Partida Rol por web

Junichiro miró con curiosidad hacia donde provenía la música. Suponía que había llegado el momento de honrar a los campeones y entregar los premios, y que los Suzume habían organizado algún espectáculo para ello.

En el transcurso de la charla la música comenzó, la gente pareció animada pero alguno tenían cierta cara de preocupación. Hiroto se puso de pie extrañado esperando que el grupo que se encontrara allí se moviera pero solo una de los sirvientes lo hizo. La curiosidad comenzaba a crecer en el Escorpión, pero quedo cerca de los demás esperando que se dieran instrucciones.

Solo comento – Comenzó el cierre del torneo?-

Se había quedado en su puesto, con un posición erguida y solemne pero no perdiendo ninguno de los detalles, sobre todo cuando hablan de Kakita, Suzue se muerde el labio inferior, preocupada, su ceño se cierra, ella seguía mal, y por culpa de aquella ronin salvaje que la había golpeado. Suzue elevó una oración para la joven grulla cuando escucha la música, y como las sirvientas se ponen de pie para averiguar qué pasaba, pero el desconcierto en las mesas era extraño,¿acaso nadie lo esperaba?. 

Suzue se acerca a su amo, tiene una corazonada, de esas que a veces surgían - atento mi señor...- murmura, muy despacito, casi como una ratita, y se giró para ver qué es lo que venía desde las puertas, acompañado por aquella música. Se había dado cuenta en la expresión de Mukashino, él era uno de los presentes más importantes y parecía turbado por aquella música. Algo no estaba del todo bien, desde antes había mucho movimiento. Suzue cerró sus ojos, y se movió un poco, como si buscara ponerse a resguardo.

Los tambores se detienen. Segundos después, los gritos aterrados de mujeres resuenan dentro del salón, provenientes del patio delantero... Son lamentos de horror y dolor, ante algo que sucede afuera, y van acompañados por un silbido familiar que los justifica completamente.

El sonido de las hojas cortando el aire y la carne, o chocando contra otros aceros...

¿Que sucedia en aquel sitio? Parecía que estaban bajo ataque... ¿pero de quien? ¿Quizás los mismos bandidos que atacaron la taberna el primer día que llegaron al torneo? Fuera como fuese, Junichiro solo tenía su wakizashi en aquel momento; tendría que ir a por su arco si quería luchar. Y además tenía que ocuparse de la seguridad de Suzue.... y, muy a su pesar, de Chomei. Se levantó rápidamente, cogiendo a Suzue por la muñeca para que no se separara de él, y se dirigió hacia su sensei.

- Chomei-sensei, este sitio no es seguro; por favor, acompañadme mientras voy a buscar mis armas.

Después desenvainó su arma, por si tuviera que entrar en combate camino a su habitación

los gritos eran mas que obvios, el caos había empezado, y el zumbido de un arma cortando el aire, la hace estremecerse, Suzue, a pesar de saber que algo pasaría, no imaginó que sería así, ni así de obvio. La niña se estremeció y entre tantos gritos, su corazón se detuvo, la pobre apenas podía reaccionar cuando habían tanta violencia, ella llevo sus manos a sus orejas para cubrirlas, pero sintió que la jalaban de la muñeca con fuerza, ella levantó su mirada, y era la de su amo.

- Daidoji-sama - susurra, y se levanta casi arrastrada por él. Miro rápidamente a todos los presentes, memorizando sus reacciones, sus caras, si había alguien que supiera lo que estaba pasando, se le vería en el rostro.

¿No había descanso para nadie? no bastó con el sufrimiento causado durante el torneo y ahora llega esto...

Como el resto de invitados Setsuko se encontraba en completa ignorancia de lo que estaba ocurriendo, pero era claro que lo de ahora no podía ser nada bueno, se levantó de su asiento y observó a su maestro tratando de recibir alguna dirección.

Aunque ella estaba de entre todos lo más cerca a la puerta por lo que a la menor señal de Togo-sama se dirigió a la puerta para ver que era lo que estaba ocurriendo en el patio. 

Hiroto se levantó luego de escuchar el grito, los diferentes sonidos mostraban lo que pronto estaría sobre sus cabezas, no tenía arma alguna ya que estas se encontraban en su dormitorio. Miro a su Sensei y luego camino a paso veloz hacia una salida lateral que dirigiera a las habitaciones; al parecer Daidoji también se dirigía hacia el mismo Lugar.

-Le acompaño Daidoji-San– fue lo único que dijo el Escorpion.

Mientras corren a salir, las puertas se rompen hacia adentro, desde los tres corredores. Por las mismas comienzan a entrar hombres armados…

Algunos a simple vista, lucen como campesinos o incluso monjes, y esgrimen armas sencillas, pero llevan armaduras ashigaru asomándose entre sus prendas. Otros directamente lucen como tales soldados, y en vez portan afilados yari. Son estos últimos los más llamativos… sus colores son del clan León!

Pero no hay tiempo de asombrarse.

El gran monje Lanei, de un ágil salto, se pone frente a Mukashino, quien con increíble calma continua comiendo. Veloz como una flecha, la comandante Nana desenfunda su katana y hace lo propio. Ella es la única de todos que está completamente armada. El resto, al igual que ustedes, ha dejado sus cosas en las habitaciones o solo llevan las armas de honor, y ninguno trae armadura…

Esto no impide que muchos muestren su temple. Por ejemplo, Togo-sama se incorpora y cubre el otro flanco del daimyo, aunque sin mostrar ningún arma, solo con su cuerpo. El campeón Yasuki extrae de su obi un abanico de guerra y ancara a los atacantes de ese lado, mientras la ronin Kin se para de un salto, asumiendo una guardia de artes marciales… sin apartarse del lado de la pequeña Mirumoto.

Hiroto rebusco entre sus ropas pero no, el tanto lo había dejado también en la habitación, observo a su Sensei,  y pronto se puso junto a él cubriendo a Daimyo no sin antes tomar una botella de sake. – Sigo sus órdenes Togo-Sama- Agrego observando a los atacantes adentrarse en el lugar. Se aferró fuerte a la botella que podría usar como distracción o proyectil.

Setsuko observo la entrada atónita, pero la sorpresa desapareció pronto seguida por la alerta. Rápidamente paso sobre su mesa para reunirse con los demás, directamente por el centro. Se encontraba desarmada y a diferencia de aquella vez en la taberna, no iba a confiar solamente en su suerte para defenderse…

Chomei retrocedió, apoyándose junto a Togo, mientras miraba el ataque con ojos desmedidamente abiertos. La joven Mirumoto se ocultó tras la ronin, ahogando un grito, en tanto en el extremo opuesto de la sala el joven Tsi abandonaba su actitud pasiva para enfrentarse a los asaltantes de este lado junto al Yasuki, solo con sus puños.

La horda invasora carga sobre los invitados…

Una asistente cae muerta en el lado Este, ante los ojos de Kin, Suzue, Daidoji, Hiroto y otros que se encuentran allí, con la cabeza partida por un brutal palazo que le diera otro de los matones. En el lado oeste, el joven Tsi es herido en el costado con la lanza de uno de los ashigaru. Otro de ellos hiere al sirviente que atendía a Setsuko, mientras el restante carga contra el Asako, el cual apenas logra esquivarlo y torpemente ponerse a la defensiva. Tonbo-san, al otro lado, no tiene tanta suerte y recibe un buen golpe en el brazo.

Kuni entretanto aprovecha la oportuna cobertura de sus compañeros y conjura en voz alta. Previsor como siempre, por suerte no necesita sus pergaminos para utilizar mucha de su magia. Ha invertido su buen tiempo y esfuerzo en memorizar los principales… cosa que ahora le rinde.

-¡Tetsubo de tierra!- llama, y en sus manos se forma un ejemplar de dicha arma, pero compuesto de solida roca…

Daidoji por desgracia no puede abandonar a Chomei y ya que al parecer este ha decidido quedarse con del daimio… No queda otra que pasar a la defensiva, poniendo a Suzue a su espalda y aguantar.

Tombo, herido, chilla y retrocede sujetándose el brazo. De inmediato busca la protección del centro, mientras piensa que hacer… A diferencia de los Cangrejo, los Libelula no destacan por hechizos ofensivos.

Los sirvientes que quedan vivos intentan apartarse de la lucha rápidamente, copando las paredes entre gritos, a la espera de poder huir o al menos no ser blanco de más golpes, como lo fuera la infortunada asistente. Mukashino-sama, en cambio, se sirve una copa de sake… con un temple extraordinario.

Lanei-sama avanza rápidamente sobre uno de los ashigaru, el que se encontraba al frente, y le ataca sin vacilar con un golpe de palma. Resulta difícil no sentir un poco de pena por el infeliz cuando la mole del monje impacta en su pecho, haciendo crujir la armadura y sus huesos.

Nana y Togo-sama se quedan a la defensiva del daimio, aunque este último todavía no parece tener ningún arma con que aportar algo.

-Discípulos, traten de tomar las armas de esos rufianes…-ordena en cambio, esperando que al menos los de su lado le oigan. No importa realmente que los dos tengan una habilidad modesta. Salvo los ashigaru, el resto parecen ser solo matones… no deberían ser un problema

En los laterales, Yasuki descarga un golpe cruzado sobre su rival, en tanto que la furibunda Kin se adelanta sobre el asesino de la sirvienta, alza su hermosa pierna y la hunde fuertemente en el bajo vientre del sujeto,  que incluso con la armadura debajo no amortigua mucho.

Shoshuro miró rápidamente el panorama, ella no tenía armas, mucho menos era buena combatiente con sus puños,  por mucho podría agarrar una mesa o algo para golpear a los atacantes, pero pues no creía que eso sirviera de a mucho que digamos, sin embargo algo que había aprendido el día anterior pudiera servir...

La samurai-ko  corrió al lado de su maestro y del anciano daimyo. No dijo mayor cosa, no necesitaba decirlo, se sabía de su nula habilidad para el combate pero también de que no le daba miedo interponer su cuerpo entre la hoja del enemigo y si no tenía más que evitar que el anciano y su maestro fueran heridos de esa manera, pues lo haría.

Hiroto busco con la primera mirada algún atacando lo suficientemente cerca como para distraerle lanzándole la botella de sake que sostenía con una mano, observo que Setsuko se juntaba en el grupo, solo asintió con la cabeza y espero por el primer atacante.

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Suzue estaba paralizada,  esa violencia le traía terribles recuerdos, su cuerpo incluso dolía, y le costaba volver en sí, aún detrás de su amo, que ya no podía ir por sus armas, ella  sentía sus ojos llorosos, pero no sabía si estaba llorando, estaba sufriendo realmente. 

- amo.. amo...- clamó, pero sabía que si se quedaba, Daidoji estaba en más peligro que si ella no estuviera, porqué tendría que protegerla, debía escapar, o debía ponerse bajo resguardo, para dejar a su amo la posibilidad de atacar sin tener que cuidar de ella.

- iré yo por las armas - grita y sale corriendo para poder salir del salón. Debería ir rápido, tomar las armas, y volver, no quedaba otra opción si su amo no iba a salir de ahí.

Mientras los Escorpiones se unen a su maestro, en vez de atacar, la escaramuza se recrudece… A

El joven Tsi se lleva la mano donde el kimono se inunda de sangre, y se desploma. Su atacante, impasible, vuelve a hundir el yari en su presa, dejándolo tendido e inmóvil. Pero Kuni está allí. Serio y vengativo blande du pesado tetsubo en un arco e impacta sobre el brazo del ashigaru, haciéndolo crujir.

A su lado, el matón que pelea con Yasuki no logra atinar al cortesano y comienza a complicarse. En tanto, enfrente los dos rodean a Kin. El que ella golpeara agita su arma sin rozarla, pero el que resta aprovecha el flanco para descargar un brutal palazo en la espalda de la muchacha, uno que arranca un gemido de la joven Mirumoto que observa detrás.

Asako-san, mareado y aturdido, intenta escapar de su agresor, pero recibe una grave herida en su flanco. Lo mismo sucede al Tombo, el cual trastabilla tras un segundo golpe y cae sobre una de las mesitas. Hay sangre sobre su bella tez…