Partida Rol por web

¿No queréis pensarlo un poco mejor, amigos? -les dije pensando en que fuera hacía frío et allí dentro no-.

Cuchillo empuñado, Crispín lanza un suspiro y sigue a los señores al paso - Creo que no estamos de la mollera, pero no pienso abandonar a ninguén, y menos a los señores Alfonso y Manecho...que sea lo que Dios quiera.

Volvime emocionado cuando Roberto et Crispín decidieron acompañarme, si lo que temía era cierto, íbamos a jugarnos non solo la vida, si no que puede que el alma.

Cuando habló Uloxio contesteele-Non puedo pensarlo más, lo tengo claro. Creo hay que investigar lo que dice el pergamino. Si es falso, sólo habremos perdido unas horas de sueño. Pero si es cierto...¡Dios non quiera que sea cierto!

Si es cierto unos omnes están arriesgando su vida contra el maligno, que menos que apoyarles. El precio a pagar puede ser nuestras vidas, quizás más. Pero si el maligno escapa las consecuencias para la humanidad serían terribles.

No se si esta peregrinación y lo que nos ha pasado hasta agora es fruto del azaar o la misma Virgen nos ha puesto aquí con un propósito, pero creo que lo menos que podemos hacer es investigar este asunto. Non se que más decir.- Me callé, se que todo esto era una quimera formada por un trozo de pergamino, pero tenía que verlo con mis propios ojos, ver que era falso lo que estaba escrito. O si no, enfrentarme a el, y quien sabe, tal vez reunirme de nuevo con Concha en la otra vida.

Alfonso sale fuera y enciende una antorcha. Roberto, Crispín, y Chira le siguen. Esta la noche fria, os ceñís la ropa de abrigo lo mejor posible, os disponéis a subir el camino que sube por la roca, antes dais un último saludo a Uloxio, quien permanece a buen resguardo dentro de la ermita. Alfonso marcha delante, guiado por su intuición y valentía, le siguen Roberto, Crispin, y Chira.

Ya es noche cerrada, la antorcha ilumina vuestro entorno más cercano. El camino es de roca pura, estrecho y empinado, no hay otra manera de subirlo que despacio para no resbalar. Vuetro corazón palpita más rápido afligido por un temor irracional.

Voy caminando con cuidado, en una mano la antorcha y en la otra la espada desenvainada. Fijándome en el camino busco algún indicio que nos lleve al corazón de este asunto.

Nada de nada.

La perrita pone lo que le falta a su dueño... como siempre.

La noche nocturna veló la vista del pobre Crispín, que con arrebujarse en su abrigo tenía más que suficiente por el momento.

Camináis un rato, hasta que Chira se sale de la senda para acercarse a olisquear unos arbustos. Alfonso, levanta la antorcha para que el resplandor ilumine la zona, y descubre que de los matorrales sobresalen, dos piernas cubiertas con grebas, como de alguien postrado en el suelo. Chira regresa con el hocico manchado de sangre y ladra dos veces para llamar la atención de su amo.

Me acerco a los matorrales con cuidado y veo a quien hay en ellos.

Observo los alrededos a ver si percibo algo más que el frio viento...-

Uhm... -refunfuñé-. Todos mis compañeros habían salido, pese a lo gélido de ahí afuera. Había que estar loco para salir en plena ventisca (una noche más), empero que los tres y la popular Chira así lo habían querido. ¿Et quién era yo para quedarme allí solo? Tiempo ha que había guardado con temor de Dios el castillo de mi señor amo, empero que jamás habíame topado con el demonio, et así parecía cernirse ahora aquí (aunque fuera de palabra). Cogí mi hacha a dos manos y salí por la puerta.

¡Esperad! -les grité-. Os pido perdón: como grupo hemos llegado hasta aquí y como grupo hemos de volver... o morir matando si es preciso -comenté-. ¿Cuál es el siguiente plan, amigos? -pues había oído lo del pergamino que decía Alfonso-.

El grupo no se había alejado mucho, oyeron el grito de Uloxio que venía apresuradamente a su encuentro. El camino ascendía por la roca de la montaña, sin apenas vegetación, salvo arbustos y matojos. Alfonso se acercó a un arbusto en el que debajo había algo o alguien. Acercó la antorcha, y se estremeció, todos pudisteis ver la escena ya que estabais muy cerca...
Un cadáver, un caballero con su armadura, lleno de sangre por todas partes, la cara desfigurada.

Aguanté la visión del cadáver. Era atróz, pero no era la primera vez que veía un muerto. Volví la mirada y ví a Uloxio corriendo para alcanzarnos.-¡Uloxio!-forzé una sonrisa-Bueno es tenerte con nos-

Intenté identificar la armadura por si fuera uno de los fraternitas.Tragué saliva, si nuestro enemigo era capaz de hacerle esto a un hombre con armadura que no nos haría a nosotros. Teníamos que ser fuertes, estar unidos y creer en Dios. Hice el gesto de la cruz sobre el cadáver-Resquiem in peace-Miré al grupo, no dije nada, pero en mi mirada había miedo y respeto por ellos. ¡Concha, ya voy!

Miras alrededor, os rodea oscuridad, solo ves el suelo de la zona que alcanza a iluminar la antorcha que porta Alfonso.

https://www.youtube.com/watch?v=pYOTtjCmiuA#t=391

Manecho trató en vano de traspasar el velo de la oscuridad... pero sólo pudo ver como la vegetación era zarandeada por el viento gélido.

-Alfonso, ¿te atreverías a afirmar que esto es producto de las alimañas?.

Yo no me acerco y espero su respuesta. Desde luego a distancia ,daba la impresión de haberse topado con  algo como un oso o en el mejor de los casos con más  de un hombre.

El cuerpo retorcido y sanguinolento daba muestras de haber sido objeto de gran violencia  reflejada en su rostro desvahído y roto.

No, no me atrevería-Respondí a Roberto. Todavía preguntándome que habría sido capaz de hacer aquesta atocidad.

Me agaché junto al cadáver. Sin duda que alguien había acabado vilmente con la vida de aquel hombre; empero que al ver las suyas armaduras, dudé quién podría haber hecho tal infame acto a un hombre de armas. Et que sin duda que la bestia que todos teníamos en mente podría haber sido. ¿Tal vez lobos? Yo no lo pensaba así...

Alimañas... y muy grandes -añadí-. ¿Sabe alguno si éste es un miembro d'aquesos que decís de la Vera Lvcis? -entonces comencé a registrarle, por si tenía algo de valor...

Alfonso reconoce el blasón de la Fraternita Vera Lucis grabado en la armadura. Este pobre hombre podría ser uno de aquellos cuatro caballeros con los que coincidisteis en el caserón del Conde de Beasain.
Uloxio registra el cadáver hallando una espada, una daga, una bolsita de cuero con cinco monedas de plata, y un rosario.