Partida Rol por web

A Enzo se le ocurrían tres razones para el sobreexagerado comportamiento de aquel noble. Uno: estaba fingiendo para sacárselo de encima y quedarse a solas con la Princesa, con a saber qué pérfidas intenciones. Dos: estaba borracho. Muy borracho. Tres: Era idiota. Y a cada palabra que salía de la boca de Arturo Mondragón, más convencido estaba el bufón de que la opción correcta era la tres. El bufón se giró hacia la Princesa y se inclinó respetuosamente ante ella.

 -Os pido mil disculpas Alteza, pero no puedo portarme bien ahora mismo. Más tarde aceptaré el castigo que queráis imponerme por desobedeceros, pero simplemente no puedo callarme ahora.

Y volviendo a encararse con el noble, Enzo aspiró hondo y comenzó:

 -Tenéis razón, no sé a quién me dirijo ya que no conocemos absolutamente nada de vos. ¿A qué esperáis para presentaros ante la Princesa como Dios manda y ella ha ordenado? Porque venir exigiendo honores y respeto como si fuerais el emperador del mundo cuando, por lo que sabemos, podríais ser un mero campesino o incluso un criminal convicto disfrazado, es una ofensa a su Alteza, a sus reales padres y hermano y al castillo entero.

 Y si tan fácil lo tenéis para olvidarme y para encontrar mil como yo, ¿por qué no encontráis mil princesas y os olvidáis de ésta? Porque teniendo en cuenta lo fácilmente que os ofendéis, ¿qué haréis cuando su Alteza os diga algo que no os guste? ¿Amenazaréis con decapitarla también? ¿O lo ignoraréis porque ansiáis poseerla? Porque me vais a permitir que os diga una cosa…

Enzo se acercó de nuevo al noble, haciendo que su cara maquillada casi se pegara a la de Arturo.

 -Es imposible amar a una persona a la que acabáis de conocer y con la que ni habéis hablado. Es más, estoy seguro de que no hay en vuestro corazón ni el más mínimo rastro de amor por la Princesa. Sólo deseáis su belleza y su poder, como tantos otros nobles que vienen hasta aquí atraídos por la princesa casadera más bella del mundo.

Se alejó de él para regresar al lado de Elizabeth.

 -Pero como ya os he dicho, no tengo inconveniente alguno en ir a ver al Rey para que os cierre la boca de un papirotazo. No seríais el primero que va a lloriquearle porque un comentario mío le ha sentado mal. Ni seréis el último, eso seguro.

Esta vez yo ya no sonreía, parecía que lo que para mi había comenzado como una simple broma, para el hombre era algo más serio, malditos sean mis pretendientes y sus tonterías, ahora me tocaba intervenir en lo que parecía una pelea de niños, resoplé y me puse entre los dos.

-  Señor, sigo sin saber ni tan siquiera quien sois, de ahí que mi querido Enzo - enfásis en la palabra querido - se preocupe por mí, no es que quiera burlarse de vos, como ya he dicho es su trabajo burlarse de todos. Pero si seguís en ese tono, no lograréis más que mi hostilidad hacia vuestra persona, aquí mi bufón, no puede ser sustituido por ningún otro, ¿lo habéis entendido?, y si osáis insinuar que queréis su cabeza, no volveréis a saber de mí, seré yo misma quien llame a la guardia, seguro que Kurr estaría deseoso de intervenir si se lo ordeno, asi que ahora, os pido calma a los dos, es más os sugiero - aunque parece que os lo esté ordenando - que os deis ahora mismo la mano en señal de reconciliación. Y os pediría que no le fueséis con este cuento al Rey o acabará enfadado por una nimiedad que aquí mismo podemos arreglar... Y os ruego que os presentéis, ni siquiera sé vuestro nombre y vos ya estáis insinuando que queréis mi mano...

¿Que me abra? Aún me sigue sorprendiendo que lo que no quiera se que me abra de piernas, casi me intimida más lo otro. No, no me intimida. He estado en situaciones peores y he salido airosa. 

Sin soltarle, sin música le insto a comenzar a bailar mientras empiezo mi relato. 

¿Recordáis la historia de Lady Godiva Sire? Fue una mujer única, sin miedo, sin pudor, que para conseguir su objetivo era capaz de cualquier cosa. Tal fue así que para conseguir que su marido el rey rebajara los impuestos sobre el pueblo, éste le solicitó que recorriera las tierras desnuda sobre su caballo. Y ella lo hizo por el bien de su pueblo. Yo, sire, soy como Lady Godiva, dispuesta a hacer cosas reprochables, por unos objetivos mayores. 

Me dejo guiar por el experto bailarín. Y de repente me paro en seco, le miro a los ojos. 

¿Qué opinión os merece a vos Lady Godiva?

Dionysos meditó un instante mientras bailaban a un son silencioso. La mirada de ella le cautivaba en esa danza, pero no es nada comparado con el embrujo de su mirada al detenerse.

Mmm... Yo más bien diría que la actitud reprochable es la del marido. Lady Godiva nada hizo reprochable. El ser humano nace desnudo y está desnudo cada día bajo la ropa. - Con el dorso de la mano derecha, le recorre con suavidad la curva del cuello - Vuestro cuello está desnudo. Y no solo vuestro cuello, toda vos estáis desnuda. Ambos lo estamos. Aunque hay quien se empeñe en vestir con mantos su alma para no dejarla expuesta.

Redirige la conversación con el dorso de su mano aún perdido en su hombro.

Sin embargo, me preocupa más que tengáis objetivos mayores. Lo cierto es que temo a los objetivos mayores, pues suelen tener la mala costumbre de estar tremendamente equivocados en la forma adecuada de materializarse. Decidme ¿Cuáles son?

Quizás descubramos juntos que yo esté en situación de satisfacerlos. - Añade con un susurro y su habitual ambigüedad de palabras justo antes de separar su mano.

Aparta la mano y también se aparta de la muchacha varios pasos, dando la espalda.

Además, aún me debéis otra confidencia para comprar el pase y seguir conociendo este laberinto. - Por un momento, parece que menciona la palabra laberinto con un sentido distinto al obvio.

Se gira y la mira de frente. En su rostro una sonrisa juguetona.

-Esto es entre este vil sirviente y yo. Disculpe Princesa, usted no debe presenciar estas cosas aberrantes, claro esta, este insultante bufón muchos menos, y su proxima por no decir inmediata decapitacion, tampoco. ¡Me ha insultado de todas las formas posibles y debe morir! Que osadia la de este simple bufón de cuarta.-

-Me presentaria si no fuera una obviedad y si este mequetrefe no estuviera insultandome.-

-Yo mismo lo decapitaria si pudiera.-

-A hablar con el Rey entonces, correra sangre de bufón.-

A regañadientes el bufón se había acercado al ofendidísimo noble y había estirado el brazo para darle la mano y zanjar aquel asunto, tal y como la Princesa había requerido, pero, ¡oh dramático giro de los acontecimientos! El noble seguía en sus trece, repitiendo que quería verle decapitado, que la Princesa no tenía que ver aquello y bla, bla, bla.

Ahora sí que Enzo se había quedado sin palabras.

 -Habéis desobedecido a su Alteza.

Bueno, no es que la hubiera desobedecido, más bien la había ninguneado, sacándola fuera de un asunto que la concernía totalmente.

 -¡Habéis ignorado una orden directa de la Princesa Elizabeth! ¡No una sino dos! ¡Tal vez incluso tres! ¡Y todo eso después de haber reconocido que su rango es superior al vuestro! Empezando por el hecho de que no habéis firmado la paz, como ella ha dicho, ¡además seguís insistiendo en no decir vuestro nombre y en querer matarme! Su Alteza ya ha establecido que no os conoce de nada, que soy insustituible para ella y que de seguir por este camino sólo conseguiréis ganaros su odio absoluto. Decidme, ¿qué demonios esperáis conseguir? ¿Matarme y luego secuestrar a su Alteza para obligarla a casarse con un hombre desconocido al que está comenzando a odiar? A lo mejor debería llamar a la guardia.

El bufón se colocó delante de la Princesa de manera protectora.

 -No sé quién sois, pero desde luego si pretendéis hacer daño a su alteza, no tendré ningún reparo en enfrentarme a vos.

La sonrisa se desdibuja levemente en mi rostro, ¿mis objetivos mayores?

Mi objetivo mayor es hacer justicia. Señor. Aunque imagino que las intenciones  u objetivos cambian en función del prisma de quien los mira no es así? 

Ahora sire he respondido a vuestra pregunta enseñadme la siguiente maravilla de este jardin mágico, ya he descubierto dos... y a vos. Y aún no he decidido cuá es la que más me ha sorprendido. 

El príncipe se giró hacia ella y tomó a la joven de la mano.

Un trato es un trato - Dijo escuetamente.

Después la guió por el pasillo por el que no habían llegado.

Vamos a dar un pequeño rodeo. Hay algunos pasillos que os gustarán.

Efectivamente, estaban dando un rodeo, puesto que esta vez, por varias ocasiones giraron en distintas direcciones. En un momento dado, se pudo oir un rumor de agua correr que parecía provenir de una pequeña sala con una mesa de piedra, un banco en forma de herradura y una fuente de agua, pero el príncipe cambió el rumbo ignorando esa estancia.

Esa sala es maravillosamente relajante, pero vos os merecéis algo mejor. - Dijo por toda explicación.

Unos cuantos quiebros más tarde, estabais adentrandoos en un pasillo que era a la vez pasillo y rosalera.

Unos arcos de vegetación salpicados de rosas blancas, rosas y amarillas perfumaban el pasillo y hacían el efecto de antesala. El mismo rumor de agua corriente se oía al frente.

El príncipe invitó a la joven con un gesto a adentrarse sola en la rosalera, y la dejó avanzar unos pasos para disfrutar de las flores.

Después se acercó a ella por la espalda y posó delicadamente sus manos en la cintura de ella. Desde detrás, con sus cuerpos tan próximos que la insinuación física era innegable le susurró al oído.

Aún no hemos acabado. - Y la acompañó guiando sus pasos desde detrás de ella por el corredor hasta atravesar la rosalera completa.

Él pegado a la espalda de ella pero sin tocarse sus cuerpos, con las manos puestas en su cintura y meciéndose mientras avanzaban a compás de un mudo Vals, parecía tratarse de una nueva coreografía.

A medida que avanzaban ella pudo notar que el rumor del agua no era el mismo que el de la fuente, con el que lo había confundido antes.

Al llegar al otro extremo, el misterio del rumor se despejó: En la nueva estancia, unas escaleras bajaban dando paso a un pequeño estanque en el que hay arbustos tallados con formas de animales: Caballitos de Mar, Focas y otros animales marinos. Destacan especiamente en el centro del estanque tres deflines que echaban un chorro de agua por la boca provocando el rumor de agua al caer sobre el citado estanque.

Aun sosteniéndola por la cintura, desde lo alto de los escalones, Dionysos le volvió a susurrar.

Vuestro turno, querida.

Y se separó de ella con la sonrisa en el rostro de quien sabe que juega con ventaja. Con dos dedos de su mano derecha, antes de separarse totalmente, recorrió el costado de la chica, empezando por la cintura subiendo y disfrutando milímetro a milímetro de ese contacto, acarició todo su costado hasta llegar al hombro y de ahí en el mismo movimiento al cuello y la mejilla donde se separó definitivamente.

El lugar sin duda es uno de los lugares más fascinantes que yo haya visto jamás. Pero eso no es suficiente.

Alteza el lugar es bello. No hay dudas de ello. Pero no es el entorno lo que hace mágico a los sitios. Si no la historia. Las pirámides. I serían más que un montón de piedras apiladas, sin más si no hubiera un sarcófago. La historia de alguien detrás

Medito un segundo mientras camino antes de seguir.
Yo albergo recuerdos de un jardín similar pero no eran los setos lo que lo hacían especial. Eran las risas de mi madre. La sorpresa de encontrarmela en una esquina u otra. Sus abrazos,
sus besos... Tenéis vos esos recuerdos en este jardin ?

Entré en los jardines reales con pasos presurosos, un tanto cansado pero deseoso de poder sentarme a contemplar aquellos hermosos jardines durante la noche. Una noche que ya me había deparado varias agradables sorpresas. En mi juventud de pícaro, probablemente habría acudido a una cantina para emborracharse hasta hartarme como forma de celebrarlo, pero el joven ladrón que fui una vez se hallaba cada vez más lejano en el tiempo.

Al entrar, localizo a los príncipes, Lady Katherine y el bufón, así como a un joven noble al que no conozco de nada.

-Altezas, Lady Katherine -saludé, haciendo una reverencia. Luego me fijé en Enzo y una leve sonrisa se dibujó en mis labios al recordar el grandioso espectáculo que el bufón habí ofrecido-, Enzo.

Tras mi saludo, me dirijo hacia el laberinto vegetal que caracteriza a aquellos jardines, con la mano derecha apoyada cerca de mi espada, intentando pasar un rato a solas con mis pensamientos.

No podía dar crédito a lo que mis ojos estaban viendo, ¿qué se creía aquel hombre?, encima como bien había dicho Enzo estaba desobedeciendo mis órdenes, desde luego, si pretendía ganarse mi corazón no iba por buen camino. No sabía muy bien como debía a actuar, pero lo que tenía cada vez más claro es que este asunto no concernía al rey, teníamos que acabar con ello en los  jardines, fuera como fuese.

- ¡Nadie va a molestar a estas horas a mi querido padre! - alzo la voz sin apenas darme cuenta - ahora mismo, señor, vais a disculparos ante mí y ante mi bufón, y de no querer hacerlo olvidaros de llegar si quiera a pedir mi mano formalmente, como ya he dicho Enzo es parte de mi familia.

Iba a seguir hablando cuando vi a Kurr aparecer, sería sin duda mi salvación en aquel momento.

- ¡Kurr! Acercáos, siento molestaros en esta preciosa noche, pero requiero de vuestros servicios.

Espero a que se acerque y empiezo a relatarle lo hasta ahora allí acontecido.

- Buen guardia, ¿véis al hombre?, aún no se quién es, pero estoy muy disgustada, no hace más que decir tonterías sobre la cabeza de nuestro querido bufón, además solicita molestar a padre para que lo decapiten, y como bien sabrás, las nimiedades como esta suelen molestar y no quisiera ser yo quien le agrie el carácter al rey esta noche. ¿Podéis a ayudar a vuestra princesa a solucionar este agravio aquí y ahora?.

Miro a Kurr suplicante.

Me aproximé a Lady Elizabeth al escuchar sus órdenes y procedí a oír en silencio las palabras de la princesa. Mis ojos se posan primero en la suplicante princesa al tiempo que comienza a hablarme, luego en aquel noble remilgado cuyo nombre desconocía, después en Enzo y de nuevo en Lady Elizabeth.

-Descuidad, Alteza. Yo me encargo -aseguré, en tono firme. Di un paso hacia el noble, con mi mano aún en la empuñadura de la espada. Lo fulminé con la mirada, encolerizado. ¿Quién se creía aquel tipo para molestar a la princesa y a su bufón justo cuando me disponía a tomarme un pequeño descanso? Me dirigí a él, iracundo-: Vos, ¿quién os creéis que sois para dirigiros de esa forma a la princesa? Es más, ¿quién os creéis que sois para exigir que se moleste al rey Uthor IV cuando se encuentra descansando en sus aposentos? Tal vez en vuestro señorío seáis... no sé, ¿conde? ¿hidalgo? ¿el tercer hijo de un lord de poca monta? No importa, aquí sólo sois un invitado, y sois tan importante como el mozo de cuadras. Si la Familia Real os ordena besar los pies del bufón, vuestra obligación es besarlos. Así que, yo que vos, si queréis seguir poseyendo esa bonita cabeza sobre los hombros, iría preparando una disculpa hacia Lady Elizabeth y nuestro buen bufón.

Esquivó la pregunta de la joven.

No dejáis de sorprenderme. Cuanto más habláis, más me convencéis de ser mucho más de lo que aparentáis.

Sin decir más, se retiró por el pasillo por el que habíais entrado y desapareció. No tardó demasiado en volver, portando su estuche, que había dejado en el suelo al comienzo del pasillo para guiaros hasta aquel lugar.

Todos los lugares tienen su historia. Y os voy a contar la de este laberinto, pero antes, debéis pagar prenda. Esas son las reglas del juego.

Se acercó a ella de nuevo y volvió a dejar su estuche cerca de él liberando así sus manos de nuevo. Continuó hablando de un tema pasado como si nunca hubiesen dejado de hablar de él.

El problema con las búsquedas de justicia es que acostumbran de buscar en realidad venganza. Y ese es otro motivo más para temer las grandes causas.

La miró fijamente con una mirada indescifrable.

¿De qué modo buscáis justicia vos?

Su semblante parecía profundo.

No veáis en mi un enemigo. Ni siquiera aunque yo fuera clave en vuestra búsqueda. Os sorpendería ver de qué modo puedo llegar a reaccionar. Podéis abriros.

Su semblante se relaja y adquiere de nuevo el tono distendido y provocador habitual.

Queréis conocer la historia de este lugar y terminar la visita. Debéis pagar prenda. Y debe valer su premio. Decidme, Katherine, ¿qué vale más para vos? ¿el decoro o vuestros objetivos aquí?

- No se equivoque, este bufón me ha insultado y debe morir. Y hasta fue idea de él ir con el Rey.-

De todas las cosas que había estado diciendo el indignado noble, aquella era la única en la que decía la verdad.

 -Admito mi culpa, yo fui el que propuse ir a ver a su Majestad y me arrepiento de ello, ya dice el dicho que rectificar es de sabios. Ahora comprendo que no se puede molestar al Rey por un asunto como este. Probablemente lo único que conseguiríamos sería enervarle. Y todos los que le conocemos sabemos lo malo que es eso.

Luego se puso al lado de Kurr para seguir hablando.

 -Y por favor, dejad ya de repetir esa cantinela. -empezó a imitar de forma caricaturesca a Arturo- El bufón me ha insultado, luego debe morir. Y luego esperaré que la Princesa me adore aunque estoy haciendo todo lo contrario a lo que ella desea.

Enzo volvió a reírse a carcajada limpia, intentando controlarse tapándose la boca tras un breve rato.

 -¡Lo siento, lo siento de verdad Alteza! Sé que me pedisteis que me comportara, pero a veces el bueno de Enzo no puede controlar su afilada lengua.

Luego volvió a mirar a Arturo Mondragón.

 -En cuanto a vos, obedeced a la Princesa de una buena vez. A no ser que queráis acabar en las mazmorras del castillo o incluso algo peor.

Resoplo, empiezo a estar visiblemente enojada, no me parece para nada bien la actuación del ¿noble?, no puede llegar sin conocerme y pedir la cabeza de mi bufón y después insinuar que quiere mi mano, hombres, definitivamente no sabía si algún día llegaría a entenderlos.

Me adelanto hacia el invitado.

- Vuestro comportamiento empieza a disgustarme, por favor, ¿os importaría decirnos a los aquí presentes quién sois?, además no estáis en derecho de exigir nada, puesto que no considero que mi buen bufón os haya insultado más allá de sus bromas, asi que esperaré pacientemente a que retiréis vuestras palabras, y como ya sugerí le déis la mano en señal de perdón a Enzo, igual que él hará con vos, y podremos acabar aquí con todo esto. Sino Kurr, aquí presente, acabará por zanjar la situación, y os aseguro, que no es tan benevolente como lo soy yo.

Me retiro un poco y espero a ver que sucede, está empezando a dolerme la cabeza.

Justicia o venganza? Sonrío.

La justicia no siempre es justa sire. Eso lo puede ver hasta un niño. Es justo que niños mueran de hambre mientras nosotros disfrutamos de comidas copiosas y largos paseos por estos bellos jardines? Robín de Locksley no pensaba así y sin embargo fue acusado de robo y traición.

Disfruto de su cercanía de que crea que puede tener el control de la situación evadiendo ni pregunta. Yo también lo puedo hacer príncipe. Y sin embargo el mayor duelo lo mantenemos no con la lengua si no con los gestos y la mirada.

Reconozco que hace tiempo que no me divertía tanto.

Estáis evitando contestar a mi pregunta. - Dice con un fingido y exagerado gesto de molestia - Sí, ya sé. Yo también lo he hecho. Pero por una buena causa. Creo sinceramente que os gustará más la historia de este lugar que la mía en él. Aunque claro, aún tenéis que ganarosla.

Un nuevo cambio en su gestualidad vuelve a poner en juego su lado más provocador.

Y si gustáis, me comprometo a satisfacer más tarde vuestra curiosidad sobre mi historia personal en un ambiente más íntimo.

Mas íntimo que este? me acerco mucho a él. Apoyando mi mano lentamente en su pecho con mis ojos clavados en los suyos. Antes de retirarla.

Le vuelvo a sonreír inocente.
Disculpadme sire. Yo os he contestado. Os he dicho que toda la justicia puede ser considerada venganza, robo, traición. La mía no es una excepción.

Le doy la espalda.
pero si queréis una respuesta os diré que hace muchos años. Alguien me arrebató lo más preciado que tenía.