Partida Rol por web

Alese empezaba a desesperarse, la idea de tener dos compañeros enterrados vivos la llenaba de angustia. Con la cara a punto de desencajarse, buscó un punto donde desencadenar un fuerte aguacero. El agua era un tanto... especial, allí donde tocaba a un ser maligno, comenzaba a sisear y ebullir y a convertirse en vapor. Nada parecía detenerla, y a quien alcanzaba, sólo le quedaba lamentarse por el dolor.

Leo al ver su arma volar se sorprende de su desgracia, "el mejor momento para cometer tal torpeza" piensa de manera ironica, seguidamente escucha las palabras de Quenya y piensa "Gracias por la ayuda", volviendo la vista a su enemigo se le ocurre ganar algo de tiempo, agarrando de su cueyo un medallon de su dios, se lo descuelga de su cuello monstrandolo entre todos los presentes, diciendo -!!!Por la sagrada luz de Paladine!!!!-

- ¡Maldita sea! -exclamó el obeso caballero incorporándose de nuevo al ataque con una pirueta increible- Debo haber tropezado con algo... ¡No importa! ¡A por ellos!

El caballero obeso se levanta del suelo y se sacude el polvo y moviéndose através de sus compañeros y haciendo algunos movimientos concretos y precisos se posiciona en una de las mejores lugares para el combate para poder liquidar a la mayoría de los enemigos que quedan.

Envy se sobreponía a las nauseas del ataque de los no muertos y volvía a atacar pero no atinaba en su movimientos.

Haiayel recurría al poder de Celestia para lograr que dos de sus enemigos quedasen bastante entorpecidos en el combate y tuviesen dificultades a la hora de atacar y defenderse.

Ocaso tras la desesperación de ver a su amo hundido bajo la tierra retrocedía unos metros y se ponía a excavar como loco para poder desenterrar a Igor. El lobo sentía perfectamente la agonía que estaba sintiendo en ese mismo momento el explorador. Mientras tanto Quenya recurría a su herencia dragonil y gastaba uno de sus conjuros para volver a lanzar una línea de ácido sobre los enemigos. A pesar de que algunos la esquivaron algo de daño les hizo, hasta tal punto que el enemigo contra el que se estaba enfrentando Thokk caía tras recibir el aliento.

El semigigante se posicionaba detrás de Envy y Yoru y gracias a su tamaño lograba decapitar a uno liberando así a la muchacha de uno de los enemigos.

Alese protegida por su compañera, Quenya, y el gran Thokk, saca un frasquito de agua bendita y empieza a susurrar unas palabras sobre él, en ese momento el frasco se desvanece y una columna de vapor de agua asciende sobre vosotros y se forma una nube de una tonalidad blanco puro y comienza a descargar una fuerte lluvia sobre los enemigos, reduciendo la visibilidad y la audición para Wolkot, Yoru y Envy. Las gotas de lluvia inmunes para los aliados de Alese comienzan a dañar a los no muertos como si gotas de ácido se tratasen. 

Wolkot asestaba por los pelos un golpe al sepulturero y le clavaba su espada en el estómago atravesándolo. El guerrero había acabado con una terrible amenaza.

Pero aún quedaba un sepulturero que se dirigía con paso firme hacia Envy y que lograba engarcharla por el cuello y mandandola como al resto de sus compañeros bajo tierra.

Los zombis atacaban a Wolkot, Yoru y Leo de Stelion pero tan solo lograban herir al obeso caballero causandole ciertas nauseas.  El cuarto zombi que quedaba en el combate se acercaba hacia Haiayel y le daba un golpetazo en plena boca del estómago.

Por último, Leo de Stelion al verse desarmado recurrió a sus aptitudes como expulsador de muertos vivientes pero no fueron suficientes para lograr nada. Aquellas criaturas se mantenían impasibles ante el símbolo de Heioroneus.

Wolkot comprobó con satisfacción como despues de asestarle un buen golpe al no-muerto se desvanecíaen el aire en una gran nube de polvo

Sin tiempo a recobrar un poco el ya escaso aliento otro zombi le atacó, pero la buena armadura repelió el golpe

Me toca.- pensó

Thokk vio como el ultimo sepulturero metia a Envy bajo tierra, eso no le gusto nada. Has atacado a la persona incorrecta.- Penso para si mientras avanzaba hacia él y descargaba su gran hacha.

El combate parece empeorar por momentos, de modo que me veo obligado a hacer acopio de todas mis fuerzas.

Alzo mi escudo al aire y este comienza a brillar con el poder de Pelor.

Leo ve como los monstruos resisten su expulsion, y piensa "maldicion, debo recuperar mi arma", leo sabe le peligro que corre al ir a recuperar su arma, pero debe hacerlo para presentar lucha, asi que corre a recuperar su arma

Envy estaba con la adrenalina del combate, todo pasaba rápido, en un momento había logrado atacar, luego se había visto rodeada y superada. Y cuando quería darse cuenta se sentía casi a salvo al ver como la enorme figura de Thokk se abalanzaba contra los seres que intentaba lastimarla.
Esta solo giro su cabeza lo suficiente para que este pudiera ver su sonrisa, pero algo raro ocurrió, una nube de vapor o algo raro se había posado sobre todos ellos, algo que dañaba a esos zombies, pero que a ellos no les hacía nada. Pero de todos modos le molestaba, ya que no le dejaba oír bien.

Luego el mundo se detuvo, y su expresión en la cara se debió ver drásticamente cambiada, al sentir ella algo que le rodeaba del cuello, y la despegaba del suelo donde estaba parada, provocando que suelte su cimitarra, mientras veía como impotente se alejaba de su amigo para entrar en una oscuridad total.
No tardo mucho en comprender gracias a olor a tierra húmeda y la sensación granosa que le oprimía en todo su cuerpo que había sido enterrada viva como los demás.  ¿Qué haría? ¿Moriria? No podía, estaba encontrando personas interesantes con quienes juntarse, Quenya, Ocaso, Igor, hasta el maldito de Yoru le había dicho cosas bonitas… Y estaba Thokk, no le podía dejar solo en este mundo ahora que lo había conocido, el no podía cuidarse por sí solo. No, no le dejaría, no importaba ya, tenía que usar todas sus capacidades, aunque tuviera que recurrir a eso.
No podía respirar, por lo que esto de seguro seria más doloroso e incomodo que de costumbre, pero aun así, dejo fluir a la bestia, soltándose al cambia, gozando de ese pequeño dolor en sus vertebras, sintiendo como su cuerpo casi hervía al cambiar, el picor al crecer el pelo. Diablos, que incomodo es tener cola, aun cuando te guste como queda. Pero al fin ya sentía como su cuerpo había cambiado, ahora ya era a todo o nada, y ella quería todo, con lo que empezó con renovadas fuerzas y más fuerza aun a intentar salir.

Thokk había descargado un potente hachazo sobre la cabeza de uno de aquellos engendros que metían a la gente bajo tierra. Su última víctima había sido Envy, por la cual Thokk parecía sentir bastante estima. Yoru podía comprenderlo, pues sin saber como era eso posible Alese había causado un efecto similar en él. Yoru no quería pensar demasiado en ello en aquel momento, aunque sospechaba que empezaba a sufrir algo que alguna gente llamaba... amistad...

- Brrrrr... -Yoru sintió un extraño escalofrío al pensar en eso y decidió centrarse en el combate.

Su atención volvió a centrarse en Thokk y en la mala leche que este iba acumulando. No era la mejor idea cabrear al enorme humanoide, pue tendía a entrar en un estado de salvajismo que ser tan útil como peligroso para él mismo. Si el foco de su ira parecía ser aquel engendro no muerto, la mejor solución era cortarlo de raiz.

Aprobechando la distracción que suponía el ataque del semiogro, Yoru buscó con una voltereta una posición ventajosa a través de la nube de enemigos que les rodeaban mientras su cuerpo volvía a cambiar, para adoptar la forma habitual de elfo con mirada desquiciada. Con fugaz y galante movimiento, ensartó al no muerto de atrás a adelante sin ningún tipo de remilgo.

Volví a limpiar unas pequeñas gotas de ácido que habían quedado en la comisura de mis labios y me fije en como estaba el combate.

La verdad es que estaba un poco harta de utilizar mis dotes mágicas, así que haciendo girar mi espadón, miré por encima del hombro a Alese y la dije:

No te acerques mucho, querida. Este campo ha crecido mucho y hay que podar a unos cuantos muertos

Me acerqué con el arma preparada, pero en posición baja haciendo que raspara contra el suelo. Al llegar a la altura de un no muerto, grité con todas mis ganas y tracé un arco ascendente esperando partirle por la mitad

Mientras aquella lluvia ácida que dañaba a los muertos seguía cayendo, Alese decidió acercarse un poco al sepulturero, no demasiado, al que le enseñó el símbolo del sol.

- Vete

Las cosas están cada vez peor  no solo no estoy  consiguiendo nada   sino que estoy  agotando  el aire de  los pulmones, cada vez me arde más el pecho y los dedos ensangrentados comienzan a dolerme como el mismo infiero  .Pelor acuerdate de tu siervo por que de lo contrario estoy  perdido.

Yoru recobra su apariencia habitual y se mueve a través de todos los zombis para lograr obtener una posición privilegiada y ya de paso distraer al enemigo. Sus movimientos y piruetas consiguen dañar gravemente al enemigo, aunque éste sigue en pie.

Igor comenzó a cavar en la tierra usando sus manos y sus uñas, por suerte encontró algún tipo de material entre la arena, un cacho de cemento o algo que le ayudó a cavar más rápido, de pronto una gran cantidad de tierra se le calló en los ojos pero se dio cuenta que lograba respirar. Cuando abrió los ojos estaba Ocaso mirándole y acercandose a él moviendo la cola y chupándole la cara. A Ocaso no le importaba la situación precaria que estaban viviendo, él se alegraba de tener de nuevo a su amigo junto a él. Igor aún tendido en el suelo tendría que ponerse en pie para ayudar a sus compañeros pero por suerte ya había salido de su tumba.

Quenya finalmente recurrió por sacar a pasear su espadón y tras un amplio arco y unos pasos bien sincronizados asestó un terrible golpe contra el zombi que estaba luchando el paladín. A pesar de la buena estocada no fue suficiente para acabar con su no-vida.

Thokk se vió agobiado tras ver a su amiga enterrada a sus pies y no pudo evitar contener su rabia y descargó otro hachazo contra su enemigo, volviéndole a provocar una terrible herida, pero seguía sin ser suficiente para liquidarlo.

Orphanos desiste en sus intentos de escapar y prefiere encomendarse al dios Pelor para ver si su piedad le ayuda a escapar de allí.

La lluvia se tornaba en tormenta y caía como si de un nubarrón gigantesco se tratase, entonces uno de los muertos caía tras el terrible dolor que sentian por el agua bendecida. Afortunadamente esa terrible criatura que había caido era el otro sepulturero que quedaba aún en pie.

Alese sacó su símbolo sagrado con la intención de nuevo de liquidar al sepulturero pero cuando vio que este caía tras la lluvia apuntó al resto de enemigos y su luz brilló tanto que logro sobrepasar las nubes de la lluvia que se habían formado, la sensación cálida que invadió a todos sus compañeros fue la que sirvió para liquidar a tres de los zombis que aún se mantenían en pie.

En el turno de Wolkot se lanzó contra el último enemigo y le liquidó de un espadazo. Tan solo quedaba un enemigo al final de la plaza aterrorizado por la energía y luz de Alese, este no tardó en caer bajo los ataques de todo el grupo.

Entre los que se mantenían en pie ayudaron a sacar a los sepultado empezando por Orphanos que era el que más tiempo llevaba bajo tierra y terminando por la paladina Ashlyn. 

Por fin habían acabado con la amenaza que asediaba la plaza y ahora un nuevo grupo se había formado. 

La plaza era libre y vosotros estabais a salvo. A pesar de todo Haiayel todavía seguía sintiéndose bastante mal, tenía el estómago bastante revuelto.

- De acuerdo. Los heridos que se acerquen, todavía no estoy tan exhausta como para no poder curaros -dijo Alese sonriendo- Aunque ya les dije que no era buena combatiendo, y con esta tormenta sagrada he agotado todos mis conjuros capaces de hacer algún daño. Bueno, me queda uno, pero no es poderoso. Pero todavía puedo curar, eso sí... No gastéis pociones o conjuros, puedo hacerlo de forma más sencilla, y no sabemos lo que nos esperará más adelante.

El tono era el de alguien agotado, y realmente lo estaba. Alguna vez había vuelto al templo de Pelor a petición de sus maestros para contar sus experiencias a los novicios. Los héroes eran admirados, allí y en todas partes. Cuando contaba sus andanzas veía la ilusión y la admiración en los rostros de los recién llegados. Pero no comprendían, no podían comprender, lo inmensamente dura que era la vida de aventurera. Lo difícil que era ver como aquel con el que llevas unos meses trabajando, luchando con él codo con codo, un buen día le falla la suerte y muere. Lo duro que era arrebatar una vida aunque fuese de un malnacido que no merecía vivir porque su vida significaría la muerte de inocentes, pero lo difícil que era arrebatarle la vida sin tener ninguna seguridad de que el mal que estaba en su corazón no podría ser erradicado y permitirle una vida nueva, o al menos una muerte menos dramática. Matar a una persona malvada era mucho peor que el simple hecho de acabar con su vida, pues significaba enviarla en su muerte a una eternidad en un plano infernal. Se lo había ganado con sus acciones, cierto, pero cada vez que tenía que hacerlo le sacudía un espasmo de horror, siempre dudando de si no podría haber hecho alguna otra cosa que le diese una nueva oportunidad de pasar su eternidad en algún sitio más misericordioso.

Cuando contase esta batalla, los novicios se sentirían aterrorizados y después felices por el desenlace, tan del agrado de Pelor. Soñarían esa noche con convocar esa tormenta sagrada que quemaría a los muertos vivientes. Ninguno de ellos soñaría esa noche con la sensación de ver a tres camaradas enterrados vivos, ninguno soñaría con la sensación de verse enterrado vivo y no poder respirar, sentirse morir bajo tierra sin poder hacer nada para evitarlo.

Ninguno soñaría, porque nunca lo hacían, con el inmenso dolor que se sentía siendo atravesado por una espada, o sentir tu brazo quebrarse por un martillazo. Ese dolor que te atraviesa todos los nervios y te pone al borde del colapso al que no puedes ceder pues si lo haces el próximo golpe será ya mortal.

Los cuentos estaban idealizados, siempre. Y cuando ella contaba esas cosas, lo único que veía era que su audiencia dejaba de prestarle atención. Los hérores no flaqueaban, el dolor, el miedo, la incertidumbre, el fracaso. Esas cosas no formaban parte de las historias.

Pero para ella, ver como tres compañeros eran tragados por la tierra, y no saber si podría hacer algo para ayudarles o ella misma sufriría el mismo destino. Para ella, eso era aterrador, y ahora mostraba en su voz el resultado de toda aquella tensión.

- Todavía puedo curarles -repitió, esta vez muy bajo, hablándose en realidad para ella misma- ¿Alguien está realmente malherido?

Rrecogiendo su espada no deja de preguntarse el porque se le escapo de esa forma,despues volviendo la vista en el grupo se percata del cansancio de Alese -Tranquila, yo me ocupare de sus heridas, lo has hecho muy bien, toma aliento pronto deberemos de buscar refugio- Camino entre los compañeros buscando sus heridas y tratandolas...

- No, lo haré yo, soy buena curando y puedo hacerlo sin consumir conjuros, es un don que me fue concedido. ¿Alguno está malherido?

- Atiende a los que estén más graves, Alese -dijo Yoru mientras se acercaba metodícamente a cada uno de los no muertos abatidos, y sin ningún tipo de reparo los decapitaba, para después lanzar unas palabras de bendición- El viejo Yoru aun aguanta en pie y tengo aun cosas que hacer, querida...

Yoru era un experto liquidando no muertos. Era un cazador experimentado que sabía cuando y como causarles más daño. Pero en su interior, Yoru solía dolerse de tener que hacer ese trabajo. Le gustaría ser un clérigo poderoso, como los de las leyendas de antaño, para poder usar magia de revitalización sobre cada no muerto descerebrado con el que se encontraba. Sus almas quizás estubieran ya en un plano elevado, pero al convertir sus cuerpos en títeres, les habían arrancado la mayor parte de las veces una vida que les pertenecía por derecho. Una vida para poder disfrutarla y vivirla en plean libertad. Sus palabras y gestos sobre cada no muerto abatido eran un pequeño alivio para su conciencia. Sabía que lo que hacía era lo correcto, pero nadie dijo nunca que fuera fácil.

- Porqué sereis tan jodidamente pesarosos para la conciencia... -susurró entre dientes.

El combate ha terminado, por lo que corro rápidamente al encuentro de Ashlyn y de Orphanos, ambos están sepultados, de modo que comienzo a sacar a la paladina del amasijo de roca y barro.

-¿Estáis bien? - Pregunto mientras coloco mis manos sobre Ashlyn y descargo una curación sobre ella. Observo como sus heridas sanan, pero no tanto como me gustaría, desafortunadamente.

Antes de darle tiempo a reaccionar, acudo al lugar donde está sepultado Orphanos y repito la operación sacándolo de la tierra.

De nuevo canalizo el poder de Pelor para que pase a Orphanos y sane sus heridas.

Respiro hondo al observar como mis dos compañeros siguen de una pieza y me giro hacia el resto de combatientes que han aparecido.

-Ashlyn, ¿qué opinión tienes de ellos? ¿crees que son de fiar?