Partida Rol por web

El hombre los escuchó desde el otro lado del escritorio mientras los observaba, y su maquiavélica mirada dejó entrever que sopesaba las palabras de Heinrich y el ofrecimiento de los templarios. Tras un silencio, incómodo y largo, les respondió:

- Me gusta su actitud directa y franca. Le dijo a Heinrich A decir verdad ya va siendo hora de que nos ayudemos y dejemos de lado las viejas rencillas entre nuestras órdenes. Conozco a su superior, Von Neuman es un viejo conocido mío, hubo un tiempo en el que fuimos buenos amigos, aunque tomamos direcciones opuestas y nuestras posiciones nos han llevado a enfrentarnos en más de una ocasión. Bien, les daré permiso para investigar en nuestros archivos, con la condición de que me informen de todo lo que encuentren. Además, dos de mis soldados estarán con ustedes en todo momento mientras realicen su búsqueda ¿Queda claro?

Antes de que los templarios respondieran, alguien golpeó en la puerta. Conrad dió permiso para entrar y Johan entró acompañado de dos soldados de la orden de La Llama Purificadora. Quedándose en silencio, a la espera de que su superior les diera la palabra en el cada vez más apretado despacho.

Thalber asintió lentamente con una media sonrisa. - Cuantos más seamos menos herejes habrá en las calles... Si es tan amable de indicarnos brevemente donde comenzar a buscar los registros de los que hemos hablado... Antes nos pondremos con todos los temas y antes solucionaremos este asunto.

No debían entretenerse demasiado. Espero que esos dos soldados valgan para algo... pensó el templario.

—Le agradezco la confianza que deposita en nosotros, mi señor Arzobispo. Tiene toda la razón —replicó Heinrich con voz aduladora—, aquí solo existe un enemigo y unidos obtendremos mejores resultados. Desde luego le mantendremos informado.

El brillo en los ojos de Heinrich era una muestra de su satisfacción tras haber convencido al arzobispo. Con una gran autoridad de su parte no tenían que temer más impedimentos entre ellos y la información que necesitaban. Aun mejor: si, una vez completo, el papeleo daba un fruto amargo en forma de correctivos, sería el viejo quien sufriera. ¿Cómo iba a explicar que unos simples cazadores de brujas habían encandilado a todo un arzobispo?

Disfrutando de ese pensamiento en silencio, Heinrich esperó a que les guiaran hasta la sala de archivos.

-Bien, Johan, acompañe a estos hombres a la sala de los archivos, y ayúdeles en todo lo que necesiten. Haga llamar a Tom y a Klaus para que les acompañen. Dijo el Arzobispo y luego se volvió a dirigir a los templarios. Haré llegar ahora mismo una misiva a su superior para que esté al corriente de esta situación extraoficial, y llegar a un entendimiento con el mismo. Espero que no ponga ningún tipo de objección, ya que lo tendré en cuenta en el futuro.

Conrad rebuscó entre sus papeles y manchó ligeramente la punta de su pluma en el tintero, detuvo su mano justo antes de empezar a escribir y alzó la vista hacia Johan y los templarios.

-¿A qué esperan? Pueden ir a investigar lo que necesiten.

Era obvio, que para él, la entrevista ya había terminado.

Thalber hizo otra leve reverencia. Se caló el sombrero y se dirigió a la puerta.

—Pfff, ten en cuenta lo que quieras vejestorio —pensó Heinrich a la vez que hacía una reverencia. A continuación siguió a Thalber en su camino a los archivos.

El hombre llamado Johan se despidió de su superior de la misma manera que lo hicieron los templarios, y todos porcedieron a abandonar el despacho. Antes de que la puerta se cerrara tras ellos, pudieron escuchar la voz apagada de Conrad dirigiéndose a los dos soldados que habían entrado despues de los templarios.

-¿Se puede saber donde han estado? ¡Les dije que ¡PLAM! El sonido del portazo, apagó la airada voz del hombre, que parecía enfadado con sus subordinados.

De esta forma, los templarios abandonaron el despacho del siniestro líder de La Llama Purificadora, y fueron guiados por Johan a través del edificio en dirección a los archivos de la orden.

Recorrieron pasillos, estancias, y solo se detuvieron una vez, para que Johan les notificara las órdenes que Conrad le había encomendado dar a los soldados Tom y Klaus. Los dos hombres se encontraban realizando una ronda por el edificio, y no cuestionaron lo que Johan les decía, de modo que obedeciendo las órdenes, siguieron al grupo hasta el lugar en el que los templarios continuarían con sus investigaciones.

Cuando llegaron, se encontraron con una amplia estancia, de ventanales grandes que dejaban entrar la luz del sol a su interior, bañando las estanterías cargadas de libros y pergaminos que amenazaban con derrumbarse en cualquier momento. El lugar, diponía de amplias librerías situadas en las largas paredes, y que las abarcaban desde el suelo hasta lo más alto del techo.

Los templarios observaron la existencia de escaleras para alcanzar la información guardada los estantes más altos, y en el espacio que se abría entre ellos y el final de la sala, habían dispuestas una serie de mesas grandes para los estudiosos del lugar.

Doce hombres de anciano aspecto se encontraban allí, escribiendo en gruesos volúmenes y pergaminos. Los miraron cuando entraron, pero inmediatamente prosiguieron con sus tareas.

-Estos son los escribas de la orden. Les dijo Johan en un susurro. Se encargan de llevar el registro, les agradecería que los molestaran lo menos posible.

Los dos soldados tomaron posiciones dentro de la sala y Johan se quedó a la espera de cualquier consulta que los templarios pudieran hacerle antes durante su investigación en los archivos.

- Buscamos unos registros en concreto. - dijo Thalber a Johan. - ¿Hay alguien que pueda ayudarnos a encontrar el contexto histórico?

El cazabrujas no quería pasarse ahí 2 días buscando entre libros que no le interesaban...

—Sí —apuntilló el interrogador—, concretamente los de hace diez años.

Heinrich no quiso especificar nada más. No tenía razones para desconfiar de los templarios, pero tenía por costumbre no desvelar más de lo estrictamente necesario y, si este hombre no era el que podía ayudarles en la búsqueda, prefería reservarse para quien sí pudiera.

-Ejem... carraspeó Johan. Perdonen, pero cualquier consulta es mejor que me la hagan a mí, ya les he dicho que tenemos que evitar molestar a los escribas en lo máximo posible...

Diciendo aquello, se encaminó hacia algunas de las estanterías.

-Creo que por aquí puede haber algo de lo que ustedes buscan, si me ayudan a sacar algunos de los volúmenes... El hombre se estiró todo lo que pudo, haciendo crugir todos sus huesos en el proceso y alargando la mano, cogió uno de ellos con alguna dificultad ante la altura a la que se encontraba. Luego pensó lo que iba a hacer antes de volver a estirarse para coger otro libro, y en lugar de hacerlo, fue a por una de las escalerillas, la movió y la usó para alcanzar lo que quería coger.

-Ayúdenme con esto, déjenlo en esa mesa con mucho cuidado mientras se los voy dando.

Thalber ayudó a Johan con los volúmenes más pesados, el pobre viejo podría doblarse como un acordeón de un momento a otro...

Heinrich, que era más bien bajito, difícilmente podía ayudar a alcanzar los libros que se encontraban en la estantería así que se limitó a ojear los que le suministraban. Con la eficacia de quien ya se ha encontrado en parecidas tesituras comenzó a descartar los libros que no les interesaban.

Los templario se pusieron manos a la obra, investigando entre pergaminos polvorientos y tomos pesados que guardaban la documentación de las acciones de aquella orden, y en mucho casos, datos de incalculable valor para los historiadores del Imperio.

Muchos de aquellos datos, estaban vetados para ojos ajenos a la inquisición. Verdades como puños sobre la naturaleza del Caos y de la frágil posición en la que se encontraba el Imperio frente a ella, que no era aconsejable sacar a la luz, por el bien de la tranquilidad de los ciudadanos del Imperio. Personas como ellos eran los encargados de llevar sobre sus espaldas semejante carga.

De esta forma, el grupo, con la ayuda de Johan, investigó durante una larga hora, rodeado de libros y papeles. Al final de la misma, tres jugosos mensajes enviados entre miembros de la orden de La Llama Purificadora, salieron a la luz de entre innumerables cartas de informes. La información que en ellos había, era escasa, pero lo suficientemente evocadora como para hacerse las más espeluznantes de las ideas:

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20 de Veranal del 2516

De: Maximilian Kolven

A la atención de: Jürgen Friedrich

Asunto: Eliminación de La Pústula Verdadera

Tras varios días de reclusión a los cuidados de nuestros interrogadores, el prisionero llamado Bernard Rischmond sigue insistiendo en su declaración, por lo que creemos firmemente que su culpabilidad ha sido más que demostrada, dado que no hace ningún tipo de intento por ocultarla, admitiendo orgullosamente y en todo momento ser culpable de los delitos de los que se le acusa, y no teniendo ningún reparo en informarnos sobre todo lo que es interrogado.

El edificio en el que fue hayado el núcleo de la secta adoradora de Nurgle que se hacía llamar seguidores de La Pústula Verdadera, fue completamente destruido tras la intervención de nuestros hombres, según las declaraciones de Bernard, pero nos tememos que el mal que Bernard y los suyos han extendido, va más lejos de lo que en un principio se pensó durante las investigaciones sobre la secta. Sin embargo, según sus declaraciones y nuestros informes de campo, podemos asegurar que la secta ha sido completamente erradicada.

Bernard declara que el Orbe que fue hallado en su posesión, al que no deja de denominar Forúnculo de su señor, llegó a su mano a través de uno de los hijos de su padre, lo que nos hace pensar que el artefacto llegó a la ciudad en manos de alguna vil criatura del caos. Cómo logró llegar hasta el interior de nuestra amada Altdorf es un misterio que sigue en investigación. El acusado admite haber extendido una enfermedad de origen caótico en nuestra ciudad y alrededores con el fin de “extender la palabra del que todo lo pudre” gracias al impío artefacto de innegable  naturaleza caótica.

De momento, Bernard ya ha sido puesto a disposición de los carceleros a la espera de una sentencia, y el Orbe guardado en las cámaras inferiores con el fin de almacenarlo en un lugar seguro para su estudio, hasta encontrar un modo de destruir semejante artefacto del caos.

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7 de Labrario del 2521

De: Jürgen Friedrich

A la atención de: Maximilian Kolve

Asunto: Eliminación de los Portadores del Cambio

Tras mucho discutirlo, se ha llegado a la decisión de aceptar su petición. Creemos que nuestros eruditos siguen siendo incapaces de controlar las fuerzas del Forúnculo, y a pesar de que sigo siendo contrario a la idea de usar contra los enemigos del Imperio sus propias armas, la votación ha decidido otorgarle el permiso para sacar el Orbe de nuestras instalaciones y llevarlo a la provincia de Stirland, con el fin de usarlo contra la secta de los Portadores del Cambio a quienes por fin hemos  localizado.

Sean prudentes y manejen la situación con cuidado, pues los tiempos que corren están mermando nuestras fuerzas, Archaon se hace fuerte y la desolación se extiende por las tierras que Sigmar nos legó. Hagan lo que deben de hacer y que Sigmar sea con ustedes en esta peligrosa encomendación.

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18 de Nobanio del 2522

De: Frederick Schäuble

A la atención de: Jürgen Friedrich

Asunto: Fracaso en la eliminación de los Portadores del Cambio

Los últimos hombres contagiados han muerto. Sus familias serán informadas y recompensadas por la inestimable labor en nombre de Sigmar que han desempeñado en la defensa del Imperio contra las fuerzas del Caos.

El Orbe ha sido devuelto a las cámaras inferiores como se nos fue encomendado tras la desastrosa operación, que acabó con el comando asignado a la eliminación de los Portadores de la Verdad, debido al contagio que sufrieron todos a causa del maldito artefacto que nunca debió de usarse en tal misión.

El Orbe es demasiado peligroso y sus sospechas han sido confirmadas, debe estar a buen recaudo en nuestras manos y no ser utilizado ni como objeto de estudio, su mera existencia es una aberración a los ojos de Sigmar y debemos hallar una manera de destruirlo. A tal efecto, se procederá a actuar convenientemente.

Tras la Tormenta del Caos, debemos estar unidos en la recuperación del santo Imperio más que nunca, este episodio nos ha servido de lección  y no volveremos a dudar de sus palabras.

Thalber anduvo examinando codo con codo con sus compañeros y Johan el amasijo de papeles, pergaminos, libros, notas, cartas... Todo lo que iban encontrando.

Al final de una ardua y trabajosa hora consiguieron algo en claro. Tres textos que proveían de una valiosa información.

- Caballeros... ¿Están pensando lo mismo que yo? - preguntó en general, incluyendo a Johan.

- Johan, me pregunto si será posible acercarnos a tal artefacto. Quizá podamos averiguar algo más sobre el Caos... O quizá descubramos que no está bajo llave como rezan estas cartas, y que sea el causante de esta nueva ola de enfermedad y putrefacción...

No sé qué será peor, si encontrarme de frente con semejante artefacto del demonio o descubrir que no está ahí...

—Mmm, Bernard Rischmond... —musitó Heinrich mientras Thalber exponía su opinión. Sacó el diario que les había proporcionado Albert y pasó las páginas hasta dar con el pasaje correcto.— Sí, el autor del diario y supuesto líder del culto. ¿Por qué cooperaría con tanta facilidad durante el interrogatorio? Normalmente los sectarios son duros de roer. No tienen mucho que perder y no es fácil igualar las caricias de sus señores.

—Locos. Locos todos ellos por creer que de usar un artefacto maligno saldría algo bueno —pensó en referencia a los incautos que pretendieron aprovechar el Forúnculo como arma—. Pero el poder es tentador y los hombres somos débiles. Sí...

Movió la mano en gesto que hizo crujir los huesos como para apartar pensamientos que no llevaban a ninguna parte. Respondió a la pregunta de Thalber afirmativamente y añadió:

—En efecto, el siguiente paso lógico es asegurarnos de que el Forúnculo sigue a buen recaudo. Todo parece indicar que es el foco de la infección. ¿Me equivoco si asumo que está almacenado en esta casa de la orden, Herr Johan?

Johan parecía intentar disimular cierto entusiasmo ante las averiguaciones que acababan de hacer cuando respondió a los dos hombres.

-¡Vaya! No sabía nada de esto. Dijo. Ahora que hemos encontrado estos datos, debo decir que recuerdo algunos de los rumores que escuché en los pasillos por esas fechas. Desde luego que encajan bastante las cosas a las que nos les dí importancia en su momento por estar atareado en lo que respecta a mi trabajo dentro de la orden.

Johan, volvía a leer las cartas, mientras continuaba hablando.

-Las cámaras inferiores son un lugar peligroso. Todos los artefactos del Caos que no ha sido posible destruir por ningún medio, se encuentran... creo que almacenados no sería la respuesta correcta. Más bien, enjaulados allí. Dijo, tras pensarlo un poco. Necesitarán un permiso especial para bajar ahí y comprobar lo que acabamos de descubrir, pero es indudable que necesitan tener acceso a...

-Señor, este hombre y esta mujer preguntan por los invitados. Dijo el soldado Klaus desde la puerta, interrumpiendo a Johan.

Cuando los templarios y Johan miraron en la dirección, vieron a Maul y a Katherina en la puerta, junto a Klaus y Tom.

-Señor, este hombre y esta mujer preguntan por los invitados. Dijo el soldado al que preguntaron por sus compañeros desde la puerta de la sala.

El barbudo hombre, y los tres templarios, alzaron la vista para mirar en su dirección, y los vieron entrar en el lugar.

¡Sigmar se los lleve! —pensó con el inquisidor con exasperación— ¡Más burocracia!

Heinrich no tuvo ocasión de replicar pues el resto de sus compañeros aparecieron en escena. Haciendo una reverencia con grandes aspavientos y movimientos renqueantes saludó a los recién llegados.

—Saludos de nuevo, mein Herren und Frauen. —una sonrisa tan falsa como su alegría apareció en su rostro— ¿Les ha sido productiva su visita? —bajó la voz cuando continuó hablando. Johan ya sabía lo que buscaban, pero no era necesario que toda la sala se enterara. De hecho, cuanto menos supiera nadie mejor. Uno nunca sabe donde pueden estar los espías de los Poderes Ruinosos—. Nosotros, con la eficiente ayuda del Hermano Johan —señaló al hombre barbudo que se encontraba junto a ellos—, hemos encontrado registros que confirman que el artefacto se encuentra bajo custodia en este edificio.

Entre otras cosas. Pero dejemos las historias de experimentos con artefactos heréticos para otro momento. No queremos enfadar a nuestro anfitrión y por cosas menores que esta han rodado cabezas. O ardido.

—Están en aquella mesa, si quieren echarles un vistazo. Estábamos preparándonos para hacer una visita a las cámaras inferiores y comprobar que el artefacto sigue allí. Pero el Hermano Johan ha comentado algo sobre un permiso... —se volvió hacia el hombre y habló con la voz más cordial que podía conjurar— ...que seguro no es estrictamente necesario, ¿verdad? El cardenal nos ha dado permiso para venir hasta aquí y, en cualquier caso, sólo queremos echar un vistazo. Será una visita rápida, se lo prometo.