Partida Rol por web

Attar ya había avisado, pero parecía que nadie, salvo Keropis, le había hecho mucho caso.

"Luego Attar tiene razón, y otros sufren porque nadie le hace caso..."

Con el mandoble apoyado en el hombro, miró a los exploradores y dijo:

-Saludos... Attar creía que no estabais más al Sur. 

Después de un par de días, algunos malestares empezaban a aflorar en mi grupo. Incluído yo. Por eso ese día me dirigí a Matagatos con nuevas noticias y peticiones.

- Primo - le dije en Oscuro y lo suficientemente bajo para que ningún curioso se metiese en conversaciones ajenas- Seguimos bien en provisiones, pero algunos presentan molestias. Yo creo que tengo...algo. Me duele y quema al...orinar. -no era fácil explicar algo tan íntimo, pero dadas las circunstancias no podía hacer otra cosa. - ¿Tienes algo para ello? Es bastante molesto. Además creo que R'Gaa y... - ¿cómo se llamaba ese recluta? ¡Ah sí! - Chamán rojo también tienen algo. A ella le tiemblan las manos y él muestra dolor de espalda. 

Abrí un ojo buscando el origen del sonido cuando creí escuchar unos ruidos cercanos que nada tenían que ver con el incesante zumbido de las irrelevantes conversaciones a mi alrededor. A aquellas ya me había acostumbrado y como el rebuzno de los asnos o el repicar de los cascos ya formaban parte del sonido de fondo de mis meditaciones. Pero los que acababa de escuchar eran diferentes, tanto que cuando vi que eran exploradores de la Compañía abrí el ojo que todavía permanecía cerrado.

- Quien desacostumbrado está a la certeza tiende a recrearse en ella más de la cuenta las pocas veces que la consigue…- dije al escuchar que Attar repetía lo que ya nos había dicho, esta vez ante nuevo público. Luego continué hablando dirigiéndome esta vez los recién llegados – ¿Qué es lo que lleva a venir a quienes no deberían llevar más que discreción y silencio?

Me desperté sobre mediodía, algo desorientado. La primera en hablarme fue Dedos pero en mi aturdimiento, no fui capaz de responderle. Estaba ensimismado en mis pensamientos. Intentaba recordar lo que había pasado. Una sombra, conjurada por alguien, me había atravesado. Ese alguien era... los recuerdos eran borrosos, pero me parecía recordar a Serpiente, conjurando a la sombra. "Ese maldito mago..." me dije a mí mismo "es idiota, y muy necio, no se da cuenta de la tensión que está creando. Sin embargo, enfrentándome a él solo conseguiré más tensión. Sin duda es muy hábil con la palabra, al igual que con la magia, pero se me antoja que no ganaré nada enfrentándome a él, sea verbalmente o mediante la fuerza, llevo las de perder. He de adoptar otra estrategia para dirigirme a él por última vez, con intención de rebajar las tensiones que crea. Como sea." Con estos pensamientos me quedo dormido durante cierto tiempo, y cuando despierto, ya es de noche.

Espero un rato a estar despejado, y ya cuando me veo en condiciones de relacionarme con el resto del pelotón, respondo a Dedos, que me ha curado y cuidado todo este tiempo.

- Muchas gracias, señora, quizá haya logrado disponer de un efectivo más para cuando nos encontremos en problemas; aunque aún esté algo resentido, con algo de suerte estaré en condiciones de luchar cuando sea requerido. Sin embargo, tengo una cuenta pendiente con alguien. - Miro fugazmente a Serpiente. - Reza para que no se tome mal mis palabras y no tengas que volver a curarme. O que no tengas que enterrarme.

Tras las breves palabras intercambiadas con Dedos, me dirijo a Serpiente:

- Ser... - me detengo en seco. Las formas. Por mucho que mis intenciones sean buenas, debo hablar según las normas dictadas por la Compañía. - Señor. - Hago una pausa, tanteando mis palabras, para continuar hablando tras tomar aire. Mi tono es respetuoso y humilde, pero con cierto orgullo a la vez que no ha sido doblegado por la magia de Serpiente, si bien me inspira un respeto y temor considerables. - Señor, lo primero que me gustaría decir, es que quisiera pedir disculpas, por la falta de respeto que he tenido con usted, señor. Me he equivocado al dirigirme de esa forma tan despreocupada hacia usted, y verdaderamente fui necio al pensar que no recibiría castigo alguno. Finalmente, el castigo ha sido aplicado por su mano, y he podido comprobar cuan grande es su poder en mis propias carnes. Lejos de ser palabras aduladoras, considérelo un simple reconocimiento, aunque sea de un sencillo y humilde recluta, que nada tiene que descubrirle a usted, de su increíble poder. Es más, ahora llevo una marca que me recordará siempre el desacato que he tenido con su persona... - me señalo la marca con forma de serpiente que a partir de ahora luciré por siempre en el pecho, y la presiono con el dedo pulgar. La piel, que aun no se ha curado completamente, escuece con el contacto y la presión que ejerzo. Las lágrimas empiezan a brotar fruto del dolor, y tengo que hacer verdaderos esfuerzos para no chillar, apretando la mandíbula con rabia mientras miro fijamente a Serpiente a los ojos, aunque más bien mi mirada parece ausente. Incluso parece que se pudiera oír el rechinar de mis dientes. Cuando recupero el aliento tiempo después de haber parado de presionar la marca, sigo hablando con la mirada fija en los ojos de Serpiente - El dolor provocado, no permitirá que olvide esta falta de respeto hacia usted, señor, con lo que debería usted sentirse satisfecho, tanto por la lección que he aprendido, como por la diversión de la que ha disfrutado usted al enseñármela. Y sin embargo, y aunque se que a usted no le importa en absoluto, yo no estoy satisfecho, igual que tantos otros. Me es indiferente si estas palabras que voy a pronunciar, conllevan otro castigo, mágico o no, y tenemos aquí a otros hermanos juramentados - señalo a Dedos y a Attar haciendo un gesto con la mano - para que juzguen objetivamente si mis próximas palabras, señor, constituyen una falta de respeto. Quiero que comprenda señor, que precisamente por el poder tan grande que posee, usted es temido y odiado sobremanera en la Compañía. Para que me entienda, señor, demasiado temido y odiado entre el resto de integrantes de la Compañía. Estoy seguro de que se habrá dado cuenta de este "pequeño detalle". - Mis palabras siguen siendo respetuosas, y enfatizo la palabra "demasiado", procurando hacer entender a Serpiente que ese odio es algo problemático. Sin embargo, al hablar del "pequeño detalle" se puede entrever cierto sarcasmo o ironía, pues no es para nada un detalle pequeño, precisamente. - Estoy prácticamente seguro también, de que mis palabras no le importan lo más mínimo, y sin embargo, solicito que las escuche, pues podrían tener algún valor. Señor, este odio y miedo que genera entre sus compañeros con su simple presencia y fama, no es nada positivo de cara a la unión del grupo. Y sin embargo no puede evitarlo. Lo que si puede evitar sin embargo, es aumentar la tensión del grupo mediante esos ingeniosos y ocurrentes comentarios. Porque la crea, señor, crea mucha tensión que se acumula con la que ya crea su persona, con su simple existencia, y, como bien he dicho antes, esta tensión es fatal para mantenernos juntos y apoyarnos mutuamente. Y somos pocos, y muchos estamos heridos. Si no nos mantenemos unidos y cada quién se preocupa por sí mismo, cuando se nos echen encima no tendremos ni una posibilidad. Y... ¿acaso no es el compañerismo y la solidaridad entre los miembros de la Compañía, sean soldados de pleno derecho o solo reclutas como un humilde servidor, uno de los preceptos básicos de la Compañía, para que esta tenga un funcionamiento efectivo en el campo de batalla? El protegernos los unos a otros como hermanos. Me acojo a este principio, señor, para hacerle una humilde petición. No cree más tensión con sus palabras. No añada más dificultades a la tarea de comportarnos como un grupo, con sus mordaces comentarios, y por una vez, y ya que es posible que participemos juntos en la batalla que se avecina, forme parte de este grupo, no solo en presencia física, si no también en espíritu de grupo. Al menos hasta que acabe todo lo que está por venir, de forma que podamos sobrevivir el mayor número posible de efectivos y esto acabe lo mejor posible para la Compañía. Guárdese el placer de resultar tan... molesto, con perdón, para cuando no tengamos que atizarnos con nadie. Cuando ésto acabe haga lo que le venga en gana, pero ahora que la batalla se cierne, por lo que más valore, señor, ayude. - Hago una pausa en mi discurso, para luego incluir unas últimas palabras en un tono si cabe más humilde, que parecen arrancadas de mi boca a mala gana, al tiempo que hago una reverencia ante Serpiente. - Se lo ruego, señor. - La última frase parece salir por mi boca empujada exclusivamente por mi deseo de que sobrevivamos todos. Se puede observar claramente que es una petición a la desesperada, cansado de ver como Serpiente gusta de sacar de quicio a sus iguales, y a sus no tan iguales. He intentado hacer la petición de la forma más clara posible, exponiendo incluso los motivos, apelando al éxito de la Compañía. Además, le he pedido disculpas antes por la falta de respeto. Si después de esto decide tomarla conmigo, no hay nada más que se le pueda hacer. - Y ahora le dejaré tranquilo para que pueda deliberar consigo mismo. Mi señor... - realizo nuevamente una reverencia ante él, y tras ello me vuelvo hacia Dedos con dificultades.

Por lo bajo le musito algo a la curandera, de forma que solo ella pueda oírlo, y Serpiente no escuche nada, y luego me voy a dormir.

A la mañana siguiente, puedo observar como algunos exploradores llegan a nuestra posición por sorpresa. No los advierto a causa de mi aún parcial aturdimiento, que en ocasiones vuelve a hacer mella en mí. Cuando llegan, Attar los saluda, mientras que cogen por sorpresa al pelotón de Lombriz, que intenta aparentar cierta rectitud fuera de tiempo. Veremos si los exploradores no les llaman la atención.

Tras hablar con Serpiente, me dirigí a la pobre Dedos, que tenía que estar cansada de haber estado tratando con nosotros tanto tiempo:

- Bueno, no se como debería tratarla a usted, si por señora también, o podría llamarla por el nombre con el que todo el mundo se dirige a usted. En cualquier caso, muchas gracias por los cuidados recibidos, me han hecho volver en mí antes de lo previsto. Y en cuanto a Serpiente, probé con la provocación incorrectamente. Quizá ahora con la redención y hablándole de forma humilde y haciéndole una petición, decida hacer caso. No cuento con ello, pero tenía que pedir disculpas en cualquier caso, y del mismo modo, ya que he sido el único que le ha dicho algo a Serpiente, poco importará que vuelva a dirigirle la palabra y le pida lo mismo de nuevo, pero de buenas formas, esta vez. Me he dado cuenta de que te está causando muchos problemas... a ti y a todos. A ver si al menos entiende que la única forma de que todo vaya bien es colaborando. Quizá si se lo dice alguien tan insignificante como yo, y después de recibir un castigo de su propia mano, la osadía acompañada del respeto, logren que al menos les preste un mínimo de atención. Aunque no cuento con ello. En cualquier caso, tiene tiempo para pensar en la decisión, no haré caso de ninguna otra cosa que me responda. Y ahora, señora, me voy a dormir, para mañana encontrarme en mejores condiciones. - Termino de hablar con Dedos y me tumbo en el carro, siempre pendiente del inquietante Serpiente, pero relativamente tranquilo.

- Si preguntas por el plumaje del cuervo no hay nadie mejor que el cuervo para responderte, Matagatos…- interrumpí los cuchicheos de los dos tórtolos.- Los jiferos, en cambio, no saben más que de entrañas. Y créeme, si quieres volar de lo que menos te interesa saber es de entrañas, a no ser que las entrañas y sus especialistas te interesen por otras razones. Respóndeme Matagatos y date prisa, pues ardo en deseos de que Dedos me vuelva a castigar con su indiferencia- añadí antes de sonreír al recordar la escueta respuesta que, en comparación con los otros, había dado para hablar de mi estado de salud-, ¿has galopado? ¿No tenías que decirme algo cuando lo hicieras?

El ermitaño hizo una ligera mueca bajo la máscara perpetua de su armadura; pero solo sonó un ligero chasqueo de lengua y sus ojos se entrecerraron mirando a los exploradores.

No deberían de estar ahí, y eran mercenarios por lo que Keropis no se fiaba, podían haberse vendido al otro bando, ya había visto el tipo de honor que hay en la compañía y podía ser excesivo en algunos miembros e inexistente en otros.

Asique con cuidado, Keropis se mantuvo a una distancia prudente, con la mano apoyada en la empuñadura e intentando observar que no fueran flanqueados por otros luchadores. 

Si los exploradores estaban ahí podían estar muchos otros.

Tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no pegar un brinco del susto cuando el grupo de exploradores emergió a su lado de repente. Hasta ese momento había estado con expresión atontada y la cabeza ligeramente ladeada hacia la izquierda... con el ceño arrugado como si hubiera algo que la tuviese preocupada.

Sacudió vigorosamente la cabeza para despejarse y tanteando discretamente su lanza dorada que llevaba a la espalda pareció calmarse. Miró a los recién llegados con expresión seria. Attar y Serpiente habían sido los primeros en hablar y juzgó prudente esperar a escuchar la respuesta de los miembros de la Compañía. La verdad es que la curiosidad por saber qué hacían ellos por esta zona la estaba matando.

Le sonrío, mirándolo fijo mientras me habla.

-Dime Dedos, aunque cuando estés frente a alguien de mas mando no me llames así, no quiero que tengamos inconvenientes. Se que Serpiente es complicado, pero cuando este bien sera enviado a su grupo. Intenta ignorarlo. Es mejor no prestarle atención y con ello estarás bien. El no hace demasiado caso, pero Matagatos se encarga de ello... Tu descuida...-

Observo el grupo que se acerca a nosotros, con el ceño fruncido. ¿Por que venían ellos  hacia nosotros? No puedo evitar notar el estremecimiento de Lombriz y de su grupo.

-Deténganse y quédense cerca... -

Les ordeno mientras yo misma detengo el carro, bajando del mismo y dejando las riendas en el pescante para poder acercarme al frente y recibir a Correcta. Le hago una inclinación con la cabeza.

-Saludos Correcta... Es extraño verlos por aquí. ¿Ha ocurrido algo?-

Le pregunto en tono suave y amistoso. A pesar de que no me daba buena espina no podía dejar notar eso frente a ella y su grupo.

Matagatos habló con su primo y sopesó todos los síntomas que este le estaba explicando intentando encontrar algún tipo de solución. Parecía que las cosas en su grupo se habían complicado. Quizá todas las afecciones se debieran a una misma causa, como parecía pasar en su grupo, aunque se manifestaran de forma diferente en cada uno.

-Déjame que piense un momento Pelagatos. Quizá sea algo el causante de vuestros males o se deba a diferentes motivos. Cualquier detalle que puedas darme será de utilidad.

Matagatos analizó todas las variables posibles antes de responder a Pelagatos.

Su conversación con Dedos se vio interrumpida por Serpiente. Aunque le fastidiaba prefirió atender a su primo pues no lo dejaría en paz hasta que lo hiciera, después tendría tiempo de seguir hablando con la exploradora. Se volvió hacia el mago para contestarle.

-He galopado tan aprisa como he podido para venir a verte Primo. Respondió con una sonrisa un tanto burlona pues ambos sabían que él no había sido el motivo de sus prisas. Pero tienes razón, debemos hablar pues hay asuntos de los que no estás al tanto.

Volvió la cara hacia Dedos y le hizo un gesto indicándole que volvería lo antes posible. Después se alejó con Serpiente para hablar con él en privado.

¿Detalles? No sabía qué decir, todo había parecido venir de repente. Además, aparte de mis dolencias, el resto no me había explicado con exactitud qué les pasaba. Había sido más bien cuestión de observación. Supongo que no confiaban en mí y Peregrino les intimidaba

"¿Te estás dando cuenta de que vas a hacer algo por alguien sin que te lo haya pedido? No, es simplemente mi responsabilidad. No quiero que después recaigan en mí las culpas si todos están enfermos y el médico no sabe nada?

¿Lo era? Quién sabe, pero no era momento de reflexiones...

- Lo mío empezó de repente, creo que no pasó nada extraño. Lo de Chamán Rojo creo que es por el entrenamiento con Guepardo - o eso había entendido en sus peticiones a Peregrino - Puede que sea demasiado duro para él. A R'Gaa no sé que le pasa, pero aparte de que sus manos no dejan de temblar, está histérica. A decir verdad, no la veo en condiciones de tratar a nadie ahora mismo.

Además, sinceramente, prefería que nadie tuviese que tratar "de primera mano" lo mío...

Tarado había despertado y con él de nuevo comenzó la función. Una función larga y en partes aburrida, pero que escuché pacientemente. El tema de nuevo era aconsejarme cómo debía comportarme con el resto, pero en esta al final no hubo palmaditas en la espalda. Qué era lo que pensaba realmente mientras él soltaba su moralista perorata quedó oculto tras una amplia sonrisa divertida.

Esperé a que terminara y cuando terminó seguí esperando a que le dijera a Dedos lo que fuera que quisiera decirle en privado. Pero tan pronto terminó de hablar con ella y viendo que tenía intención de retirarse a descansar le llamé.

- Espera Tarado. No puedes irte a dormir sin escuchar un cuento y como tú ya me has contado uno lo más adecuado es que sea yo quien te cuente a ti otro. No te preocupes Dedos, es un cuento inofensivo con un final neutro aunque deja un regusto amargo- expliqué intentando aplacar las suspicacias de la k’hlata.

Luego apoyándome en el bastón me acerqué para que solo Tarado pudiera escucharme y con una sonrisa comencé a hablarle en susurros.(*)

Cuando terminé me aparté de él no sin antes despedirme con algo que todos pudieron escuchar.- Y no me llames señor, Tarado.- Sonreí.- Señores hay tantos como serpientes, pero Serpiente solo hay uno.

- Te equivocas en una cosa. Ese odio y temor si sirve para unir…- le dije.- Siempre que ese odio sea compartido y tenga como objetivo una sola persona, las personas que odian estarán unidas -sentencié.- Porque, ¿no es acaso ese desprecio que todos sienten hacia mí algo que todos comparten? ¿No es algo que los une y les ayuda a olvidar lo que les diferencia? Dime Tarado, ¿cuántos k’hlata de diferentes tribus, tribus enfrentadas durante generaciones en la sabana, han olvidado sus diferencias solo para insultarme, temerme y odiarme? ¿Por qué perder el tiempo discutiendo entre ellos cuando pueden discutir sobre lo terrible y peligroso que soy yo? ¿Por qué odiarse entre ellos cuando es tan fácil odiarme a mí? Por qué…

Tras aquello solté una risita aguda y me aparté de él.

¿R´Gaa esta mal?- pregunta, preocupado. Los días que había visto a la muchacha no pensaba que estuviera en mal estado. Aunque quizás en el viaje habría podido pillar algo- ¿es grave su estado?

SERPIENTE:

- No eres precisamente un experto en sanación, pero hay momentos en que te parece que Dedos actúa al buen tuntún, imitando tórpidamente a su novio curandero, pero sin saber sobre la materia mucho más de lo que puedas saber tú...

TARADO:

- Poco a poco te vas recuperando físicamente del castigo mágico de Serpiente, aunque todavía no estás del todo bien.