Anda, dile a las esclavas que te preparen para la cena. Debes estar... deslumbrante. Él no entenderá tu idioma, pero confío en que igualmente sabrás comunicarte bien... Ya sabes a que me refiero.

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28/03/2008, 19:49
Iztli Quetzallitzin

Mi padre era un viejo zorro, acostumbrada como estaba a ser utilizada para su beneficio simplemente me puse de pie, sonreí cálida, con esa misma sonrisa que tan bien había aprendido de una vieja maestra que se encargó de educarme.

-Mi niña, los hombres quieren a una mujer que no de problemas y sí placer y la primera regla para complacer es ser graciosa y sonreír.

Simplemente recordar aquello me causaba gracía. Lo primero que hice fue tomar un baño y perfumarme, las siervas sabían que debía verme primorosa y escogieron los vestidos más finos, después de todo la hija de un comerciante tenía beneficios que otros no poseían y entre ellos se encontraba el rodearse de cosas hermosas. Un traje verde y plumas de quetzal adornaron mis negros cabellos, un collar con un pendiente de jade y obsidiana y pulseras de las mismas piedras en mis muñecas hacían las delicas de las siervas.

-Cuidado con mi cabello.

Esa era mi principal vanidad, mis largos, lacios y negrísimos cabellos, sedosos y brillantes contrastando con mi tez morena y mis ojos negrísimos, tal vez todas las mujeres de mi tierra eran como yo, pero ninguna poseía el grado de simetría en el rostro, la esbeltez necesaria y la generosidad del volumen pertinente en caderas y pecho como yo, había que admitirlo mis senos jovenes y mi piel tersa eran la envídia de muchas; me sonreí para mí misma y me dirigí a donde se me esperaba, con andar ligero y cadencioso, una danza bien aprendida.

-Mi niña, una mujer debe ser coqueta, pero discreta, no vulgar y mucho menos exagerada, la verdadera gracía está en la mesura.

Las palabras de la vieja Izcoatl eran exactas, no por algo era la mujer serpiente, vaya maestra me había conseguido mi padre, la mejor sin lugar a dudas. Entré a la sala haciendo un saludo con mi cabeza y esperé a que me indicaran donde sentar, mientras paseando la vista observaba a los presentes, no dediqué mucho tiempo a la intérprete, era obvia su posición, pero los hombres... esos sí eran interesantes.

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29/03/2008, 12:38
Francisca Díaz de la Vega

-Descuide, comprendo que esté preocupado, aunque sus razones puedan ser diferentes a las mías.

Se puso de pie y lo acompañó hasta la puerta.

-Buenas tardes, capitán.

Cerró la puerta, sintiendo que las piernas de pronto habían perdido su fuerza. Creyó que caería, porque el apoyo que le brindaba el bastón no era suficiente y tuvo que afirmarse en la pared. El pecho le dolía y sentía ahora que el corsé era una prisión para sus pulmones.

-¡Yaretzi! ¡Zeltzin! -llamó evidentemente sofocada.

Las muchachas salieron de la cocina y se encontraron a Francisca en mitad del pasillo pálida y sudorosa que se llevaba la mano al pecho y mostraba evidentes signos de un agudo dolor.

Le acercaron una silla y la hicieron sentar. Yaretzi le acercó un vaso de agua mientras que Francisca intentaba sosegar la respiración, inhalando y exhalando todo lo profundo y pausado que podía.

-Es mi culpa... -se repetía- Si algo le pasa va a ser mi culpa... Debí intentar persuadirlo, no alentarlo... Dios mío, por favor, que nada malo le ocurra... permite que regrese sano y salvo.

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29/03/2008, 13:45
Diego Pérez del Reverte

Allí sentado, la verdad es que se estaba de vicio. A Arturo le habían dado un pavo, y se la estaba zampando con alegría y energía, dejando el suelo bajo su boca lleno de plumas, sangre y vísceras.

Él por su parte, comía el sabroso plato de olla de carne y frijoles que le habían dado, mientras miraba de reojo a sus compañeros. Al poco, regresaron el sargento y la india.

-Aquí estamos a cuerpo de rey, mi sargento -le dijo, tras un escueto eructo.

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29/03/2008, 16:03
Carlos Cabal

Carlos avanzaba por el pasillo hacia el encuentro con sus hombres. De repente, la voz de Doña Ameyal le hizo detenerse y tornase. Sus miradas se cruzaron y fueron mantenidas. El rostro de Cabal estaba especialmente serio, parecía que la cercanía de que había gozado la traductora durante la marcha había sido mitigada. Las palabras que esta le decía cayeron con dureza sobre el joven oficial.

¿A qué juega esta mujer? ¿Quién se piensa que es para cambiar palabra alguna? Somos soldados españoles, obedecemos órdenes, y mientras ella esté con nosotros hará lo mismo o no hará nada. No permitiré que mis hombres peligren por sus acciones. Ahora no es momento para hablar con ella, los señores aguardan.

Doña Ameyal, me habéis defraudado, –dijo el sargento sin dejar de mirarla a los ojos y portando un tono neutro- mas este no es momento para hablarlo.

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29/03/2008, 16:04
Carlos Cabal

De nuevo, se tornó y prosiguió su camino por el pasillo. Al fondo se podían ver ya a sus hombres siendo bastante bien tratados. Pronto se pudo ver entre ellos y ahí de nuevo su rostro cambió hacia una expresión más plácida. Por fin podía aparentar el relajarse un poco y compartir algo de descansos con los suyos, al menos en apariencia.

Señores, mañana escoltaremos al cacique de vuelta hacia el campamento. Pero esta noche… ¡disfrutarán vuesas mercedes de una suntuosa cena en honor a Santiago y a la infantería española!

Estas palabras fueron dichas con gran sonrisa para mayor alboroto de los suyos. El sargento se alegraba con la felicidad de los suyos. Hoy los hombres podrían descansar y disfrutar de halagos y gracias. Todos serían agasajados como se merecían y al menos por una noche, se “cobraría paga”, la cual fácilmente acabaría siendo gastada en comida y diversión, por lo que técnicamente hoy se podría considerar el cobro realizado.

Disfruten del trato regio que van a recibir, pues estos señores le tienen a ustedes por dioses, así que no se aprovechen demasiado de la herejía.

Con el mismo animoso talante, tuvo el sargento a bien aproximarse al buen Manzanero para poniéndole una mano en el hombro decirle:

Don Armando, no vaya vuesa verced a olvidar el reclamar su merienda, pues estos caballeros de seguro se la ofrecerán gustosos.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Tirada Diplomacia: Para hacer sentir a los hombres alegres por haber venido y por el trato que van a recibir esta noche. Las palabras del sargento deben trasmitirles calma y auténtico gusto por los pequeños placeres que se reciben al servir a la milicia.

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29/03/2008, 18:00
Fernán-Nuñez "El Cartagenero"

Me encantaba que me tratasen tan bien, algunos indios se quedaban asombrados cuando veían mi cabello rubio y señalaban al cielo, no fue distinto cuando miraban mis ojos azules. Yo estaba disfrutando como un mozo de la suculenta cena que nos habían servido y acompañaba platos tan exóticos con el buen vino que había traído en mi bota desde España.

"Esta es la bebida que tomamos los españoles, una bebida de dioses" - dije con aires de grandeza a un indio, que aún sorprendido por el color de dicha bebida -que recuerda a la sangre- no entendió ni jota de lo que le dije.

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29/03/2008, 21:29
Director

Un chambelán de palacio avisó a don Carlos y doña Ameyal que eran esperados por el tlatoani Tehuitle en su cena a las ocho y media de la noche, osea, "cuando dieran el aviso" para las ceremonias del anochecer en el gran templo tocando la caracola.

Debían acudir los dos solos. El resto de los teules se quedaría en aquella sala y con libertad por andar por todo el palacio excepto en los aposentos privados del tlatoani y sus consejeros. Les proporcionarían mantas de algodón para que pudieran dormir donde quisieran, así como comida, bebida y hasta servicios de (y lo dijo sin carraspear) hombres y mujeres de la edad y aspecto a preferencia de ellos para que les calentaran la cama.

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29/03/2008, 21:40
Ameyal Tonatzin

A pesar de que no le gustaba una pizca aquel zafio y orondo totonaca que la ignoraba como si fuera una cosa, decidió que era buena idea conseguir un buen vestido. Sentirse bonita, aunque fuera en aquella tierra extranjera, era un consuelo. Todos debían ver que no era una simple esclava, sino una hija de un pochteca que ahora era, nada más y nada menos, que la intérprete de aquellos a quienes todos, o casi todos, creían los dioses de la corte de Quetzalcóatl.

Tomó un baño de vapor en una terma privada, y como una gran señora, ordenó a unas esclavas que la secaran y la perfumaran con esencia de flores. Se puso el vestido, lamentando no tener muchas joyas para lucir aquella noche. Después, pensó, era una tontería. Realmente, aquella no era su tierra. Volvería algún día, y entonces volvería a tener lo que tuvo... o más.

Caminó, altiva y grácil, hasta el salón donde aguardaba el sargento Cabal. Como había visto hacer a las mujeres blancas en Veracruz, le ofreció la mano para que él posara el dorso de la mano debajo. Le parecía un gesto gracioso, pero bastante gracil. Después de todo, no eran tan bárbaros aquellos caxtiltecas.

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29/03/2008, 21:38
Fernán-Nuñez "El Cartagenero"

Tras la suculenta cena me apetecía seguir refrescándome el gaznate, así que bebí hasta que sacié mi sed y mi habla se entorpeció. No tenía ganas de dormir solo, así que le pedí a un indio una mujer que "pudiese complacerme" para dormir, cuanto menos, en buena compañía.

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30/03/2008, 01:47
Juan Miguel de Quart

Aunque nos hayan tratado bien estos como se llamen, no debo relajarme en demasía, estamos en la boca del lobo sólo que éste duda de la categoría de la presa. Por ahora disfruté del banquete.

El sargento se acercó para transmitirnos tranquilidad y la apariencia de que las cosas estaban bajo control. Brindamos todos. Es un buen jefe, se preocupa por sus hombres.
-Es bueno ser dios. La comida era exquisita, el ambiente agradable y el trato...nunca me habían tratado tan bien.
Poco a poco los españoles nos fuimos levantando (algunos con más tino que otros) y cada uno se fue por su lado.
Como de estos herejes aún no me fío aproveché para ir a donde estaban ubicados nuestros porteadores y les pedía que me hablaran sobre en qué país estábamos, cómo era esta gente que aprecía estar en la un momento bueno, si eran muy poderosos,...

- Tiradas (1)

Notas de juego

Perdón por la tirada de esta manera, pero bueno, sumando me da 9 que es éxito. Bueno, esto lo dejo a discreción del máster claro está.
Por cierto, SÍ, mi personaje es un soso. Qué se le va a hacer.\^^/.

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30/03/2008, 05:32
Francisca Díaz de la Vega

El tiempo pasaba y Fernando seguía sin aparecer. Las palabras de Sandoval venían a su mente una y otra vez: no le dejéis salir esta noche de casa, ni al tranco de la puerta. El mensaje era claro como el agua, el mismo Fernando se lo temía, su vida estaba en peligro, los cortesistas no dejarían pasar una noche más e irían por él y si lo sorprendían...

-¡NO! -susurró meneando la cabeza, buscando apartar la cruenta imagen de su mente-. Dios no va a permitir que algo así te pase... no lo va a permitir.

Francisca estaba angustiada. Cada vez que oía ruidos en la calle se asomaba a mirar por la ventana y respiraba aliviada al ver que no se trataba de él.

Llegó Yaretzi a avisarle que ya la cena estaba lista y a Francisca se le apretó aún mas el pecho. Pronto anochecería, no faltaba nada para el ocaso y Fernando no aparecía.

-Lo prometiste -musitaba-... me prometiste que estarías en casa para la cena...

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30/03/2008, 13:26
Fernando Díaz de la Vega

El alférez llegó al fin, y entró como si nada hubiera pasado.

-Buenas noches -dijo a su hermana.

Dejó el jubón en la silla, y el cinto con la espada sobre el respaldo antes de cerrar la puerta. Se desabrochó los puños de la camisa, y miró a Francisca.

-¿Pasa algo?

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30/03/2008, 15:10
Director

Tras un diálogo entretenido e interesante, el ballestero saca varias cosas en claro, que son las siguientes: el lugar donde están está habitado por los totonacas, un pueblo antigüo que fue sometido a los mésica en sus conquistas, y que desde hace bastantes décadas debe pagar tributo al emperador de Tenochtitlán.

No son grandes guerreros, pero si hábiles comerciantes y gentes muy dadas al jolgorio y la celebración, dada su opulencia. Temen, como todos, al poder del señor de la ciudad en el lago, y lo respetan con más o menos buena gana.

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30/03/2008, 15:27
Rouger Carandell

El catalán se había mostrado meditabundo y silencioso durante todo el camino, añoraba su tierra, pero ahora no era momento de pensar en eso, cogió un poco de pavo y de frijoles y empezó a desgustar la comida de la zona. Se preguntaba si la conquista sería así, ojala lo fuera, pero algo le decía que o tardarían en luchar. Se acercó a su sargento el Señor Cabal y le preguntó en voz baja y con su fuerte acento catalán.
-Señor, ¿sabe vuesa merced si esto es una maniobra de los indios para que nos confiemos y atacarnos por la espalda, o si ellos muestran verdadera sumisión al Emperador Carlos

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30/03/2008, 17:37
Carlos Cabal

Inciertas son las lealtades de estos. –dice el sargento que permanecía en pie viendo a sus hombre- Vos, mantened cerca la toledana mientras disfrutáis los alivios, y mañana partiremos temprano.

Cabal comenzó a desprenderse de sus armaduras en el mismo salón. Las dejó junto a su alabarda que reposaba apoyada en una de las paredes, la más cercana al arcabucero. Llevaba largo rato callado viendo como sus hombres disfrutaban de comida, bebida y atenciones varias sin haber llegado a tomar parte. La traductora había marchado poco antes de aquello para prepararse y debía estar de seguro ya a punto de volver.

En verdad pensaba, era bueno ver a soldados valientes siendo honrados con suma dignidad. Pocos españoles podían presumir de haber sido tratado como estos hombres lo estaban siendo. Mas a la mañana siguiente, estos caprichos serían suprimidos, pues todos debían volver a cumplir con su deber.

¡Señores! Por hoy den fin al buen beber. Sugiero aprovechen para desfogar sus deseos con estas mujeres que les han dispuesto, pues de ninguno quiero saber que trasnocha. Mañana al alba, recuerden, todos volverán a ser infantes del rey. Y ¡ay! Del que se halle indispuesto para servir bajo mi mando.

El sargento terminó de afianzarse su espada al cinto y adecentó sus ropas en la medida de lo posible. Después se aproximó hasta el llamado “Cartagenero” y tuvo a bien encomendarle sus cosas.

Mi buen señor, tenga a bien echar un vistazo a mis pertenencias y vele usted por que sigan en su sitio por la mañana.

Fue en ese momento cuando entró radiante Doña Ameyal y se aproximó aguardando gesto por parte de Cabal. Este sin más preámbulo se dirigió hacia ella tornándose hacia sus hombres un instante antes de alcanzarla.

Que los señores soldados tengan buenas noches.

Después volvió junto a la mujer para posar su mano bajo la de ella. Ambos comenzaron a marchar con paso sublime hacia la sala en que aguardaba el cacique. Sus miradas se dirigían al frente y en momento alguno fueron entre cruzadas. Los dos andaban muy propios metidos en sus papeles. Y tan solo se mencionó algo escueto por parte del oficial.

Cumplid como traductora.

Y después prosiguió el caminar.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Tiro Liderazgo: Para que los hombres dejen de beber y estén dispuesto de buena mañana. Hante tenido tiempo de disfrutar y aún pueden seguir un rato, mas no descuidar sus deberes ya que han sido asignado como escolta. Y de paso, para que el buen Cartagenero tenga a bien asegurarse de que nada pasa con las pertenencias de su sargento.

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30/03/2008, 19:23
Mixtzin ce Ciplactli

Los invitados comenzaron a sentarse en sus cojines y sobre la baja mesa los criados habían dispuesto un universo de viandas más o menos exóticas, y por fortuna bastante comestibles (no parecía un pueblo demasiado acostumbrado a comer esa clase de porquerías que engullen los indios de la selva).

Los presentes, hombres y mujeres, vieron llegar al teul y a su traductora, que se sentaron juntos. Hubo comentarios en baja voz, pero después llegó el tlatoani Tehuitle y dió por comenzada la cena, llevándose los cuencos de licores para acompañar a la comida.

Tras una conversación bastante intrascendente entre ellos, reparo en el caxtilteca y le habló, sonriente.

-Os presento a algunos de los más grandes nobles de estas tierras, si me permitís.

Fue haciendo las presentaciones, en su mayoría de matrimonios. Al final, presentó a un hombre viejo y una mujer joven y extremadamente bella que le miraba a los ojos.

-Os presento también al pochteca méxica Chimalli Quetzallitzin y su hija, la joven Itzi. Antes me hizo una pregunta para vos, señor Cabal, que espero no os ofenda. Deseaba saber si estáis casado.