Partida Rol por web

Andrej le cedió una de sus armas a Keks. Mientras, Stan miraba compungido su estoque roto... arreglarlo costaría una fortuna, seguro. Pero sonrió al pensar que lo que ganaría y sacaría de esto iba a ser una cantidad más que suficiente para pagar no sólo esa reparación...

Cruzaron el puente y siguieron un poco más.

Keks miró su mapa y señaló a un lateral. Tenían que salirse del camino e internarse en la ciudad. Pronto, el camino comenzo a ascender con lentos escalones que indicaban una amplia subida. Elevando la vista vislumbrasteis vuestro objetivo: El tercer anillo. El techo se elevaba al menos 40 ó 50 pies sobre vuestras cabezas. Y bajo este, una enorme construcción se elevaba en el centro de la ciudad, rodeada por un canal de oro fundido de un ancho de 25 pies y sólo accesible por un pequeño puente, aún lejano a vuestra posición. El calor empezó a ser sofocante, y suponiais que lo sería mucho más cuando estuvierais cerca.

Justo cuando estaban a la vista del tercer anillo Keks tropezó, notó como el aire se hacía más pesado, y una energía tremenda comenzó a salir de su interior, sus ojos totalmente blancos emitían luz, la misma que parecía girar en cadenas de runas alrededor de sus manos.

-Los dioses, los jodidos dioses están de nuestro lado. ¡Sí! ¿No lo notáis? Ninguno de ellos desea que Razmir o esa mujer, Iramine, consiga la inmortalidad, no quieren lo que seguro que es un truco del Tirano Susurrante para volver.-De su pecho, sacó varios símbolos sagrados que llevaba puestos.-¡Todos ellos intervienen! ¡Todos!

-Y su energía fluye a través de mí... ¡No puedo pararlo!- el oráculo sacó el arma de Andrej y posando su mano sobre ella, las grietas fueron desapareciendo una tras otra.-¡Los dioses me lo dan, quieren que triunfemos!

Sin detenerse se acercó al estoque de Stan y repitió la operación, cerrando sus grietas y dejando el filo como nuevo.-¡Vamos, ahora no podemos fallar!

Stan no pudo evitar sonreir ante los comentarios de Keks, un momento antes se había asustado un poco cuando empezó a brillar. Pero en seguida se notó que el oracuo estaba bien. O más que bien por lo visto. Ya que pudo reparar tanto el arma de Andrej como la suya. Lo cual agradeció.

Yo...Gracias Keks, muchas gracias.

El picaro no dijo nada más y se quedó mirando a su espada. quizás sí que estaba en lo cierto Keks sobre los dioses. él también podía notarlo. Algo había cambiado en su interior. Se sentia más preparado, más protegido. Incluso aquellos libros que llevaba tiempo estudiando sobre conjuros arcanos, aquellos que tanto problema le daban, los veía ahora de otra manera. Más simple. Incluso podía recordar uno de los cojuros que más había intentado aprender.

Esto es tuyo, amigo.-dice Andrej devolviendo al oráculo su maza.

Veamos si podemos avanzar sin cocernos... 

-Sí.- dijo Keks guardándola.- Sigamos, debe quedar poco. Manteneros cerca de mí.

Una sonrisa apareció en la cara del guerrero ante el despliegue de poder de Keks.

La verdad es que se acercaban a su objetivo, y las cosas no parecían ir mal, pero no podían bajar la guardia...

Con las dos manos cerradas alrededor de su espada, ahora restaurada, Robert se permitió un segundo de tranquilidad antes de lo que les esperaba.

Pero el segundo iba a ser literalmente un segundo. Un ruido os alertó del peligro inmediato que se cernía sobre vosotros. Y es que, al otro lado del puente que daba entrada a la ciudad os esperaba uno de lo más mortíferos guardianes de Tar-Baphon.

Era un enorme Dragon esquelético. Sus huesos brillaban como si de puro oro se tratase. Su interior brillaba con un intenso rojo que aseguraba que, pese a no tener órganos, alimentaba dentro de sí el fuego propio de las dracónicas criaturas. Sus afilados dientes se parecían en gran medida a las afiladas alas que, sin membrana alguna, resplandecían como cuchillos dorados.

¿Había pasado Iramine por alli sin derrotar al dragón? ¿Acaso no le había visto? ¿O es que estaba de su lado?

La batalla que estaba por llegar no se parecía en nada a cualquier otra que hubieran vivido en el pasado.

Los valientes aventureros se enfrentaban a lo que parecía un auténtico reto. Algunos reaccionaron más rápidos que otros, en cualquier caso, se prepararon para la dura batalla que tenían por delante. Por desgracia para ellos, nunca nadia había oído hablar de una criatura como aquella.

El calor empezaba a hacerse tan insoportable, que el aire empezaba a quemar la piel.*

Keks lo tenía claro. Un dragón, para él, fuese de carne, huesos, o de lo que demonios se lo ocurriese, significaba una cosa: aliento. Aliento del malo. Y no por el olor, si no por lo que podía causar.

Ya no importaba nada.

Esa era la batalla definitiva, y tenía claro lo que tenía que hacer. Llamar su atención y tratar de que el grupo se dispersase, pero como esto último en esa pequeña habitación parecía imposible, tenía que lanzarse al ataque, y rezar porque los demás lo vieran claro.

No sabía si sobrevivirían, pero desde luego él trataría de hacer su trabajo. Proteger al grupo.

Así que cogió con fuerza su espada y se lanzó al ataque sin pensarlo dos veces.

Levantó el arma para dejarla caer sobre la piel del dragón.

Keks se quitó el sudor producido por el agobiante calor que salía del puente.

Sudor que se le había helado en la piel al ver al dragón.

-Robert...- dijo cuando el guerrero salió disparado. Pero ya no podía detener el poder que salía de su interior.-¡Dioses!, ¡Proteged a mis compañeros!.

Con un simple toque transmitió el poder protector...

Al aparecer el dragón Stan había comenzado a sudar, aunque no sabía si era por el calor infernal que hacia e el sitio donde se encontraban o por el dragón en si.
Cuando Keks lanzó su conjuro, el picaro se notó algo mejor. Sin duda debía de ahber sido el calor.

Robert se había lanzado contra el ser como sólo un valiente guerrero sería capaz de hacer. Stan no iba a dejarlo solo por supuesto, pero antes se protegería.

Lanzó el cojuro que por fin había logrado dominar y un halo de luz le rodeó un instante para despues desaparecer, a pesar de todo notaba como por delante de él había un rielar que indicaba la localización del escudo.

Anda, si funciona.

Ya más seguro, el picaro avanzó lo que pudo para ayudar al guerrero.

Andrej se embraza el escudo y avanza mientras invoca a Pharasma.

Guía mi brazo señora...

Robert salió disparado hacia la bestia intentando alcanzarle con su espada, pero el ataque no fue exitoso. Y realmente no fue hasta que Keks empezó a conjurar, cuando el dragón reaccionó. En el mismo instante en que conjuraba, el dragón expelió fuego del interior de su ser, pero ya que nadie se había movido aún, el ataque sólo alcanzó a Robert, quien había salido como una bala hacia su captor.

Robert sintió el dolor a través del calor y del aliento del dragón. Pero eso no le desalentó.

Con un rugido de rabia, volvió a levantar la espada para atacar a ese ser de huesos salido de una novela de terror.

Estaban tan cerca de conseguirlo, que no dejaría que nada se interpusiese en su camino.