Partida Rol por web

Escucho la conversación que mantiene Enzo con Artai y, cuando mi nombre sale a relucir, decido aproximarme hasta el bufón y el ayudante del capellán.

-He escuchado que me buscábais, joven Artai. ¿Qué necesitáis? -le pregunto, intrigado.

Las mejillas de Artai se tiznaron de un color rojizo al ver a Ibb aparecer. Había escuchado las palabras de La Reina, hubiese engordado o no eso era indiferente pues estaba más hermosa que nunca. Aún así no hizo ningún comentario, tan solo saludó a su amiga, buenos días para ti también, Ibb ¿vas a participar en los juegos? 

Segundos después vio como Kurr se acercaba hasta donde se encontraban ellos. Mi señor, dijo agachando la cabeza, la Reina me ha dado órdenes para vos, pero he decírselas en privado, dijo mirando a sus amigos Enzo e Ibb, no me entendáis mal, les dijo a ellos pero son cosas de la Reina que quiere que queden en privado.

Por algún motivo, Artai seguía avergonzándose de aquello, como si fuese culpa suya.

Me sentí sorprendido de que las órdenes vinieran de la Reina y no del Rey, aunque podía hacerme una idea de lo que se trataba por la extraña reacción que había tenido la Reina Anne al entrar en los jardines.

-De acuerdo, joven Artai. Venid conmigo y contadme -asentí, en tono grave.

Sin más, me dirijo hacia una zona apartada de los jardines, lejos de oídos indiscretos, esperando a que el ayudante del capellán me comunique mis nuevas órdenes.

Artai: buenos días para ti también, Ibb ¿vas a participar en los juegos? 

-¿"Participar en los juegos"? -Emito una ligera risa- Me temo que no tengo ningún interés en desposarme con la princesa. Además, ya sabéis que siempre tengo tareas que hacer, no puedo distraerme en otras cosas.

Cuando Artai comenta que debe hablar con Kurr en privado, frunzo las cejas en señal de disgusto.

-Quizá podamos hablar más adelante, vos y yo. Esperaré a que terminéis.

Hago un gesto con la cabeza hacia el guardia, cuando este se aproxima, y me despido igualmente cuando ambos se alejan.

Cuando nos quedamos solos, dirijo una mirada hacia el bufón, llena de ansiedad. ¿Qué habrá estado hablando con Artai? ¿Formará parte de plan? 

Parecía que la reina siempre iba un paso por delante de todos nosotros, y ya estaba envenando la mente del joven novicio, antes siquiera de que nosotros pudiésemos acceder a él. Me muerdo el labio inferior, pensativa.

-¿Todo bien, Enzo? -Pregunto discretamente, por si hubiese algún oído indiscreto a nuestro alrededor.

 -Amigo mío, el bueno de Enzo siempre es parte del juego, les guste a los demás o no.

Dicho esto, el bufón empezó a reírse. Entonces Kurr llegó para hablar con el novicio.

 -Anda, hablando del Rey de Roma... Y pierde cuidado muchacho. Espero verte luego por aquí.

El bufón se despidió del novicio y se fue junto a la criada, para hablar un poco con ella.

El bufón seguía sonriendo para evitar que cualquiera que le mirara pensara que pasaba algo raro, pero su tono de voz era bastante diferente.

 -No va bien, Ibb. -Enzo hablaba en discretos susurros para asegurarse de que sólo la criada le oía- Empiezo a pensar que la Reina va a organizar algo gordo en cualquier momento. No deberíamos perder de vista al Rey ni a los Príncipes.

Artai se ruborizó al sentir que Ibb se burlaba de él, aunque fuese en broma. Ya sé que no queréis desposaros con la princesa. Me refería a si tienes algún tipo de misión dentro de los juegos. Igual que el divertido Enzo. Dijo mirando a su amigo bufón.

Luego asintió ante las palabras de Kurr. Si me disculpáis, dijo a Ibb y Enzo. Tengo que hablar un momento con él.

Mi señor, le dijo a Kurr, Nuestra Reina me ha pedido que le de ciertas órdenes. Yo le dije que yo no era quién para transmitir sus palabras, pero me dijo que usted debía obedecerla igual, daba igual quién fuera quién transmitiera las órdenes.

La Reina ha solicitado que se investigue al capellán, cree que está ejerciendo tareas indignas de su posición, especialmente de forma nocturna. No sabía si Kurr podría imaginarse por dónde iban los tiros o no, pero por si acaso tampoco quería dar demasiados datos. Ha pedido que haga el favor de mandar a un soldado a esconderse a la habitación del capellán, para que le espíe y descubra las tareas que un hombre de su posición no debe hacer jamás.

Tras una espera deliberadamente larga para crear expectación, unas trompetas resonaron por todos los jardines, interrumpiendo todas las conversaciones y provocando que todos los asistentes se giraran hacia el origen del sonido. El chambelán del Rey se encontraba sobre una tarima de madera, y se dipuso a hacer un anuncio con su potente voz.

- Nobles señores y damas, con la venia de nuestro Rey, Uthor IV, se dispone que los juegos de la mañana en honor a Su Alteza, la princesa Elisabeth, están a punto de comenzar. Aquellos que quieran pasar una velada en compañía de la princesa, que se acerquen a la tarima principal.

El público acogió el mensaje con una gran ovación, y aquellos que se disponían a participar dieron un paso adelante hacia la zona de inicio. La mayoría eran jóvenes varones, hijos de nobles la mayor parte, aunque algunos de menor estatus también se había atrevido a participar, como algún burgués adinerado, o hasta miembros de algún gremio de artesanos o comerciantes. El chambelán pasó a explicar las normas ante los atentos oeyentes.

En los jardines quedaron aquellos hombres que de mayor edad que se contentaban con observar desde la lejanía, así como todas las mujeres que habían acudido, dispuestas a, ya que no podían participar, a comentar el evento y disfrutar de los postres y refrigerios que habían sido colocados para que todos tuvieran acceso, con varios criados cerca de las mesas para servir a quién quisiese.

Una vez todos los participantes estuvieron colocados en sus lugares de inicio, la princesa, a la vista de todos, se internó en el laberinto. Aquellos más atentos pudieron fijarse que andaba de una manera ligeramente torpe, como si hubiera perdido la costumbre o se encontrara algo indispuesta. Pero su figura pronto desapareció entre los muros vegetales.

Un prudencial rato después, las trompetas volvieron a sonar, y la muchedumbre de competidores se lanzó a la carrera dentro del laberinto, cada uno estando dispuesto a hacerse con el gran premio que el Rey les había prometido.

La esquina a la sombra: número 1

Artai dio un respingo al escuchar el sonido de las trompetas. Ya le había dado la orden a Kurr, así que no había mucho más que hacer. Ahora tocaba cumplir las órdenes del capellán, pero en ese momento la mayoría de invitados estaría dentro del laberinto, así que tendría que esperar a que terminara el evento para ir a hablar con los que fueran saliendo.

Por eso Artai se acercó hasta las gradas para sentarse y disfrutar del evento. No tenía intención de participar, pues no tenía ni la más mínima intención de tener una cita con la princesa.

Hice un gesto de asentimiento ante las palabras de Artai cuando me comunicó las órdenes de la Reina, que me resultaron del todo sorprendentes e inesperadas. Después de que el joven ayudante del capellán se alejara, decidí aproximarme a la posición de salida para irrumpir en el interior del laberinto.

Al sonido de las trompetas, entré raudo en los jardines, junto con el resto de los competidores.

Tomando la delantera por la gran destreza que siempre me había caracterizado, decidí dirigirme en primer lugar a La Madriguera para comprobar si la princesa se encontraba escondida allí. A toda prisa, acto seguido decidí decantarme por El Centro, una torre más alta que el resto del jardín, desde la que poder apreciar los alrededores con mayor determinación.

¡Los juegos comenzaban por fin! Qué ganas que tenía de emplumar a Javier de Castilla. ¿Qué lugar sería el que tenía más probabilidades de ser visitado por el noble petimetre? Tras pensar un rato, Enzo se decantó por El Banco de los Enamorados. Un insufrible rey del drama romántico como Javier de Castilla seguro que esperaría encontrarse allí con su amada para seducirla y bla, bla, bla.

Riéndose entre dientes, el bufón cogió la miel y las plumas y fue hacia el Banco de los Enamorados.