Partida Rol por web

Benny agradece el gesto del camarero y se dispone a comer en el mismo momento en el que Sabena también lo hace. "Un buen tipo" se queda pensando. Sí, quizá debería haberse conformado con ser un buen tipo, total, no le había ido mal. Vida hecha, trabajo con futuro... pero ya se sabe que ninguna buena historia comienza con: "estaba yo en mi oficina a punto de irme a comer con mi querida mujercita"

- Que bien le tratan a uno por aquí ¿no? Y dígame ¿Hace mucho que se dedica a esto? -preguntó al detective.

-Unos dos años, desde que volví de la Gran Guerra más desengañado que orgulloso. Ir a combatir a un puñado de alemanes locos en Europa ¿Total para qué? Todo eso estaba muy lejos de aquí. Me licenciaron, me dieron la paga y cuando se terminó me encontré con que ni en este país del demonio se podía siquiera beber. Así que ahora me dedico a esto ¿Y tú, muchacho?

- La maldita guerra. A mi me pilló muy joven y no tuve que ir a filas. Parece ser que los de arriba dicen que hemos ganado, pero en ningún momento se han parado a pensar en lo que hemos perdido. Yo tenía un trabajo de oficina, algo demasiado cómodo, pero quise cambiar de aires, vivir encerrado no era para mí

De vez en cuando, Benny sigue echando fugaces vistazos hacia la pelirroja.

-¿Entonces a qué te dedicas ahora? Aparte de a perseguir pelirrojas -preguntó Sabena apuntando a la mujer con el tenedor.

- Supongo que a encontrar algo algo a lo que dedicarme -  sonrió  - lo de la pelirroja es más bien una afición que un oficio.

-Pues que tengas suerte -Sabena terminó de cenar y suspiró satisfecho. Ahora sólo quedaba que esos dos dieran un paso en falso y ya tendría el trabajo hecho. 

- Gracias. Te preguntaría si necesitas un compañero, pero no sé que podría tener yo de detective. Aunque si a menudo esperas ver numeritos como el de estos dos, un gancho no te vendría mal para agilizar las cosas.

Bueno, en realidad tenía otros propósitos más que encontrar trabajo, pero algo había que hacer para poder empezar.

-Lo siento, muchacho. Apenas gano para poder sobrevivir yo, mucho menos para pagar a un ayudante. Pero se agradece la intención.

Había que mantener el tipo e Isabella sabía perfectamente cómo hacerlo, estaba demasiado acostumbrada a ser encantadora sin mostrar que su atención estaba muy lejos de su pretendiente. Aceptó la caricia de aquella mano sudorosa sin mostrar ningún rechazo mientras la sonrisa seguía bailando en su rostro.

Su atención estaba centrada en todo lo que sucedía a su alrededor y una conversación a sus espaldas acaparó su atención. Intentó escuchar bien las palabras pero la irrupción del camarero con la cena le impidió oír algo más que una frase. Separó su mano que reposaba bajo la de su enamorado.

- Qué buena pinta tiene esto... -Su sonrisa no demostraba la curiosidad y preocupación que las palabras a su espalda le habían causado. Me moría de ganas por ver el rostro de aquellos dos contertulios pero de nuevo su atención se desvió hacia el elegante caballero que acababa de entrar.- Has elegido muy bien el restaurante querido, entra gente muy elegante a este local, con clase... No esperaba menos de ti cariño.

Sigue comiendo, mastica tranquilo y cuando termina contesta.

- Ya imaginaba... no iba a tener tanta suerte de encontrar trabajo así a la primera. Además, no soy precisamente un hombre de acción - ríe. Echa un vistazo al viejales y a la muchacha. Habla a Sabena en voz baja, casi en susurro - Además, no tengo paciencia y soy muy impulsivo...  y ellos parecen demasiado comedidos. Definitivamente no valdría para esto.

-El truco de esta profesión es tener paciencia y saber esperar. Y al final, todo sale como debería salir.

—Oh, sí, claro, claro —fue lo único que adivinó a decir Mike.

Necesitaba un maldito vaso de whisky pero esa maldita ley lo había jodido todo. Cosas como esas le reafirmaban en su trabajo a espaldas de la ley. Lo tomaba como un juego. Sabía que partía con las peores cartas pero había que jugar y Mike Growney era bueno.

Esperó pacientemente esos minutos del camarero observando continuamente a cada uno de los parroquianos, casi radiografiándolos mientras saboreaba la estupenda comida.

El restaurante estaba totalmente lleno, "hasta la bandera" podría decirse. Mientras degustabas la comida que el camarero te había servido te diste cuenta, con rapidez, que esos momentos que te prometió el camarero, para estar contigo, se iban a traducir en unas horas.

El camarero se encontraba solo, nadie le ayudaba y se afanaba en servir en la barra, atender a las mesas y entrar, de vez en cuando, en la trastienda, suponías que a coger más cajas de refrescos, dado que en todo el tiempo que llevabas no habías visto una maldita botella de licor.

Pensaste que, sin duda, este era el restaurante más "legal" en ese sentido. Joder sí, la Ley Volstead prohibía el alcohol pero pensaste que en algún tugurio se serviría aunque fuese una maldita jarra de cerveza. Pero este, no era el sitio.... eso sí la comida era deliciosa, mucho más de lo que cabría esperar en un distrito portuario...

El tiempo pasaba y Mike no había visto aún nada ni nadie que le ayudase en la tarea que tenía pensado cubrir esta noche...

Isabella cielo, eres tan encantadora... Desde el primer momento en que te ví supe al instante cómo tenía que tratarte. He elegido este restaurante por tí querida, porque sé que notas en falta tu Italia natal.

Arthur sonreía, encantado con tus palabras. Estaba totalmente prendado de ti y de tus encantos y cada palabra que salía de tu boca era música celestial para él. Además se notaba, y mucho, que le encantaba que le adulasen y le alabasen.

Sin embargo todo eso ya lo sabías así que aprovechaste el momento de la comida para prestar un poco más de atención a la conversación que se llevaba a cabo a tus espaldas. A pesar del ruido, esta vez lograste escuchar con más nitidez:

«Sí, no se preocupe, todo está en orden»

.....

«La maldita guerra. A mi me pilló muy joven y no tuve que ir a filas. Parece ser que los de arriba dicen que hemos ganado, pero en ningún momento se han parado a pensar en lo que hemos perdido. Yo tenía un trabajo de oficina, algo demasiado cómodo, pero quise cambiar de aires, vivir encerrado no era para mí»

....
«Supongo que a encontrar algo algo a lo que dedicarme, lo de la pelirroja es más bien una afición que un oficio.»
«Pues que tengas suerte»
«Gracias. Te preguntaría si necesitas un compañero, pero no sé que podría tener yo de detective. Aunque si a menudo esperas ver numeritos como el de estos dos, un gancho no te vendría mal para agilizar las cosas.»
«Lo siento, muchacho. Apenas gano para poder sobrevivir yo, mucho menos para pagar a un ayudante. Pero se agradece la intención.»
«Ya imaginaba... no iba a tener tanta suerte de encontrar trabajo así a la primera. Además, no soy precisamente un hombre de acción - risas-. Echa un vistazo al viejales y a la muchacha. »
«El truco de esta profesión es tener paciencia y saber esperar. Y al final, todo sale como debería salir.»

La cena se estaba desarrollando estupendamente. De hecho cada vez agradeces más que Scott te invitase a sentarte en su mesa... El único problema es que tenías a la pelirroja de espaldas y no podías admirar su belleza...

Eso sí, su perfume inundaba tus fosas nasales y se introducía en tu cerebro prometiéndote maravillas inalcanzables, sueños de un placer similar al que Adán debió disfrutar al morder la manzana...

Durante unos instantes estuviste casi seguro de que su pelo rojo rozaba tu nuca. Estabas tan, tan cerca de ella....

Mientras departías con el joven, los dos tortolitos seguían a lo suyo. Tenías el oído pegado, tanto a lo que decía Benny como a lo que sucedía en la mesa de tus presas, pero poca cosa podías sacar.

Lo de siempre, el hombre adulando a la mujer, ella dejándose querer y el tipo acariciando su mano, como si eso y la cena fuese motivo suficiente para llevarla a un hotel y pasar una noche "mágica"...

Al menos, de momento, la noche prometía ser larga... afortunadamente, la espera se lleva mejor cuando tienes un buen acompañante de mesa.

Mike apuró la comida y pidió algo más de ese té que le había servido el camarero.

Terminada la comida permaneció durante mucho tiempo en su asiento, quizá disfrutando del té, quizá simplemente observando la multitud.