Partida Rol por web

Al oír la voz tras su espalda se medio giró mientras su pie continuaba su trabajo, rascando el dibujo de forma insistente hasta que saltara.

-Uy, ¿por qué te crees que me he puesto a borrarlo?- le contestó con una media sonrisa socarrona. Podía no entender mucho sobre el tema de la magia, pero sabía que los círculos mágicos servían para activar cosas. Y si el dibujo no estaba completo, no funcionaría.

En vistas de que el tipo no se pasaba únicamente para alarmarse, sino que estaba dispuesto a luchar, Eira hizo lo propio y se preparó para la pelea.

El enfurecido Acólito atacó. Eira bloqueó el golpe con su escudo a la vez que trazaba un arco con la espada hacia atrás. Clavó bien los pies en el suelo y contraatacó, imprimiendo el arma con la fuerza de todos los músculos de su cuerpo, dando un potentísimo tajo horizonal.

El acólito no tuvo oportunidad. El tajo le partió en dos a la altura del pecho. Murió antes de que su torso tocara el suelo. La sangre salpicó por doquier, manchando a la paladín.

Tal fue la fuerza con la que atacó que la misa espada salió volando varios metros, hasta golpear contra una pared. Por suerte, no llegó a clavarse

Sacó un pañuelo de seda blanco, impoluto, para limpiarse primero la sangre que había salpicado su cara y después lo pasó por parte de la armadura. -Lástima- miró el trozo de tela con pena. Había sido bonito, pero ahora no era más que basura.

Fue hacia el lugar en el que su espada había chocado con la pared y caído al suelo. Debía recogerla para no quedar desarmada. Igual ese ataque debía haberlo hecho con ambas manos para que no se le escapara y volara de aquella forma...

Con otro miembro de la secta eliminado y parte del círculo deshecho, Eira fue hacia la salida de la sala. Debía seguir avanzando.

Eria siguió avanzando por las ruinas. Bajo por una serie de rampas de poca inclinación. Una tras otra hasta llegar a una sala llena de cuerpos muerto. 

Entre todos los cadáveres, se alzaba una figura bastante portentosa, empuñando un hacha y una segunda en el cinto. Nada más y nada menos que Ubbe.

-Bien. Al fin llegas-

Se dirige hacia Eira, pudiendo ver que Ubbe ha recibido alguna que otra herida. 

-Pero te has perdido toda la diversión. Ha sido increíble. Iba yo andando tan tranquilo por un pasillo oscuro cuando de repente me caí por un tobogán. Aterrice en esta habitación llena de muertos vivientes... Debía de haber como veinte o así. Ha sido una gran pelea. Pero dejemos de hablar de mi. ¿Que has encontrado tú?

El camino no era difícil de seguir. De vez en cuando observaba a su alrededor por si había indicios de alguna posible trampa oculta, como un peldaño sobresaliendo o alguna muesca en la pared por las que pudiesen ensartar a quienes pasaran por allí con palos afilados.

Tras su recorrido descendente, llegó finalmente a otra sala. Una montaña de muertos vivientes se encontraba allí. Eira lanzó una pequeña exclamación y se puso en guardia. Parecían un montón. Y además, en su cima se encontraba... -¿Ubbe?- preguntó extrañada mientras bajaba un poco el escudo. Volvió a mirar a su alrededor, comprendiendo que esos muertos ya no se iban a levantar. Además, en vistas de que el bárbaro parecía bastante desenfadado y presentaba algunas heridas, comenzó a hacerse una idea de lo ocurrido en el lugar.

-¿Cómo has llegado hasta aquí?- preguntó mientras se acercaba. Seguía con la espada desenvainada por si algún muerto optaba por moverse un ápice siquiera.

Tras escuchar su relato, Eira tomó una pose algo más desenfadada, posando una mano en su cadera y ladeando la misma hacia el lado contrario. -O sea, que has sido tan zopenco de caer en una trampa que te ha llevado hasta aquí- aclaró la historia del bárbaro para que sonase menos heroica y formidable. ¡El solo contra tantos muertos vivientes! ¡Eso sí que habría sido digno de ver!

-Yo he encontrado esto- le tendió el collar que había saqueado de uno de los cadáveres. -El otro llevaba el mismo símbolo, también estaba en los estandartes... He luchado contra zombies y esqueletos, contra varios acólitos- mejor exagerarlo un poco, ¿no? -Ah, y me he topado con una habitación de lo más curiosa. No sé si realizaban sacrificios o simplemente extirpaban órganos, pero habían varios cuerpos abiertos en canal. Allí estaban los estandartes que te he mencionado. También he borrado parte de un círculo de los que dibujan los magos. No sé lo que haría, pero ahora no funcionará.

Se tomó su tiempo para valorar la situación en la que se encontraban y comprender algo más. -¿Has acabado con el antiguo miembro del Círculo?

Cogió el medallón que Eira le mostró para verlo más de cerca. Arqueó una ceja y puso cara de no saber que estaba mirando. 

-Ni idea- Se lo devolvió a la paladín. Efectivamente, no sabía que estaba mirando. -Pero guárdalo bien. Sin duda al Rector le interesará- 

Zombies, esqueletos y sectarios. Eira había estado igual de entretenida. Aunque Ubbe no se había encontrado con ningún sectario, tan solo con muertos vivientes de ambos tipos. 

-Y... ¿Con cuantos has acabado?- Preguntó en relación a miembros del culto. -Recuerda que son un total de seis. El nigromante y cinco acólitos. Y nos cargamos a dos al entrar- Tal vez, tan solo les faltaba el pez gordo por pescar...

Volvió a guardar el medallón en uno de sus bolsillos.

-Pues...- se quedó pensativa unos segundos. Sin contar con los no-muertos con los que había acabado daba un total de, -tres. He acabado con tres sectarios- y si contaban con los dos que guardaban la entrada de las ruinas. -¡Entonces nos queda solo el mago del Círculo!- completó sus pensamientos con cierta exaltación. Estaba contenta, pero también temía que al verse solo, pudiese darse a la fuga.

-Vamos- instó. El bárbaro debía apañarse para bajar de la montaña de muertos, porque Eira no pensaba acercarse más. Lo que sí hizo fue deshacer sus pasos para volver por el lugar por el que había descendido. Sabía que le quedaban lugares que inspeccionar, y debían darse prisa.

Junto con Ubbe, Eira volvió sobre sus pasos hasta la sala donde había borrado el circulo y matado al último de los sectarios.

Allí, pudo ver en la pared de enfrente una puerta que antes le había pasado desapercibida. Al cruzarla, pudo ver que el camino se dividía en un total de tres. Uno a la derecha, otro a la izquierda, y el último seguía recto, bajando unas escaleras.

Volvieron sobre los pasos de la paladín y llegaron a la sala donde continuaba el cuerpo del acólito partido por la mitad. Aunque no dijo palabra alguna, se notaba cómo Eira emanaba orgullo por su forma de respirar, de moverse y su postura. No había sido hasta ese momento que se dio cuenta de que había otra puerta junto a las escaleras que había descendido.

Se dirigió a ella y la abrió. Al cruzarla pudo ver que lo que se encontraba ante ellos era una división del pasillo en tres partes.

-Lo mejor será volvernos a separar- propuso con cierta inseguridad. Si el único que quedaba en pie era el mago del Círculo, probablemente sería un enemigo de armas tomar. Por ello tenía dudas de salir victoriosa en caso de toparse a solas con él. -Iré por la de la derecha-. No había tiempo de estar dubitativa. Eira cruzó la puerta sin contemplaciones.

El bárbaro asintió con la cabeza, accediendo a la idea de Eira. 

-Si tienes problemas, grita y acudo- Le dijo. -Ya sabes, uno de esos gritos agudos que dais las pijas remilgadas cuando un veis una mosca revolotear por vuestras alcobas de terciopelo- 

Una vez soltada la perla, Ubbe saló por patas antes de que la paladín pudiera contestar.

Ubbe se largó corriendo por su pasillo.

Antes los ojos de Eira, el pasillo que se abría hacia la derecha llevaba a una sala más acomodada que lo que había visto hasta ese momento.

Camas nuevas y limpias, unas hogueras para estar calentitos y un cofre al lado de cada uno de los lechos.

Alzó una ceja ante el comentario acerca de las que procedían de la nobleza. Ubbe se marchó antes de que pudiera contestarle, por lo que alzó la voz cuando preguntó, irritada -¿Crees que todas las que venimos de alta cuna somos "pijas remilgadas"?- bufó con exasperación. Lo cierto era que no podía negar su procedencia, y tampoco que la vibración de las alas de los insectos le daba mucha grima... ¿Cómo negar entonces la afirmación de Ubbe? ¡Ese bárbaro conseguiría sacarla de sus casillas!

Con paso firme y un cabreo que procuraría calmar, Eira se dispuso a investigar lo que había tras la puerta que había elegido.

Ojeó las camas, todas correctamente hechas, aunque se notaba que no estaban perfectas. Después de todo las sábanas no estaban lo suficientemente tensas como para evitar las arrugas.

Lo que más llamó su atención fueron los cofres que se encontraban junto a cada lecho. Desenfundó la espada y levantó la tapa usando la punta de su arma como palanca, sin exceder la fuerza pues no quería que se deformase o incluso rompiese. Pero, siendo pertenencias de magos, prefería pecar de prudencia.

El crepitar de los dos braseros llenaba la sala. Hasta el momento, al ambiente había sido húmedo, frío. Y los únicos sonidos que llenaban el espacio eran agudos silbidos de corrientes de aire y crujidos de esqueletos.

Esa sala tenía el aire cálido y seco. Las camas aun conservaban cierto calor corporal de sus dueños, a parte de un ligero aroma que delataba que deberían haberse bañado más a menudo. 

Eira abrió los cofres uno a uno, encontrando algunas monedas, las ropas de calle de los cultistas asesinados, y alguna que otra moneda. En uno de ellos incluso una revista guarra. 

En cuanto a los dos cofres restantes, estaban cerrados con candado. La paladín podría tratar de abrirlos por la fuerza o simplemente reventarlos a golpes.

Disfrutó de aquel cambio en el ambiente, complaciéndose con la calidez que emanaba del fuego. Aunque seguía sin querer respirar demasiado del aroma a humanidad que había en la sala. Si no olía a muertos olía a humanos que podrían hacerse pasar por ellos si gustaban.

Abrió los arcones que se encontraban junto a las camas, cogiendo las monedas que encontró en ellos. También sacó la ropa para asegurarse de que no había nada más en su interior. No le gustaba dejar las cosas desordenadas, aunque fuesen las pertenencias de unos muertos que no iban a ir a reclamarle nada, así que dobló bien los hábitos y volvió a guardarlos en su lugar. Eso sí, las monedas las guardó en su bolsa.

Le extrañaba que unos cofres se pudiesen abrir sin mayor problema mientras otros permanecían cerrados con candados. Como sabía que la curiosidad le impediría marcharse de allí tranquila, decidió dar unos golpes certeros con la empuñadura del arma a esos candados para abrirlos sin tener que destrozar nada más innecesariamente.

Eira trató de abrir los cofres. Golpeó los candados con el pomo de su arma. No necesitó muchos, con dos o tres golpes por cerrojo fueron bastantes para romperlos. Dentro, encontró más de lo mismo, ropa, algunas monedas... Y una carta...

A quien lo lea:

Si estas leyendo esto significa que mi venganza está completa. 

La iglesia me lo arrebató todo. Mi casa, mi trabajo, mi familia... TODO. ¿Y por qué? Por ser un enfermo... O esa es su versión. 

Me desterraron por desenterrar cadáveres para uso médico. Sin vida, sin sentimientos, poco más que trozos de carne... ¿Qué más da si me desfogaba un poco con ellos? No es muy distinto de hacérselo a uno mismo. Después de sumergir la mano en agua fría. Perturbado me llamaron...

Pero quien ríe el último ríe mejor. El ejercito de no muertos del Nigromante arrasara toda vida en Zyanamar. Y con el tiempo, ellos se volverán parte del ejercito de mi señor. Todos aquellos que me insultaron pagaran siendo mis esclavos hasta que muera...

Sin duda, Eira había librado al país de un sujeto bastante... Curioso. 

En ese momento entró Ubbe... 

Fue corriendo desde la despensa, siguiendo el pasillo hasta donde debía estar Eira. Con una caja bajo el brazo.

-Eira... No te lo vas a creer- El bárbaro jadeaba. -Mira- Mostró la caja, llena de quesos y carne ahumada. -¡He encontrado la despensa!- Su simple alegría sera hasta graciosa.

-No te cortes, coge lo que quieras... Total, para que se eche a perder o se lo coman unas ratas... Además, tenemos que coger fuerza para la pelea contra el jefe de los cultistas-

Arrugó la nariz y frunció la boca, en una expresión de repugnancia absoluta cuando leyó la nota. "Maldito demente... Ni a los muertos les dejaste en paz", un escalofrío recorrió su cuerpo pese a la agradable calidez del lugar, haciendo que se encogiese involuntariamente.

En esos momentos su mente vagaba, pensando en los acólitos con los que había acabado, esperando profundamente que quien hubiese escrito aquella misiva hubiese sufrido antes de morir. Tan ocupada estaba con sus propios pensamientos que la inesperada llegada del bárbaro hizo que diese un respingo. 

-Eres tú- suspiró aliviada mientras se erguía, lanzando la carta al fuego. Observó al bárbaro y lo que cargaba, con los brazos cruzados. -La despensa, ¿eh?- alzó una ceja. -Supongo que has debido de enfrentarte a muchos peligros para saquear semejante tesoro- lo preguntó como si de una hazaña se tratara, con evidente tono jocoso. El cambiar de tema le ayudaba a olvidarse de las imágenes mentales que habían inundado su cabeza momentos antes.

-Es una buena idea. Aunque no deberíamos tardar demasiado- razonó, tras unos segundos meditando sobre el tema. -Vigilemos mientras las escaleras- con un movimiento de cabeza, señaló la salida de la habitación. Así evitarían que el que les quedaba pudiese escapar por allí sin ser detectado.

Se quedó mirando a Eira con los ojos abiertos como platos y la boca llena con un trozo de pan que apenas si podía masticar. 

-No. No me ha costado- Balbuceaba, a la vez que escupía varias migas. -Estaba allí, sin vigilancia. Como esperando a que alguien se la comiera- No había pillado el tono del comentario.

Y por supuesto que estaba allí para ser comida. ¿Para que otra cosa iba a estar la comida en una despensa? 

Fue hasta una de las camas, la que estaba más cerca y se sentó, dejando la caja junto a él.

-Adelante, sírvete- Habló claramente, ya que por fin se había hecho con el trozo de pan.

Sacudió la cabeza con una sonrisa. El bárbaro podía llegar a ser un poco duro de mollera, se notaba que los tonos sarcásticos no eran su fuerte.

Miró sin mucha confianza la comida. No parecía en mal estado pero... -Avanzaré por las escaleras- decidió finalmente. Ubbe parecía disfrutar con su manjar, pero Eira prefería no jugársela. Después de todo, para alguien como él cualquier cosa sería comestible.

Dicho esto, le dejó comiendo tranquilamente mientras ella salía de la habitación para aventurarse por las escaleras.