Partida Rol por web

Al ver como se marchaba, Ubbe se metió un último trozo de queso en la boca y fue tras ella. 

-¿No creerías que te iba dejar exponerte al nigromante sola?- Pregunto con cierta picardía. -Es el último y más poderoso miembro del culto. Una vez acabemos con él, habremos terminado- Había recuperado su tono formal. Volvía a estar centrado en la misión. 

-Déjame ir delante- No preguntó. Simplemente lo hizo, adelantó a Eira por la izquierda y siguió la marcha.

Al bajar las escaleras, se toparon con una puerta, la cual Ubbe abrió de una fuerte patada. 

La nueva sala había resultado ser una habitación. No como la comuna anterior, no. Era mas acogedor, con una enorme chimenea, una cama doble sobre una piel de oso. Varias estanterías con libros variados y una cómoda banqueta a un lado.

Al fondo, al otro lado de la habitación, había otra puerta...

-¿No te vas a morir de hambre?- preguntó a su vez con sorna. Pero la preocupación de Ubbe era que se encontrase sola frente al nigromante. Sintió cómo los colores se subían a sus mejillas. Sabía que posiblemente no fuera la más fuerte, pero no le gustaba que la subestimaran por su apariencia o procedencia.

-¿Temes que te robe la gloria de acabar con él?- el bárbaro le había adelantado para abrir el paso, por lo que Eira aceleró el paso para ir más o menos a la par. Parecía que Ubbe había abandonado sus aires informales y despreocupados, volviendo a centrarse en la misión. Sacudió la cabeza y decidió hacer lo mismo, por mucho que le llegasen a molestar los comentarios o actitudes del chico.

Al final de las escaleras se toparon con una puerta que cedió ante la potente patada del bárbaro. -Muy sutil- murmuró con cierto desdén.

La habitación que había tras el umbral se encontraba vacía. Al menos en apariencia. Eira se aseguró de que bajo la cama no se escondiese nada ni nadie, agachándose y levantando la sábana. Después fue hacia la puerta que había al otro lado del cuarto y también la echó abajo, imitando los nulos modales -pero eficacia y rapidez- de Ubbe.

Eira abrió la última puerta de las ruinas, imitando el método brusco, pero eficaz de Ubbe.

Desde el umbral, podían ver como, tras un par de metros de pasillo, se abría una sala circular. 

Esta sala estaba bañada en una luz mágica color violeta. Varias volutas mágicas del mismo tono revoloteaban por la estancia, dibujando círculos en torno al centro, donde, en el suelo, había un circulo similar al que Eira ya había borrado. Sin embargo, era mas grande y con mas capas. 

Y sobre él, de pie, el Nigromante

-Vosotros... Intrusos. Sois los que habéis matado a los míos- Su voz era siniestra, grave y rajada. -Pero da igual. Han cumplido su objetivo. Mi horda de no-muertos ya marcha hacia la ciudad. Ahora se unirán a mi ejercito... Al igual que vosotros...-

El cetro y los ojos del nigromante brillaron en un tono purpura. Seguidamente, una esfera de energía del mismo color lo envolvió, y levitó un par de metros de altura. 

-Mooorid-

Bueno, si algo había aprendido era que quizás los métodos del bárbaro no eran tan malos. No eran finos ni sutiles, pero sí que resultaban eficaces.

Tras recorrer unos metros, el pasillo se abrió en una gran sala circular. Eira miró a su alrededor, embriagada por las esferas violetas. Eran preciosas... Pero algo más llamó su atención en aquella estancia. El nigromante los esperaba.

-Prepárate- indicó a Ubbe, concentrada en su enemigo. El hechicero parecía haber atado bien su plan. Apretó los dientes. Debían tener éxito en la misión o todos en la ciudad estarían perdidos.

Su objetivo comenzó a flotar a un par de metros de altura, rodeado por una esfera violeta. Podría deberse a que no estaba acostumbrada a luchar contra enemigos que no estuviesen a ras del suelo, pero Eira perdió el pie a la hora de realizar su primer ataque, dando un pequeño traspiés, aunque recomponiéndose al final, preparada al menos para defenderse de ser necesario.

El Nigromante no se anduvo con rodeos. En cuanto llegaron a la sala, pasó al ataque. 

Ubbe sacó su hacha y se puso en guardia.

-Esperemos que ese queso no estuviera en mal estado- Bromeó, aunque su voz sonó completamente seria. 

Dio un grito y se lanzo al ataque con su hacha, dando un potente salto hacia él. 

Eira fue la encargada de abrir el combate. Sin embargo, el Nigromante la esquivó sin problemas gracias a la movilidad que le otorgaba la levitación. 

El hechicero alzó su bastón, apuntando a Ubbe. Brilló. Entonces, una herida se abrió en la piel del bárbaro. Este contraatacó con un impetuoso y fuerte golpe que atravesó la barrera y consiguió hacer algo de daño al nigromante. 

Aunque seguía sin acostumbrarse del todo a un enemigo flotante, Eira golpeó el escudo mágico con cierta rabia. Ahora su compañero estaba herido y no estaba segura de que fuese precisamente superficial, por lo que no podría tratarlo hasta finalizar el combate... Solo esperaba que aguantasen hasta entonces.

El hechizo del mago alcanzó al bárbaro, abriéndole una herida en la piel. Ubbe la miro. 

-¿Eso es todo lo que tienes? He visto mosquitos más peligrosos- 

Tras la burla, Ubbe volvió a atacar

Eira puso todo su empeño en golpear al nigromante. O más bien a su barrera, lográndolo. Aunque no consiguió herir al hechicero, logró debilitar su protección. 

El oponente se defendió. Con un gesto con el dedo esa vez, abrió otra herida en la piel del guerrero más grande que la anterior. Este volvió a contraatacar, con menos fuerza que antes, pero aun así asestó un potente golpe. 

La barrera empezaba a debilitarse, se veía más frágil y con la luz más atenuada.

Sus golpes no eran ni de lejos tan contundentes como los de su compañero, pero aun así consiguió acertar en el escudo. Se veía la diferencia de nivel entre el entrenamiento y la constitución del bárbaro y la suya. Pese a todo, Eira se empeñó en continuar dando todo de sí y tratar de reventar el escudo del mago.

El combate avanzaba bien. Conseguían debilitar la barrera a buen ritmo. Y por el momento, el nigromante tenía entre ceja y ceja al bárbaro, tal y cómo buscaba hacer.

Tras el ataque de Eria, Ubbe volvió a la carga, blandiendo su hacha.

Eira propino un potente golpe a la barrera, haciéndola saltar en añicos por los aires, como si de fueran fragmentos de cristal, que por suerte se desvanecieron a los pocos segundos en lugar de llover sobre ellos. Además, consiguió herir directamente la nigromante.

Este se vio obligado a retroceder, no llegando a completar el hechizo que estaba a punto de lanzar sobre el bárbaro.

Ubbe, por su parte, también ataco, golpeando al nigromante con la cabeza del hacha. 

Esbozó una sonrisa triunfal al ver cómo la barrera, tras haberse resquebrajado, saltaba en pedazos. Procuró girar unos 45º la cabeza para evitar las esquirlas de cristal en sus ojos, pero simplemente desaparecieron en el aire. Eso suponía un problema menos.

Estaba cansada. Igual le habría venido bien seguir el consejo de Ubbe y sentarse a comer un poco. Pero, de haberlo hecho, probablemente ahora habría empezado a tener flato.

Trató trazar un arco horizontal con la espada, pero el ataque no llegó a impactar. El hechicero se había echado para atrás momentos antes y Eira no había sumado este hecho a sus movimientos.

-¡Siiiii!- Exclamó al ver como la barrera se rompía. Las cosas se harían más fáciles. 

Con el espíritu renovado, Ubbe volvió a atacar describiendo un arco horizontal con su arma, golpeando en el estómago y dejando al nigromante aturdido.

A saber si por el hambre o por el pequeño sobresalto al romperse la barrera, Eira no logró conectar el ataque, cortando el aire. El nigromante lanzo una cuarta acometida contra el bárbaro, abriendo otra herida en su piel, pero nada que supusiese un peligro para su aguante. Entonces llegó el turno de Ubbe, que propinó un golpe contundente en el estómago del hechicero. Y se dejó notar, pues se encogió y tosió con fuerza. 

Ubbe, a pesar de no dejar de recibir daño por parte de su oponente, mostraba un gran aguante y determinación. Eso, o era un completo cabezahueca que no sabía cuándo parar.

Aprovechando que su ataque había dejado al nigromante doblado por la mitad, Eira atacó.

Lo sentía. Podía olerlo. Al nigromante le quedaba poco para estar finiquitado. Agarró el hacha con fuerza y propinó otro tajo, esa vez, vertical

El Nigromante se quedaba sin fuelle. Dejó de levitar, para volver a posar los pies en el suelo. Y los incesantes ataques de Ubbe le habían dejado tocado 

En ese momento, Eria le alcanzó con su espada. Aprovechando la ventaja, hirió a su oponente en el pecho, con un tajo vertical. Un buen corte que hizo que la sangre brotara al instante, tiñendo sus ropas. 

Este miró a Eira, frunciendo el ceño. Luego a Ubbe. Hizo un gesto con la mano y el bárbaro quedó inmovilizado. 

-De ti ya me ocupare luego- Volvió a clavar sus oscuros ojos en la paladín. -Empezaré contigo, chiquilla- Abrió el paso hacia ella, agarrando su bastón con ambas manos.

Vio con impotencia y horror cómo Ubbe se quedaba paralizado. Si al nigromante todavía le quedaban fuerzas para ello, temía lo que pudiese venir después. Y, a pesar de ello, Eira cerró los ojos durante un instante para centrarse e intentar mantener la compostura.

-Ven a por mí entonces- dijo con los dientes apretados, sujetando su espada con firmeza. Estaba dispuesta a pelear, a plantar cara, a demostrar que era capaz. A ser digna de entrar en Krypteia. Se preparó para el ataque.