Partida Rol por web

Juegos internos

Prólogo: Un día cualquiera

Cargando editor
20/10/2013, 18:49
James Farrow

Ha sido un día terriblemente duro en el trabajo. Todos son gilipollas y se creen mejor que yo, pero puede que les de su merecido antes de lo que esperan. De momento, ya me han puesto de mal humor. Hoy todo el mundo parece haberse puesto de acuerdo para señalarme todas mis faltas y mis defectos, para recordarme que sigo en el mismo puto trabajo que hace 15 años, con el mismo sueldo de mierda y con el mismo mugriento coche. ¿Quiénes se han creído que son con esas miradas cargadas de prepotencia y desprecio? Podría vivir en una casa más decente, cerca del centro, pero no, a la señorona de mi esposa le gustaba esta puta mierda de casa. ¿Y quién la tiene que pagar? ¡Yo! ¿Y me lo agradece alguna vez? ¡Nunca! Siempre con esas miradas cargadas de odio, intentando poner en mi contra a mi niña. Se cree que no me doy cuenta, pero la tengo calada desde hace tiempo. Si cree que va a conseguirlo es que está loca, loca perdida.

Antes ir a casa paso por el bar a tomarme un par de cervezas. O quizás más de un par, qué más da. Todo sea para templarme un poco. Intento relajarme en mi bar favorito y un borracho plasta se sienta a mi lado, hablándome de tonterías. Me pregunta que qué me pasa, que me ve ofuscado. ¿Qué mierda significa eso? Antes de hacerle una cara nueva, le pago las bebidas a mi barman y me largo a casa. Quiero tener un día tranquilo, joder. No hay manera.

Al llegar a casa, la comida ya está lista. Qué menos. Seguro que no hace nada en todo el día. Incluso estoy seguro que intenta tener algo con el maricón del vecino, ese que se pone tan simpático al ver a MI mujer por la calle.

- Hola, ya estoy en casa –digo en un tono que, aunque yo no me doy cuenta, es muy ronco. Llevo unos días sin poder comprarle nada al capullo de Dave, mi camello, y parece que la gente lo sepa. Qué ganas tienen de tocarme las narices… Espero poder estar tranquilo en casa.

Me siento en la mesa y por el momento aún nadie me ha devuelto el saludo. Las dos están sentadas en la mesa, en completo silencio. La zorra de mi mujer come bien tranquila mientras nuestra pequeña no come nada. Las miro alternativamente. Mi mujer tiene la misma expresión de desgana que siempre tiene mientras mi hija trata de imitarla; será una buena bruja de mayor, como la zorra de su madre. Están hechas la una para la otra. Mantengo el cubierto sujeto en mi mano, observándolas. Se lanzan miradas furtivas. Estarán planeando algo a mis espaldas. Se quieren reír también de mí… Pues no lo voy a permitir.

- ¿Por qué no comes, Eli? -pregunto en un tono seco, y aguardo unos segundos a una respuesta que sé no voy a tener- ¿No es una comida digna de un paladar como el tuyo? ¿Es eso lo que te cuenta tu madre cuando no estoy en casa? –mi voz está cargada de resentimiento, sobre todo cuando miro a mi mujer al hablar- Quizás si tu padre cobrara más dinero podrías disfrutar de manjares más deliciosos, ¿eh?

Doy un puñetazo a la mesa por no hacer otra cosa; quiero terminar de comer y ver un rato la tele, si es que me dejan.

- ¡¡Pues yo también me tengo que joder malgastando el poco dinero que tengo en unas zorras desagradecidas como vosotras!! –empiezo a rugir frenéticamente- ¡¡Y me tengo que levantar cada día temprano, deslomándome por vosotras para luego no recibir ni un puto recibimiento como Dios manda al llegar a casa!! ¡¡Así que cómete lo que tienes en el puto plato si no quieres comerte una ostia!!

Mi cara se transforma, sonrojándose de mala manera por el esfuerzo de gritarlas. Mi mirada es… casi se me salen los ojos de las órbitas. Estoy lleno de rabia, de rencor, de ira contenida. Nunca se me ha dado demasiado bien comerme mis propios problemas y hoy no va a ser diferente.

Cargando editor
21/10/2013, 16:30
Marta Farrow

Cuando lo escucho entrar algo dentro de mí se da un vuelco. De joven no era así, o si lo era, yo no lo veía. ¡Oh Dios mío! ¡Qué ingenua fui! Tanto como puede serlo una niña que no conoce nada del mundo... Tanto como una niña que cree que todo son cuentos de hadas... Lo veía tan guapo, tan alto, tan fuerte... Pero el sueño se marchitó al poco de comenzar. Hoy lo único que tengo verdaderamente mío es ese pánico que me congela los huesos cada vez que lo siento cerca, cada vez que lo veo, que lo huelo, que lo toco... Que me toca...

Al menos tengo a mi niña; pero no puedo evitar temer que algún día ella se vuelva blanco de su ira... De su desprecio y de su locura... El alcohol... Ese veneno que lo pudre todo... ¿Cómo puede cambiar tanto a un hombre? ¿Cómo empieza? ¿Por qué empieza? Sin duda por mi culpa... Si le hubiera dado lo que quería, no tendría que buscarlo en el fondo de una botella, pero ahora ya es tarde para eso.

Y de repente comienzo a oír las voces... Ya ni siquiera sé lo que dice, sólo sé que está furioso y que la peor parte aun está por llegar.

Intento reaccionar pero no puedo. Intento levantarme, pero no puedo. Intento plantarle cara, pero no puedo. No puedo. No puedo y no podré jamás. Lo único que puedo hacer es reunir un poco de valor para susurrarle a mi hija:

- Preciosa, come. Por favor.

Cargando editor
21/10/2013, 22:03
Eli Farrow

La niña apenas se movía. Si lo hacia, le gritarían. Si no lo hacia, también. Era una de esas muchas situaciones en que hiciese lo que hiciese iba a hacerlo mal. Siempre era así. Tenia ganas de llevarse las manos a la cara y llorar, pero eso si que no podía hacerlo. Si llegase a intentarlo su padre iba a darle “Una verdadera razón para llorar”.

-Si padre.

Fue lo único que pudo decir la niña, luego tomo el cubierto con su delicada mano y empezó a comer. El pulso le temblaba y le costaba tragar.

En ningún momento levanto la cabeza ni aparto la mirada del plato, el solo hecho de mirar a su padre le causaba pánico. En ocasiones eso le hacia enfurecer, como todo...

Lo único que ella podía hacer era obedecer y comer. Mañana su padre se enfadaría por otra cosa, y al siguiente día por otra diferente. Siempre encontraba algo por lo que gritar, en ocasiones Elisabeth pensaba que todo eso era culpa suya, al menos eso le hacia entender él.

Cargando editor
23/10/2013, 13:51
James Farrow

Me parece increíble. Me parece… Me parece increíble. ¡En mis propias narices! ¿Cómo se atreve? Marta le susurra a mi hija que coma, como si le estuviera dando permiso, y es entonces cuando ella come. Están conspirando contra mí, lo estoy viendo cada vez más claro. Tengo que hacer algo antes de que se hagan con el control, con mi autoridad. No lo pienso permitir. Me lo deben. Me lo deben, porque yo eché a perder toda mi vida por ellas. Así que me lo deben. Qué menos.

Repentinamente, me pongo en pie, apoyando los nudillos sobre la mesa y echándome encima de mi mujer. Tiene que notar claramente mi excesivo aliento a alcohol y mis nervios, a punto de estallar.

Le susurro, tratando de imitar a su anterior susurro:

- Sé lo que estás tramando, zorra, y no te lo pienso permitir. Aquí mando yo, ¿lo entiendes? –de un manotazo tiro su plato contra la pared del fondo- ¡¿Lo entiendes?! ¡¡Es MI casa y mando YO!! –tras rugir nuevamente, ahora es el turno de echar mi plato a volar, y acto seguido el plato de Eli- Si tanto os cuesta comer, nadie comerá. ¡A la mierda todo!

Me doy la vuelta y aparto de una patada la silla en la que estaba sentado. ¡Es alucinante! Actúan como si acaso les hubiese envenenado la comida. Putas desagradecidas… Voy a por una cerveza y ver un rato la TV. Con suerte podré echar una cabezadita tranquilo. Aunque quizás a mi mujer se le ocurre limpiar los platos justo cuando me quedo dormido, como siempre. ¿Qué le habré hecho yo para que me odie tanto? Yo que lo he dado todo por ella.

Por ellas…

Cargando editor
24/10/2013, 12:09
Marta Farrow

Hace un tiempo, habria reaccionado de otro modo ante la explosión de cólera de mi marido -¿Debo seguir llamándole marido? Hace tanto tiempo que no se comporta como tal...-; ahora, lo único que intento es contener las lágrimas y el tempblor de todo mi cuerpo hasta que su voz deje de rasgar mi tímpano. Me quedo mirando a la mesa, y me estremezco brevemente con el sonido (crack) de los (crack) tres platos (crack) rotos.

Una nube de alivio me recorre cuando la fetidez alcohólica de su aliento se aleja en dirección al sofá. Pero, como efecto de esa extraña anestesia que domina mis sentidos, tardo un par de segundos en reaccionar. Lo primero es Eli, la miro un breve instante de tiempo, que se me antoja sin embargo tan largo como la eternidad. Nuestras expresiones hieráticas parecen decir lo mismo, o no decir nada, la verdad es que ya no lo sé. No sé que pasa por la mente de mi hija. La quiero mucho, pero nunca hablo con ella; está tan encerrada en sí misma como yo lo estoy en mí.

Cuando transcurre ese instante, me levanto finalmente y, tratando de mantener el mayor silencio posible, comienzo a recoger los trozos de platos rotos. Esta vajilla fue un regalo, no sé si de bodas o de qué, pero fue un regalo. Un regalo de alguien que creía que la cerámica blanca con filigranas azules presenciaría escenas felices, escenas agradables y hermosas. En lugar de eso, los platos han muerto cerca de la puerta del infierno.

Cargando editor
25/10/2013, 09:10
Director

Notas de juego

Estupendo. Ahora, que Fernando escriba su último post con una última reflexión/acción (por ejemplo, podría encerrarse en su cuarto, echarse a llorar y lamentarse de su mala suerte... y de repente oir que llaman con fuerza a su puerta), y seguidamente yo plantearé la transición al momento presente.

Cargando editor
25/10/2013, 12:27
Eli Farrow

La niña pequeña se quedo quieta mientras ocurría todo, miraba fijamente al plato que estaba tirado en el suelo y no conseguía levantar la cabeza. Era mejor así, si le llegaba algo a ella prefería no verlo venir.

Fuera las voces de su padre sonaban a lo lejos, como si estuviese debajo del agua. Su mente intentaba huir ya que su cuerpo jamas podría hacerlo.

Simplemente espera, como siempre. Se queda allí sin poder hacer nada suplicando a dios que él la ignore, esperando que siempre sea así. Luego siempre se va y parece olvidarlo como si nada de eso le importase realmente.

Eli espera a que su madre se levante, a ella parece que no le importa esto. Ella siempre se deja, se deja todo. Deja que padre le grite, que le pegue, que... Deja todo. Desde su cuarto Eli escucha como todas las noches su padre le pega a su madre, y sabe que es lo que pasa. Cuando era pequeña no lo sabía, pero ahora... Ahora es diferente, ahora lo entiende. Y tiene miedo de que eso pueda pasarle a ella. Por que sabe que si ocurre, no puede hacer nada para impedirlo.

Mientras su madre ordena el caos que han dejado los platos la niña se va andando hasta su cuarto. Intenta no pasar por el salón, si hiciese falta se quedaría en la calle esperando a que su padre se fuese para cruzar por allí.

Cierra la puerta de su habitación, se quita la blusa y se mete bajo sus sabanas. Le encantaría dormirse hasta que los problemas desapareciesen. Pero por mas que dormía, al levantarse siempre los encontraba de nuevo.

Esperando por ella.

Cargando editor
25/10/2013, 17:00
Doctor Robert Moore

Elisabeth, ¿estás bien? —La voz del doctor Moore aparta de pronto tus recuerdos, devolviéndote súbitamente a la realidad, a la terapia de esta lluviosa tarde. No tienes idea del tiempo que has estado ausente, aunque para tu alivio, cuando Moore habla de nuevo, puedes constatar que lo que ha sido un mal rato en tu mente solo ha transcurrido en un instante real—. Estaba diciendo que únicamente tenéis que aprender a confiar en vosotros mismos, y algo muy importante también: hace mucho tiempo, antes de que sucediese lo que sea que os haya conducido finalmente hasta aquí, sabíais cómo confiar en los demás. Sé que es difícil, pero es la única manera. Por ello, resulta extremadamente beneficioso hablar. ¿Cuántas veces no hemos contado nuestros problemas a los demás por no importunarlos? ¿Cuántas veces no hemos preguntado por las penas ajenas ante el temor a parecer entrometidos? Y de esta forma tan sencilla se crea un círculo vicioso, esa barrera de la que hablaba, tan difícil de romper, y que no solo os afecta a vosotros, sino a una inmensa proporción de la humanidad. En resumidas cuentas... nos aislamos nosotros mismos.

Un oportuno y deslumbrante relámpago, seguido casi inmediatamente por su ensordecedor trueno, concede al doctor Moore un instante de pausa, y a vosotros algo de tiempo para reflexionar sobre sus palabras.

Todos vosotros estáis deseando hablar de lo que estáis pasando. Todos vosotros estáis deseando escuchar al resto —Hace un gesto con las manos—. No es necesario que comentéis cosas que todavía no os sintáis preparados para decir. Simplemente, contad cómo os sentís, qué os pasa por la cabeza, qué necesitáis mejorar en vuestra vida, porque en pocos lugares más podréis hacerlo, y además tenéis el privilegio de que seréis escuchados por personas que os comprenderán mejor que nadie. Así que, ahora que creo que hemos logrado establecer una base y que todos nos entendemos... adelante. ¿Quién será el primero?

Notas de juego

Dadme un poco de cuerda, anda... No prosigáis en vuestro mutismo. Yo he estado en una terapia de grupo, y por experiencia os puedo decir que hay mucha necesidad de hablar, aunque en esta etapa nunca se cuenta nada muy íntimo, sino más bien sensaciones vagas, como: «Llevo mucho tiempo sintiéndome triste, y me doy cuenta de que estoy solo. Tal vez aquí haya gente que se sienta igual...», y cosas por el estilo. En resumidas cuentas: sí el qué, no el porqué. Aunque sois libres de contar lo que queráis, claro; hay gente con dosis increíbles de incontinencia verbal...

Por cierto, ya tenéis el control de vuestros personajes, y podéis postear cuando queráis ;)

Cargando editor
25/10/2013, 22:50
Pierce Logan

Miro a la chica de cristal, con la mirada absorta hasta que la mirada del sobresesos la trae de vuelta al mundo de los vivos. Eso me hace plantearme si realmente estamos vivos, o somos zombis sin rumbo en un mundo de pesadilla, viniendo a confluir en justo en este punto del cosmos.

Siento un escalofrío helado en mi nuca, que se me eriza la piel y se me tensan los músculos del cuello. El animal ruge dentro de mí, me avisa de un peligro que no sabe focalizar, pero que, no obstante, está ahí. Y me señala a la chica con pinta de radical.

No obstante, conozco a mi animal interior, el pit bull rugiente que me deja sordo cuando ladra. Y sé que su intranquilidad, su alarma, no es más que porque no sabe confirmar en qué circunstancias nos conocimos esa chica y yo.

¡Joder, si hasta su puto olor corporal me resulta familiar!”, pienso.

Recorro con la mirada la estancia, nos veo en conjunto, como en un cuadro, pienso en La Balsa de “La Medusa” y en su horrible historia, y pienso que nos viene… ni que pintado.

Carraspeo un instante antes de hablar.

-Mire, doc, no es por joderle –empiezo (y mal, para variar)-, pero me temo que discrepo enormemente con usted. Dice que hemos asentado una base, pero ¿qué base, si ni siquiera hemos sido capaces de decir por qué estamos realmente aquí? Me temo que ahora mismo somos como bebés y que usted tiene que guiarnos por el camino un rato más antes de comenzar a andar solos… o hablar solos, en este caso. Aquí hay más rabia y miedo que ganas de hablar, doc.

Cargando editor
26/10/2013, 00:10
Bill Törnqvist

Asisto divertido a la irreverente intervención del amigo Pierce. Es pura rabia contenida. En mi mente, fantaseo con la imagen de su afeitada cabeza enrojeciéndose e hinchándose hasta estallar, y no puedo evitar soltar una risita ahogada. Desde luego, no parece costarle mucho hablar, por más que se empeñe en afirmar lo contrario. Pero comunicar... ah, eso es otra cosa. Qué fácil es escudarse en la ira para esquivar aquello a lo que no queremos enfrentarnos. «La ira es el disfraz de la tristeza». ¿Quién me lo dijo? ¿Mi otro psiquiatra, tal vez? Qué más da. Me he cansado de estar callado.

—Bueno, es evidente que si estamos aquí es porque estamos jodidos. Unos más, otros no tanto. —Me giro para mirar a mis compañeros con una extraña mueca—. ¿Me equivoco? A mí por ejemplo me cuesta mucho levantarme por las mañanas. En realidad, me cuesta mucho hacer cualquier cosa. Me falta la energía. Si no fuese por mi hermana, que vive conmigo, tendría la casa hecha una mierda. Desde hace tiempo, siento que nada me entusiasma, que las cosas que antes me interesaban han perdido su interés. Bueno, voy a una escuela de arte. Antes pintaba —Mis ojos se iluminan momentáneamente, antes de volver a perder su brillo, mirando a un lugar distante y mejor: el pasado—. Pero ahora solo hago garabatos junto a un montón de gente entre la que me siento un extraño. Como piezas de un rompecabezas que no encajan por mucho que las aprietes. —Hago una pausa. Todos están en silencio. Tal vez yo también debería callarme, pero por alguna extraña razón, sigo hablando—. En fin, luego están los otros síntomas. Ya tiene mi historial, así que... Pero bueno, con la medicación están bastante controlados.

Acabo mi discurso con tanta brusquedad como lo he iniciado. Sorbo por la nariz y me rasco las uñas, tratando de desprender las manchas de pintura.

Cargando editor
26/10/2013, 17:22
Kimberly Richmond

A la muchacha sin nombre parece que la charla del Doctor Moore le ha hecho dormir despierta o quizás es que se queda absorta constantemente. No lo sé, pero aun así Moore no se rinde y sigue chinchando al personal para que hablemos. ¿Qué le hace pensar que quiero contarle algo más que no esté en el informe? Si digo algo será para repetir lo mismo que repito en cada consulta, una vez tras otra, tras otra, tras otra…

Afortunadamente, quien rompe nuestro mutismo grupal es el poli, Pierce. Suerte que me he sentado lejos, está a punto de echar espuma por la boca; aún así parece que estoy a salvo de ser señalada. No estoy segura pero no creo que me haya reconocido. Diría que es él, pero no sé… En resumidas cuentas le dice al doctor que es su primera vez en la consulta de un loquero.

“Pobrecito…”, pienso con gran sarcasmo, dibujando una escueta sonrisilla un tanto cruel.

Quién se anima seguidamente a hablar es el tipo raro. El joven no, el otro. Bill, creo que dijo llamarse. Revela que es todo un veterano en las consultas y que sigue sin mejorar. Supongo que el primer paso para mejorar sería desearlo, pero al menos en mi caso…

“¿Me lo merezco? Puede que sea poca condena, pero se acerca a lo que me merezco” pienso un tanto resignada. Debo ser la reina de la autocompasión.

Observo la expresión de Moore. No se puede quejar, ya ha conseguido hacer hablar a un par. ¿Qué será lo próximo? ¿Que le demos dinero a cambio de drogas? Oh, espera, eso ya entra dentro del precio.

- A mí lo que me cuesta es dormir. Por más que lo intente yo... No puedo –digo en un tono de voz un tanto apagado. Me escurro un poco hacia adelante en la silla para acomodarme en ella y miro a los dos que han hablado antes para añadir, mirando esta vez al doctor- Mi querida madre necesita un lavado de conciencia y me paga estas sesiones. ¿Por qué vengo si no lo ha elegido?, quizás os preguntéis… -y me quedo unos segundos pensando la respuesta, como si la pregunta me resultara nueva- Supongo que intento lavar la mía también. Qué sé yo… No es la primera consulta a la que voy y sospecho que no será la última.

Resoplo y me aparto todo el pelo hacia un lado con la mano. Aún sigue mojado, pero al menos en la consulta se está bien. Mejor que fuera. Fuera siempre hace frío.

Cargando editor
26/10/2013, 19:11
Eli Farrow

Elisabeth se llevo una mano a la cabeza como cuando alguien tiene fiebre, se seco unas gotas de sudor frío que habían surgido de un momento para otro. Sin avisar.

Tomo aire y dejo escapar un suspiro mientras se relajaba un poco. No tenía por que temer nada, allí dentro estaba seguro. Para eso había ido allí. Para eso se había levantado hoy de su cama, para eso había atravesado media ciudad caminando bajo la lluvia...

-Yo... -De nuevo la voz de la chica sonaba tremendamente fina, era como si una pequeña bailarina de ballet encerrada en una caja acabase de aprender a hablar- No se ni como me siento...

La niña se llevo una mano a la cabeza y aparto su pelo para poder mirar directamente al doctor Moore, tenia los ojos un poco humedecidos, como si estuviese a punto de estallar en un llanto infantil. Sin duda el simple hecho de hablar le costaba bastante mas de lo que intentaba aparentar.

-Tengo problemas para... Relacionarme con la gente. Pensé que esto podría ayudarme...

Eli se quedo un rato mirando al Doctor, no era capaz de desviar la atención y mirar a sus compañeros, casi se podía decir que tenia miedo de ver sus expresiones. Probablemente estarían riéndose de los miedos infantiles de una niña como ella, maldiciendo por lo bajo que estuviese allí robandole al doctor ese tiempo tan preciado que tenia que dedicarles a sus problemas. Problemas de verdad.

Tenía ganas de salir corriendo de allí y no volver a verlos nunca mas. Sus caras le recordaban que no valía nada y probablemente nunca iba a conseguir lograr nada en la vida.

Como le pasaba con todo el mundo.

Después de unos segundos termino por apartar la mirada y se enfresco observado la habitación mientras intentaba no posar sus ojos en ninguno de los integrantes de tan amena velada.

Cargando editor
28/10/2013, 16:36
Luke LaPonte

Escucho atentamente a cada uno de mis compañeros de terapia. Especialmente a Eli. Parece realmente desvalida y uno tendría que ser un psicópata totalmente carente de empatía para no notarlo. A esa chica la devora el miedo.

El mismo miedo que devora a todos, por lo que veo. El miedo que intenta resguardarse tras una falsa máscara de dureza, rudeza, o desapasionado nihilismo. Al fin y al cabo, efectivamente, no somos tan distintos. Todos somos prisioneros de nuestro miedo, todos tenemos fantasmas que nos persiguen, y todos, sobre todo, tenemos miedo de que esos fantasmas nos alcancen y finalmente nos devoren.

- En mi caso... Como ya dije, he tomado una decisión sobre qué hacer a continuación. Puede decirse que estoy aquí para confirmar si he tomado la decisión correcta. Yo no tengo problemas para dormir ni para levantarme. E cuanto a relacionarme con la gente... Bueno... Siempre he sido un poco tímido. Supongo que cada uno es como es. Mi problema es otro. Se trata de un recuerdo. Un recuerdo que necesito que desaparezca.

Cuando termino de hablar me doy cuenta de que no he mirado a nadie. No he apartado la vista del suelo. Ni un segundo.

Cargando editor
29/10/2013, 11:14
Doctor Robert Moore

El doctor Moore se queda unos segundos en silencio, como esperando respetuosamente a que estés seguro de que no deseas continuar hablando. Cuando está claro que has terminado, empieza a hablar con tacto:

Me alegro de que hayas tomado una decisión. La mayoría de las personas que están en una situación lo bastante desestabilizadora como para acudir a una sesión de psicoterapia no lo tienen tan claro. Sin embargo, debo preguntarte una cosa: ese recuerdo del que hablas, ¿por qué deseas olvidarlo? No me cabe la menor duda de que se trata de un recuerdo doloroso, pero enterrarlo no es la solución. Nunca lo es. Si olvidas algo que te duele, nunca estarás preparado para cuando regrese... —Suspira—. Si deseas retomar el rumbo de tu vida, lo que has de hacer es concentrarte en ella, no tratar de oponerte diametralmente o, peor aún, ignorar u olvidar cualquier problema o mala experiencia que hayas tenido. Tan sencillo y tan complicado como suena; en el momento en que consigas construir una vida que te llene y que pese más que esos malos momentos, podrás enfrentarte a tu recuerdo sin dolor —Se gira hacia el resto de vosotros—. Y eso, señores, vale para todos. La palabra clave es «aceptación». Seguid adelante. Cuando estáis resfriados tenéis que seguir yendo a trabajar igualmente, ¿no es así? Si os concentráis en vuestro trabajo, intentando hacerlo lo mejor posible y aceptando que tenéis un catarro, os sorprenderéis de la rapidez con la que puede llegar a curarse...

Sin embargo, Luke, hace unos segundos que ya no estabas prestando atención a Moore, y te has perdido sus últimas palabras, que desaparecen tragadas por la niebla de aquella mañana de verano de hace dos años. El sonido del motor del coche mientras tu intentabas adivinar la forma de los árboles que, como fantasmas, se dibujaban como meras siluetas a ambos lados de la carretera serpenteante...

Notas de juego

Se avecina retrospectiva. Vamos a ver un pequeño fragmento del pasado de Luke, pero esta vez incluiré a casi todos los jugadores (Fernando, como tú ya has tenido bastante protagonismo y además eres bastante más paciente con el ritmo que algún otro... no miro a nadie... te quedarás comiendo palomitas). ¿Hace? Por favor, no posteéis hasta que tenga la secuencia preparada.

Cargando editor
29/10/2013, 14:49
Director

El coche gira otra curva cerrada, circulando a una velocidad moderada por la enrevesada carretera. Este es tu primer verano como universitario, y tus padres han decidido que os fuéseis todos de vacaciones a un bonito pueblo en las montañas, un «remanso de paz» al que por lo visto ya hacían sus escapadas cuando eran jóvenes. Ni siquiera te acuerdas del nombre del pueblo. No es que te importe demasiado, la verdad; a fin de cuentas, lo más seguro es que te pases la mayor parte del tiempo encerrado en tu cuarto, enfrascado en la lectura de alguno de los libros con los que has llenado tu maleta, o charlando animadamente con tu hermana, «de vuestras cosas», como soléis decir a los entrometidos que intentan entrar en vuestro mundo. La miras, sentada a tu lado, y ves que tiene los ojos clavados en ti. Entonces sonríe y se gira para mirar por su ventanilla. Tú sonríes y haces lo mismo. ¿Cómo lo consigue? Siempre sabe lo que pasa por tu mente. A veces te preguntas si realmente es necesario hablar con ella para comunicaros. Vuestros padres parecen ajenos a ello: él conduce mientras ella consulta ocasionalmente algún mapa. La clásica estampa familiar. Tus ojos se concentran en los árboles que pasan sigilosos ante ellos, apenas visibles entre la niebla. Es curioso... Parece que está empezando a lloviznar. ¿Niebla y lluvia al mismo tiempo? Bastante infrecuente; has leído en alguna parte que dicho fenómeno climatológico es más frecuente en el Pacífico, y que con todo y con eso los japoneses le dan una connotación mística. Interesante...

Notas de juego

Esperarsus a que reparta los personajes y explique el objetivo de la escena...

Cargando editor
29/10/2013, 14:57
Director

Notas de juego

De acuerdo, muchachos. El propósito de esta escena es retratar a una familia feliz, dentro de lo realista; han pasado por problemas, como todas las familias, pero son una de esas pocas que han logrado resistirlos si perder su unión. Además, sería interesante poner de relieve la relación tan estrecha e inusual entre los gemelos LaPonte. Todo ello intentando mantener las cosas breves (aunque no os preocupéis, porque esta escena terminrá de manera bastante inesperada).

Carles, tú serás Bella, la hermana gemela de Luke. Javi, tú interpretarás al señor LaPonte, el padre de Luke y Bella. Y por último (aunque no por ello menos importante), Mise, tú eres la señora LaPonte, la amorosa madre de los gemelos.

¿Listos? Vamos a darle caña, chicos.

Cargando editor
29/10/2013, 22:59
Bella LaPonte

Con la cabeza apoyada en el cristal de la ventanilla, siento la vibración del coche recorrer todos los huesos de mi cuerpo. Es una sensación reconfortante y adormecedora, pero por alguna razón, hoy estoy más despierta que nunca. Veo los árboles pasar, poco más que siluetas desdibujadas en un lienzo frío y gris.

—¿Y bien? —Rompo el silencio de repente—. ¿Te has asegurado de coger libros suficientes como para estar bien ocupado todas las vacaciones?

Viendo que Luke no me contesta, vuelvo a guardar silencio. No sé por qué lo hago; a veces me apetece ser sarcástica sin ningún motivo, aunque luego no tenga la intención de seguir con la broma. En el fondo, admiro el amor fiel que siente mi hermano por la lectura. Hay quien piensa que es un bicho raro, que los libros lo hacen sentirse superior, o que se refugia en ellos para no tratar con las personas. Después, esas mismas personas se dedican a aficiones mucho menos aconsejables, como reventarse el hígado a base de beber alcohol o coleccionar enfermedades de transmisión sexual. No, hermanito, tú no eres raro, eres especial, único. Y si solo yo soy capaz de ver eso... al cuerno con el resto del mundo.

—No puedo evitarlo —declaro, más pensando en voz alta que intentando iniciar una conversación—. Los días de niebla, como hoy, me pregunto si el mundo no se habrá esfumado más allá de esa cortina impenetrable. Si no habrá un abismo esperándonos, como una garganta hambrienta... —pongo los ojos en blanco, imaginándome la escena—... a tan solo unos metros de nosotros. Si el mundo que contemplamos cuando hace sol no será más que una ilusión, y la verdad nos observa con ojos llenos de odio desde el otro lado de la bruma.

Me vuelvo hacia mi hermano con expresión seria, intentando comprobar si está pensando en lo que acabo de decir o si, por el contrario, está tan absorto mirando el paisaje como lo estaba yo misma hace tan solo un instante.

—No, supongo que no —concluyo con una sonrisa.

Cargando editor
30/10/2013, 09:24
Luke LaPonte

Sonrío ante los pensamientos de mi hermana.

- No Bella, claro que no. Los únicos ojos llenos de odio que puede haber más allá de la bruma son los de otras personas. Quiero decir, que el único odio que puebla el mundo es el que siembran los seres humanos; siempre ha sido así.

Al terminar esa frase levanto el grueso libro que sostenía en el regazo, "La Gran Guerra, 1914-1918", y lo balanceo delante de mi hermana.

- ¿Te parece esto suficiente material para las vacaciones? Se trata de una lectura apasionante, sus 400 páginas pasan más rápido que un suspiro. Como te decía, un ejemplo fascinante de lo que se esconde tras la bruma se relata en este libro. Más concretamente en el capítulo dedicado a la batalla de Galípoli: Los británicos, muy seguros de ellos mismos, idearon el plan de desembarcar en la playa para capturar las posiciones que habían decidido. El asunto fue mal desde el principio, ya que varios barcos se hundieron a causa de las minas que los otomanos habían colocado previamente. Como ese aviso no fue suficiente para el Alto Mando británico, no cejaron en su empeño; en cambio, decidieron desembarcar en una franja de playa mucho más ancha para evitar "daños concentrados". Los otomanos, lógicamente, habían tomado nota de que las minas habían hecho su efecto, por lo que se posicionaron a la defensiva para recibir a los británicos, ocultándose en el terreno y en la bruma. Cuando los soldados de Albión desembarcaron finalmente, unos 70000 en la primera oleada, los otomanos los masacraron.

Hago una pequeña pausa para tomar aire, mientras presto atencion a los gestos de mi hermana.

- Se ve que siguieron sin darse por enterados, puesto que repitieron la maniobra una y otra vez. El saldo final fue de 250000 soldados británicos muertos. ¿Comprendes lo que te quiero decir hermana? La bruma sólo estaba allí porque amanecía cerca del mar. El verdadero peligro no era la bruma, ni la naturaleza que la levantaba. Los verdaderos lobos eran los que apretaban el gatillo, y los que una y otra vez se arrojaban a las balas.

Cargando editor
30/10/2013, 20:39
Señora LaPonte

Al fin un poco de tranquilidad. Nos alejamos de los problemas que tenemos en pagar la hipoteca, la universidad de los niños, la reparación de la caldera y de la rutina. Casi nos quedamos sin vacaciones este año, pero prefiero hacerlas en plan low-cost que quedarnos sin. ¿Y qué mejor lugar que ir a donde íbamos mi marido y yo cuándo éramos jóvenes? Recordar viejos tiempos, que los niños disfruten del lugar ahora que son mayores y así hacemos algo en familia, que llevamos una temporada todos ocupados y nos dedicamos poco tiempo.

Inevitablemente miro a mi marido y sonrío. Está tan concentrado…

“Me encanta cuando se le ve así de concentrado, con sus gafas, sus ya crecientes canas… Todo un tipo interesante”,  sonrío ampliamente pensando en todo ello. Sigue siendo el mismo chico interesante del que me enamoré hace ya muchos años. Más cascarrabias pero en esencia el mismo.

Saco de la guantera el mapa. La niebla nos rodea y es imposible casi distinguir si estamos en la playa o en la montaña.

- ¿Estamos cerca de la salida 9? –le pregunto a mi marido. Le doy vueltas y vueltas al mapa mientras trato de orientarme. De fondo, los niños siguen charlando de sus cosas. Los “niños”… Luke me saca una cabeza y Bella lo mismo, ya no tienen nada de niños. Además, ambos estudian ya en la universidad y seguro que pronto se quieren independizar, pero es que siempre van a seguir siendo mis niños, mis adorables gemelos, pasen los años que pasen.

- Me parece que tendríamos que parar y preguntar a alguien… -insisto tras no distinguir apenas los carteles por los que pasamos de largo.

Cargando editor
31/10/2013, 15:03
Señor LaPonte

No es niebla, sino una masa densa, palpable, adherente, que no nos deja avanzar. En ocasiones me tengo que incorporar y adelantar la cabeza para ver el asfalto por delante del morro que va siendo devorado por la marcha del vehículo. De vez en cuando aparece un punto de claridad que se va ampliando y, por último, se intensifica durante apenas un segundo antes de que aparezca un coche en sentido contrario.

Espero que no venga ningún despistado de frente”, pienso.

Un escalofrío recorre mi espalda. Miro de soslayo a mi mujer, pienso en lo hermosa que es, en lo que la quiero, y en que, pese al tiempo que ha pasado, aún se me corta el aliento cuando la veo dormir, en la ducha o simplemente cuando se le resbala la tiranta del sostén sobre el hombro.

Echo un vistazo por el retrovisor a mis hijos. ¡Dios, qué rápido han crecido! O sería mejor decir cuánto tiempo no he pasado con ellos, siempre trabajando, tratando de arañar un dólar más para que no falte comida en casa, ropa con la que vestirse, y que sus únicos desvelos sean por los exámenes que vienen. Los quiero tanto y estoy tan orgulloso de ellos que no puedo ni respirar cuando lo pienso.

Me he esforzado tanto, he cometido tantos errores, y he dejado tanto atrás.

Me sorprendo escuchando la radio. Suena “Cats inthe Craddle” en versión de Ugly Kid Joe, no el original de Harry Chapin. Parece que la lacrimógena letra me está describiendo a mí, mi vida, mis circunstancias,…

No, no quiero ese legado para mis hijos.

Pero tengo que esforzarme un poco más, dejarlo todo atado para poder retirarme pronto y disfrutar algunos años de mis hijos y de mi mujer, como cuando éramos novios y no nos preocupaba nada más que contar las horas hasta poder vernos la siguiente vez.

-No te preocupes, cariño. Estamos a punto de llegar –le digo a mi mujer.

A mi cabeza acuden en tropel, una vez más, todas las preocupaciones mundanas de las que estamos tratando de escapar, y aparecen mis pecados, nuevamente.

Hice lo que no debí, no hice lo que debía, y lo pagaré… Sé que será un precio muy alto, pero espero que no sea a costa de los que quiero, ni con mi alma.

Espero que no ellos.

Todo desaparece a mi alrededor, salvo mis pensamientos, que se vuelven tangibles y densos, y la niebla que lo envuelve todo. En la radio ha comenzado a sonar “Say It Ain’t So You”, el original de Murray Head.

Mi cuerpo se hiela por momentos pensando en lo terriblemente parecido que soy al protagonista de la canción y en que no querría verme en esa misma situación con mis hijos, suplicándome para que les mienta una verdad, cuando la verdad es una mentira.

Tengo un nudo en la garganta. Se me llenan los ojos de lágrimas. Me digo que tengo que dejarlo todo atrás, que estos días son para la familia, para disfrutar con unos bebés que ahora son adultos, para retrotraernos a cuando mi mujer se parecía a Janis Joplin y yo era un enclenque fibroso como Bruce Lee y Vietnam se acababa de convertir en un eco en el tiempo…

Tengo que vivir mi ahora.

Con ellos.