Partida Rol por web

Erguida en la balsa, azotando su cabello por el viento que en el centro del río parecía ulular como un animal herido, Khadesa seguía mirando adelante, allí hacia donde el agua se dirigía, tumultuosa. Los hombres manejaban las perchas para evitar que los laterales de la balsa rozaran las rocas, o se desviara del curso central. Era un espectáculo verlo, un esfuerzo y una lucha titánicos. Pero ella no los miraba, encantada, centrada su atención en algún punto allá lejos. Tan cerca y tan lejos como el futuro...

Ya comenzaban a cruzar el río todos los grupos y nos tocaba embarcar, entonces se me ocurrió algo: no habían comentado que hacer con las monturas. Estaba preocupado por Orgullo, por supuesto.

Pregunté a Ponzoña, pues parecía que él haía recibido más instrucciones que el resto.

- Ponzoña, antes de subir a la balsa, ¿sabes qué tenemos qué hacer con las monturas?

Sicofante se acerca a Pelagatos y Ponzoña al oír la pregunta sobre los caballos. Había estado tan ensimismado que había cometido el enorme error de no pensar en su montura. Desde luego, el tagliano no iba a abandonar a su animal así como así. Le había acompañado desde muy lejos y no tenía intención de dejarla a un lado. Y ya no solo los caballos, los burros también debían llevarlos. 

- "Los seguidores de campamento se han llevado a vuestras monturas hace mucho. Vamos, todos a las balsas." -

Caracabra está algo nervioso, es la primera vez que sube en un bote tan grande. Aunque sabe que no va a pasar nada, el miedo esta presente. Agarra bien su escudo y la lanza, esperando que llegue el su turno.

El grupo no ha preguntado que le ha pasado a Guepardo, y este no es momento de contarlo, así que el pequeño jorobado decide mantenerse en silencio, a la espera de que alguien pregunte.

Escarabajo se levanta y mira hacia el río con odio, como si quisiera destruirlo. Luego mira a sus compañeros. 

- Vámonos de aquí - dice subiendo a la balsa y usando las muletas como apoyo para evitar caer 

Ponzoña fue a responder a Pelagatos, pero el Cabo se adelantó, con lo cual su vista se volvió a centrar en Matagatos.

El Hiena entendió que la visita a Dadiz había resultado de algún modo complicada para el grupo, que se mantenía hoscamente silencioso, incluido el propio Matagatos. Las órdenes del Cabo berrinche hicieron que se volviera hacia él, y en lo que venía siendo ya una costumbre, no dijo nada pero asintió.

No obstante su rostro mostró una dureza pétrea. Pretendían que ellos mismos fueran quienes guiaran las balsas en el río sin contar con guía ni formación alguna al respecto. Todo se limitaba a establecer que debían distribuir a los hostigadores en dos balsas y que en cada una de ellas, los más fuertes, debían manejar las largas pértigas. En aquellas condiciones, la herida de Guepardo constituía una maldición añadida y la cojera de Escarabajo lo inutilizaba para aquella labor. Por no hablar de Ojopocho y Rastrojo que tras su sesión con Frontera, mejor sería no se acercaran a una de las pértigas.

-Attar, Jabalí, Mentiroso, Peregrino. En la primera balsa. Vosotros manejaréis las largas varas. Dedos, Escarabajo, Guepardo, Ojopocho, Serpiente, subid a esa balsa. Matagatos, debes acompañarles. Deberás atender al herido -señaló a su líder-. Campaña, Uro, Sicofante y yo usaremos las varas de las segunda balsa. Caracabra, Lengua Negra, Pelagatos, R´Gaa y Rastrojo con nosotros -decidió con rapidez-. Los que no uséis varas, sentaos en el centro de la balsa. Los que manejemos varas, dos en cada costado, cerca de cada ángulo. Hermanos, hoy debemos cabalgar el río y domarlo. Nadie deberá moverse. Dedos, que tu cuerda y tu vista no descansen y que la diosa no quiera que se use.

Dicho aquello, avanzó hasta la segunda balsa y tomó una larga pértiga. El suelo de madera se balanceaba suavemente, su firmeza desmentida por la elasticidad del agua.

-De uno en uno. Con el cuidado de un avestruz macho que incuba su pollada. Campaña, cógelo -dijo señalando a Rastrojo- y tráelo.

Escucho las órdenes de Ponzoña, pero algo de ellas no me queda muy claro, pues desea que traiga a Ojopocho y Rastrojo, mientras que luego me dice que me ayude a mí mismo a hacerlo. No soy un experto en k'Hlatan, pero eso es redundancia en mi idioma. Sin tomar mucha importancia, voy junto con Campaña a traer a los drogas Hostigadores. Cuando llego junto a ellos, le hablo a Ojopocho, ya que Campaña habló a Rastrojo:

 - "Ponzoña te llama."

Asumo que con eso ha de bastar. Muy drogado estará, pero no dudo que es un hombre comprometido con La Compañía, por lo que tiene claro su deber. Una vez están de pie, lo que Ojopocho hace antes de que llegue Campaña, comienzo a ira ir con ellos donde el Hiena está, para coordinar nuestra salida. Mientras camino, veo a Guepardo herido y me pregunto por qué estará en ese estado y qué les habrá sucedido mientras estaban en esa extraña ciudad.

Lengua Negra se mantuvo silencioso mientras el Hiena impartía órdenes secamente. La idea de viajar en las balsas no le preocupaba aunque sí el que el manejo de las mismas les correspondiera a ellos mismos. Miró las armas de Guepardo, que llevaba consigo, y ante el hecho de que iban a viajar en balsas separadas, se las entregó a Serpiente.

-Ten. Tómalas -dijo al tendérselas-. Y que el viaje os sea propicio. Una buena ocasión para que tu magia sirva al grupo, primo -señaló sin asomo de broma alguna.

Entonces se encaminó hacia la balsa que le correspondía, pero se detuvo un segundo ante Ponzoña.

-Ponzoña, tal vez fuera conveniente que uno de los seis que no usamos la pértiga, se siente algo adelantado para vigilar lo que haya ante nosotros. Vosotros cuatro no podéis verlo todo y dos ojos atentos más, serán una ayuda -comentó-. Yo mismo puedo ocupar ese puesto.

El Hiena miró a Lengua Negra cuando este se dirigió a él. En el tiempo que llevaban de convivencia, aquella había sido la charla más larga que le había dirigido. Valoró por un instante lo que le decía y decidió.

-Sí, es buena idea. Hazlo, Lengua Negra -respondió.

Ojopocho se sentó en el centro de la primera balsa, aún sujeta, cruzado de piernas empezó a silbar en tono bajo, para sí mismo, una melodía que silbaban las mujeres caíman mientras cosían y bordaban. Con calma, empezó a hacer un lazo en su cuerda, no se podía confiar en que alguien que cayera al agua fuera a sujetarse por sí mismo. No estaría de más otro lazo listo para ser lanzado. Los ojos de Ojopocho, hace unos minutos rojos como teas, se encontraban más blancos, claros y lúcidos que nunca

Al final la visita a Dadiz no había resultado tan aburrida. El recuerdo de la gran victoria de Guepardo sería con lo que me quedaría de allí, por encima de la decadencia y la suciedad.
Al acercarnos al resto de compañeros algunos vienen a hacerse cargo de Guepardo. Se lo entrego mientras voy a atender los asuntos más urgentes.

-Cuidad bien de el. Digo contento. Ahora es Guepardo "El Campeón de Dadiz". No había tiempo para contar la historia parecía que debíamos embarcar con celeridad.

Escucho a Ponzoña cuando me da las instrucciones.

-¿Así que mi hermana ya ha partido? Bueno, está bien. Gracias por hacerte cargo de todo Ponzoña. Después señalo a Guepardo. Son solo unas magulladuras, se enfrentó a un tipo mucho más grande que él y tendrías que ver como lo dejó. Hago una pausa y con los brazos hago gestos para que todos me atiendan cuando el Cabo Berrinche nos da las instrucciones para embarcar. ATENCIÓN TODOS!! Grito para que me escuchen. Montad en las balsas tal como ha dicho Ponzoña. Nos vemos en la siguiente parada. Le tiendo la mano al hiena y me dirijo a una de las balsas con el resto de mi grupo.

-¿Que se supone que vas a hacer con la cuerda? Le pregunto a Dedos intrigado tras las palabras de Ponzoña mientras comienzo a atender las magulladuras de Guepardo.

- Estupendo, un buen meneo en una de esas barcas es lo que me hace falta. - Murmuró Guepardo apoyado en el hombro de Attar. Al menos se iba a librar de tener que remar, al menos de momento. El pie le dolía a horrores y la cabeza no le iba a la zaga. Al menos la nariz parecía haber dejado de sangrar al igual que la boca y parecía que no tenía ninguna costilla rota. La sangre reseca de la cara le picaba al contacto con el sol. Aún así estaba contento. En parte se había resarcido. Como pudo, ayudado por un compañero que supuso que sería Attar pero que no pudo identificar al volver los mareos, se sentó en una de aquellas balsas y se mantuvo todo lo erguido que pudo. Sabía que en cuanto empezará el vaivén de la barca se caería de espaldas.

Vaya, solo viene uno herido. Es mejor de lo que esperaba después de tardar tanto...

Jabalí respiró aliviado en su interior. Después de la larga espera que había casi conseguido acabar con sus nervios después de tanto rato ocioso esperándoles, había temido tener que ir tras aquel grupo al interior de la ciudad de Dadiz y solo pensarlo no le hacía gracia, más aún despues de escuchar al Cabo de Infantería cual iba a ser su próximo entrenamiento. No quería retrasarse, no quería quedarse atrás.

Y antes de que pudiera entrenar con la Infantería había que superar dos problemas. El primero ya estaba resuelto. Al volver el grupo no habría que perder el tiempo en buscarlos. El segundo, aún tenían que resolverlo.

Miró ceñudo al rio, bravo, grande. Tenía su propia vida, su propio espíritu. Tanta fuerza no tenía otra explicación. Y aquella sería la primera vez que él se adentraría en él, que se montaría en aquella cosa que llamaban barca y que flotaba impidiendo que se ahogaran. Había visto como los demás habían ido montándose en aquellas cosas y como se había perdido de su vista sin mayor problema, así que la ignorancia que había sentido al encontrarse frente a todas aquellas nuevas situaciones que nunca había vivido, se había visto un poco mitigada al comprender que no se ahogaría al poco de poner un pie en aquellas cosas flotantes.

Volvió a centrar su atención en el grupo cuando escuchó a Ponzoña dividirlos en grupos y asignarle a él una larga vara para hacer algo en la barca. La cogió, sopesándola en sus manos, y sintiéndose más aseguro y entendiendo entonces que es lo que tendrían que hacer cuando estuvieran en el rio. Lo había visto a hacer a otros en las barcas anteriores.

Son como mis lanzas, pero más largas. Tengo la fuerza para llevarlas y empujar y ellas serán la extensión de mi brazo para alejar a la barca de las traicioneras rocas escondidas debajo del agua.

Miró a Attar y le dió un manotazo en la espalda- Otra vez trabajamos juntos, lo hicimos bien con el carro. Esa barca no será menos, podremos con ella -le dijo dándole una de las varas- Hagamos que vaya a donde queremos.

Las órdenes de Ponzoña eran claras y precisas, por lo que obedezco de inmediato. Subo a la balsa, con un poco de desconfianza al comienzo, pero luego confiando en la seguridad de mi buen equilibrio. Una vez estoy sobre la embarcación, me sitúo en la zona del remo más adelante y a la derecha:

"Tengo buena vista, debo ir delante para poder divisar algo en caso de necesitarse. Si estuviese en segunda fila, no podría ayudar con mis sentidos."

Me siento y tomo la vara, para sentir el peso y la resistencia que hace a moverse. Espero a que el resto suba. Luego de seguro que alguien debe guiar nuestros esfuerzos, para evitar que avancemos más de un lado que de otro y comencemos a rotar en vez de avanzar. Una mala maniobra podría incluso terminar con la balsa volteada y todos ahogados.

Pero no es momento de pensar eso. Aseguro bien mis pocos bienes amarrados a mi cuerpo con harapos y me dispongo a comenzar con la travesía.

Una vez impartidas las órdenes sólo quedaba llevarlas a cabo, y así hizo. Subió a la balsa indicada no sin cierto recelo y dispuso la cuerda para ser usada diligentemente.

- Soy la salvavidas oficial de los Hostigadores –sonrió para mostrarle la cuerda y el nudo corredizo que había hecho- Espero que nada pase, porque el espíritu del río está enfadado. Por cierto, Ojopocho estuvo fumando algo raro, mira su cara  –le advirtió mientras negaba contrariada por la poco propicia situación que había elegido para fumar cosas raras.

Acto seguido se centró en su cometido y sus labios se movieron mudos debido a la plegaria ofrecía al espíritu del río. Dedos no rezaba, no de forma habitual, pero aquella era una ocasión que hasta el menos creyente se lo pensaría.

"Y encima estar atenta a lo que pase en la otra balsa. Me saldrán ojos hasta en la nuca", respló inquieta.

Ahora comprendía lo de la cuerda, era una gran idea, pero si alguien se caía al agua tendríamos que ayudarla a tirar. No quería que Dedos se cayera al río también.

-Una buena idea, pero espero que no tengas que usar la cuerda. Le digo sonriendo.

Miro a Ojopocho con curiosidad. Justo antes de un viaje en balsa por un río un tanto revuelto no era muy buena idea estar en su estado, pero ahora no se podía hacer nada.

-Quédate aquí quieto sentado y no te muevas. Veo que tu también te lo has estado pasando bien...Le digo a Ojopocho. Lengua Negra!! Llamo a mi primo que irá en la otra balsa. Toma, tengo esta cuerda, es algo más corta que la de Dedos pero servirá también en una emergencia. Así en las dos balsas habría una cuerda.

La pequeña R'Gaa subió a la balsa con rapidez. ¿Por qué parecía que estuvieran todos tan asustados? Sólo era agua. Había que usar las varas, eso era todo.

Se colocó en el centro, tal como le habían ordenado. Apoyada en su lanza. No iba a marearse, eso lo sabía. Y si uno se caía, sólo había que nadar. ¿Por qué tanta historia con las cuerdas? Darse un chapuzón no era tan mala cosa. Sonrió ante la idea.

No notó cuando Frontera se marchó. No se dió cuenta de la llegada del grupo que visitó Dadiz. Tampoco del estado en el que volvió Guepardo. No se daría cuenta de una manada de elefantes corriendo en estampida sobre su espalda, bajo las circunstancias en las que se encontraba. Pero Campaña podía ser más expeditivo que cincuenta paquidermos.

Vale, vale... tranquilo, Campaña. Ya me levanto.

Se levantó. Uy, no, otra vez por los suelos. Ahora sí, se levantó... no, buen intento, pero no cuajó. A la tercera va la vencida... salvo para chamanes fumetas. Bien, ahora sí. Rastrojo está en pie. No muy recto, pero en pie.

Saluda a Ponzoña en la distancia.

¡Tranquilo! ¡Voy bien, Ponzoña! Jijijiji... ¡Voy bien!

Zigzagueó hasta las balsas. El Hiena lo acababa de explicar hace nada, era solo cuestión de hacer funcionar el cerebro, de desentumecerlo de todo el humo acumulado.

Bien. Si Matagatos va en la balsa en la que tiene un paciente... y Peregrino lleva un palo largo...

Y obviando completamente que en las dos balsas había más Hostigadores sujetando pértigas a parte de Peregrino...

Significa que el palo largo es para entablillar una pierna rota. Una pierna rota muuuuuy larga.

Para entablillar una pierna. Eso tiene sentido. No para impulsar la balsa o apartarla de las rocas. Eso no. En la mente medio ida de Rastrojo tenía más sentido que fueran palos de entablillar.

Y eso significa que con unas piernas tan largas, esa balsa va repleta. Entonces, por eliminación, solo hay sitio para mí en la otra balsa.

Jijiji...

Lo cual tiene sentido. Reparten a los curanderos. Porque como el matasanos va en una balsa, quieren tener magia chamánica para curar las heridas del grupo que va conmigo. Espero que encuentren ese chamán para mi balsa, no me gustaría tener ningún accidente y que no hubiese nadie para sanarme.

Subió a la balsa casi a la vez que Campaña, que le vigilaba de cerca. No pudo seguir manteniendo la verticalidad por mucho más tiempo, y se tiró cerca del centro del medio de transporte.