Partida Rol por web

La Compañía Negra: El Dios del Dolor.

Tribu de los Tres Castores.

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15/02/2012, 12:44
La Compañía Negra.

CARACABRA:

- Tiradas ocultas:

* Esconderse.

* Movimiento Silencioso.

* Buscar.

* Otear.

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15/02/2012, 12:45
Campaña.

Campaña permaneció en pie observando la intervención de su primo. La herida de Guepardo tenía muy mala pinta y había un colgajo suelto que no dejaba de sangrar, aunque Campaña todavía tardó un poco en darse cuenta de lo que se trataba. En cuando su mente ató cabos y entendió que al pobre Guepardo le habían arrancado el pito, la primera reacción de Campaña fue reirse.

" Pito -pensó Campaña mientras reía "

Pero enseguida se dio cuenta de aquello no tenía ninguna gracia, y menos para Guepardo, que seguía allí sangrando como un cerdo. Campaña se sintió avergonzado por haberse reído así que decidió retirarse un poco para que nadie le riñera por aquello. El círculo volvió a cerrarse en torno a Guepardo y ya no pudo ver más de lo que estaba haciendo su primo. Ya había tenido suficiente.

Campaña se quitó el casco y se rascó la cabeza, no parecía que hubiera mucho más que hacer allí. Algunos agolpaban los cadáveres para darles sepultura, aunque iba a ser una árdua tarea teniendo en cuenta que algunos cuerpos habían sido severamente mutilados. El gigante vio que tenía trocitos de cerebro y sangre en su bota y recordó que había pisado la cabeza de un niño muerto al que le había quitado el escudo. Sacudió el pie contra el suelo, frontándolo contra la tierra hasta que se quitó las vísceras de las botas, y entonces se dio cuenta de algo.

- Uhh... Campaña está cansado - dijo pensando en voz alta.

Y sin más dilación se sentó en el suelo a descansar, fijando su mirada en la puerta de entrada que aún permanecía abierta. Giró levemente la cabeza y entrecerró los ojos.

- ¿No cerramos la puerta? - preguntó.

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15/02/2012, 13:02
El Cráneo de Plata.

- Khadesa y Sicofante siguen fuera del poblado, con el carro y los animales del grupo.

- Por lo poco que pueden ver desde donde están parece que los Hostigadores han ganado la batalla.

- Tirada oculta de Otear para confirmarlo.

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15/02/2012, 13:08
Sicofante.
- Tiradas (1)
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15/02/2012, 15:15
La Compañía Negra.

SICOFANTE:

- Todo parece indicar que la batalla ya ha terminado. Nadie va corriendo de acá para allá armas en mano y todo se ha quedado mucho más silencioso y tranquilo.

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15/02/2012, 15:53
Sicofante.

El tiempo transcurre, y Sicofante se mantiene cerca del carro, sin hacer poco mas que observar el horizonte, esperando. Al poco rato, su oído capta ruidos donde debieran de encontrarse la Tribu a la cual debían derrotar. El tagliano suponía que el combate había comenzado.

La batalla ha comenzado- musita, mas para si mismo que para Khadesa- solo es cuestión de tiempo- piensa. Ahora solo había que esperar haber el resultado. Poco mas se podía hacer. Esperaba que el plan de los Hostigadores hubiera salido como se esperaba. 

Transcurre un tiempo y ahora si, el ruido de la batalla se puede oír algo mejor. El combate parecía que se recrudecía, pero era imposible saber quien iba ganando y quien perdiendo. Solo se podía esperar. Sicofante observa, siempre en silencio, al frente, donde se supone que se desarrolla la batalla.

La batalla ha terminado- dice al ver como el sonido de la batalla comienza a disminuir, hasta quedar todo mucho mas en silencio y tranquilo- si, ha terminado.

Ahora solo esperaba una señal que indicase que la victoria había sido suya.

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15/02/2012, 16:02
Caracabra.
Sólo para el director
- Tiradas (4)
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15/02/2012, 16:21
Uro.

BATALLA DE TRES CASTORES
Capítulo I: “Decisiones”

- “Líder, esperamos tu orden.” - la voz profunda y decidida de LOOR rompió el silencio, destruyendo para siempre la serena armonía de aquel dulce y mágico momento que suele preceder al alba.

- “Partid.” – fue la seca respuesta de LENGUA NEGRA, en un tono que dejaba traslucir una extraña confianza. Como si realmente creyera que sus hombres podían llevar a cabo la peligrosa misión.

Por un instante fugaz e inexplicable, hasta el receloso URO se sintió reconfortado por la templanza que irradiaba su líder. Incluso llegó a pensar que tal vez saldrían con vida de todo aquello. Afortunadamente, sus ilusiones se desvanecieron casi al instante. Justo cuando el Oscuro decidió recordarle el motivo de sus resquemores.

- “Sed cuidadosos. De vosotros depende el éxito de esta misión. Id, y que los dioses os protejan.” – fueron las palabras de despedida de LENGUA NEGRA.

Ahora, todo dependía de un reducido contingente de reclutas inexpertos…

Pronto, la insignificante pandilla de incursores abandonó furtivamente el campamento, internándose con sigilo en el basto mar de sombras que los separaba del poblado de los “Tres Castores”. Sus anónimas figuras se movían con rapidez por el onírico paisaje, el ruido de sus pasos silenciado por la hierba. Aprovechaban cada matojo para esconderse, e incluso se arrastraban por la tierra desnuda cuando alguna loma solitaria les entorpecía el camino. Eran sombras. O menos que sombras. Apenas un débil suspiro que corría por la sabana. “El frío hálito de la muerte”, dirían algunos…

El resto de la vanguardia avanzó tras ellos, aunque manteniéndose siempre a una prudencial distancia. Demasiada distancia, quizás. Y entrarían en combate solo cuando llegara el momento. Nunca antes. Al menos, ese era el plan. Un plan que, en cierta medida, URO se había esforzado por modificar… asumiendo todos los riesgos.

Porque, a pesar de todo, el Cazador de Cabezas no era un necio. Podía reconocer el descontento en las miradas de sus camaradas. Y solo necesitaba escuchar sus silencios para saber que ninguno estaba a gusto con el repentino cambio. No podía culparlos. Después de todo, DEDOS era una muchacha ligera y ágil, mientras que él era una montaña brutal y pesada.

Peor aún, sabía bien que su decisión podía torcer el Destino de los “Hostigadores”. Para bien o para mal. Y aceptaba las consecuencias. Muchos reclutas morirían por su capricho. O vivirían. Podía aceptarlo. En todo caso, eso ahora ya no importaba. Solo la Diosa tenía las respuestas. Y, fueran cuales fuesen, URO las abrazaría con toda la devoción de su alma oscura.

El grupo de avanzadilla tardó apenas unos momentos en llegar junto a la imponente empalizada de madera. PEREGRINO había abierto la marcha, casi flotando sobre los húmedos retazos de hierba que salpicaban el terreno, mientras que PONZOÑA y URO lo seguían de cerca, esforzándose por seguirle el tranco al sigiloso extranjero. LOOR cerraba la marcha, aunque se movía con pasos más pesados, casi arrastrando su recio palo de madera.

Aún no había amanecido, pero ya los primeros rayos de sol asomaban por sobre el horizonte. Uno a uno, los miembros de la partida se fueron parapetando furtivamente junto a la empalizada. Parecían ya dispuestos a encarar la siguiente etapa de su expedición, cuando el mundo a su alrededor dejó de tener sentido.

- “Ahí fuera hay una chica !!!” – se escuchó repentinamente al otro lado de las murallas. Parecía la voz de un niño, que gritaba en un idioma que todos pudieron reconocer. No porque fuera una típica variante del k´hlata, sino porque era también el sonido de la muerte…

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15/02/2012, 16:22
Uro.

Capítulo II: “Contingencia”

LOOR había quedado expuesta, y los atentos vigilantes la habían descubierto. Era el final de los “Hostigadores”. Ya no habría infiltración, ni batalla. Mucho menos victoria.

Sin embargo, la Diosa cuidaba de los suyos. Pues inmediatamente después del grito, se escucharon unos cuantos pasos por sobre sus cabezas, como si el pequeño quisiera correr a dar la alarma. Tras ello, un extraño ruido, sordo y pesado, como el de un cuerpo que cae desde una gran altura.

- “Uaghhh !!!” – se escuchó apenas unos instantes después. Era un quejido agónico, gutural, cargado de infinito dolor y vergüenza. Luego de ello, tan solo el silencio.

LOOR aprovechó la confusión para unirse al resto. Esta vez, sus pasos fueron tan ágiles como el viento. Sabia bien que la Diosa era magnánima con sus fieles, pero no solía dar segundas oportunidades. Para cuando llegó a la base de la empalizada, URO ya tenía en sus manos el extraño artilugio que le había entregado DEDOS.

El salvaje desperdició valiosos instantes antes de actuar, mientras observaba receloso el misterioso trozo de metal retorcido. Casi como si no supiera bien qué diablos hacer con él. O como si le provocara una profunda desconfianza. Finalmente, pareció encogerse de hombros, y lo lanzó tan lejos como pudo. El arpeo se elevó casi cuatro metros por sobre sus cabezas, y fue a sujetarse sólidamente en el borde de la empalizada.

El contacto del hierro con la madera provocó un sonido sordo y seco, demasiado leve como para llamar la atención de los vigías. De todos modos, ya podía oírse un claro murmullo al otro lado de la empalizada, como una pequeña conmoción en torno al joven que había caído desde las alturas. Evidentemente, el chico ya no estaba solo.

Luego de unos breves instantes de indecisión, PONZOÑA se adelantó para sujetar firmemente la cuerda, permitiendo así que el resto pudiera trepar por ella con mayor facilidad. El “Hiena” incluso acompañó su iniciativa con unos significativos gestos hacia URO y PEREGRINO, indicándoles que debían ser los primeros en trepar.

El Cazador de Cabezas no tardó en asentir con un ligero cabeceo, y pronto comenzó a izarse por la rugosa cuerda. Trepaba con firmeza, aunque no sin una gran dificultad. Estaba claro que su contundente anatomía era su peor enemigo, y que la escasa alimentación de los últimos meses había debilitado su imponente musculatura. Su cuerpo no tenía la fuerza necesaria para hacer el esfuerzo, y su mente se sentía frustrada de impotencia. Quizás una buena jarra de grog habría conseguido al menos desentumecer sus músculos agarrotados…

Su escalada fue lenta y laboriosa. Demasiado lenta, quizás. Sobre todo para el resto de sus camaradas, que aguardaban con ansiosa expectación los progresos del recluta. A pesar de todo, el duro bárbaro se contuvo las ganas de resoplar sonoramente como un búfalo agotado, y pronto consiguió llegar a lo alto de la muralla.

Una vez allí, echó un rápido vistazo al otro lado, para descubrir que solo un par de metros lo separaban del suelo. Era bastante, pero con un buen salto conseguirá llegar sano y salvo, sin latimarse los tobillos.

De todos modos, el bárbaro no perdió demasiado tiempo con aquel asunto, pues pronto otra escena llamó su atención. Muy cerca de su posición, a tan solo unos cuantos metros hacia el Norte, había un grupo de niños. Tal vez unos seis o siete muchachos, reunidos alrededor de otro más, que se hallaba tirado en el suelo, quejándose amargamente por los dolores que retorcían su cuerpo. La mayoría eran bajitos y enclenques, vestidos solo con unos sencillos taparrabos. Pero todos iban armados con lanzas y escudos.

Los Castores ya no dormían…
 

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15/02/2012, 16:39
Ojopocho.

Las flechas estaban listas, había querido ir con el grupo de avanzadilla, pero finalmente me habían dejado atrás y por ello el explorador K'lhata se encontraba bastante resentido. Una y otra vez repasaba sus flechas, con especial cuidado las emponzoñadas, quien quiera que tratara de huir, se encontraría una de aquellas saetas en su espalda, condenándole al destino de la aldea de los tres castores.

Portaestandarte aparece, nuestro guía en la batalla, el avatar enviado por la Compañía. Cuando hace uso del agua para asearse Ojopocho suelta un bufido, aunque más tarde comprenderá que el tipejo llevaba mucho sin salir del carro sus pensamientos no podían evitar quedar filtrados por la desconfianza hacia los oscuros.

La batalla se acerca, Ojopocho tiene ansia, ansia de demostrarse a sí mismo que es capaz de ésto, demostrar que está por encima de los guerreros de los caimanes negros, demostrar que fué una estupidez expulsarle de la tribu, y demostrar que es mayor y más fiero que cualquiera de ellos.

En el este tan solo un destello imperceptible, una claridad naciente en la línea del horizonte, al sol aún le queda un buen rato para asomarse. El grupo ya ha avanzado, hace tiempo se ha perdido, en el silencio del albor no se escucha voz alguna, ha parecido escuchar un grito de niño. Las puertas se abren, el sol aparece y Ojopocho se lleva ambas manos a la boca dando la señal de ataque : UUuuuuu hiiii UuuuuUUuu

Él mismo se extraña de la falta de aire a medio alarido, de todas maneras todos parecen satisfechos y Matagatos asiente señalando al poblado ¡Al ataque!

Ojopocho se lanza hacia adelante, arco en mano, enarca una flecha ¡Maldición demasiado lejos! No importa, éste cálculo rápido no le ha hecho perder la marcha de sus compañeros y sus delgadas piernas corren como las de los demás. De nuevo se detiene colocando la misma flecha, ahí delante puede distinguir con gran claridad a Peregrino, rodeado de muchachos muy jóvenes pero aún así, inmersos en una sed de sangre digna de un berserker. Ojopocho no hubiera creído posible que unos niños no echaran a correr al ver acercarse una tropa armada pero así era. El riesgo de dar a sus compañeros le hizo chascar la lengua y reanudar la carrera.

Ojopocho corre y corre, pero no puede esperar más, ahí delante le están esperando y aunque no lo piense en el momento, desea que su impulsividad no le lleve a herir a un compañero. Lanza una flecha y un niño clava la rodilla al sentir la punta rasgando el muslo, ha fallado pero por poco y el niño mira a Ojopocho un momento mientras levanta el arma, demasiado lento, la segunda flecha del K'hlata se clava en su abdomen retorciéndole de dolor y dejandole caer sobre la tierra seca

Una tercera flecha y Ojopocho ya no sabe bien donde la dispara, hacia el tumulto de niños armados, pero cae entre ellos de manera inocente. Parece que inicialmente el asalto ha sido efectivo, la segunda parte del pelotón ya entra.

Ojopocho se adentra entre las calles, buscando la otra puerta del poblado, para señalarla a sus compañeros y gritar ¡Escapan por la otra puerta, cubridla!

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15/02/2012, 17:15
Guepardo.
Sólo para el director
- Tiradas (3)
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15/02/2012, 17:59
Pelagatos.
Sólo para el director

Cómo muchos otros Hostigadores, me encontraba observando curioso la escena de Matagatos y Guepardo. El segundo parecía haber caído en la batalla, ensartado en sus "partes nobles".

"Qué manera más patética de morir, desangrándote por el escroto..."

El guerrero se convulsionaba a medida que Matagatos hacía su trabajo, pero no parecía que mi primo estuviese haciendo progresos y se le notaba frustrado.

"-R'Gaa busca agua y ponla a calentar. Pelagatos busca entre las chozas toda la ropa limpia que encuentres. Caracabra, intenta localizar las chozas de los chamanes, busca en ellas cualquier material que nos pueda servir: medicinas, agujas, hilo, vendas, cualquier cosa. Necesitaríamos desalojar una choza con varios camastros para atender allí a los heridos, aquí no puedo atenderlos bien." - dijo entonces.

"Oh claro. Primero, se me niega la batalla, y ahora soy una enfermera. Bien, bien, ¡genial!"

Pero no podía desobedecer, y aunque no me importase lo que le ocurriese a Guepardo, asentí a las órdenes de Matagatos.

"Odio que me den órdenes, ¡encima tan absurdas y denigrantes! Algún día todos obedecerán las mías, sí, y ese día se arrepentirán."

Busqué la choza más grande que encontré cerca de dónde estábamos, pues posiblemente más gente viviría dentro y por lo tanto más ropa limpia podría encontrar.

 

- Tiradas (2)

Notas de juego

-2 penalización enfermedad.

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15/02/2012, 17:42
Lengua Negra.

Un simple vistazo en derredor sirvió para determinar el tipo de batalla que allí se había librado. Niños frente a guerreros. Niños que pese a las lanzas y escudos que aún podían verse en sus pequeños, delgados y muertos brazos, no podían ocultar la realidad a la que el grupo de hostigadores se había enfrentado. Una batalla desigual y ciertamente ignominiosa de la que dudaba nadie pudiera sentirse orgulloso. Y de igual modo, lamentaba no haber participado en aquel macabro combate para compartir dicha ignominia y soportar con el resto el lastre de aquella deshonrosa matanza. Pero ya era tarde para lamentos y quejas. Lo hecho, hecho estaba y su grupo había cumplido con las órdenes recibidas.

Y pese a todo, los heridos se multiplicaban. Algunos leves, otros de mayor gravedad y, finalmente, Guepardo, prácticamente moribundo si confiaba en la sangre que manaba de su fea herida y en las rápidas instrucciones de Matagatos.

-Aguarda, Caracabra. Prefiero que vayas lo más rápido posible al campamento y comuniques a Sicofante y Khadesa la victoria. Traed las monturas y el carro. Yo mismo me encargaré de buscar las chozas de los chamanes, Matagatos y traerte el material que necesitas -dijo a su primo-. Todo aquel que no esté herido, que descanse lo imprescindible hasta reponer fuerzas y después dividíos para ayudar a los heridos y para formar un perímetro de protección. Llevadlos a esas dos chozas más cercanas -dijo al comprobar por su tamaño que tan solo podrían albergar a cuatro heridos cada una como máximo-. Conseguid mantas y haced parihuelas con las lanzas para trasladar a aquellos que no puedan moverse. Y que nadie se acerque a Portaestandarte. La advertencia acerca de su peligro sigue en pie. Y no Campaña, no cerraremos la puerta, pero que uno de vosotros se encargue de su custodia para impedir que nadie salga o entre si no pertenece a la Compañía.

Dicho aquello, envolvió con su mirada el entorno cercano, buscando una señal que le advirtiera de la cercanía de una de las chozas ocupadas por chamanes, antes de ponerse en movimiento.

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15/02/2012, 18:08
Lengua Negra.
Sólo para el director

Lengua Negra desenfundó su cimitarra, recordatorio eterno de sus acciones pasadas y que debería acompañarle por siempre. Era bien cierto que la batalla había finalizado, pero nada impedía que bajo el techado de alguna de aquellas chozas, un castor se ocultara presto a saciar su natural deseo de venganza contra los autores de aquel trágico infanticidio.

Cauteloso, su atención se dividía entre hallar su objetivo y evitar un encuentro desafortunado.

- Tiradas (2)
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15/02/2012, 18:10
[RIP] Attar.

Attar se apoyó en su arma, contemplando el escenario de la batalla. La herida de su cuello aún sangraba, pero el mestizo ignoraba el dolor... o quizá su mente volvía a encontrarse lejos de allí. El caso es que ahí estaba... de pie, con la mirada algo ausente que le caracterizaba y esperando, pasando la mirada por el lugar.

De repente, volvió a dar con las caritas pintadas en las chozas. Se quedó mirándolas fijamente, y una leve sonrisa acudió a su rostro, mientras volvía a su feliz mundo de caritas sonrientes y escarabajos madrugadores.

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15/02/2012, 18:23
Pelagatos.

Cómo muchos otros Hostigadores, me encontraba observando curioso la escena de Matagatos y Guepardo. El segundo parecía haber caído en la batalla, ensartado en sus "partes nobles".

"Qué manera más patética de morir, desangrándote por el escroto..."

El guerrero se convulsionaba a medida que Matagatos hacía su trabajo, pero no parecía que mi primo estuviese haciendo progresos y se le notaba frustrado.

"-R'Gaa busca agua y ponla a calentar. Pelagatos busca entre las chozas toda la ropa limpia que encuentres. Caracabra, intenta localizar las chozas de los chamanes, busca en ellas cualquier material que nos pueda servir: medicinas, agujas, hilo, vendas, cualquier cosa. Necesitaríamos desalojar una choza con varios camastros para atender allí a los heridos, aquí no puedo atenderlos bien." - dijo entonces.

"Oh claro. Primero, se me niega la batalla, y ahora soy una enfermera. Bien, bien, ¡genial!"

Pero no podía desobedecer, y aunque no me importase lo que le ocurriese a Guepardo, asentí a las órdenes de Matagatos.

"Odio que me den órdenes, ¡encima tan absurdas y denigrantes! Algún día todos obedecerán las mías, sí, y ese día se arrepentirán."

Pero justo cuándo me encaminaba a buscar el material requerido, Lengua Negra interrumpió - "Para variar, aquí está el mandamás" - y cambió los planes.

"¿Entonces tengo que trasladar a los heridos? Esperar al carro con las mantas será lo más adecuado. "

Eché un vistazo alrededor y me pareció ver que peregrino estaba herido en el pie, con lo que necesitaría ayuda para moverse.

- Extranjero - le dije acercándome - ¿te ayudo a ir hasta la choza?

"Mejor esto que recopilar mantas roñosas de los castores."

 

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15/02/2012, 18:30
Peregrino.

La batalla había finalizado por ahora y el pueblo era nuestro. Poca resistencia habíamos encontrado pues solo niños cuidaban el lugar, mas sus lanzas eran tan afiladas como las de adultos y su valor no era menor tampoco. Lucharon bien y murieron como guerreros a pesar de su corta edad. Mi katana gotea aun la sangre de los jóvenes defensores, por lo que la sacudo y limpio con mis harapos antes de envainarla nuevamente.

Matagatos dio órdenes de cuidar a los heridos y organizar el lugar. Yo me siento cansado, demasiado agotado como para hacer algo útil para el resto. Estoy herido y mi abdomen sangra junto con mi pie, nada que vaya a matarme, pero sí que duele y molesta. Las fuerzas me bastaron para aguantar hasta la llegada de nuestros refuerzos, pero ahora que la adrenalina se va, apenas soy capaz de sostenerme en pie.

Mis heridas se notan y debe ser por eso que los líderes no me dieron órdenes, pero aún así no quiero ser una carga para el resto, a pesar de que todo el mundo piensa que soy un mendigo débil y andrajoso que no tiene dignidad alguna, soy orgulloso y no permitiré que se me trate como a una victima, pues soy un guerrero herido en batalla.

Escucho a Pelagatos ofrecerse a llevarme a la choza que dispusieron para eso, le miro y le respondo en K'Hlatan con un gesto de agradecimiento:

 - "Agradezco tu ofrecimiento, pero puedo solo."

Me dirijo hacía la choza con una cojera prominente y sosteniéndome el abdomen con la mano derecha mientras cargo mi espada con la izquierda. Mi paso es lento y tedioso, pero orgulloso, pues a pesar de no haber sido una batalla con oponentes a nuestra altura, su número equiparaba las cosas y estuve cercano a la muerte de todas maneras, por lo que, aunque digan lo contrario, salí victorioso de una batalla.

Notas de juego

A revisar esa choza.

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15/02/2012, 22:25
Uro.

BATALLA DE TRES CASTORES
Capítulo III: “Destino”

Apelando a sus últimos restos de energía, el fornido URO consiguió elevar finalmente su pesado corpachón por sobre la empalizada y se dejó caer al otro lado, aterrizando sin dificultades sobre sus descomunales pies. Apenas si había hecho algún ruido, pero de todos modos aprovechó el impulso de su caída para rodar sobre si mismo y alejarse rápidamente del lugar. Instantes después, ya se hallaba escondido en un rincón de la empalizada, con su mortífero machete destellando en la oscuridad.

De repente, casi como si se tratara de su propia sombra, el sigiloso PEREGRINO apareció junto a él. Había aterrizado con gran delicadeza, a solo unos pocos pasos del guerrero, y había demorado menos que un suspiro en avanzar hasta su posición. Luego, sin hacer el menor ruido, se había acomodado en su flanco derecho,  poniéndose en cuclillas para evitar llamar demasiado la atención.

En verdad, aquellos movimientos casi habían tomado por sorpresa al poderoso URO, que se maravilló abiertamente ante las destrezas de su camarada. El extranjero estaba cumpliendo su misión de manera impecable, incluso mucho mejor que el resto, y ni siquiera se lo notaba transpirado. Estaba claro que aquel hombre no carecía de recursos, después de todo. Tal vez fuera algo más que un simple mendigo, debilucho y andrajoso.

Afortunadamente para URO, su obnubilada mente no necesitó perder demasiado tiempo con aquellos pensamientos. Pues la respuesta a sus sospechas le llegó casi de inmediato, justo cuando su camarada se preparaba para la batalla.

Ante la vacilante mirada del antiguo Cazador de Cabezas, el sigiloso extranjero desenvainó una misteriosa espada curvada, que relucía en la noche con un filo asombroso. No se necesitaba ser un experto forjador para admirar la exquisitez de aquella arma, y tampoco había que tener demasiadas luces para comprender que solo alguien realmente digno podría llevarla consigo.

URO abandonó rápidamente sus sospechas acerca de la verdadera identidad de su camarada, pero no pudo evitar que su mirada quedara atrapada por el maravilloso objeto. Con gesto sombrío, observó largamente la espada de PEREGRINO, preguntándose que extrañas magias contendría en su interior.

El tiempo transcurrió lentamente para aquellos dos, sin que nada más ocurriera. Durante un buen rato, nadie más consiguió encaramarse a lo alto de la muralla de troncos, y no quedaron rastros del resto de sus compañeros. Ni siquiera se escuchaban sus murmullos.

Por unos instantes, PEREGRINO y URO se observaron entre sí con creciente tensión. Había un brillo extraño en sus miradas. No era desconfianza ni temor. Solo una férrea determinación de cumplir con su trabajo, sin importar los sacrificios que tuvieran que hacer. Si era necesario, aquellos dos le harían frente a todo el poblado.

Finalmente, tras lo que parecía poco menos que una eternidad, una pequeña sombra oscura se elevó por sobre los troncos. A los pocos instantes, la grácil figura de LOOR salvaba ágilmente el terrible obstáculo para caer junto a sus camaradas. Su llegada serenó los corazones de sus compañeros, pero solo durante unos breves instantes. Pues había una profunda preocupación en su mirada.

PONZOÑA tardaría demasiado en llegar. Probablemente había quedado debilitado por tener que aferrar aquella soga con tanta fuerza, y ahora le costaba izarse por sobre la muralla. URO maldijo para si mimo. Necesitaban al “Hiena” para cumplir la misión. Sobre todo para abrir la puerta. Tal vez no lo consiguieran sin su apoyo.

A pesar de todo, una oscura sonrisa se dibujó en el rostro del guerrero. ¿Y si en vez del poderos URO hubiera estado allí la pequeña DEDOS? ¿Cómo diablos habrían echo para abrir la puerta? Era imposible saberlo. Y ya no importaba. Pues URO había ocupado su lugar, tal como lo había ordenado la Diosa. Para bien o para mal…
 

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16/02/2012, 00:10
La Compañía Negra.

SAQUEO EN TRES CASTORES:

- Los Reclutas no tienen derecho a botín alguno.

- Los Soldados suelen hacer la vista gorda con lo que escamotean los Reclutas que están a punto de ser ascendidos a Soldados por haber derramado sangre por la Compañía, hasta cierto punto.

- Un Recluta considerado indigno pillado escamoteando cosas puede llevarse un puñetazo en los morros, o más de uno si no agacha la cabeza, o si le pillan volviendo a intentarlo.

- Saquear requiere tiempo, esfuerzo, concentración y a veces disimulo.

Tiradas:

Recluta digno:

* Diplomacia, Engañar o (en algún caso) Intimidar. - Dificultad 10.

Todos (los reclutas indignos sólo tienen esta opción):

* Juegos de Manos o Esconderse. - Dificultad 12.

- Con un éxito se escamotean 1d6 objetos. - El resultado son las veces que se tira en la siguiente tabla:

SAQUEO EN TRES CASTORES (Tirar 1d10):

1) Mantas (1d4).

2) Cestas o vasijas (1d3).

3) Bolsa de fruta (2d4 unidades).

4) Tasajo (1d10 unidades).

5) Lanzas cortas o cuchillos (1d6 unidades).

6) Escudo de los Tres Castores (1).

7) Cuerda de cáñamo 20 metros o pellejos de agua (1d4).

8) Fardo de tela de buena calidad.

9) Bolsa de cuero, con dinero norteño (¿será oro, plata o baratijas?)

10) Bolsa de chamán (equipo médico) o equipo de pintura corporal.

NOTA: Los objetos ya escamoteados, como el escudo agenciado por Campaña y el que recogió Uro cuentan para el total de saqueo posible.

Si alguien sobrepasa su cuota de saqueo se expone a ser reprendido y a que un Soldado le confisque todo lo que se ha agenciado.

- La avaricia rompe el saco: Alguien con rangos en la habilidad Juegos de Manos o Esconderse puede intentar una segunda y una tercera tirada de habilidad para escamotear cada vez 1d6 objetos (tiradas en la tabla) adicionales. Si cualquiera de estas tiradas falla, antes o después el Recluta recibirá un puñetazo en la boca y le confiscarán todo lo agenciado.

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16/02/2012, 01:32
Serpiente.

Tras la enfurruñada respuesta de Guepardo a un comentario jocoso sin demasiada malicia, me fui a dormir a mi tienda mal montada. Al amanecer del día siguiente llegaría la batalla y la muerte, así que mientras me arrebujaba calentito bajo mi manta tuve muy presente que debía levantarme pronto, muy pronto realmente, si quería que mi ofrenda de cadáveres fuera lo suficientemente generosa.  Cerré los ojos reconfortado por el maravilloso día que sería para mí el mañana y no tardé en dormirme.

Cuando me desperté no supe con seguridad si habían pasado horas o minutos. Mi corazón palpitaba con ansiedad pensando que me había despertado demasiado tarde y que ya no podía prepararme para lo que se avecinaba, pero tan pronto saqué la cabeza de la tienda supe que aun disponía de tiempo, de mucho más del necesario. Temía que volviendo a recostarme esta vez al despertarme no dispusiese del tiempo necesario, así que decidí levantarme y prepararme. Podía soñar despierto con lo que sucedería la mañana siguiente, además de que con las ojeras las miradas solían volverse más profundas, más severas. ¿Quién no podría querer aquello en vísperas de una batalla?

Me levanté, me desperecé y salí al frescor de la noche dispuesto a comenzar con mi labor. Ver mi tienda vacía cuando muchos dormían a la intemperie resultaba extrañamente divertido. Eso sí, esa vez me guardé la carcajada, no quería que nadie se despertase. Cuantos más durmiesen menos serían testigos de lo que hacía y si el que más dormía era Sicofante, mejor. Así que apartado del resto y envuelto por el manto de la noche rasgue discretamente el velo de silencio con el comienzo de un ritual que me llevaría completarlo un par de horas.

El tiempo pasaba con rapidez cuando daba forma a mi magia por lo que cuando me quise dar cuenta yo había terminado y Matagatos estaba despertando a los reclutas. La magia resultaba muy entretenida, cierto, pero en aquel momento pensé que la verdadera razón se debía a que alteraba la propia naturaleza del tiempo tal y como lo conocíamos.

– “Como lo conocen. Yo soy diferente. Yo veo diferente. Yo siento diferente…”

Empecé a reír a carcajadas mientras notaba el sabor de la sangre en mi boca. Había acabado, qué más daba que me escucharan.

- “¿A qué sabe la sangre?”- pensé. Aquella sabía a poder, un poder que pujaba por escapar de mí con insistencia. Pero yo no le iba a dejar, yo podía dominarlo, le había dado forma y era su maestro. Las mujeres tenían a sus hijos, yo tenía mi magia. Aunque yo, al contrario que ellas, nunca podría separarme de ella. A las muy veleidosas putas las había escuchado muchas veces repetir “carne de mi carne”, “mi querido hijo”, pero llegado el momento no les importaba lo más mínimo desprenderse de ellos.

Yo era diferente, la magia y yo éramos uno. La sensación de contenerla resultaba placentera, el tira y afloja por su liberación era un reto constante con la satisfacción añadida de ser capaz de superarlo en todo momento. ¿Quién habría renunciado a ella voluntariamente? Solo los ignorantes, los que no la conocían. –“Y los más torpes en su uso, como Rastrojo. Ellos niegan su propio poder, lo temen.”- Esperaba que Khadesa no fuera de aquellas. Ella era un Oscuro, no estaba en su naturaleza ser engañada por las mentiras y falta de refinamiento de la magia chamánica.

El amanecer estaba muy próximo cuando el plan se puso en marcha. El grupo de avanzadilla partió con la misión de abrir las puertas. El resto quedamos atrás a la espera de que nuestro momento llegara, y el momento se hizo esperar. Mucho. Demasiado…

–“Lentos, lentos… Unos lentos e inútiles todos ellos.”

Me moví impaciente de un lado a otro notando un creciente cosquilleo en los dedos. Los froté, los masajeé, los mordí, pero el cosquilleo no tardaba en pasar a otra extremidad. En varias ocasiones se convirtió en una asfixiante presión en el pecho que tan solo pude liberar con una sonora risotada. Tan solo con la orden de que corriéramos conseguí librarme de la sensación, aunque en plena carrera descubrí para mi horror que se convirtió en algo mucho peor.

Corrí y corrí, y cuando entre lágrimas de esfuerzo conseguí ver la puerta abierta, seguí corriendo. La presión era insoportable, una sensación muy parecida a lo que debía sentir una vasija llena de líquido al reventar contra el suelo. Al contrario que antes temía no poder controlar los empujones simplemente concentrándome, así que me vi obligado a recurrir a la misma magia que había dado forma a los monstruos que querían escapar de mi cuerpo. Era peligroso, pero efectivo, al menos durante un tiempo.

- “Ese inútil de Rastrojo no aguantaría ni un momento. Se quebraría como una hoja seca con la más leve brizna.”

Era una prueba, un ejercicio más complejo que cualquiera de los que Gulg o Rompehuesos me habían mandado durante los entrenamientos. Cuando atravesamos los portones seguidos por los rayos del sol que despuntaban ya por el horizonte, supe que había superado el ejercicio, y además con honores. Lamentablemente no quedaba nadie cerca para probar mi magia. Por un momento incluso dudé al ver la espalda del aprendiz de chamán en confirmar sus sospechas… Pero me controlé, todavía debía quedar alguien que quisiera liberarla.

Eché un vistazo a la entrada. Los vencidos se repartían por el suelo, muchos de ellos en más de un sitio al mismo tiempo. Al parecer ninguno de los muertos era de los nuestros, aunque por las heridas que Uro y Peregrino lucían parecían estar más cerca de la alfombra de cadáveres a nuestros pies que de los inmaculados guerreros que habían partido en la madrugada. Lo cierto era que no me importaban ni los unos ni los otros, pues en aquel momento unos pobres inconscientes se abalanzaron contra nosotros entre alaridos creyéndose preparados para combatirnos.

- “¿No los escucháis? Os llaman mis pequeños, os aclaman. Seré generoso, ya os he tenido conmigo por mucho tiempo. Id con ellos. Sois libres…”

Sonreí, una sonrisa orgullosa que se fue haciendo más y más grotesca hasta que entre los blancos dientes las sombras que había guardado tomaron la forma de serpientes. Y cuando el hechizo les alcanzó los desgraciados niños clamaron a gritos el nombre de mis criaturas: “Terror, Desesperación, Dolor y Muerte”.

Reí mientras ellos lloraban y vomité mientras ellos se desplomaban. Era maravilloso, era extraordinario, era embriagador, y lo mejor era que podía volver a repetirlo, sentirlo de nuevo.

Precisamente era esa mi intención cuando mi escolta cayó al suelo. Bajo él se formó un charco de sangre que con lentitud fue creciendo. Miré al inconsciente Guepardo más con decepción que con el alivio de que me hubiera librado del golpe que a él le había alcanzado.

- “De los mejores de la promoción y ya ves…”

Si el combate hubiese continuado no hubiese habido tiempo de pensar en más, pero cuando alcé la vista dispuesto a continuar, el último de los castores que había opuesto resistencia huía y moría poco después en manos de Portaestandarte.

La batalla había acabado. Los hostigadores habíamos vencido. Y yo volvía a sentir el cosquilleo en los dedos…