Partida Rol por web

Tras decidir el siguiente curso de acción, Arcturus y Orionus aún se demoraron un momento a causa del catatónico adepto, uno intentando determinar que hacer con él, y el otro registrándolo; el adepto no se resistió, aunque ninguno sacó nada en claro salvo algunas plumas gastadas, trozos de pergamino manchado, y un viejo frasco de tinta en el que apenas restaban apenas unas gotas frescas que guardaba en sus túnicas del administratum.

Finalmente sin saber exáctamente que hacer con él, el adepto Mayweather permaneció sentado donde estaba sin ser molestado. Cualquiera que lo viera sin prestar mucha atención pensaría que estaba esperando a alguien o dormitando sentado sobre el camastro...

Tras caminar unas decenas de metros volvísteis al salón principal, y allí fue donde vuestros caminos se separaron, unos hacia el centro de la sala, y otros hacia el extremo opuesto...

El complejo era lo suficientemente grande como para que aquél recorrido os llevase varios minutos, pero finalmente os encontrábais lo suficientemente cerca como para ver la escalera central que según el mapa llevaba a la sala donde se celebraría la subasta. Fue en ese momento cuando os separáseis de Hyeronimus, Arcturus e Isolda para avanzar por vuestra cuenta.

Lo primero de lo que os percatásteis es de que no erais los primeros e llegar allí. Lanus cisten y su fiel ayudante ya habían llegado, el primero con el brazo en cabestrillo y un vendaje limpio; y además se encontraban otros individuos que no conocíais. De entre ellos, quien más llamaba la atención era un hombre alto y atractivo de porte elegante, solo ligeramente afeado por un evidente orgullo que resultaba totalmente transparente a la vista. Además de su porte, también vestía prendas que raramente se veían entre la población común de cualquier mundo: un pectoral de un plateado reluciente, capa de seda, botas de reptil y un sombrero adornado con una pluma de algún vistoso ave, así como una espada de manufactura elegante al cinto. Si algo se podía adivinar de aquél hombre era que poseía dinero.

Sin embargo, el extravagante individuo no iba solo, le acompañaban sus propios seguidores, aunque en contraste eran mucho menos elegantes. Dos de ellos eran un hombre y una mujer debidamente vestidos para la ocasión, aunque sin disimular sus armas automáticas; y en tercer y último lugar se un gigantón que lejos de preocuparse por su apariencia parecía vestido poco mejor que un delincuente cualquiera de una subcolmena, incluso desprendía cierto olor a alcohol; sin embargo, su altura de casi 2 metros y su constitución de gorila hacían imposible pasar por alto su presencia. Este último no iba armado, aunque a su espalda colgaba un grueso recipiente cilíndrico casi de la longitud de su propia espalda que en sus manos podría resultar una potente arma contundente.

El grupo en conjunto se encontraba discutiendo abiertamente con dos soldados de las FDP y un adepto que bloqueaban el acceso por la escalera. Al parecer, no les permitían el paso.

Tras varios minutos de marcha os separásteis de los demás cuando os encontrábais cerca del punto central del salón de entrada. No tenía ninguna perdida, ya que la ancha escalera circular que subía hacia el piso superior era visible a un centenar de metros de distancia. Sin embargo, aún tuvisteis que caminar varios minutos más para alcanzar el otro extremo de la sala, hasta que finalmente alcanzáseis la pared opuesta.

La entrada a la sala estaba custodiada por unas grandes puertas dobles de hierro negro, aunque comparadas a las megantescas puertas principales estas eran sencillamente de tamaño normal. Probasteis a empujar y las puertas se abrieron con un tenue chirrido sin ofrecer resistencia.

El interior no era lo que habíais imaginado... las paredes laterales estaban cubiertas de féretros empotrados y adornados con multitud de calaveras, tan antiguas que varias de ellas estaban quebradas, o totalmente hechas pedazos. A medida que las paredes cobraban altura, los féretros eran sustituidos por paredes lisas y ricamente decoradas con ilustraciones de batallas, naves del frío vacío espacial y mundos en conflicto o destruidos.

La pared del extremo opuesto, en su mayor parte lisa, también estaba decorada con símbolos y figuras en relieve, y el mismísimo centro de la sala se hundía unos centímetros para dejar contemplar en todo su esplendor un sepulcro construido en un material marmóreo blanco y negro, con una brillante H mayúscula labrada en su centro. Justo en mitad de la pared, de modo que fuera perfectamente visible nada más entrar en la sala, había un escrito en gótico clásico que aún se conservaba en buen estado.

La frase de la pared reza: - Aquí yace Solomon Haarlock. Colonizador, soberano y viajero más allá de las estrellas. -

Impresionante. Arcturus miró alrededor, sin moverse del sitio. Seguramente no lo hubiera conseguido aunque lo hubiese intentado. El lugar era grandioso, pero al mismo tiempo siniestro. La hilera de féretros resultaba sobrecogedora. Recorrió los murales con la mirada, perdido en las pinturas que representaban. El altar tenía algo que le repelía. Se perdió en la inscripción de enfrente...

-¿Alguien sabe gótico clásico?

-Aquí yace Solomon Haarlock. Colonizador, soberano y viajero más allá de las estrellas -fue la contestación de Isolda a la pregunta del sacerdote de Marte- ¿Estamos seguros de que ese es el lugar?

Orionus después de registrar al adepto y ver que no tenia ningún objeto útil para la misión. Volvió a dejarle de nuevo en su sitio los mismos objetos como si no hubiera pasado nada. Posteriormente siguió al grupo de Urtzi para continuar la tapadera de ser su escolta.

Caminaron por los pasillos y pasado unos minutos percibieron a poca distancia que había tres grupo de personas en el acceso de la escalera. A medida que se acercaba Orionus y sus compañeros iban distinguiendo a quienes reconocían y posibles invitados que acudían a la subasta con sus guardaespaldas. Era fácil de deducir que no estaban inmovilizados en es lugar por casualidad sino porque uno de los grupos estaba compuesto por soldados de la FDP que permanecían como centinelas delante del acceso de la escalera.

- ¿Estamos seguros de que ese es el lugar? - dijo Isolda.

El arbites estuvo a punto de responder - sin duda - en tono tranquilizador. Pero el tono de la hermana había sido neutro. Pedía información, no parecía tener miedo. La guerrera se había ganado su respeto y su sinceridad y lo más sincero sería decir que el arbites jamás se sentía completamente seguro en ninguna parte. Su obsesión por la seguridad podía pasar fielmente por paranoia.

- No creo que debamos temer a los muertos... Inés - respondió finalmente, fue avanzando lentamente entre las filasde féretros y calaveras. Ponía el pie cada vez con cuidado, respetuosamente y silenciosamente, el escudo cubría su brazo izquierdo y había apartado el abrigo de su cadera derecha, dejando la empuñadura de la porra accesible - sólo por si acaso - Se acercó al féretro de Haarlock con intención de estudiarlo más de cerca

- Este Haarlock ¿quién había sido en realidad?* ¿tan sólo un comerciante? muy improbable, a éstos no les construyen monumentos, los construyen ellos mismos y se derrumban cuando sus fortunas lo hace.

¿Un explorador éstos suelen morir lejos de casa, en sitios ignotos y lejos de los ojos del Divino Emperador

¿Un santo? quizás. En tal caso ¿Cuáles habían sido sus servicios al Emperador?

¿Una mezcla de todo lo anterior? Sería curioso al menos ¿O quizás todo lo opuesto? No sería la primera vez que algunos fieles, inocentes, descarriados, habían depositado sus esperanzas y su Fe en aquellos poco dignos de su devoción. Sólo la Inquisición sabía qué acababa siendo correcto.

Cuando Isolda tradujo, el tecnosacerdote giró la cabeza hacia ella, asintiendo aprobador. Después, aunque no era hombre de armas, posó la mano en la culata de la pistola láser, mirando en todas direcciones, mientras Homron se acercaba al centro de la habitación.* Buscaba puertas, accesos en los que no se hubiera fijado antes. Volvió a mirar a la hermana, algo indeciso, y optó por vigilar la entrada por la que habían llegado. No quería que les pillaran husmeando y además por sorpresa.
 

Acabamos de empezar y en el horizonte ya se apreciaban los primeros problemas, me acerco a Urtzi y le susurro al oído, me parece que vas a tener que sacar todos tus talentos, al parecer no les dejan pasar..., ahora todo esta en tus manos, estate tranquilo, acaricio mi arma, pase lo que pase en este sitio lleno de escoria no te dejare atrás, hemos llegado todos juntos y saldremos todos juntos, doy un paso atrás y ocupo mi sitio como guardaespaldas de Urtzi, justo antes de llegar donde se encuentra el grupo de gente y sin siquiera girarme hacia Heinrich hablo en voz baja para que nadie mas que nosotros lo pueda oír, estate tranquilo, aunque no estés con Papa nosotros cuidaremos de ti...

Urtzi observó la sala y todos los allí presentes. Pudo ver caras familiares y otras nuevas lo suficientemente imponente como para hacer que el adepto tuviese que recordarse por qué estaba allí ahora mismo. También le ayudó la presencia y los ánimos de Gianna. -Gracias... de verdad que necesitaba oír algo así.- Respondió a la soldado. -Aunque quizás no hubiese estado mal plantearlo desde un punto de vista un poco más optimista.- Bromeó con su compañera demostrando que realmente había logrado cierta calma ante el nuevo desafío que se presentaba para él. 

En ese instante intentó pensar como un verdadero y genuino acólito al servicio de la Inquisición. Su misión ahora mismo era obtener la mayor cantidad de información posible y aquello cobraba todavía más importancia con la aparición de lo que parecían ser nuevos compradores. -Señor Von Tod, señor Boulder, quizás podáis fingir asegurar la zona y aprovechar para tomar contacto con los nuevos participantes de la subasta e intentar averiguar qué problema tienen con las autoridades locales. Después del ataque durante el viaje no resultaría extraño extremar precauciones.- Las palabras de Urtzi sonaban mucho más a una petición o una sugerencia que a una orden que el propio Hieronymus hubiera podido pronunciar. -Gianna y yo nos acercaremos hasta el señor Lanus Cisten. Realmente me preocupa su estado y después de haberle prestado ayuda estoy seguro de que se mostrará amigable.- El adepto meditó a penas un segundo las opciones que se les presentaban. -Si se presenta la ocasión también intentaré entablar conversación con otros compradores.- Una ligera sonrisa, demasiado tensa para resultar natural, se dibujó su rostro esperando parece convincente y determinado. Aunque la manera en que apretaba las las manos echaban por tierra cualquier esfuerzo. Con un gesto breve se despidió a sus compañeros y esperó a que Gianna ocupase su posición como escolta para acompañarlo junto al noble de Solomon. 

Mientras Isolda y Hieronymus se adentraban en la habitación, el tecnosacerdote se mantuvo rezagado unos instantes comprobando la gran estancia del salón de entrada a vuestra espalda. En realidad no había mucho que ver, se trataba de una espacio tan grande que era fácil que no se encontrase cerca nadie a la vista, como era el caso.

El acercaros a la pared opuesta pudisteis comprobar que había dos partes diferenciadas en el gratino negro, separadas por la inscripción en gótico clásico. A la izquierda mirando desde la entrada había un gran círculo liso en relieve, mientras que la derecha parecía la superficie agitada de un lago, con infinidad de bultos rugosos pero suavemente curvos.

Curiosamente, la naturaleza y propósito de descanso eterno de la tumba, además de la propia cautela, os había infundido de algún modo el suficiente respeto para mantener un relativo silencio mientras recorríais el lugar; lo que confería a la estancia un aire de solemnidad, y hacía que os picara la nuca, sintiendo varias veces sobre vosotros las miradas vacías de los cráneos en sus nichos.

A pesar de que te has mantenido cerca de la puerta en actitud vigilante, hay cierto detalle sobre un extremo de la pared que no has pasado por alto. La zona de la pared cubierta de suaves bultos no parece tener una disposición al azar, o por simple gusto artístico; desde donde te encuentras pareciera que fuesen rostros deformes y distorsionados que gritasen de agonía.

Los primeros en percatarse de que os acercábais fueron los soldados de las FDP, ya que el adepto se encontraba en una acalorada discusión con el extravagante hombre bien vestido. Al situaros junto a los demás individuos fue uno de ellos quien dio un paso al frente con la mano en alto indicando que os detuvierais.

- Los invitados no pueden entrar hasta el inicio de la recepción de esta noche. - comenzó el soldado con una voz ligeramente ahogada por el casco - por favor, el resto del recinto está disponible para... -

nunca llegasteis a saber para qué estaba disponible exactamente el resto del recinto, ya que el otro hombre interrumpió bruscamente su conversación con el adepto para entrometerse. - ¡El resto del recinto son viejas cámaras polvorientas! ¿Para qué hemos venido si no es para una subasta? ¿Y para qué tanto secretismo? La mayoría ya sabemos lo que hay para subastar; dale a alguien del ministorum como ellos suficientes tronos y tendrás toda la información que quieras. - la última frase la dijo haciendo un leve gesto con la mano hacia el adepto y con un tono absolutamente altanero. - Y aún así se empeñan en hacernos perder el tiempo. Algunos tenemos asuntos más importantes que atender que esperar a los rezagados, deberíamos haber podido tener acceso a los objetos tan pronto llegamos aquí. ¿Cómo es que no es así? -

El adepto, que estaba simplemente abrumado por las afirmaciones y la irrespetuosidad del individuo, balbuceó algo sobre que los objetos aún no estaban totalmente preparados para la exposición, pero sus palabras quedaron en nada mientras el hombre bien vestido continuó con otra serie de argumentos, todos ellos basados en la importancia de su persona como validez para acceder de inmediato a la sala de exposición.

Al otro lado, Lanus Cisten parecía abatido y con una expresión de derrota que parecía indicar que se había resignado a no entrar a la sala hasta la recepción. Abrió mucho los ojos al veros, con el mismo miedo que debió sufrir cuando Taikel fue consumido a bordo de la nave por los mismos poderes que ostentaba, pero al palparse los vendajes del brazo en cabestrillo pareció calmarse y adoptó de nuevo una actitud normal, incluso esbozando una ligera sonrisa. De seguro no se había olvidado que vuestro tecnosacerdote le había proporcionado atención médica cuando se encontraba muy malherido.

Al arbites le desagradó profundamente la sensación opresiva de aquella cámara. A medida que avanzaba la sensación de estar siendo observado se fue incrementando y no pudo evitar volver la cabeza varias veces hacia las calaveras en busca de dispositivos ocultos de vigilancia. Aunque la sensación le pareció algo más "profunda". Ojalá estuviera allí el difunto Taikel. Quizás él sabría entender el porqué de esa sensación.

Quiso tocar aquella superficie ondulada de la pared, pero algo en aquel lugar le impidió hacerlo con la mano aunque se acercó y dejó que el borde del escudo lo hiciera con suavidad, no como un golpe, como si hubiera ocurrido por casualidad al darse la vuelta estando cerca del muro y la parte inferior del escudo, de por sí voluminosos, rozara el muro.

Hecho esto, la necesidad de salir de allí se hizo imperiosa.

Antes de separarnos y ocupar mi lugar de guardaespaldas al lado de Urtzi le dirijo unas palabras, No esperes un camino fácil, el Emperador siempre nos pone a prueba, esa es la única forma de purgar nuestros pecados.

-¡No toquen esa pared!

La sala, amplia y vacía, hizo que la admonición del tecnosacerdote sonase más fuerte y profunda de lo que hubiese deseado, con ciertas reverberaciones. La voz de Arcturus, de costumbre poco expresiva, adquirió un efecto más bien tenebroso. Extendía la mano hacia delante, como queriendo impedir que nadie se aproximara a la superficie ondulada, pero su advertencia llegada tarde.

Se aferró a la culata de la pistola con fuerza y, casi de forma involuntaria, dio una par de pasos hacia atrás.

La advertencia de Arcturus llegó tarde para Hieronymus, que ya había rozado la pared con el escudo. El veterano Arbites prácticamente dio un salto hacia atrás a causa de la sorpresa mientras se ponía en guardia... sin embargo, no ocurrió nada.

El escudo había golpeado una pared sólida, de eso no había duda. Ahora que todos estábais plenamente concentrados en la pared, os fijásteis en lo que pudo haber alterado a Arcturus; la pared no era simplemente curva de forma casual, con un ojo atento pudísteis distinguir formas sutiles cuidadosamente talladas en la piedra, imitando rostros deformes contraidos por el terror.