Partida Rol por web

De repente todo se vuelve tremendamente confuso para el bárbaro... de una simple atacante con un hacha a una melee en toda regla con látigos, puñaladas y un paladín con el acero preparado para repartir justicia.

Apenas consigue ver como Daisy cae desplomada antes de lanzar una patada con todas sus fuerzas al costado de la enloquecida forjado en un desesperado intento de derribarla antes de que uno de esos virotes de la guardia se le claven en el culo.

Maldiciendo a la hueste soberana por la estupidez del sargento enano, que había llevado una situación controlada a aquel caos, Finn desenvainó su propia daga y se encaró con la asesina.

Él no era para nada algún tipo de combatiente, sabía que no duraría ni un lance contra la forjada. Su única posibilidad era distraer a la forjada antes de que se diese cuenta de que él no era una amenaza para que sus compañeros pudieran vengar a la semiorca.

Así, empezó a moverse lateralmente y a pasarse la daga de una mano a otra, poniendo cara de duro. Al fin y al cabo no era diferente de cuando cruzaron apuestas sobre la cubierta en el combate de los monos con machete.

- ¡Ariete tu turno! - Gritó a su compañero, sabiendo que no necesitaba ser animado para destruir. Su actuación se habría podido definir como patética y no había engañado a la forjada, ahora todo dependía de sus compañeros.

¡Noo!  Powaqqatsi desesperaba ante el error táctico tanto del sargento como de Daisy.  Demasiada confianza en las reglas de la civilización.  Un animal herido o huye o ataca, debieron saberlo.  Haberla sostenido era la única manera.  

Trató de agarrarla para hacerle una presa, pero lo esquivó cual mangosta a una tortuga galápagos que se acabara de despertar. 

¿Mi turno? Eso no hay ni que decirlo..

Di un paso para tratar de aprovechar la posible ayuda de mis compañeros. Luego levanté mi lucero buscando impactar a la forjada antes de que lastimase a Q.

Podría haber dicho algo como "Ríndete o muere" pero las palabras sobraban. Ella quería sangre y yo quería verla caer.

Finn intenta posicionarse en un ángulo tal que obligue a la forjada a darla la espalda a sus aliados. Sin embargo la asesina intuye el movimiento y pivota sobre su pie derecho girando su cuerpo hacia el lado contrario. Se encuentra rodeada por aquellos dos forjados traidores. 

Uno de ellos, el que viste una capa verde, se adelanta al resto con la intención de apresarla. Esa misma maniobra ya le había dado mucho problemas anteriormente con la semiorca. No iba a dejar que eso sucediese de nuevo. Se apartaría justo lo suficiente como para dejar al forjado que intentaba atraparla al alcance de su daga. Lo consigue pero cuando intenta perforar el cuello de su adversario calcula mal el golpe. En cuanto recuperase el equilibrio haría lo mismo que  había hecho anteriormente; le asestaría, en cuanto recuperase el impulso, una punzada mortal en el cuello.

Y lo hubiese logrado. Si, hubiese podido matar a otro de ellos. Pero eso ya no sucedería nunca. El movimiento de Powaqqatsi hace que la forjada de la espalda a Ariete. Este aprovecha el momento pero sabiendo que si falla se expondrá a una herida mortal. Alza su lucero y lo descarga un poco por detrás de la forjada. Esta , al retirarse del intento de Powaqqatsi, se coloca justo debajo de la trayectoria del golpe pesado y mortal del guerrero.

El lucero golpea violentamente el cráneo de la forjada en su parte superior. Lo último que siente la forjada es un asqueroso crujido de muchas de sus vértebras y un súbito frió en la cabeza. Su cráneo se parte y se chafa hacia el interior. Antes de que caiga de rodillas la forjada ya está muerta. Hubiese querido llamar traidor a quien le ha dado el golpe mortal. Pero eso ya no sucederá.

De repente veis como un objeto salta de repente de su pecho. Es una especie de esfera que sale proyectada unos metros por encima de vuestras cabezas. Allí despliega unas pequeñas alas y , en un nervioso vuelo, veis como ese objeto se pierde entre la noche y las torres de Sharn.

-Rápido! ¡Ayudadla!- grita el sargento Dolom a su guardia-. ¡Vosotros! ¡Lanzad las armas!- os ladra bastante nervioso mientras se acerca a vosotros con su maza de armas preparada.

Veis como dos de los guardias se aproximan rápidamente a Daisy. Uno de ellos la sujeta por el cuerpo mientras el otro extrae algo de su mochila. Es una pequeña ampolla con un líquido de un color blanquecino que vierten en la boca de la caída. La pócima surte efecto de manera inmediata. La herida en su costado deja de ser el surtidor sangriento que era hasta ahora. Los ojos de la semiorca se abren de nuevo...

-¡Por la sangrienta nariz de Ollandra!- maldice el enano-. ¡Soltad vuestras armas y explicaos en nombre de la Guardia!

¡A por él! -le dijo Powaqqatsi a su buitre para que fuera persiguiendo al aparatejo alado que había salido de la forjada.  Era un experto en andar entre los cañones tanto naturales como artificiales y seguro pronto lo encontraría, o al menos el lugar donde había ido a parar. 

Al mismo tiempo empezó a hacer una invocación.  Traería un elemental de lluvia a que siguiera la pista dejada por ese mismo aparato volador forjado y ayudara al buitre.  Ahorita le explicamos sargento, primero déjeme ver que es lo que lanzó esta bárbara y a quién va dirigido. 

El beso de la muerte es frío y líquido. En el regazo de aquel soldado, con la boca entreabierta, las gotas de lluvia se mezclan con la medicina. Un pestañeo. Un dolor de cabeza. Por un segundo, ella creyó estar inmersa en una resaca de absenta marca Pulvédere que solo sirven en un tugurio de Sharn conocido como la Gruta Inexplorada de la Doncella.

¡Aparta, sobón!

De un codazo, Daisy Sue se libró del soldado y se puso en pie. La herida en el abdómen aún le dolía, como la culpa de pecados pasados, y obligaban a la semiorca a cojear renqueante y a respirar entrecortadamente. Dos pasos después, se agachaba para recoger su sombrero, colocarlo en la cabeza y deslizar los dedos por el ala, inclinándolo para evacuar el agua acumulada de lluvia.

Después de eso, una mirada analítica al cadáver de la cara de lata. Estos trastos se desmontan solos, solo hay que ver cómo tiene el tórax abierto para ver que no estaba muy bien ensamblada. Si no fuese por la intervención de Dolom, Daisy Sue habría logrado reducirla, y la habrían llevado a la cárcel en vez de a la morgue, y los fallos del enano escuecen. Puede que fuese una asesina, pero Daisy Sue aún cree en la Justicia, incluso en las cloacas judiciales de la corrupta Sharn: era una muerte que podría haberse evitado.

Daisy Sue giró la cadera y negó con la cabeza como gesto de desaprovación al Sargento, mientras el ala de su sombrero ocultaba el odio en la mirada que reservaba para Dolom.

¡No nos cuente monsergas, ofisial! Teníamos tó controlao hasta que aparesió usté y sus chiquillos resién salíos de la academia. ¡Este caso es nuestro! ¡Me lo debe!

Por fin se había hablado el idioma que el bárbaro entendía. Un mazazo y la forjado era chatarra. Una pena haber hecho el ridículo intentando patearle el costado cuando podría haber usado el espadón para zanjar el asunto, y un fuerte dolor en el pie se lo recordaría una buena temporada. A quien le importaba su motivación o quien había pagado por finar al pobre diablo que yacía en el suelo? "Si alguien ataca te lo cargas y ya preguntas luego", decía siempre su madre.

Entiendo tu enfado Dama Orco, pero es de suponer que quien haya enviado a esta podrá enviar a más como ella... puede que la próxima vez no nos lo pongan tan fácil.

Anticipándose a la previsible e iracunda respuesta de la semiorca se limita a encogerse de hombros y añadir:

No es que me parezca mal, sólo lo decía porque esa puñalada no tiene muy buen aspecto y deberíamos ir a la taberna más cercana para reponer fuerzas, suponiendo que el sargento no nos lleve de vuelta a ese agujero al que llama calabozo.

A pesar de aparentar tranquilidad el bárbaro no quita ojo a los miembros de la guardia, dispuesto a soltar su mejor puñetazo a la primera señal de que el sargento opte por culparles del muerto.

El semielfo estaba tan furioso que ni se fijó en el exótico artilugio que se desprendió de la forjada.

- ¡Usted! - Grita airado al sargento de la guardia. - ¿Así es como protege a los ciudadanos de Sharn? Un inocente yace muerto aquí mismo, y cuando fuimos a socorrerle nos vemos atacados por su asesino. - Explicaba Finn mientras un torrente de palabras salía de su boca. - Y mientras tanto, ¿dónde estaba la guardia? ¡Esa guardia que cobra un buen dinero para que tengamos que hacer su trabajo! - Exclama indignado.

- ¿Explicarnos? Esté por seguro que nos vamos a explicar.- Añade en ton sarcástico.- De cómo Daisy Sue, con licencia de cazarecompensas como usted ya sabía de antemano.- recuerda al enano.- Tenía reducido a un asesino forjado y posible agente de Karnath como bien le había explicado antes. Pero que su disposición a dejar libre al agente forjado ha propiciado la muerte de éste, sin que las autoridades pertinentes puedan interrogar al individuo acerca de qué hacia un forjado karnati en Breland. ¡Seguro que a sus superiores les encanta esta parte!

- Por no hablar.- Continúa ahora en tono serio.- De las terribles consecuencias que su inconsciente orden ha traído con ella. Un ciudadano de Sharn casi pierde la vida y ahí se encuentra usted, plantado delante de la víctima de su ineptitud, apuntándole directamente al corazón pese a que a duras penas puede mantenerse en pie debido a la gravedad de sus heridas. Tenga por supuesto que entregaremos un informe detallado a sus superiores, así como la factura de la Casa Jorasco que tendremos que costear para reparar el daño de las heridas que ha sufrido Daisy Sue por su culpa. - Finaliza con los brazos en jarras, seguro de sí mismo, respaldado por saberse de parte de la verdad.

- Esa lengua nos sacó del calabozo y esa misma lengua nos va a llevar de vuelta. - Susurra a sus compañeros un resignado bárbaro a pesar de no haber conseguido descifrar la mitad de las palabras que han salido de la grandilocuente boca del semielfo.

Ariete acabo con la asesina con un certero mazazo en la cabeza, la podrida marca de Karnath se borraba así, con un duro golpe de justicia.

Alfrik seguía con su vista de plata contemplando la escena, esos ojos imbuidos de magia divina solían dar credenciales de la verdad que siempre plasmaba el paladín en todo lo que decía. 

-Mucho me temo que habéis errado en vuestro juicio, sargento Dolom- le decía a su compañero de sangre que seguía manteniendo la ballesta en las manos, sin bajar la guardia. -Es difícil vuestro trabajo, lo sé, una orden mal dada puede suponer el desastre o la muerte para aquellos que la obedecen, pero de todo se aprende. -Aclaro Alfrik en lengua enana, acostumbraba a hablar con sus congéneres en su propio idioma cuando no tenia nada bueno que expresar sobre el otro interlocutor. 

-Ya sabéis la historia, sargento, lo que decidáis hacer a continuación es cosa vuestra, pero sabes de sobra que con asunto relativos al alzamiento de los no-muertos debo informar a mi iglesia. -Sentencia el enano mientras guarda sus armas y observa el cadáver de la forjada. -Por la llama, la marca de Karnath, ¿habrán vuelto a recrear el mal o era solo un lunática?

Powaqqatsi hace un leve gesto. Ch'om, el buitre que siempre acompaña al druida, alza el vuelo lanzándose tras el extraño artefacto que ha salido despedido del pecho de la forjada. Sin perder tiempo Powaqqatsi realiza unos movimientos consus brazo y canturrea algo que no llegáis a entender. 

De repente os quedáis helados al ver como el agua a sus pies empieza a inflarse adoptando una ligera forma humanoide. Los guardias corren a separarse de esta criatura que ha sido invocada por el druida. A una orden suya el elemental se funde de nuevo con el agua que inunda el puente. Veis como una extraña ola, como si de una vibración en el agua se tratase, pasa a toda velocidad entre vosotros perdiéndose de vista entre las piernas del sargento Dolom el cual salta a un lado con un improperio.

- ¡Basta de trucos!¡ Y no me habléis todos a la vez!¡No todos  a la vez!- contesta el enano un poco sobrepasado por el aluvión de contestaciones-.¡Que hable uno solo! Y no os acerquéis a nosotros hasta que no hayamos aclarado este asunto porque a lo que a mí respecta...¡Aquí ya había un muerto cuando llegamos! Primera pregunta; ¿Quien es ese hombre que está muerto? Y segunda pregunta ¿Qué habéis venido a hacer aquí? ¡ Que hable uno sólo! Y os lo advierto...- dice tocándose con un dedo su enorme nariz- No me llaman el "sabueso de Sharn" por nada...huelo las mentiras... 

Hablar no era mi fuerte pero esperar tampoco.

-No sabemos quien es el hombre muerto, estaba así cuando llegamos.
-Lo vimos y él, ella y él se acercaron al cuerpo. Mientras hablaba señale a Q, a Daisy y a Alfrik alternativamente.
-Antes de poder examinarlo apareció la forjada y comenzó la lucha. Durante la cual él tomó la mochila para evitar que fuese robada. Esa vez señalé a Mug.
-Luego llegaron ustedes y lo demás ya lo conoce. No pensaba molestarme en decir lo que el había visto con sus ojos.

Durante todo el monologo mantuve la monotonía de mi voz. Profunda y libre de emociones.

Finn maldijo la mezcla de obstinación enana y falta de imaginación del sargento Dolom. Suspiró antes de hablar con voz calmada, pues la ballesta seguía apuntándolos amenazadoramente y ya habían sufrido bastantes "accidentes" por aquella noche.

- Sargento Dolom...Perdone nuestras formas, aún estamos alterados con todo lo que ha pasado. - Se dirigió en tono cortés al enano, cambiando radicalmente de su anterior discurso acusatorio.- Íbamos de camino a la posada donde arrendamos alojamiento cuando nos encontramos una figura tendida en el suelo entre un charco de sangre. Cuando fuimos a socorrerla pensando de una caída, la forjada nos atacó armada con esta hacha.- dice señalando el arma que había arrebatado powaqqatsi.- Que según parece puede ser el arma con la que cometieron el asesinato. De la víctima no sabemos ni su identidad ni que hacía aquí... Tan sólo recuperamos el maletín que era lo que buscaba la forjada para huir con él, evitando su huida. Ahora todo queda en sus manos... Nosotros sólo queremos esclarecer este desafortunado incidente y dirigirnos lo más rápido posible a buscar un curandero de la casa Jorasco para que sanen las heridas de nuestra compañera.- Finaliza con tono inocente