Partida Rol por web

El Hiena vio cómo Campaña se sentaba en una de las esquinas y su blanca dentadura destelló en una involuntaria sonrisa, un gesto muy poco habitual en él.

-Campaña, hermano, en pie -le dijo-. Debes sujetar la vara con ambas manos, como lo hace Sicofante, y usarla para que la barca no golpee contra rocas o troncos. Aquí el río es tranquilo, pero habrá zonas donde se encabrite salvaje. Zonas estrechas y con rocas que serán peligrosas -vio que Caracabra ya había subido y que el grupo estaba completo-. Sicofante, suelta la cuerda que nos ata a la orilla y empujemos la balsa hacia el centro -vio cómo lo hacía-. ¡Ahora!

Los músculos de los brazos y espalda del Hiena se hincharon cuando hizo fuerza contra la orilla. La balsa se separó perezosa de la misma y la corriente comenzó a arrastrar la almadía.

-¡Seguidnos! -gritó a los de la otra balsa.

- ¡Oh! - exclamó Campaña mientras se ponía en pie.

Tal como le había dicho Ponzoña, se fijó en la posición de Sicofante y trató de imitarle. Campaña sujetó la vara con fuerza y trató de visualizar mentalmente su tarea. Imaginó una gran roca en medio del rio y la balsa dirigiéndose a toda prisa hacia ella. Si Campaña no hacía nada la balsa chocaría contra la piedra haciéndose añicos y lanzandole a él y a sus compañeros a las gélidas aguas del río. Pero cuando estaban más cerca Campaña empuñaba su vara y, apoyando la punta en la superficie de la roca, empujaba desviando la balsa lo suficiente para no chocar. Después todos llegaban a su destino y el resto felicitaban a Campaña por lo bien que lo había hecho, le daban un aplauso y Khadesa le daba un besito en la mejilla.

- Vale hermano, Campaña entiende - respondió Campaña con una sonrisa bobalicona.

Después se colocó en posición, y aún pensando en el futuro la balsa se puso en marcha.

Tras cumplir la orden dada por Ponzoña, la balsa empezaba ya a moverse. Sicofante se colocó en posición y miró hacia Campaña.

Muy bien, Campaña- le dijo al ver como hacía exactamente lo que le dijo Ponzoña- ahora atento al agua- algo a lo cual también debía hacer él. Un choque con una piedra sería muy malo para la balsa.

Las balsas descienden deprisa río abajo. Viajáis a favor de la corriente, que es rápida y fuerte. No es necesario remar ni impulsar las balsas con las pértigas, estas son más bien para evitar peligros como embarrancar o chocar contra rocas.

La mitad de los Exploradores partió por tierra hace horas.

La otra mitad sigue a la Compañía. Los Exploradores tienden a la paranoia, esperando siempre una traición de cualquiera, en este caso de las gentes de Dadiz, pero parece que nadie envía tropas para seguiros.

Una vez he tomado el peso de la pértiga en mi posición en la balsa, la que está más hacía proa y estribor. Me balanceo casi imperceptiblemente para ver la estabilidad de la embarcación y pongo bien mis pies en el suelo para mantener mi estabilidad durante el remado. Se me ve cómodo en la labor por desarrollar, como si no fuese mi primera vez con un vehículo de río.

Veo como Matagatos comienza a sanar a Guepardo, y hablan de un dinero ganado, un título de Campeón y otras cosas que no hacen más que decirme acerca de lo sucedido en aquella ciudad:

"Así que Guepardo participó en alguna clase de combate donde se cursaron apuestas. Él salió herido pero venció y se coronó campeón, mientras que algunos de sus acompañantes ganaron cierta cantidad de platas en el proceso de apuestas. No entiendo mucho como son capaces de arriesgar sus vidas por nada más que un poco de dinero. Estoy acostumbrado a vivir sin él, no creo que participara en un asunto de esa índole. Bueno, uno nunca sabe, pero ahora me parece sin sentido."

Veo como la balsa de Ponzoña comienza su camino y se aleja de nosotros con la velocidad que la corriente le confiere. Miro a Matagatos y le hablo con mi voz siempre ronca por falta de uso:

 - "Cuando desees."

No creo que me sea demasiado difícil, pues lo he visto hacer muchas veces, ya que mi pueblo está acostumbrado a moverse por el río. Me pongo de pie y sostengo la pértiga con fuerza en el suelo bajo el río, para comenzar el movimientos en cuanto nuestro líder de la señal.

Una vez la da, comienzo a sacar la balsa hacía la corriente y dejar que esta nos lleve. Mi trabajo no es mucho, es más que nada evitar que una roca nos golpee o que quedemos encallados en alguna zona de baja profundidad. Mantengo mis ojos bien abiertos hacía el frente y la pértiga firme para evitar que las rocas impacten contra el suelo de la embarcación.

Campaña sonreía mientras la balsa se movía rápidamente por el río. A pesar de que la corriente era fuerte y les arrastraba sin que tuvieran que remar por el momento no había sido necesario emplear las varas, por eso Campaña se entretenía contemplando el paisaje en movimiento. Las turbulentas aguas formaban blanca espuma a su paso y, en algunos puntos concretos, Campaña pudo ver remolinos de agua que parecían absorber todo lo que tenían a su alrededor.

Una brisa fresca golpeaba el pecho descubierto de Campaña mientras algunas gotitas de agua le salpicaban, era una sensación muy agradable. Comparada con la penosa caminata a través de la sabana, en la que muchos habían enfermado y la comida y el agua habían escaseado, aquello era un camino de rosas.

La balsa se deslizó por el agua sin problemas. R'Gaa se mantenía de pie, apoyada en su lanza. Situada en el centro tal como le habían ordenado, y sólo balanceándose al ritmo de los altibajos del caudal. Con ello compensaba el movimiento de la corriente y no perdía el equilibrio.

Sólo un momento se acuclilló, acercándose al borde de madera. Al estar agachada no descompensó el peso. Con una sonrisa introdujo la mano en el agua fresca, sacándola mojada y salpicando con ella a Sicofante. Se echó a reír, traviesa.

Attar permaneció quieto en su puesto hasta que Matagatos dio la orden. En ése momento, junto a sus otros tres compañeros, impulsó la balsa río adentro con las pértigas... y después no tuvieron mucho más que hacer. La corriente les arrastraba perfectamente, y simplemente tenían que evitar algún pequeño obstáculo de vez en cuando.

Sin embargo, el mestizo seguía incómodo. Estaba seguro de que aquello tenía muchas probabilidades de acabar muy mal. 

El viaje en barca estaba siendo tranquilo y los "remeros" no necesitaban utilizar las pértigas para evitar los posibles obstáculos, al menos por el momento. Al menos podrían disfrutar del viaje. El ritmo de la barca estaba siendo agradable, de eso no podía quejarse. Incluso R´Gaa se permitió el lujo de echarle unas gotas de agua para acto seguido reírse después. Sicofante sonrió ante la bella risa de la muchacha, pero no dijo nada. 

Todo tranquilo por el momento, Ponzoña- dice, mas por comentar algo que otra cosa.

La balsa comenzó a moverse y con ella Jabalí.

Esto se mueve más que un ñu cabreado... al final me caeré de cabeza al agua y la cuerda de nuestra compañera no servirá para sacarme del agua. Esas aguas tienen mucha fuerza, si me caigo... ¡pero no me caeré!

Jabalí plantó bien los pies en el suelo de la balsa, buscando un punto de equilibrio que lo hiciera sentirse más seguro sobre ella. Conforme pasaba el tiempo y descendían rio abajo, fue aprendiendo a guardar mejor el equilibrio, a coger la vara con la fuerza justa, sin que se doblara bajo la fuerza de sus manos apretadas, a saber por la forma que adoptaba el agua cuando había una piedra debajo. Los brazos y las piernas le dolían de la tensión, pero no iba a bajar por ello la guardia. La balsa necesitaba de todos sus sentidos, junto con los del resto de sus compañeros, para no volcar.

Cita:

Mentiroso estaba bastante preocupado por la balsa como para prestar atención a Escarabajo. Preferiría mucho recibir una paliza a acabar cayendo al agua. Aunque parecía que no venía a eso. Afortunadamente.
-Sí, buen combate... -fue todo lo que alcanzó a decir mientras de rodillas en el suelo intentaba mantenerse horizontal.
La travesía en barca por suerte estaba resultando tranquila. A pesar de ello, Mentiroso se encontraba en un estado de extrema tensión, absorto en seguir el curso del río y soltando un velado «¡Por los espíritus!» cada vez que la balsa hacía un movimiento brusco.

 Sin comerlo ni beberlo había acabado con unas armas que no eran mías sobre una tambaleante balsa en mitad de un rio. Las armas eran de Guepardo, dadas por el siempre atento Lengua Negra que en algún momento tras regresar de Dadiz debió verme cara de burro. Las había cogido sin pensarlo, fruto de esa costumbre transmitida de padre a hijo de coger cualquier cosa que te puedan dar, incluso cuando no es tuya. Al montar las había dejado sobre la madera sin ceremonia y me había sentado al lado.

Cuando el viaje comenzó prácticamente clavé los dedos en los maderos. Tan solo liberé la presión cuando con mi diestra di unos golpecitos de consuelo a mi bolsita de dinero temiendo que hubiese escuchado la propuesta de Matagatos de quitarle parte de su ración.

- ¿Realmente crees que media plata es premio suficiente por su victoria, primo?- Sonreí.- No, media plata son diez cobres y diez cobres no son nada cuando se ha conseguido algo más valioso que el oro. Eso dicen. No sé quiénes, pero algunos. Yo te aseguro que no. La cuestión es que los diez cobres se pueden repartir entre tres. El cobre que sobra te lo puedes quedar y pedirle a alguna pitonisa una predicción sin convulsiones. Creo que los espasmos es lo que las hace tan caras, aunque eso lo sabrás mejor tú que yo.

Caracabra se sorprendió por las sacudidas de la balsa, se mueve más rápido que cualquier carro, y su traqueteo es aun más fuerte. Hubiera preferido ir a pie con los hostigadores, aunque el recorrido se hiciera más arduo, el agua nunca le había gustado demasiado.

El pequeño jorobado trataba de apartar sus pensamientos del agua, y escucho atentamente la conversación de Serpiente. No entendía muy bien las ideas que pretendía expresar el oscuro. Guepardo había ganado más que plata en ese combate, pero él se centraba en lo material. Caracabra empezó a fantasear con la idea de haber sido él, el vencedor del combate, apartado la de su mente las rugientes aguas que rodeaban la balsa.

Escarabajo notó la mirada de miedo de Dedos cuando se tuvo que sentar cerca suyo, y sonrió a la joven, satisfecho. El miedo era al fin y al cabo el sentimiento propio de aquellos que se ven superados por quienes son mejores y más peligrosos que ellos.

Sin embargo pronto miró a Mentiroso, asintiendo a sus palabras. Y luego ya no dijo más. Sólo se quedó mirando a las aguas con el gesto serio y medio rabioso, fijándose en los que llevaban las pértigas, por si alguno flaqueaba

TIRADAS OPCIONALES:

- Ocultas y secretas -

1- Averiguar Intenciones.

2- Recabar Información.