Partida Rol por web

Finalmente estaba dentro de la lanzadera, sin embargo aquel infierno estaba lejos de terminar, todavía faltaba ver que es lo que sucedería con los bichos voladores que no perderían el tiempo al atacarnos.
-Relajemonos por ahora camaradas, pero estemos preparados para lo que falte, aun no es tiempo de planear las cervezas que nos tomaremos, por lo menos hasta estar completamente fuera de peligro.-
No podía dejar de pensar en la cabo y en los camaradas que se habían quedado luchando, solo esperaba pudiéramos beber un par de cervezas nuevamente todos juntos pero dudaba realmente que eso pudiera suceder, ya que aun lo peor no terminaba y mas de uno perecería allá abajo e incluso en las lanzaderas, pero por ahora lo único que podía hacer era relajarme aunque solo fuera un instante antes de lo que se avecinara.

El capitán Tsumina miro a sus infantes mientras abordaba la lanzadera, sabia que muchos no regresarían con vida a la Sirius Beta y sin embargo el no podía hacer ya mas al respecto salvo honrar su memoria.
-Teniente, encárguese de que todos regresen con vida. Guardianes de Sirius! Cuanto con ustedes, nos vemos arriba.-

Se estaban quedando allí... Se estaban quedando allí demasiados de ellos.

Y encima, para hacerlo peor, el sargento le soltaba eso. Sonia se quedó bloqueada en el sitio, parpadeando unos segundos en lo que la lanzadera subía.

- No.. No, ¡no! - exclamó - ¡Sargento! ¡Fockeeeer! ¡Ni se le ocurra hacerme eso!

Pero los estaban machacando. Con horror, vió compañeros caer, sobre todo de la ligera. Pero lo peor fue ver como impactaban a los suyos. Sobre todo al sargento. Jodidas chinches voladoras. Y ella no podía hacer nada...

- ¡JODER! - gritó, dando un fuerte pisotón en el suelo de la lanzadera, antes de ir a sentarse y ponerse las abrazaderas, frustrada, furiosa y preocupada por sus amigos. Quería con todas sus fuerzas que sobrevivieran...

Ian ocupó rápidamente un asiento en la lanzadera, pero cuando ya estaba asegurado, se dio cuenta de que sólo Sonia seguía allí. Aquello no era nada bueno. Y los infantes ligeros, y gran parte de la Fox, iban a pagar aquella cagada. 

-Hay que reconocer que el sargento tiene unos cojones de acero, y que el resto de nuestros compañeros le siguen de cerca... Espero que puedan escapar de ahí abajo. 

Falta tan poco... Acabo de descargar una ráfaga cuando el bicho al que disparé avanza a una velocidad increíble y me asesta un golpe que me desparrama por el piso. Siento la humedad de mi sangre correr rauda. Y este frío, este maldito frío. Empiezo a desvanecerme pero aprieto los dientes con fuerza y logro apenas despabilarme. Solo puedo arrastrarme en un enorme esfuerzo. Hacia donde miro hay bichos llegando feroces. Por suerte ninguno repara aún en mí tirado en el suelo. Con mis últimas fuerzas arrastro mi cuerpo por la nieve. Allí está la lanzadera, sin dudas es la última. Puede que no salga de aquí vivo pero no será por que no lo intente.

Hightower había corrido como un loco a por la tercera lanzadera cuando vió que no la alcanzaba. Cuando esta partió, la cuarta llegó pero se quedó detras del artillero que tuvo que derrapar y dar media vuelta. Sólo podía ver al sargento con golpes y algunos compañeros a su alrededor corriendo hacia la lanzadera. No se atrevió a mirar al cielo, oía como los bichos le sobrevolaban y disparaban sus malditos dardos contra ellos. Por suerte a el no le habían dado pero no quería tentar a la suerte y sabía que si miraba a los bichos las piernas le fallarían. Corrió a la lanzadera y subió. Asomandome desde la puerta comprobó que los demás llegaran, - Vamos chicos! un poco más rápido que esto está que arde!

La lanzadera se marcha, alejando con ello mis posibilidades de salir entero de este condenado lugar. En lo alto, la cantidad de insectos voladores es tal que me sorprende que no se choquen los unos con los otros y empiecen a caernos encima. Aunque lo que sí que nos cae encima son sus disparos, tan afilados como el que sentí en el muro hace ya no sé ni cuánto tiempo. A mi alrededor, no son pocos los compañeros que sufren uno de esos impactos, y hasta al Sargento lo han herido. Pero por suerte, una nueva lanzadera desciende, juraría que la última oportunidad para salir, y yo que ya estaba planteándome el que nos iban a abandonar sin más intentos. El destino está claro, y la dificultad para alcanzarla es nula. La salida de este jodido campo nevado está asegurada, y la supervivencia también si el piloto se muestra diestro y los bichos con cañones no, pero eso ya no es una cuestión mía. Y sin embargo...

Sin embargo, en vez de realizar un sprint con todas mis fuerzas, meterme en la lanzadera y desentenderme del mundo, no puedo evitar sentirme dolido porque a mi alrededor hay tres infantes ligeros muriéndose en el suelo. Más allá, otro ha perdido la cabeza con un vuelo rasante, y dos de los de la Fox están metidos en combate con bichos. Y joder si me gustaría ayudarlos a todos, sacarlos de aquí y salir en la lanzadera a la Sirius beta. Y luego quizá podría bombardear el planeta madre de los bichos, nombrarme mariscal supremo y tomarme un café doble, pero como todo, seguro que no va a pasar. Así que hago lo que puedo, avanzo unos cuantos pasos hasta el infante que está en mi camino, y sujetando el morita con la izquierda hago uso de toda la fuerza que me proporciona la armadura para alzarlo y arrastrarlo conmigo hasta la lanzadera.

-¡Es tu día de suerte, así que más te vale no morírteme encima, joder! -Le grito al infante (Bamug O'connor), que no sé si está consciente o no, o si se está desangrando mientras lo muevo. Pero si fuese el caso contrario, como lo que podría haber ocurrido en la colina de los demonios, yo hubiese preferido que me metiesen en la lanzadera y morir ahí que acabar siendo pasto de los bichos, incluso inconsciente. -¡Todos a la lanzadera! ¡Sargento, Cabo, arriba! ¡Ya tenemos varios soldados de heroes como para perderles a ustedes también! ¡No me hagan tener que contarle a Sonia que se ha ganado dos ascensos de un golpe! -Continúo gritando mientras me muevo con el ligero. Si alguien se queda atrás, con este aspecto que tiene el cielo, mucho me sorprendería que llegase a aguantar un minuto entero ahí fuera.

Miller apenas le dió tiempo a palmear el hombro de la Cabo cuando consiguió llegar al trasnporte al igual que otros infantes de la Fox, la efímera alegría de una posible salvación se disipó entre traqueteos bamboleantes y golpes en el casco de la nave que les indicaban que aun no estaba todo el pescado vendido. Siguiendo el ejemplo de su jefa de pelotón, mete un nuevo cargador en el morita, se engancha con su lizard line y se pone hombro con hombro a cubrir desde la trampilla.

Gritando por encima del estruendo de la nave dice:

¡Eh piloto!¡No se te ocurra cerrar la trampilla hasta que no te quede más remedio!

-El piloto cerrara las compuertas cuando mejor le parezca- Le dijo el capitán Tsumina al zapador Miller. –Mira el cielo, el piloto necesitara usar todas sus destrezas para sacarnos de aquí, no le exijan mas, ocupen sus lugares colóquense los seguros que el viaje será intenso-

Justo cuando me estoy felicitando a mí mismo por no haberme roto las piernas en la caída tras saltar del muro, noto como éste se desploma a mis espaldas.

Instantes después siento que estoy rodeado de repugnantes bichos gigantes que me atacan, atravesando en algunas partes mi armadura con sus mandíbulas y patas acabadas en espolones punzantes.

Siento una sensación extraña cuando mana mi sangre caliente para instantes después enfriarse radicalmente al contacto con mi piel. El dolor es muy intenso.

Pienso de forma peregrina que, si consigo de algún modo salir de esta, el armero de la Compañía me regañará, y con razón, por los daños sufridos a mi traje asignado.

En los indicadores de daños del HUD, los niveles pasan rápidamente del naranja al rojo.

Una nueva lanzadera, la última, está aterrizando. Tal vez si hago un último esfuerzo podría llegar, pero está muy lejos y yo cada vez me siento más débil con toda la sangre que estoy perdiendo. Tal vez no lo consiga...

Sin pensar en las consecuencias, me giro dándoles la espalda a los arácnidos que me rodean y empiezo a correr. Me va la vida en ello.

Cuando la lanzadera se alzo del suelo, el aire contenido salió de nuestras gargantas...Vale lo hemos conseguido..... Una vez preguntado por el estado de Baron me acerco a uno de los asientos y me ato con las correas que impedirían que me dejase los dientes contra el suelo.

Por uno de los ventanucos de observación podemos ver como el fuerte se va haciendo mas pequeño y como una oleada tras otra de bichos se acerca y cae sobre él. Mientras vemos como otra lanzadera ocupa el lugar de la nuestra en el patio de la fortaleza y mas compañeros consiguen llegar hasta ella....¿cuantos se salvarán?.....

Ya en el aire y como bien había pensado las turbulencias me hacen recordar mis años mozos en los parque de atracciones....ostia esto fue duro en la bajada pero también tiene que ser lo en la subida.... De repente por la misma ventana por donde había visto por última vez nuestro fuerte pude ver la causa de las sacudidas, cientos de bolas de plasma volaban en busca de las naves de la flota que se encontraban en la orbita del planeta.

- Puuuuñeteros arácnidos, ni nos van a dejar salir del planeta.

Las sacudidas aun continuaban siendo fuertes cuando conseguimos abandonar la fuerza gabitracional del planeta. Una vez fuera del planeta pudimos ver algo mucho peor, las naves de la flota empezaban a retirarse eso significaba que por ahora habíamos perdido......¿Entonces para que ha servido nuestro sacrificio?....

Un peso muerto, eso es lo que es el infante ligero. Armado con todo mi esfuerzo, ya que parece estar tan inconsciente como una piedra, cargo con él camino a la lanzadera buscando alcanzarla y resguardarme dentro frente a lo que pueda llegar. -¡Vamos, Sonny, vamos! -Me grito a mí mismo, en un esfuerzo por no tener que dejarlo tirado para salir corriendo, y así poder sobrevivir ambos. -¡Hightower, échame una mano! -Le grito viendo cómo se acerca también a la lanzadera. Con la nieve, no sé ni si me ha llegado a oir, mientras veo cómo se encamina a la lanzadera.

Vi venir al pájaro djinn. El mundo comenzó a dar vueltas a mi alrededor. Caí al suelo, sentí mi mejilla helarse contra la nieve. Veía todo con colores extraños y escuchaba sonidos extraños. Frente a mi, un hombre sin cabeza se tambaleaba. Entonces me di cuenta. Ese hombre sin cabeza era yo. Todo comenzó a oscurecerse: hacía, por fin, calor. Me invadió una calma intensa. Era solo mi cabeza, la que estaba en la nieve. Mi cuerpo sin cabeza todavía conservaba el equilibrio. Se hizo la noche...

Lo último que sentí, fue el ruido de los perros de shaitan, acercandose, pero yo ya estaba fuera de su alcance.