Partida Rol por web

Me ruborizo levemente ante el gesto de Enzo, pensándolo bien, nunca habíamos llegado a tener una conversación como esta, tan... cercana, ya había conseguido olvidar lo sucedido con el noble aquel.

- Que bonita, gracias, sois realmente alguien encantador, no el bufón que todos piensan que sois, siempre habéis estado a mi lado y no sabéis cuanto os lo agradezco... - le miro sin entender a qué se refiere - ¿desgarrador?, no logro comprenderos, ¿por qué habría de serlo?, si amáis a alguien y ésta persona os ama a vos solo veo algo bueno en ello, ¿podéis explicaros mejor?.

Esta vez si que siento mi tez teñirse de rojo, seré tonta, mi hermano, amor... eso era otra cosa, Enzo desde luego estaba en lo cierto, ¿qué pensaría de mí?, que solo soy una chiquilla inocente, seguro, tonta, tonta ,tonta.

- Bueno sí, claro, mi hermano... quizás no busque el amor exactamente.

 -No todos los amores son correspondidos, Alteza. Algunos jamás llegan a consumarse y perecen en las sombras de los corazones demasiado tímidos o demasiado cobardes como para confesar lo que sienten. Otras veces… Simplemente es un amor imposible.

El bufón suspiró hondamente.

 -Amar a alguien y no poder decírselo por el motivo que sea es algo que te quema por dentro. Te consume y reconcome, haciéndote sufrir hasta que decides aceptar que es algo que jamás sucederá. O eso o bien olvidas tus sentimientos o encuentras a alguien nuevo de quien enamorarte. Pero normalmente las cosas no salen tan bien.

Al ver el sonrojado rostro de la Princesa, Enzo se sonrojó un poco también, sintiéndose avergonzado por lo que estaba diciendo.

 -¡Lo lamento Alteza, estoy siendo un deslenguado! Hablando de estos temas como si nada delante de una doncella inocente…

Carraspeó un poco en un intento por recuperar el tono de conversación que habían estado manteniendo antes.

 -En cuanto a vuestro hermano… ¡Claro que busca el amor! Todos lo buscamos. Simplemente él ha elegido también disfrutar de la pasión. Algún día encontrará a la mujer que se adueñará de su corazón y entonces sus mayores dirán que ha sentado la cabeza por fin.

Sonrió con ternura a Elizabeth, esperando que así sonriera ella también.

 -Pero no le deis más importancia a este tema de la que tiene, Alteza. Normalmente estas cosas llegan solas, sin buscarlas o esperarlas.

Ahí estaba, doncella inocente, no, no y una vez más no, no quería que me viese así, de ninguna manera.

- ¡No!, no soy inocente - aunque lo soy -, tan solo es que tengo poca experiencia en esos asuntos del amor, pero estoy dispuesta a aprender, de verdad, y vos me estáis enseñando mucho con esta conversación, y me gustaría que así siguiese, siempre todos me tratáis como si fuese una muñequita que se va a romper si le hablan de algunas cosas, ¡odio que lo hagáis!, y ahora que vos habíais decido no hacerlo, decís eso de repente...

Mi rostro se turba y miro al suelo, parezco una niña con un berrinche y eso me enfurece más, parezco una tonta.

Enzo tuvo que morderse el labio inferior con fuerza hasta que le empezó a doler de verdad para evitar empezar a reírse. El primer calificativo que le vino a la mente fue “adorable” y luego “tierna”. Desde luego, la princesa ya no era una niña, aunque de cuando en cuando se le escaparan comportamientos como aquel, y tenía todo el derecho del mundo a ser tratada como la mujer en la que se había convertido.

 -Os pido perdón, Alteza. Supongo que os conozco desde hace tanto que me cuesta hacerme a la idea de que ya sois una mujer hecha y derecha y no una frágil chiquilla. Con gusto os enseñaré todo cuanto queráis aprender de mí. Porque podéis dudar de todo lo que queráis, pero jamás dudéis de que vuestro fiel Enzo estará siempre a vuestro lado cuando le necesitéis. Incluso para hablar de temas espinosos como este.

Al escucharle se me pasa en un momento la rabieta, desde luego ese hombre siempre sabía como hacerme sonreir.

- No lo dudo Enzo, nunca lo he hecho, lleváis gran parte de mi vida a mi lado, ¿cuántas veces me habréis sacado de mis llantos para hacerme sonreir?, no podría contarlas. No me hagáis caso, será que estoy sentimental, después de todo aún no se ha acabado el día y he vivido muchas emociones, disculpad mi comportamiento.

Seguimos paseando del brazo tranquilamente.

- En cuanto a la parejita perdida, ¿les llamamos a viva voz?. Podríamos comentarle a mi hermano lo del baile, seguro que le encantará la idea y podría incluso tocar la primera canción, ¿qué os parece?.

 -Teniendo en cuenta el desagradable encuentro que hemos tenido hace nada, es más que comprensible que estéis algo cansada. Y no os preocupéis Alteza. ¿Qué clase de bufón sería si no sirviera para escuchar todas las quejas y problemas que aquejan a mi Princesa?

Siguieron andando y buscando al Príncipe y Lady Katherine.

 -Lo de llamarles a gritos es nuestra mejor opción, diría yo. Y seguro que le encantará tocar el violín para la corte otra vez, más aún si es para un baile al aire libre. Así que sí, debemos hacerle partícipe de vuestra estupenda idea. Ahora si me disculpáis…

Enzo se separó de la Princesa un poco e inspiró profundamente.

 -¡PRÍNCIPE DIONYSOS! ¡LADY KATHERINE! ¿DÓNDE ESTÁIS?

Usando toda su potencia pulmonar, el bufón había llamado a gritos al Príncipe y a la noble invitada. Si aún estaban en los jardines, le tenían que haber oído.

El bufón interrumpe la conversación, aunque ya no parece quedar demasiado que añadir. Al menos no por su parte.

Aquí estamos, Enzo. ¿Tanto os habéis perdido que nos llamáis a voz en grito? - Habló fuerte de modo que su voz se oía perfectamente, pero no gritaba más de lo estrictamente necesario.

Enzo nos interrumpe, lamento haber decepcionado al príncipe. Aún no puede entenderlo, pero lo hará. 

Sonrío al reencontrarme con la princesa. A lo mejor aún no sea demasiado tarde para la diversión después de todo. 

Aún maravillada por todo lo que he visto me acerco a la princesa. 

Me pongo una capa sobre los hombros antes de salir al jardín, todavía con el botín en las manos. Allí, llamo a gritos al guardia, Kurr, esperando que me oiga y salga de donde quiera que esté.

Sonrío al ver a la parejita.

- Por fin os encontramos, no se os da nada bien este juego, - le guiño un ojo a Dionysos - ¿os han gustado nuestros jardines Lady Katherine?, Enzo y yo hemos tenido una conversación muy agradable, pero por el contrario, hemos tenido un encuentro muy desagradable, por casualidad, ¿no conoceréis a un tal Javier de Castilla verdad?, pedía la cabeza del bufón y mi mano... y jamás conseguirá ninguna de las dos cosas.

Vaya, así que al Príncipe aún no le había dado tiempo a llevarse a Katherine a sus aposentos… O se lo estaba tomando con calma para disfrutarla en condiciones o la noble le había dicho que no a las primeras de cambio.

Pero el tema de conversación no era si el Príncipe iba a beneficiarse a otra moza o no. La cuestión jugosa era justo la que acababa de plantear la princesa: el encuentro con aquel insufrible caballero, Juan de Castilla.

 -Su Alteza es demasiado amable. No fue solo desagradable. Fue insufrible y cargante. Primero se presentó pavoneándose -Enzo comenzó a caminar imitando cómicamente a un noble excesivamente refinado- y empezó a piropear sin mesura ni pudor a la Princesa. ¡Como si tratara con una vulgar pueblerina! Yo le llamé la atención con un gracioso comentario y entonces fue cuando se liberó la bestia. Empezó a exigir que quería mi cabeza en un plato, que se quejaría al Rey, que podía sustituirme por mil más como yo en su futura boda con la Princesa y que quería mi cabeza en un plato. -el bufón resopló enfurruñado- Además, mantenía que yo le había insultado cuando fue él el que me insultó a mí llamándome “mediocre” y “de cuarta”. Debería ser yo el que exigiera su decapitación y no al revés.

Fue al lado del Príncipe para decirle en un fingido susurro:

 -Pero eso no es lo peor. ¡Lo peor es que desobedeció a vuestra hermana deliberadamente y varias veces!

Enzo regresó al lado de la Princesa mientras sonreía con tranquilidad.

 -Menos mal que Kurr apareció para echarnos una mano. De no haber sido por él, habríamos acabado molestando al Rey con todo este asunto. Y a su Majestad no le habría hecho nada de gracia, no señor. ¡Pero! -alzó una mano como para indicar el cambio de tema- ¡Pero eso es sólo una parte de lo que queríamos comentaros, Alteza! Veréis, vuestra real hermana ha tenido una idea brillante para el entretenimiento de mañana. Vuestro padre piensa organizar un refrigerio en los jardines, con algún combate de exhibición también, y me ha encargado que piense en algún entretenimiento extra. Y la Princesa Elizabeth ha propuesto un baile al aire libre. ¿No os parece una idea estupenda? Vos podríais tocar la pieza inicial si así lo deseáis, Alteza.

El príncipe recibió con una sonrisa a su hermana y amigo, al menos hasta que le pusieron al corriente de lo sucedido.

Habrá que pedirle a padre que premie a Kurr en la celebración de mañana. Seguro que en cuanto sepa lo ocurrido,
querrá premiarle personalmente.

Meditó un instante.

Así que un baile mañana... Me temo que no podré inaugurarlo musicalmente, Enzo. Esa tarea tendrá que recaer en ti. Yo estaré muy ocupado abriendo el baile con mi querida hermanita.

Le dice tendiendo la mano a su hermana y guiñando un ojo.

Cuando ella le coge de la mano, la hace girar sobre sí misma simulando un paso de baile.

Así que poseéis un nuevo pretendiente alteza?Si os gusta haced una reverencia a vuestro padre y decid " como gustéis padre" y si no es de vuestro agrado haced otra reverencia y decid "padre, como yo guste" dejo espacio a los dos hermanos y me acerco al bufón.

El amor es como un baile de modo que un baile es el lugar adecuado para hallarlo. Culpa será de la música si no sois cortejada a su debido tiempo. El enamorarse, el casarse y el arrepentirse son como una danza. Primero empieza ardiente y rápido, después se vuelve formal y rítmico hasta terminar agotado y con una reverencia de rendición.

Me sorprenden las palabras de Lady Katherine, antes no estaba tan habladora... ¿o me lo parece a mí?. Sonrío divertida ante sus comentarios, aunque no tengo tiempo de contestar ya que mi hermano me coge para marcarse un grácil paso de baile.

- Eso no me lo esperaba, pero... ¿alguna pieza tocarás verdad?, - le guiño un ojo - bueno si nosotros abrimos el baile no tengo la pesadez de buscar pareja, asi que... me parece perfecto. En cuanto a lo que decíais Lady Katherine, por supuesto que ese hombre no era de mi gusto, ni lo será aunque se retracte de sus palabras, nada puede cambiar el hecho de que ha querido acabar con la vida de mi querido Enzo.

Mi semblante cambia un poco, hacia un tono más entristecido, parece que todos conocen el amor, menos yo.

- Poco puedo hablar yo de amor, sé lo que es sentirse atraído por alguien por supuesto, hay hombres muy atractivos en nuestra corte, aquí tenemos nada menos que a dos - sonrío ya más relajada - pero ¿enamorarme yo?, dudo que eso llegue a ser posible, partiendo de mi posición...

Salgo del interior de uno de los setos, afilando mi espada con el bloque de acero que me regaló Ivan O'Conell. Hay que reconocer que ese hombre sabe cómo caer bien a la plebe. Me acerqué a los dos príncipes, la joven noble y el bufón e hice una leve reverencia, apartándome a un lado.

-Alteza -me dirigí a Lady Elizabeth-. Durante un momento, pensé que el grito de Enzo se debía a que ese lechuguino de Javier de Castilla había vuelto a incordiaros. Supongo que aún debe estar dando tumbos por los alrededores.

El mejor modo de conocer el amor es perderle el miedo, hermanita. Y si no se llega a conocer, al menos se disfruta el camino. Lady Katherine tiene razón en la analogía del baile. Nadie aprende a bailar observando, hay que bailar para saber bailar. Puede que hagan falta muchas parejas antes de poder llamarse a uno mismo bailarín. - Termina el paso de baile con su hermana, y le hace una reverencia exagerada.

Quizás por eso mismo algunos nos enamoramos de entelequias. Porque descubrimos que el verdadero placer está en el camino y no en el destino

Se gira hacia Lady Katherine.

Ya sabéis que siempre estáis a tiempo de aceptar un baile. Puede que terminemos en reverencia, como bien has dicho, pero la belleza del baile se encuentra en los pasos previos, y los mejores bailes a veces comienzan con un pequeño traspiés.

Se detiene ante la llegada de Kurr.

Mi buen Kurr, hemos hablado de vos. Quiero que sepáis que tengo intención de elogiar vuestro cumplimiento del deber ante padre y proponerle para vos un reconocimiento.

-Os lo agradezco, Alteza -le dije al príncipe Dionysos, en tono servicial. Envainé de nuevo la espada y guardé la lujosa piedra de afilar-. Aunque sólo hago mi trabajo.

Supuse que el príncipe debía estar refiriéndose a la ayuda que había prestado al malherido Sir John Moore al cargar con él hasta sus aposentos.

Enzo sonrió al escuchar las palabras de Lady Katherine. Sabía perfectamente de lo que hablaba, ¡vaya que si lo sabía! Estaba claro que la noble podía ser joven, pero no era una mojigata. Y eso reforzaba la idea que el bufón tenía acerca de su carácter. Si el Príncipe se le había insinuado y no habían ido a participar en uno de los “conciertos privados de violín de Dionysos”, debía ser porque Katherine le había dicho que no. Y seguramente de manera muy tajante.

Sin embargo Enzo optó por no comentar nada sobre “el arte del baile del amor” cuando escuchó a la Princesa quejarse de que ella jamás se enamoraría.

 -¡Cómo! Alteza, vos más que nadie sois perfectamente capaz de encontrar el amor. Sois la hija del Rey y por tanto tenéis a todos los muchachos que queráis para elegir a vuestra futura pareja. Y por descontado que aquel al que améis se enamorará perdidamente de vos, porque, ¿quién podría resistirse a la Princesa más bella de todas?

Entonces el bufón empezó a cantar:

 Son sus cabellos color de la miel.

La luna brilla lustrando su piel.

Sus lágrimas claras, de escarcha rosada.

Por todos querida por su buen hacer.

El primor del reino, Elizabeth es.

Al terminar hizo una reverencia ante su público.

 -Sé que no es la mejor canción del mundo, pero aún estoy terminándola. Y no os preocupéis, tendré una pieza perfecta para que los reales hijos de su Majestad Uthor abran el baile.

Kurr se había reunido con ellos, preocupado por su grito y pensando que Javier de Castilla estaba dándoles la brasa otra vez.

 -No hay de qué preocuparse por ahora, Kurr. Mi cabeza no ha vuelto a peligrar. Aún. No descarto que alguien me amenace de nuevo antes de irme a dormir.