Partida Rol por web

La venda se empapó de sangre al instante. La elfa emitió un quejido mudo y frunció el ceño. Maldito guardia. Había estado muy cerca de eliminar al centinela y poder rescatar al noble humano, pero un estúpido resbalón, propio de matones torpes, no de expertas maestras en el arte de matar, como ella.

Dicho arte parecía estar perfeccionándolo consigo misma, no tenía conocimientos curativos, por lo que sus torpes intentos de taponar la herida estaban resultando en unos dolorosos e inútiles esfuerzos por curar la herida. Herida que había sido provocada por la lanza del centinela, quien en el último momento salvó su vida atacando e hiriendo de gravedad a la mujer. Farmiekh se vio obligada a huir cuando el hombre gritó pidiendo ayuda y otros aldeanos aparecieron.

De ello hacía casi 24 horas y sus intentos previos por curarse habían sido tan infructuosos como el que ahora intentaba.

El primer día de juicio no había ido bien para Maximilian. Todas sus esperanzas estaban depositadas en que hoy, el día en el que los testigos aportarían información, sería el bote salvavidas del noble. Tenía grandes esperanzas en el testimonio de los herreros, o en el de algún otro testigo, seguramente convocado por la acusación. 

El jinete que le había apresado había partido a Middenheim el día anterior, nada más terminar la primera parte del juicio, para dar aviso a sus superiores del juicio que se estaba produciendo. Según parecía, quería que el juicio fuera retrasado para dar parte a la Iglesia de Ulric y Sigmar, pero el señor feudal local quería dar un escarmiento con los herejes y demandaba un juicio rápido y la muerte de Maximilian cuanto antes. Por lo que el juicio se celebraría con la mayor velocidad posible.

La primera de las tres fases del juicio ya había concluido.

La herida no parece cerrarse, al contrario, y me siento débil y cansada. Maldigo mi estupidez y mala suerte durante el día anterior, había estado tan cerca de salir de aquí de una pieza y ahora estoy débil y en una situación difícil.

Dado mi especial talento para moverme en la oscuridad y ver en ella decido esperar a que la noche caiga para volver a salir de mi escondite y explorar nuevas opciones. Se que entre mis útiles guardo varios venenos que podría usar para envenenar levemente a toda la población y ralentizar el juicio o postergarlo pero también es posible que decidan acortar tal hecho dando muerte a mi compañero. Necesito encontrar otras posibilidades, crear una distracción, matar a alguno de sus principales acusadores o, lo que de verdad importa, liberarlo.

Con este pensamiento salgo sigilosa al pueblo y trato de no desmayarme por el dolor mientras exploro.

No puedo fracasar en esta tarea, mi honor está en juego.

Un sencillo reconocimiento, y algo de sentido común, permitió a la elfa localizar la jaula de los perros en la que custodiaban a Maximilian, el lugar donde habían herido a Farmikeh la noche anterior, ahora con la guardia triplicada (tres milicianos) los graneros de alimentos, el manantial del que los aldeanos obtenían el agua, que fluía por un pequeño canal artesano hasta un pozo y el patíbulo en el que pensaban colgar a Maximilian, si es que finalmente no le quemaban.

No había edificios lujosos en el pueblo, a excepción de la pequeña capilla de Ulric, bastante modesta. El lugar más lujoso no estaba en el pueblo en sí, sino en un campo cercano. Donde el señor feudal y su comitiva habían instalado un campamento, con una gran y lujosa tienda en su centro.

Como una sombra de mi pasado me muevo lenta y silenciosa pese a la herida que sufro y que no cesa de gotear, derramando mi vida al exterior. Los estúpidos granjeros deben guardar en algún lugar útiles para heridas pero no tengo tiempo para buscarlas ni puedo correr ese riesgo.

Barajo varias ideas en mi mente y, finalmente, opto por la más sencilla. La idea de envenenar el agua del pueblo me atrae pero posiblemente no logre más que causar un leve malestar y no quiero gastar mis apreciados venenos en algo que puede hacer tan poco daño. El asesinato del señor feudal o del sacerdote de Ulric podrían ralentizar el proceso, tal vez incluso aplazarlo, pero también podría desembocar en el asesinato del humano al que deseo proteger. Acercarme al granero y prender fuego a las reservas de comida del grupo de ineptos que habitan esta tierra es lo más sencillo y podrá servirme de distracción para salvar al humano.

El plan es simple, buscar aceite o algún material similar para prender un gran fuego y luego esconderme entre las sombras cerca del lugar en el que mantienen encerrado a Maximilian.

Nada puede salir mal. No otra vez -pienso mientras busco algún faro de aceite que me pueda servir para iniciar el fuego. Durante mi búsqueda paso cerca del pozo y trato de inutilizar el mecanismo que permite sacar el agua, siempre que no atraiga la atención en mi tarea.

Pese a ser un verano frío, un frío antinatural, que algunos asociaban con la maligna influencia del Caos y el rastro que la guerra había dejado, seguía siendo la estación seca, donde la leña abundaba y, si no se tenía cuidado, los incendios amenazaban campos y bosques. La madera seca, aún fría, seguía siendo seca. No le costó a la elfa reunir una buena cantidad de leña que hacer arder con facilidad, ni localizar el granero. El aceite sería otro asunto, ¿de dónde iba a sacar aceite que asegurara, sin posibilidad de error, que la leña ardiera?

Aunque el verdadero problema sería acercarse al granero sin ser vista y prenderle fuego.

Una vez reunida la leña comienzo con la segunda parte del plan. La madera seca serviría como motor duradero del fuego mientras que el aceite tiene papel protagonista para iniciar las llamas que devorarán el granero desde dentro, una vez logre introducirme en él. Pero primero debo encontrar aceite o algo parecido.

Me paseo por el pueblo humano usando mi visión de elfa para detectar a los posibles guardias antes de que ellos me vean y busco antorchas o vigilantes pues, posiblemente, lleven consigo aceites para mantener los fuegos encendidos. Si no encuentro nada puedo tratar de iniciar mi plan sin ayuda de aceite pero la distracción durará mucho menos de lo que necesito para actuar.

Había un lugar en el pueblo, o fuera de él. Donde el fuego ardía sin llegar a consumirse, alimentado por el aceite y la madera. Era el mejor lugar para conseguir lo que quería. El problema era que ese lugar era sagrado, en el aspecto religioso, y era osado entrar en él. Se trataba del templo de Ulric.

Construido en sólida piedra y ricamente decorado, el hogar del dios del Invierno siempre estaba iluminado por las llamas. Entre los deberes de los sacerdotes estaba el de mantener siempre viva la hoguera de Ulric. La gran hoguera de Ulric se hallaba en el Gran Templo de Middenheim, y si alguna vez se extinguiera el invierno duraría todo un año. Las hogueras de los demás templos del Viejo Mundo eran representaciones simbólicas de esta. En el exterior había dos grandes plataformas donde el fuego nunca se extinguía, y algunos fieles se ofrecían voluntariamente varias noches para la vigilia.

Sonrío ante lo irónico de la situación pues será el falso dios humano, Ulric, el que salvará al hijo del caos.

No dudo en acercarme al templo pues ya había barajado la idea de matar al sacerdote que en ella veía para retrasar el juicio y acabar con la vida de un par de fieles será, cuanto menos, divertido. Aunque también arriesgado.

Me acerco a la zona tratando de seguir escondida en las sombras y observo el número de vigilantes que permanecen junto a la llama. Si es solo uno podría matarlo sin mucha dificultad pero un cuerpo siempre es un problema. Miro a mi alrededor buscando una piedra que pueda crear una distracción, algo que haga que los guardias dejen su posición.

No había guardias en el exterior, custodiando los fuegos; pero sí se veía luz en una ventana del piso superior, y hombres en el interior de aquella ventana. Era una avanzada hora de la noche, y sólo algún asunto de gran importancia retendría a alguien en aquel lugar a aquellas horas.

No había guardias, pero el lugar no estaba desierto. Un grupo de mujeres se sentaban en un banco próximo, bien cubiertas con capas para el frío. Era extraño que ellas se encontraran allí a aquellas horas, por lo que debían estar esperando a los hombres reunidos en el templo.

Observo el templo y sonrío ante la ironía que sería quemar el edificio sagrado con su propio fuego. Seguro que el propio Khaine se sonreiría ante ello, tal vez lo haga, más adelante.

Las mujeres que esperan pacientemente cerca del fuego no son una amenaza, como casi nadie del pueblo, pero si un estorbo, por lo que decido esperar a encontrar una situación más propicia. Sin embargo lo que ocurra en el templo si parece merecer la pena por lo que decido acercarme a hurtadillas, apoyándome en mis habilidades de raza superior, para saber de que pueden estar hablando dichos hombres. Tal vez tenga algo que ver con el noble humano...

La elfa se acercó sigilosamente hasta una de las paredes de áspera piedra. Había cruzado por en medio de la calle, pero si alguien la había visto no había mostrado ningún indicio de haberse preocupado. A la luz de la noche podía ser cualquiera del pueblo, y no haía ninguna razón para sospechar. Entre un edificio bajo de madera, un almacén o cobertizo, y el templo de Ulric había un callejón de tierra y piedras, con algo de vegetación creciendo salvajemente y una higuera. Quedó bajo la ventana iluminada del primer piso, aquella de la que procedía la luz y las voces.

Espero oculta, agachada bajo la ventana, procurando escuchar algo de la conversación de esos estúpidos seres inferiores.

Solo necesitaría a cinco de los míos para que este condenado pueblo se viera regado de cadáveres humanos.

La elfa trató de escuchar a los humanos, sin demasiado éxito, sus voces eran muy bárbaras para su fino oido y aquello le enfureció, haciéndole maldecir en voz baja, lo cual también perturbó su capacidad para escuchar.

"Hoguera" y "Middenheim" eran las únicas palabras que la elfa pudo entender. No es que tuviera una buena oportunidad de escuchar algo desde el suelo de aquel callejón, casi cuatro metros por debajo de la ventana. Lo que sí pudo saber es que había un gran número de personas allí reunidas.

Las voces humanas se asimilaban a los gruñidos de los cerdos por lo que soy incapaz de sacar algo en claro. Lo que si es seguro es de la multitud que se encuentra en la casa de Ulric.

Dando por imposible el entrar a recopilar más información decido tratar de acercarme a la hoguera, usando las sombras que la propia llama de Ulric creaba. La presencia de las mujeres puede resultar un factor beneficioso o perjudicial, según las costumbres del pueblo. Puede que los guardias de estas se encuentren en la reunión del edificio y sea una oportunidad única o puede que normalmente estén sin vigilancia y las mujeres sean un peligro añadido.

Sin embargo no hay tiempo por lo que, ocultando mis orejas con el pelo y tapándome todo lo posible con mis ropas, me acerco a las llamas tratando de no ser vista.

Desde donde estaban sentadas las mujeres podían ver perfectamente a Farmiekh, aunque sólo si giraban la cabeza. Juntas en una esquina, todas hablando a altas horas de la noche, esperando a que sus hombres salieran de la reunión. Acercarse a las llamas sin ser vista era imposible ya que la luz del fuego se proyectaba sobre el menudo cuerpo de la asesina.

Las dos hogueras se mantenían encendidas mediante leña ordinaria, pero había un pequeño surco en la estructura del soporte que indicaba que por ahí discurría un líquido hasta la base: aceite, sin duda. En caso de que el fuego perdiese fuerza se le daba un empujón. Pero no había ni rastro de aceite en aquellos soportes, ni ninguna ánfora o tinaja a la vista.

Maldición, la cosa parece ser más complicada de lo que en un principio parecía. Juro por Khaine que volveré a este lugar y mataré a todos y cada uno de estos engendros.

Sin tinajas de aceite a la vista ni nada que pudiera usarse para alimentar las llamas solo me quedaba una posibilidad, bastante arriesgada pero que podría tener sus propios beneficios, entrar en el templo. Una vez allí podría buscar las tinajas y, tal vez, encargarme del clérigo.

Observo el edificio buscando otra posible entrada lejos de las miradas de las mujeres. La ausencia de guardias era una ventaja en estos momentos que debía aprovechar pues la posibilidad de que, tras salir de la reunión, volvieran a vigilar las puertas era demasiado grande.

Farmiekh encontró un lugar de fácil acceso, una de las ventanas de la capilla auxiliar. La madera crujió cuando giró sobre los goznes de la pared, y el sonido se propagó sobre la silenciosa iglesia, pero nadie pareció percibirlo. La elfa se deslizó en el interior de la casa del dios Ulric.

¡No estoy dispuesto a permitir que eso ocurra! ¡Éste es mi pueblo y ningún gordo pretencioso de la ciudad me dirá lo que tengo que hacer!

Hubo una serie de gritos y Farmikeh escuchó el arrastrar de los muebles en el piso superior. Los hombres allí seguían discutiendo el destino de Maximilian, ajenos a la intervención de la elfa. Ninguno de ellos contaba con que la voluntad de un ser superior como ella era mucho más poderosa que la de todos aquellos débiles.

La elfa recorría el interior del templo, abriendo puertas en busca del almacén del templo cuando un ruido de pasos anunció un destello de luz provocado por una antorcha. El sonido del acero al golpear contra las rocas y el hablar de los hombres rompió con el silencio. Un nutrido grupo de hombres, soldados y sacerdotes en su mayoría, descendían por las escalera del templo.