Partida Rol por web

Enzo sonrió al escuchar aquel aluvión de preguntas y como respuesta, se llevó un dedo a los labios en señal de silencio.

 -Incluso alguien como yo tiene secretos que guardar, Alteza.

Vaya, parecía que no iba a contármelo.

- Oh, creía que confiabais en mí querido bufón, - bajo la mirada intentando parecer bastante apenada - tenía tanta curiosidad por saber quien había conseguido ganar el corazón de mi fiel amigo Enzo... Bueno no pasa nada, supongo que después de todo para vos solo soy eso, alguien a quien llamar Alteza. 

La expresión del bufón cambió totalmente de relajado a tenso en un instante. Ver a su princesa así le partía el alma, pero confesar su secreto más inconfesable… ¡Maldición, se había metido en una encrucijada de las buenas él solo, como un imbécil!

 -Por favor, no os enfadéis conmigo Alteza. Sabéis perfectamente que confío en vos más que en nadie de este mundo. Simplemente es… Que no la conocéis de nada. Es una muchacha que vivía en mi pueblo. La conocí cuando no era más que un chico al que le empezaba a salir la pelusilla de la barba.

Enzo se echó hacia atrás, apoyándose en el denso seto que formaba una de las paredes del laberinto. Su cara tenía ahora una expresión nostálgica, soñadora.

 -Cuando la vi por primera vez, sentí que mi corazón deseaba saltar de mi pecho para arrojarse directamente a sus pies. Era… Tan bella. Tal vez la muchacha más bella que jamás he visto en mi vida. Cuando sus ojos se cruzaron con los míos, sentí mi alma arder y su risa cantarina hizo temblar mi corazón de tal manera que creí que acabaría explotando de felicidad. Intenté conquistarla, pero…

En sus ojos apareció un deje de tristeza.

 -Éramos de mundos muy diferentes. Yo estaba finalizando mi educación y no tardaría mucho en comenzar mi labor como bufón en la corte de vuestro padre y ella… Ella acabó prometida a un rico mercader. No es que ella fuera de familia noble, pero su belleza era la mejor de las dotes y lo único que su futuro marido quería. No he vuelto a verla desde que empecé a trabajar aquí, pero… Cada vez que tengo que recitar un poema, una historia o una canción de amor… Es ella quien ocupa mis pensamientos, quien guía mis gestos y quien hace que las palabras broten de mi garganta.

El bufón suspiró hondamente, como si por un momento volviera a ser aquel muchacho perdidamente enamorado. Y después regresó a la realidad.

 -Oh, disculpadme, he vuelto a divagar. Menudo trabajo estoy haciendo hoy, aburriendo sin cesar a mi querida Princesa.

¿Pero a donde van esos insensatos? Dejándome sola con el príncipe y la reina. Ehhh ... Me siento incómoda en un sitio que no conozco. 

¿Vamos a buscarlos alteza? ¿me descubrís los secretos de vuestro laberinto?

Extiendo mi mano para que él la coja pero no me atrevo a coger su brazo. 

Le dedico una sonrisa tranquilizadora a Lady Katherine. Suponía que a esas alturas su fama ya estaría jugando en su contra, así que esperaba que una mirada cálida y comprensiva y una sonrisa tranquilizadora ayudasen a contrarrestar el efecto de su fama.

Era algo a lo que ya se había habituado: la gente confundía el verdadero sentido del hedonismo con la lujuria, o a veces incluso peor, con la lascivia. Era algo muy lejos de la realidad. El verdadero hedonismo consistía en dedicar tu vida al placer y al arte, pero quien no vivía en el placer lo asociaba automáticamente con las relaciones amorosas. El hedonista no. Éste sabía que el placer se halla en el presente. Así de simple. Y que ese placer se manifiesta de mil formas sencillas. En este caso consiguiendo que otra persona disfrutase contigo de un agradable paseo bajo un manto de estrellas. Y eso requería empezar por calmar los miedos de la otra persona y que viva el instante presente en lugar de vivir en el pasado, futuro o en el fruto de su propia imaginación.

Vamos - dice dulcemente cogiéndole de la mano que ella le ofrecía y mirándola a los ojos.

Cuando comienzan a caminar tranquilamente por el laberinto, Dionysos le hace una petición que pudiera resultar extraña.

Decidme Katherine, ¿podéis describirme lo que veis? - Dijo abarcando con un gesto el entorno.

No sé porqué pero algo me decía que Enzo no me estaba diciendo la verdad, quizás eran solo tonterías mías, ¿por qué iba a inventarse toda aquella historia sino era verdad?.

Sin embargo sus ojos le delataban, aquella tristeza que reflejaban sus ojos era verdadera, y si después de todo lo hablado con mi hermano se convirtiese en algo real, no podría volver a hacerlo tan animadamente, asi que me acerqué a Enzo tímidamente y lo abracé como si de mi propio hermano se tratase.

- Lo siento tanto mi querido bufón, ojalá todos pudiésemos elegir a quien amar y que fuese un amor correspondido, pero no os desaniméis, seguro que podemos encontrar a otra mujer que sea digna de vos.

Aquel abrazo le pilló demasiado por sorpresa. Conocía a la Princesa desde hacía años y siempre había sido una chiquilla sin miedo a demostrar el afecto de forma física. Pero desde que se había convertido en la preciosa doncella que era, sus muestras públicas de afecto hacia él habían sido únicamente verbales. Claro, que no es que estuvieran en público precisamente, pero aún así… Simplemente hacía mucho que no pasaba.

Dejándose llevar por el momento, Enzo rodeó con ternura el cuerpo de Elizabeth, correspondiendo a su cálido abrazo.

 -No necesito nada más que lo que tengo ahora mismo, mi Princesa.

Sonreí sin que me viese al estar abrazados, la verdad es que me estaba sentando bien su abrazo, pues salvo el cariño de madre y de mi hermano, poco más tenía yo en esta vida, si todos se desvivían por mi felicidad, a pocos parecía que les importase demasiado.

- No seáis tonto, he visto la tristeza en vuestra mirada, seríais feliz junto a una buena mujer, estoy segura, después de todo, ¿qué somos sin el amor de alguien a nuestro lado?.

No lo decía por mí, claro está, pero si por madre y padre, había visto lo que tenían, y yo soñaba con algún día llegar a tener algo remotamente parecido.

Esperé hasta que él decidió que era hora de volver a vernos las caras y dejar el abrazo...

 -Pero el amor tiene muchas formas, Alteza.

Tras haberse quedado un rato disfrutando del abrazo, acabó por aflojar el agarre, separándose de la Princesa.

 -Por eso digo que no necesito nada más. No necesito una mujer cuando ya tengo el amor de una familia.

Acarició ligeramente la mejilla de Elizabeth y le sonrió con ternura.

 -Vuestra felicidad es lo que me hace feliz a mí. Y con eso es más que suficiente.

Le cogí entonces del brazo para sentarnos en un banco que había cerca de donde estábamos, yo ya había olvidado que hacíamos allí que quizás mi hermano y Lady Katherine nos estuviesen buscando, ver a Enzo, a quien tanto me había dado con sus canciones, sus historias para que olvidase mis penas, así, me rompía el corazón. Sentía que nunca habíamos hablado como lo estábamos haciendo aquella noche, nunca nos habíamos sincerado, siempre le había visto como mi guardián, como un príncipe que siempre acudía en mi rescate cuando las lágrimas asomaban en mis ojos, solo él siempre había sabido como sacarme una sonrisa.

- Sois demasiado bueno conmigo, cuando siento que yo no os he dado ni una mínima parte de lo que vos me habéis dado a mí, de no ser por vuestras canciones e historias, más de una vez me habría sumido en la tristeza.

Le apreté una mano, para después soltarla en señal de afecto.

- De verdad, si alguna vez deseáis algo que yo pueda daros, solo tenéis que pedirlo...

Acompañó a la Princesa y se sentó junto a ella en aquel banco de los jardines. No pudo evitar sonreír más al escuchar las palabras de Elizabeth.

 -¿Creéis que no me habéis dado nada? Cuán equivocada que estáis, Alteza. Me lo habéis dado todo. Yo podré ser muchas cosas, pero no soy estúpido. Conozco mi posición, es lo primero que me enseñaron nada más llegar a la corte. Soy el comediante, el payaso, el espectáculo que, si no es bueno, es rápidamente desechado para dar paso a otro nuevo. Durante los primeros años que pasé en el castillo, nadie me miraba con aprecio, nadie consideraba que fuera a durar más de lo que ya estaba durando. Nadie excepto vos y vuestro hermano.

Hizo una pausa en la que volvió a ponerse a rememorar tiempos pasados.

 -Erais los chiquillos más despiertos que he visto en mi vida. Con los ojos brillantes, llenos de curiosidad, ansiosos por oír mis cuentos y mis chistes. Emocionados cada vez que intentaba algún número de equilibrista. Y por supuesto, siempre agradecidos tras el espectáculo. Aún no entiendo cómo podíais hacer tanto ruido aplaudiendo con aquellas manos tan pequeñas.

Se rio un poco de su propio comentario.

 -Cuando empecé no era más que un muchacho que acababa de convertirse en hombre, Alteza, perdido en un mundo que me quedaba demasiado grande. Y creedme que de no haber sido por la cálida acogida que vos y vuestro hermano me disteis… Digamos que estoy bastante seguro de que ahora sería otro bufón el encargado de sacaros una sonrisa.

Volvió a sonreír con ternura.

 -Por eso no necesito pediros nada más.

Sus palabras me habían pillado un poco desprevenida, ¿de verdad le habíamos dado tanto mi hermano y yo?, no pude evitar sonreírle cálidamente, el saber que tanto habíamos ayudado a que él se sintiese querido en nuestra Corte, me hacía sentir feliz.

- ¿Eso es cierto? Parece que lo decís de corazón, en ese caso, no dudéis que mientras yo esté en esta Corte, vos seguiréis siendo el bufón, pero ya sabéis que para mi, y creo poder también hablar en nombre de mi hermano, siempre seréis mucho más, parte de la familia.

Recordé entonces que esperábamos a que nos encontrasen, pero ahora mismo, no me importaba, estaba siendo la segunda conversación más interesante de la noche, y quizás de los últimos meses, e incluso años.

Volvió a poner su mano sobre el pecho y a adoptar una actitud digna, como la de un soldado.

 -Mi señora, podréis dudar de si el cielo es realmente azul, pero jamás de la palabra de Vincenzo Biancarella.

Pero regresó rápidamente a su actitud habitual tras decir aquellas palabras.

 -Pero prefiero que la gente me llame Enzo, Vincenzo siempre me pareció demasiado serio.

Y entonces se dio cuenta de que había dejado de susurrar. Se tapó la boca y, volviendo a adoptar un tono bajo, dijo:

 -Ups… Disculpad mi desliz, Alteza. ¿Creéis que nos habrán oído?

¡Que aún estaban medio jugando al escondite! ¿No?

No pude evitar reirme ante la declaración que había hecho.

- ¿Vicenzo? Oh, ¡vais a matarme de risa!, nunca hubiese imaginado que ese era vuestro verdadero nombre, sí, mejor dejémoslo en Enzo.

Al oírle me tapo la boca.

- Sí, quizás mi risa también haya sonado por todo el laberinto....

Me levanto y le ofrezco mi brazo.

- ¿Paseamos hasta que nos encuentren mi querido Vicenzo?

Le guiño un ojo sonriente, desde luego si mi hermano se enteraba de su nombre real, seguro que se reía tanto o más que yo.

Tomó el brazo de la princesa gustosamente diciendo:

 -Por supuesto, mi princesa.

Y empezó a caminar con ella por el laberinto, sintiéndose feliz como hacía mucho que no se sentía. Estaba claro que una buena conversación sincera hacía milagros con el ánimo de uno.

 -Oh, ahora que me acuerdo, creo que mañana vuestro padre va a organizar algo en los jardines, algo que por descontado yo me encargaré de amenizar. Así que aprovecho y os pregunto, ¿hay alguna cosa que deseéis ver? Lanzamiento de cuchillos no, no os preocupéis, he aprendido la lección.

- Padre, ¿organizar algo en los jardines?, si no fuera por que sois vos quien me lo decís no lo creería, quizás la edad este reblandeciendo su espíritu y el peso de la corona... Pues, no se que deciros, aunque, ¿sabéis que sería bonito?, un baile, ¡podríamos organizar uno! - cuanto más lo pienso mejor me parece -, podría ser maravilloso ¿verdad?, aunque no se si padre dejaría participar a los que no sean nobles, pero me encantarían que hasta los criados puediesen ser partícipes en esta ocasión, ¿cuál es vuestra opinión?.

No había ni rastro de los otros dos, ¿qué estarían haciendo?.

 -Eso fue lo que me comentó, sí. Será que después de lo sucedido hoy quiere dejar buen sabor de boca a los invitados.

Al oír la propuesta del baile se le iluminaron los ojos.

 -¡Es una idea espléndida! Rodeados de naturaleza sería un baile encantador. Sólo tendríamos que pedir a los músicos que tocaran algo adecuado y preparar una zona despejada para las parejas. Siempre podéis comentárselo al Rey por la mañana, recién desayunado. Así le pillaréis de buen humor.

- Entonces sin duda hablaré con padre cuando me habéis aconsejado, pero... ¿vos me ayudaréis a organizarlo todo verdad?, no creo que pueda yo sola y sois mas diestro en cuanto a celebraciones se trata que yo.

Eché un vistazo a mi alrededor no me parecía oír ni ver a nadie.

- ¿Dónde pensáis que andan esos dos? No hay ni rastro de ellos... Quizás se hayan escondido a propósito después de mi propuesta ¿no os parece?.

Sonrío divertida, mi hermano quizás no había desaprovechado la ocasión, era una noche preciosa en realidad.

Observo el jardín, y me tomo unos segundos para contestar. Los setos definidos quedan perfectamente retratados bajo la luz de la luna los caminos en cambio se desdibujan para honor a su nombre, el laberinto. Las estrellas bailan divertidas en el cielo, siempre han fascinado las estrellas. Seguro que en este momento cientos de personas las observan, pero muy pocas desde una corte y un jardín que parece casi faérico. 

Alteza... yo... no poseo el don de la palabra. Pero puedo afirmaros que es uno de los lugares más hermosos en los que he estado jamás. Puedo apreciar el talento y el esfuerzo del artista que lo ha creado. Es agradable comprobar que no parecéis haberos acostumbrado a lo maravilloso de tener un lugar a así a vuestra disposición. Hay gente que se acostumbra en demasía al lujo y después no solo no pueden vivir sin él, sino que además no lo aprecian. Alabo que no sea vuestro caso Alteza. 

Mientras hablo camino por el jardín, acariciando con suavidad el seto cortado con delicadeza.