Partida Rol por web

El recién ascendido Teniente no tardó apenas en tomar su decisión sobre quién debía sustituirle como Sargento Mayor. Dicha elección parecía bastante acertada: aunque Sonia no había pasado mucho tiempo con Frost ni le conocía como sus compañeros lo hacían, sí que sabía que era un veterano de toda la campaña de Galdonia. Y alguien que había conseguido sobrevivir tanto tiempo y que ya había sido ascendido anteriormente, sin duda era un candidato más que apto para el puesto.

- Enhorabuena, Sargento Mayor.- le felicitó Ramírez con un gesto de la mano, sonriendo. "Puede que nos vaya bien y todo." Pensó ella. Ahora sólo esperaba que no quisieran tener a Focker sentado tras una mesa. Aunque, como ya oía comentar a más de uno, con un hombre como él eso no iba a suceder.

"Agh... Todavía tengo que hacer el maldito informe..." Se dijo, meneando la cabeza. Debería echarse a descansar o, al menos, encontrar un lugar aparte para trabajar en él. Pero antes...

Aprovechando que ya algunos estaban retirándose a descansar, la nueva sargento de la Fox llegó hasta el Teniente Focker, saludándole con respeto.

- Señor. Sé que seguramente querrá descansar ya como todos pero... ¿tiene un momento, señor?

Para Sonia era importante hablar con él. Necesitaba su consejo, como en otras ocasiones, a raíz de ciertos acontecimientos que habían tenido lugar durante la misión.

Mkoll tomó la decisión de apartarse del grueso de la fiesta, pues con su cabeza en aquel estado tampoco estaba para mucha celebración. Sin embargo, no pudo evitar sonreír levemente ante la disparatada ocurrencia para ocultar todo. Él no ayudaría... Ya había tenido bastante ahí abajo, bastante de sigilo y de escabullirse para una temporada. Es una lástima que no pudiera contárselo a nadie, era una de esas historias que lograban copas gratis allí donde fueras. Pero así es la infantería móvil. 

Sin embargo, sí que se tomó la molestia de jugar a un pequeño "juego" con los que salieron. Se colocó cerca de la puerta, y, usando su mano de "pistola", la amartilló y preparó. Conforme fueron volviendo, fue apuntando y "disparando" a los que habían armado más jaleo, a juzgar por algún fugaz vistazo que había echado.

-Willem, pum, muerto. Sargento Llorens, pum, muerto. Sargento Mayor Focker, señor... Usted sí que está muerto, ¿ha tropezado ahí fuera con esas latas?-dijo, riéndose levemente. Quizás, si estuviera en mejor estado, les enseñaría lo que era el sigilo. Aunque debía reconocer que el sargento Frost no lo había hecho mal. 

Poco después, con la entrada del mayor Tsumina, todos se pusieron firmes. Sin embargo, traía con él felicitaciones y ascensos. En concreto, el sargento mayor Focker ahora era el teniente Focker. Y, poco después, el sargento Frost se convirtió en el sargento mayor Frost. 

-Felicidades, teniente Focker, señor. Y también a usted, sargento mayor Frost. 

El cansancio se disipaba como la neblina en galdonia bajo los rayos del sol, ahora venía tiempo que debía ser aprovechado y disfrutado. El cuerpo ya se recuperaría... más adelante. Jhonny recibió las palabras de Mía ampliando su sonrisa y mostrando los dientes nuevamente, observó hacia afuera - Si, vamos -

Cuando habían dado algunos pasos, la sargento del escuadrón Fox y su explorador se acercaron a felicitar con buen ánimo.
- Les agradezco - encaró a Sonia - sé que no hemos coincidido en el campo de batalla, sargento, sin embargo, su actuación utilizando la escopeta automática en el Fuerte Helado me inspiró - gesticuló con ambas manos como si sostuviese una escopeta e imitó burdamente el sonido de una ráfaga de perdigones - en la cara de un Tanker -
- Desde entonces llevo una Belcher en la espalda - terminó con un gesto como si colgase el arma sobre su hombro y les devolvió a ambos un saludo con la mano, indicando que se retiraba.

Otra vez había tenido que detenerse a charlar con los otros Guardianes de Sirius, a Frost no le molestaba pues consideraba que todos eran igualmente merecedores de su atención, todos eran como hermanos aunque no tuviese relación excepto saber el nombre y el rango. La había dejado esperando a Mía, pero pronto estuvo junto a ella.
Tras todo el caos y el esfuerzo emocional de mantenerse frío y atento en la batalla, ahora podía intentar dilucidar que había dentro suyo, qué carajos le decía su corazón.
Durante toda su vida había ignorado ese pequeño lugar dónde las cosas sucedían sin orden y sin escalafón de mando, incluso cuando estuvo estudiando su carrera tuvo una breve relación en la cual no se supo dejar ser. Siempre la mirada atenta de su padre lo seguía, al menos en su mente era así.
Ahora... William Frost, Instructor de la Academia de la Federación, tendría que mirar a su único hijo como el Sargento Mayor e Ingeniero que era y admitir que se había ganado ese espacio propio.

Observó alrededor, no quería ojos curiosos cerca, y buscó un lugar para sentarse con Mía. Buscó unos momentos, pues el atado que tenía a mano se le había terminado tiempo atrás. Finalmente sacó un cigarrillo - El único que me queda... - lo sostuvo en lo alto y se lo ofreció - ¿Lo compartimos, Mía? - lo dijo con un tono diferente, todo había quedado atrás y estaba claro que no quería ser llamado sargento (todavía no se acostumbraba a ser cabo y ya era sargento mayor).

Y así como todo se dio también terminó, veo para todos lados y noto como se van separando algunos para irse a descansar y otros para seguir hablando más apartados. Entre ellos Frost y García que con todo lo que han vivido seguro tendrán para "hablar". Pero mi cabeza sigue dando vueltas entre quien tiene que ser el Cabo de la Gatling y como se van dando los ascensos seguro Sargento.

García por su parte siendo la CT de la unidad y con ella todas las comunicaciones más su capacidad técnica la hacen vital en muchas tareas, muchas para las cuales quizás no pueda estar disparando al frente y eso siempre se consigue pero gente que haga lo que ella no. Stukov otro caso especial, el zapador del grupo y a futuro seguro un pathfinder donde no podrá darles órdenes a esta unidad, a lo sumo a una que sean todos como él.

Ambos excelentes candidatos para el puesto pero ninguno de los dos con el tiempo "libre" suficiente para estar al mando y sin embargo son las mejores opciones. ¿Qué debo hacer?

Mia se sentía confusa mientras salían aunque gracias a que más soldados se acercaban a felicitar al nuevo Sargento Mayor él no se percató. A la vez, se sentía nerviosa y calmada. Tranquila y animada. Estar tan cerca de Frost, de una forma tan diferente al campo de batalla o a los barracones, le hacía olvidar el sitio donde estaban y perder la máscara de soldado fría y dura. Sólo se sentía ella, una chica joven y con ganas de disfrutar de la vida. Volver a casa, salvar a papá y recorrer Latinoamérica.

- ¿Uno? Es perfecto - Contestó cuando Frost le tendió el cigarrillo, sin poder dejar de sonreír y de mirarle a los ojos. Ojos azules que también estaban absortos en ella. Podría quedarme así... 

Entonces lo comprendió. Aquello no era solamente una atracción física. Ni siquiera una atracción poética hacia el héroe salvador. Aquello... aquello parecía estar vivo y hundir su raíz cada vez más. Los ojos de Mia se abrieron como platos. Un nudo cerró su garganta. Y su mano se detuvo en el aire en dirección al cigarrillo que le ofrecía Frost. - Yo...

No terminó de hablar. En un impulso que no pudo evitar, perdió el control de su cuerpo y sus labios volaron hacia los del sargento.  Al contacto, sus ojos se entrecerraron. Su garganta se liberó. Y su mano prosiguió hasta la nuca de Frost. Hasta su pie izquierdo se elevó ligeramente del suelo.

Aquello era un beso en toda regla.

Me dirijo a mi litera a dormir cuando Sonia se me acerca, me saluda y me pide permiso para conversar. Respondo a su saludo y le contesto:

 - "Por supuesto, Sargento. ¿En qué puedo ayudarla?"

Miro alrededor asegurándome de que no hayan oídos indiscretos pues parece que Ramírez desea una conversación privada.

- ¡Enhorabuena, Sargento Mayor Frost! - Le saludó, primero cuadrandose formalmente para después acabar estrechando la mano con él y darle un par de palmadas en la espalda. - Si alguien se lo merecía es usted. Aunque ahora echaré de menos meterme debajo de un Gecko en medio combate con usted para repararlo. - Suponía que lo trasladarían. Una pena, porque aquello probablemente fuera el final de la Gatling. Trasladarían a los mejores a otras unidades y designarían a algún novato al mando de la unidad. Una putada y una pena, pues desde el punto de vista del zapador... al final se había creado buen ambiente en aquella unidad.

- Aunque no creo que pueda perdonarle que me robara a la chica. - Acabó por bromear, metiendose tanto con el sargento como con García a quien le lanzó lo que quedaba de su maltrecho paquete de cigarrillos. - Aprovechadlos. - Acabó por decirles, mientras los despedía.

Se cruzó de brazos, mirando a Sergi perdido en las musarañas. - Felicidades a usted también, nuevo sargento. Quizás debería ir a visitar al herido. - Le dio un codazo y señaló hacia Rivas. - ¿Me acompaña? Entre el sueño y lo sedado que esta, no se dará cuenta si le pintamos la cara. - Echó a andar hacia la litera de Rivas.

- ¿Cree que le pondrán una de esas manos mecánicas aplastabichos? -

Durante la noche, aun antes de que el Mayor Tsumina llegase a interrumpir su sueño, el grupo designado para deshacerse de todo se había movilizado en sigilo. Algunas estaban tan alcoholizados que les era imposible no hacer demasiado ruido, por suerte todos estaban muy atentos, o al menos lo suficiente como para percatarse de los vigilantes y transeúntes antes siquiera de que estos mismo les vieran. Incluso cuando Hightower trastabillo derribando uno de los barriles sobre un conjunto de materiales de construcción, el grupo logró moverse rápidamente y esconderse mientras los vigilantes llevaban al lugar para descubrir que probablemente había sido el viento tumbando alguna de las ligeras vigas.

La única preocupación si situó después cuando ya el capitán se encontraba en su dormitorio y ellos habían regresado apenas a tiempo. El asunto era que Stukov recordaba haberle dicho intensivamente a White que estaba tapando mal las botellas. Pero el cabo no recordaba ese hecho por lo que era probable que algunas cosas hubieran quedado solo medias ocultas. En cualquier caso, constaban con que nunca se supiera quien las había puesto allí.

Tras los nombramientos y felicitaciones, la noche deambulo entre charlas y silencio. Había muchos cansados, muchos adoloridos y muchos cuyos recuerdos aun atormentaban sus mentes. Horas después llegaría el amanecer con grandes sobresaltos. El grueso de las tropas de las fuerzas de combate que habían estado en el frente desde iniciada la masiva batalla ahora eran relevados tras terminar su trabajo y garantizar la victoria. Ahora la zona A era un hervidero de infantes que buscaban comer algo, ducharse y sobre todo descansar.

Volví con los demás al barracón y después de charlar un rato mas me fui a dormir la mona, con el mono o los pajaritos que me daban vueltas, ya se sabe el que reparte y reparte se lleva la mejor parte, y con una sonrisa de inteligente bobo Williem se quedo frito en el catre hasta la mañana siguiente.

El impulso de Mía lo dejó sin aliento. Francamente no se lo esperaba, pero tampoco podría haber sido más oportuno. Respondió a la iniciativa de la muchacha pasando sus brazos por la parte baja de su espalda, sintiendo su cuerpo bajo la ligera ropa que llevaban comparada con la enorme armadura que los había separado hasta entonces.
Su corazón pulsó rápidamente, como si se encontrase nuevamente corriendo en el frente y esquivando ataques del enemigo, sin embargo su estómago le decía que esa sensación era completamente nueva: no había miedo aunque su pulso temblase, no sentía el instinto de supervivencia aunque algo de adrenalina corría por su cuerpo. Sintió cuidadosamente los labios de ella, y no quería dejarla ir, era alguien con quién podía entenderse más allá de las palabras.

Ese momento y ella eran suyos, nadie se lo podría arrebatar jamás.

El Sargento Mayor se va a hablar con García y yo me veo acompañado de Stukov, quizás sea eso lo que terminó inclinando la balanza y más por su preocupación por Rivas y su carencia de dedos. - Tú serás el Cabo de la unidad, ve de que le den una buena así sigue matando bichos. - Me acerco a Rivas y veo como duerme gracias a las drogas que lo clavan contra la litera. - Mañana tendrás bigote y te llamarás Raul. - Y a´si es como le salieron bigotes en una noche gracias a un fibrón indeleble y en la parte de atrás del cuello le quedó escrito Raul con una caligrafía digna de un borracho.

Burnette se había mantenido al margen tras la noticia que le dieron sobre su ojo. La vida del infante era dura, pero sabía que era un destino que había elegido voluntariamente. Sin embargo, ahora le estaban dejando claro que si quería continuar, sería prácticamente de por vida. Y con las situaciones en las que se había visto implicado en el Nido... bueno, eso no duraría mucho. Cuando la mayoría se fue a dormir la borrachera, él se permitió retirarse a un lugar íntimo desde el que contemplar las estrellas. Si no seguía luchando, nunca podría volver a contemplar cielos como el de Galdonia VI, desde luego.

Finalmente, llegó el momento de la entrevista con el loquero. Al menos, esta vez iba a ir andando, y no arrastrado por un par de soldados mientras gritaba incoherencias. Era todo un avance. Aún así, se sentía nervioso. Quién sabe qué cojones le iban a preguntar, o como iban a ayudarle, pues aquel dolor de cabeza simplemente no desaparecía. Escupió a un lado, desagradado por aquel maldito sabor a sangre, mientras salía de los barracones hacia la clínica de campaña. 

No dirá lo contrario si le preguntan sobre las palabras de Llorens. Le sorprendieron. Giró la cabeza rapidamente, a pesar del dolor de cabeza, y se quedó unos segundos pensando, procesando lo escuchado. Para él, lo lógico habría sido ascender a Mía y después, con algo de suerte, que a él lo subieran a Primera. A pesar de todo, no diría que no le gustó. Aunque tenía una duda que tendría que solventar después a final de mes.

¿Se cobraba más?

- Gracias, Señor. No le decepcionaré. - Y claro, como todo nombramiento oficial, pues él se puso firme, haciendo el saludo formal y pensando en su nueva tarea. Aunque habría esperado algo más... heroico, pasarse por intendencia y conseguir algo muchos lo considerarían un éxito más grande aun que montar un Tanker a los cowboy y sobrevivir sin un rasguño. O incluso domarlo.

Pero antes de ir a intendencia, se acercó a la litera de Rivas junto a Llorens para darle al primero un impresionante bigote a golpe de rotulador. No había pensado en el mote, pero también le quedaba bien. A partir de ahora lo llamaría Raul... y Raul podía dar gracias que no tenían una máquina para tatuar, que si no posiblement le hubiera quedado de forma permanente.

El camino hasta el catre se le hizo casi eterno, cuando se percató de que se iba quedando dormido por los rincones....ahora apoyado en una pared....ahora apoyado en la jamba de la puerta....ahora en el borde de la cama...."Joder Ethan...quítate la ropa y a dro...for.....dormirla...coño..."

Se pasó las manos por la cara, cerrando los ojos y bostezando durante largos segundos. Detectó unas risitas y le dió por abrir un ojo y mirar hacia otro catre, donde estaban haciéndole alguna barrabasada a Rivas...."Joputas..." pensó con una sonrisa en la cara. Pensó durante un momento que hubiera estado bien "confraternizar" más con la técnico del escuadrón FOX, pero la mujer no parecía estar por la labor...."lástima...quizás sobrevivamos a otro encuentro para apreciar más los momentos que tenemos con vida y tranquilos...como somos los humanos...."

Se echó al catre, en calzoncillos y sin nada más, y se tapó como pudo con la sábana, enrollándose en ella y poniéndo el despertador debajo de la almohada, para oírlo amortiguado pero oírlo, treinta minutos antes que el resto. Tenía que levantarse, darse una ducha rápida y comenzar el "papeleo". Al día siguiente el Sargento Miller lo encontraría despierto, con una taza de café caliente a un lado y un par de folios al otro. Él se tomaba la faena muy en serio....cuando no estaba bebido, claro.

Tras las felicitaciones, las risas derivadas del alcohol y la última misión de los Guardianes de Sirius para esconder las evidencias de la fiesta, los ánimos se fueron calmando mientras el cansancio acumulado ganaba posiciones y los hombres se retirabana  dormir.

Miller se quedó una rato en la sala comunal sin apenas hablar hasta que decidió dejar, a los que aún quedaban, a solas con sus pensamientos. Con anadares erráticos se encaminó hasta su catre donde aún estaban despergidadas las piezas de su armadura y el resto de su equipo. Barrió cuanto había sobre la cama colocándolo desordenadamente en una taquilla y fue en este momento cuando fue consciente de la cantidad de armarios que estaban vacíos. Los de intendencia, al no ser conscientes de las bajas, habían preparado una taquilla para cada infante y ahora las de los infantes muertos en combate estaban huérfanas. Dos lágrimas errantes cruzaron el rostro curtido del zapador hasta entrerrarse en su espesa barba.

¿Cuantos han muerto ya?- era imposible acordarse de todos, algunos sólo eran rostros difuminados por el alcohol, otros, amigos tan cercanos como para llamarlos hermanos.

Esto es una mierda.- dijo en voz alta sin darse cuenta de quién le rodeaba trataba de dormir. Se dejó caer en el catre con pesadez y se clavó algo en la espalda. Hurgó bajo los riñones y sacó un objeto menudo con un temporizador. Era un detonador que se había salido de los bolsillos del cinturón. Le dió vueltas entre las manos y con la penumbra que legaba desde el pasillo lo armó casi a ciegas, a sabiendas de que sin un explosivo añadido y sin una batería no era más que un cronómetro inocuo.

Booom- dijo en voz queda, y a continuación se le escapó una de sus risas de hiena que siempre lo asaltaban cuando volaba algo por los aires, dejando caer a un lado el detonador con la mirada clavada en el somier de la litera de arriba. Poco a poco las sombras se fueron apoderando de su campo de visión y se sumergió en un sueño plagado de pesadillas.

Lo primero que hizo Ramírez fue mirar a su alrededor un poco para asegurarse de que nadie les estaba observando o escuchando. Una vez se quedó tranquila, suspiró profundamente y se permitió dejar caer la máscara que había estado llevando por algunas horas. En un momento se la vio intranquila y hasta vulnerable.

- Señor... antes de que empecemos... ¿puedo hablarle con absoluta franqueza? Sé que nunca fue un problema para usted, señor, pero igualmente le pregunto.- dijo, intentando mantenerse tranquila al hablar. Sin embargo, podía notarse que algo la había dejado tocada.

Asiento a la pregunta de la Sargento y le respondo:

 - "Por supuesto, Sonia. Habla con completa confianza."

Espero entonces que hable con calma y tranquilidad. Quiero saber qué es lo que quiere decirme y si puedo ayudarla en algo.