Partida Rol por web

Una vez en la puerta con Cyrus, Envy entre palabras ininteginbles amaneradas con gruñidos y formaciones de dedos, o mas bien garras, la criatura con gran musculatura, y pelaje, poso su mano en el hombro del chico de cabello platinado, haciendo brilla sobre el la estructura de una armadura que enseguida desparecio. Para luego repetirlo haciendo lo mismo, pero tocandose el pecho de ella haciendo aparecer otra armadura adaptada y decorada para un licantropo la cual tambien desaparecio.

-Asi estaras un poco mas seguro por el momento... Alese aguarda que voy frente a ti- Dijo desenvainando su cimitarra y poniendose por delante de la joven cleriga. -Eres muy importante como para dejarte sin una guardia-

- Muchas Gracias por el escudo. - Le dijo a Envy algo preocupado.

- Espera Alese, es muy arriesgado que vallas sola. Dame la espada larga Quenya. Yo la acompaño. -

Exclamo vigoroso y valiente.

Quenya entregó la espada a Frosty, pero le costó soltarla

Cuídala bien, pertenecía a alguien muy importante dijo la semidragona sin mirarle a los ojos. Dar un mal uso a la espada de Don Urik era algo que no se podía permitir. Esperaba que con él estuviera en buenas manos.

Alese, yo te cubro las espaldas. Quizá uniendo tu poder con mi magia les derrotemos

Finalmente Alese no entró sola. Si pensaba que sus compañeros la iban a dejar allí a merced de los muertos vivientes, se equivocaba. Entraron en la primera sala, el polvo se arremolinaba en el aire, mezclado con el rancio hedor de la muerte y la podredumbre. Ante ellos, había una larga mesa de robre bajo una gruesa capa de polvo.

El mantel podrido formaba retazos bajo los mugrientos platos y la deslustrada vajilla de plata. Justo en el centro de la mesa, un gran pastel de varios pisos se inclinaba peligrosamente hacia un lado, con toda su cubierta azucarada verde a causa del moho.

Las telarañas cubrían toda la tarta como si fuese el envoltorio de un regalo. La diminuta figura de una mujer vestida de blanco remataba la confitura. 

La presencia de tanto polvo dejaba claro que Cyrus llevaba eones sin entrar allí. Temía los muertos vivientes de los que había hablado, y por eso no había pasado nunca a limpiar. 

Al otro lado de la habitación, casi sentado en la silla más alejada se encontraba una figura ondulante e incorporal, tan ultraterrena y hermosa como la melodía que estaba cantando. Era una mujer espectral vestida con las galas de una bardo cortesana. Estaba rasgando las cuerdas de un laúd, mientras entonaba una melodía que antaño quizá conmemorase algún evento feliz. En sus labios muertos vivientes, no obstante, se ha convertido en una desgarradora muestra de tristeza eterna. 

Kara al entrar en compañía de sus nuevos camaradas se quedo impresionada ante la otrora fastuosa sala, pero el extraño fantasma que había al final entonando una melodía la puso en guardia.

Cuidado! No os dejeís llevar por la melodía.

La presencia de la posible novia conmovió a Alese hasta un punto que no podría haber imaginado. Se había preparado para luchar contra muertos vivientes hostiles, no contra novias muertas el día de su boda y atrapadas en aquel mundo de no-vida.

Entre esperando el normal muerto viviente. Pero aqui nada era normal.

Y al cruzar la puerta quede paralizado.

Seria el olor a podredumbre y muerte que habia en la sala que inundaba el olfato de la licantropo, el cual arrollaba con el sentido del oido, pero esa mujer fantasma no la engañaba. Estaba muerta, podrida y era el enemigo. No dudo un segundo antes de con su mano libre, mover rápidamente sus dedos/garra para lanzar desde su mano dos misiles de energia magica que volaron directamente contra ella.

-Grrarrr- Fue lo unico que solto en un gruñido declarando la pelea contra esa criatura luego de lanzar su conjuro.

Quenya entró en la sala, y su corazón pareció helarse. La historia de esta sala parecía relatar algo demasiado triste, incluso para una mujer como ella. Todo parecía haber sido detenido en el tiempo; los invitados habían huido o se habían desintegrado. Pero lo que parecía haber sido una boda, no había tenido un buen final.

La mujer estaba absorta con el ambiente que casi se saltó el fantasma que les contemplaba desde la lejanía. Su cuerpo tembló y su corazón notó debilidad, pero se repuso inmediatamente. El peligro era demasiado real como para quedarse mirando con detenimiento.

No es amistoso, ¡atacad! gritó la semidragona, imitando a Envy atacando con un rayo de energía blanca

Alese, Igor y el joven mago de hielo fueron incapaces de reaccionar. Había depositado todas sus esperanzas en la joven clériga y ella había sido la primera en sucumbir ante la triste melodía del espíritu que tenían ante ellos. Sin su habilidad para expulsar criaturas muertas estaban en un grave peligro. Pero por si acaso, Envy y Quenya recurrieron a su magia con la esperanza de que sirviera para algo.

El rayo blanquecino de Quenya atravesó a la mujer, y solo los proyectiles mágicos de Envy fue lo que sirvió de ayuda. Al menos tenían a Kara que había superado el efecto y aunque no disponía de todo su equipo, quizá podría tomar el símbolo sagrado de Alese y tratar de expulsar a la cantante.

Miro a la cantante terrorifica y fantasmal. Paralizado, atontado. El resultado de las sombras que gobernaban este siniestro castillo y su señor.

Cruzamos la puerta, la oscuridad y la melancolia nos inunda con un canto misterioso y una siniestra dama fantasmal. Hasta la persona en la que teniamos puestas nuestras expectativas se pierde en el melodia de la cantante siniestra.

Contemplo todo desde un rincon oscuro de mi mente que se pierde cada ves mas y mas en la melodia sin poder despertar.

Mis ojos se mueven en la expresion perdida de mi rostro, intento reaccionar al sutil encantamiento, pero no lo logro, mi mente no reacciona, mi cuerpo no reacciona. Mis ideas se sumergen en un letargo oscuro y siniestro miestras permanezco pararalizado e indefenso sin poder despertar...

Alese parecía una chiquilla, pero no lo era, aunque era joven todavía había vivido muchas cosas, de hecho había empezado a vivir de modo prematuro, adelantando años a lo que habría sido un desarrollo normal.

A los 13 años había seducido a un chico mayor que ella, de hecho 5 años mayor que ella. Ella era ya una clériga consagrada y dirigía ceremonias, él era un apuesto hijo de granjero que se ganaba la vida como aprendiz de zapatero, un muchacho honesto y sano, de corazón limpio y sonrisa franca. Aquella relación había sido muy intensa, aunque apenas había durado 3 meses. Intensa y poderosa como una tormenta de verano. Había sido su primer gran amor, y había creído que era para siempre. Pero a veces los amores eternos, en la adolescencia, no alcanzan el otoño. La vida de Alese era muy exigente, muy autoexigente de hecho, a esa edad ya partía en expediciones al servicio del Señor de la Luz a combatir no-muertos y el muchacho no llevaba nada bien ni sus ausencia, ni los riesgos que esos trabajos implicaban. A menudo ella venía dañada, o debilitada, o simplemente deprimida por el sufrimiento que había visto. Y eso era algo que un chico que se pasaba el día remendando zapatos no podía comprender, y terminaba enfadado, frustrado, o pidiéndole que lo dejase todo por él.

Para la época en que se cosechaba el trigo, Alese se fue a otro pueblo, igual de necesitado que ése de alguien que aportase luz y esperanza, igual de necesitado de protección frente a los muertos en vida.

El canto de este ser le había despertado aquellas profundas sensaciones adolescentes, el dolor desgarrado de la ruptura del primer gran amor. La profunda nostalgia con la que en los últimos años recordaba aquella breve pero muy feliz etapa de su vida, el despertar de todas las sensaciones, del placer del sexo, de las hormonas corriendo por su sangre cuando veía a su joven amado.

Sin embargo, del mismo modo que aquel invierno había conseguido olvidar al muchacho de pelo trigueño y sonrisa blanca, ahora debía superar también el canto de aquel no muerto, porque el recuerdo y la nostalgia solo llevaban a la inacción.

Al ver que algunos de sus compañeros caían bajo el influjo de ser fantasmal y estos no reaccionaban, maldijo por la bajo. Acercandose a Alese y asiendo su simbolo sagrado, profirio palabras de poder apelando al dios del Alba, exclamando con voz autoritaria: Por el poder de la Luz abandona este mundo y descansa en paz. Yo te lo ordeno! Emergiendo un haz de luz que se extendio hasta el ser fantasmal golpeandola de lleno. Esperando a continuación que su despliegue de poder hubiera surtido efecto y sus compañeros comenzaran a reaccionar libres del influjo de la canción.

Gruñir y lanzar conjuros, eso era todo en el combate. No convenia de momento que se adelantara porque desprotegeria a Alese. Con lo cual viendo su poco efectivo conjuro anterior, intento una nueva estrategia, convocando una esfera de fuego en el lugar donde el fantasma estaba.

Quenya chasqueó la lengua y frunció el ceño. Su conjuro no había logrado su objetivo, no había afectado al espíritu. Su error podía ser más grave si no actuaba con velocidad, así que con su ágil mente buscó una nueva solución: Decidió imitar a Envy. Parecía que la fuerza mágica sí que le afectaba, y también podía utilizar ese conjuro.

Alzando la mano y apuntando a la criatura, dos dardillos de fuego se lanzaron contra ella.

Afortunadamente contaban con una paladín entre sus filas. Kara había sido una de las nuevas incorporaciones del grupo y fue ella quien salvó la vida al grupo. A pesar de no disponer de símbolo sagrado propio, tomó el de Alese y lo usó para implorar la fuerza del dios de la luz. Y lo consiguió. El espíritu cantante que había frente a ellos huyó atravesando las paredes y alejándose a toda velocidad de la pelirroja. Afortunadamente habían logrado esquivar al primero de aquellos seres, pero tal y como había dicho Cyrus, ese lugar estaba plagado de ellos, y ahora había dos posibles caminos hacia donde dirigirse. La puerta de delante, por donde había huído el ser. O la puerta de la derecha. 

Antes de entrar Igor había lanzado el conjuro de invisibilidad ante los muertos vivientes tal y como tenían planeado, sin embargo, sus efectos no fueron ni mucho menos los esperados. 

Rápidamente se evidenció que su poder no era capaz de alcanzar a todo el grupo ya que al lanzarlo solo él y ocaso quedaron afectados por el conjuro.

Tras Alese, seguido de Ocaso, entró en la habitación y al igual que ella, cayó bajo el influjo de la canción, incapaz de reaccionar.

Fue Kara la que tomando prestado el símbolo de Alese hizó huir la amenaza que los había atenazado liberándoles de su influjo.

Tras ello, conjuró un símbolo sagrado de la divinidad de la paladina y se lo tendió. - Quizá pueda servirte. - le dijo.

Recuperó la respiración cuando el espíritu hacía todo lo posible por desaparecer y miró a Kara con agradecimiento. Agradecía haberla encontrado por el camino de esa dura batalla. Pero no era el momento para palabras de alabanza. Había que continuar sin perder el tiempo.

Continuemos dijo la semidragona entrando en la habitación y echando un vistazo en el interior.

Al fin esa fantasma se habia ido. Ciertamente, los paladines eran buenos cuando de eso se trataba, siempre y cuando no te persiguieran para matarle a uno.

Ella se giro hacia Alese. -¿estas bien?- Luego de su contestacion, poso una garra sobre su hombro, para calmarla, aunque fue una inconciencia de hacerlo como si fuera humana. Pero en esta forma, ella superaba en altura a Alese, con lo cual retiro la mano cuando se dio cuenta de ello, ya que podia asustarla mas.

Luego siguio a Quenya, pero sin alejarse de Alese, ella ya habia dicho y seguiria con su deber de protegerla.

Quenya optó por tomar la puerta de la derecha, no tenía ningunas ganas de seguir al ser que había huido. Parecía suficientemente fuerte como para que valiera la pena enfrentarse a él. Así que sin demorarse mucho, se dirigió hacia la siguiente habitación:

Una puerta de acero pulcramente tallado se alza al otro lado de unas escaleras, en el extremo opuesto de un corredor oscuro. Flanqueando la siguiente puerta hay dos armaduras, que se contemplan mutuamente desde sus respectivos nichos.