Partida Rol por web

El soldado vuelve a mirar a Kotaro. Se le nota enfadado, pero no por la insinuación del ex-recluso. Saca su rifle de vapor de la aspillera y se toma un poco más de tiempo del debido en recargar su arma.

No eres el primero al que sacan de prisión para servir en una hayajiro. Ya he visto a otros como tú: se os da la oportunidad de servir a un propósito honorable y la aprovecháis para escapar y volver al mismo tipo de vida que os puso entre rejas. El emperador del que te burlas no ordenó tu ingreso en prisión, pero es gracias a él que te han sacado de allí - termina de meter la última bala y cambia la toma de vapor a la segunda caldera - Una vez serví en otra hayajiro con otro como tú. Se llamaba Kenzo. Estaba condenado a muerte por formar parte de una de esas bandas de forajidos, pero le ofrecieron conmutar su pena por sus servicios en la Takajou - ajusta la toma de vapor y manipula la válvula para darle la presión adecuada - Me contó muchas cosas sobre esas bandas de nómadas. El caso es que aunque era un grosero el tipo me caía bien. Llegué incluso a creer que con una oportunidad de redimirse aceptaría llevar una vida honorable, pero el muy bastardo aprovechó el primer descuido de nuestro oficial al mando para escaparse y reunirse con una banda que nos atacó mientras repostábamos agua. No sé quién llegó a matarlo primero, si los bandidos con los que pretendía huir el tiro que le disparé.

Vuelve a meter el rifle por la aspillera y empieza a disparar - Ésa es la elección que tienes ahora: morir como un perro sin honor a quien nadie echará de menos o intentar ser algo más...

Los efectos del cañón de vapor son devastadores: dos cráteres gemelos salpicados de trozos de cuerpos mutilados, árboles desarraigados y plantas destrozadas. Una o dos bombas caen sobre la cúpula del cañón de vapor, pero sólo consiguen tiznar el grueso blindaje.

Mientras los soldados recargan el cañón de vapor Yûki obserba que los bandidos que están más lejos se ocultan entre los árboles para esconderse del cañón mientras que otros se apresuran para llegar a la hayajiro de forma que Yüki no pueda dispararles sin arriesgarse a dañarla...

- ¡¡Shimazu!! ¿Está viendo eso? - hablaba mientras seguía calculando a donde iba a ir dirigido el siguiente disparo. Aquel cacharro había demostrado que los árboles no eran impedimento para alcanzar a los bandidos, así que haría un último disparo antes de salir a enfrentar a esos malnacidos

- ¿Sabe cual es la situación del señor Tomohiro? - preguntó a la vez que pulsaba los comandos necesarios para enviarles el "regalito"

Hideo no es lo bastante rápido en apartarse. Mientras intenta ponerse a cubierto una bomba le cae en la espalda mientras que otras dos le explotan demasiado cerca. Hideo se estrella contra la parte frontal del vagón-grúa antes de que todo se vuelva negro...

La tensión es demasiada para Arisa, que no consigue concentrarse lo suficiente como para ver a través del techo de la locomotora...

No, qué va - dice Tomohiro - Desde el techo no se puede acceder al interior... - el semblante del noble se vuelve pálido de repente - ¡La chimenea! ¡Si logran colar una bomba por ahí nos destruirán! - desengancha de su espalda su arco de vapor y se dispone a salir. Cuatro explosiones sacuden el techo en rápida sucesión, seguidas del sonido de un cuerpo al caer a la parte trasera de la locomotora...

Cuando Tomohiro abre la puerta posterior de la locomotora, seguido por Arisa y Takeshi, se encuentra con el cuerpo medio calcinado y roto de Asano Hideo, quien a todas luces ha sido alcanzado por una o más bombas y lanzado al espacio entre la locomotora y el vagón-grúa. Mientras los tres nobles le observan con estupor la piel quemada se desprende siendo sustituida por otra completamente nueva, los huesos rotos se alinean para soldarse y el mecánico pasa de estar inconsciente a completamente alerta. Cuando mira a los recién llegados sus ojos tienen el mismo fulgor rojo de un kabane.

Tomohiro pone una flecha en su arco de vapor y la apunta al corazón de Hideo - ¿Asano-san?...

Consigo despertarme todo dolorido para encontrarme al señor apuntándome con una flecha y diciendo algo que no consigo escuchar de todo. Poco a poco empiezo a entender lo que esta pasando.

- A...aún soy yo, Tomohiro-dono. Solo un poco vapuleado, señor.- le digo con una media sonrisa mientras me intento incorporar, es entonces cuando me fijo en que esta acompañado por Fukui al cual le hago un gesto de saludo y una mujer pelirroja que no conocía, aunque viendo su indumentária y el arco que portaba estaba claro que debía ser la invitada de la que había oído hablar.

¡¡JAJA!! – ríe ante la historia del soldado – Menudo inútil ese tal Kenzo, ¿no? Sabiendo que el oficial al mando era otro inútil debió haber encontrado la manera de entregar la hayajiro, o al menos un buen puñado de vagones.

>> Si yo hubiese sido el líder de los bandidos también le habría reventado la cabeza. Quién coño querría estar al mando de cobardes incapaces de mostrar un mínimo de valía – le describe sin pudor alguno la primera idea algo retorcida que se le ocurrió, al igual que muestra cierta empatía por quien sea que dirija a los bandidos.

Pero no te equivoques conmigo, amigo – comienza a recargar ambos rifles, momento que aprovecha para acercarse al soldado y susurrarle, molesto por confundirle con un prisionero de poca monta -- Cuando los lobos dominan el bosque, a veces aparece un tigre que lucha contra su tiranía y comienza a arrebatarles territorio.

>> Mis ambiciones van mucho más allá que la de ser una rata al servicio de cuatro rufianes.

Con sus rifles listos de nuevo para el combate, vuelve al aspillero en el que estaba y continúa con el tono que tenía antes de recargar, lo suficientemente alto como para que le escuchara el soldado entre todo el alboroto pero sin intención de dirigirse a nadie más que él -- ¿Te imaginas que algún día estáis bajo mi mando? Hay pocas cosas que me gusten más que aplastar cabezas de cobardes e inútiles con mis propias manos; si me siento creativo a veces los troceo vivos. Me tendríais más miedo que a los jodidos kabane, te lo aseguro… jejeje… -- dice con un tono de voz similar al de un cuentacuentos que intenta asustar a niños, si bien debido a su circunstancia deja la inquietante duda de que podría estar diciendo la verdad*.

Hola jefe!

Con tu permiso primero hago la tirada y luego pongo el post, para poder actuar consecuentemente y poder utilizar la información que me des...o poner un post corriendo en círculos y chillando como una nena en caso de fallar la tirada (cosa que no ha pasado pero podría)

Takeshi ha oído hablar de ellos: kabaneri, humanos infectados por el virus kabane pero que no llegan a transformarse por completo, resultando en seres que no son ni kabane ni humanos sino algo a medio camino. Retienen su intelecto, recuerdos y personalidad además de ganar una resistencia y una fuerza física excepcionales. El inconveniente es que el único alimento capaz de mantener su estado de semi-vida es la sangre humana...

El alivio me dura un segundo, hasta que nos damos cuenta de que si cuelan un explosivo por la chimenea van a ser los mejores fuegos artificiales de nuestra vida. O por lo menos los últimos. Sin decir una palabra sigo a Mogami-sama fuera, y soy testigo de que nos hemos quedado sin mecánico. O al menos sin el 30% de él, a juzgar por su nivel de achicharramiento. Pues anda que vaya estampa...

Estoy a medias entre empezar a gritar o a soltar palabrotas cuando veo la repentina recuperación. Es la cosa más asquerosa, repugnante y extrañamente fascinante que he visto en años, y no soy consciente de que doy un par de pasos para no perder detalle del proceso. Lo cual no evita que se me escape un juramento entre dientes, lo suficientemente grosero como para rajar un cristal.

Lo que acabamos de ver sólo lo he escuchado en rumores y teorías, y por lo tanto no estoy preparado para buscar respuestas o razones, pero el tono de voz de Hideo me hace ser consciente de una cosa: sigue siendo él, por lo que al menos algo de las historias que he oido es cierto. Eso abre todo abanico de posibilidades, preguntas y pruebas. Para después. Lo veo intentando incorporarse, y mi pensamiento lógico (y la curiosidad) me hacen avanzar un poco, aunque dejo la vía libre a Mogami-sama por si acaso el mecánico hace un movimiento raro, siempre está bien tener a alguien cubriéndote las espaldas con un arco.

Le tiendo la mano para ayudarlo a levantarse manteniendo todo mi cuerpo lo más apartado posible. Objetivo: que se levante y comprobar cómo reacciona. Pero no soy imbécil, ni un inocente. Procuro mantener mi voz sin titubeos ni gestos, no estamos para un ataque de pánico en comandita.

-Maldita sea, Hideo.- suelto un bufido cuando veo su gesto de saludo.- Bonito espectáculo, pero estás en el medio del camino. Levanta el c...- dirijo una mirada dubitativa a la muchacha.- Incorpórate, anda. - Tiro con cuidado de él para que se ponga de pie. Me da igual lo que sea y sus hábitos, siempre y cuando nos ayude a librarnos de esos mamones. Ya habrá tiempo para el resto, lo primero es lo primero. Tengo preguntas suficientes para matar a alguien de aburrimiento. - Espero que estés satisfecho.- Digo con un leve levantamiento de cejas y un tono de conspiración.- Porque tenemos que evitar que esos indeseables revienten la locomotora...

La voz suave de Takeshi hace que Arisa levante la mirada, aún empañada por las lágrimas, y asienta lentamente. La mueca de horror poco a poco se va desvaneciendo y la joven frunce los labios, intentando volver a su expresión serena habitual. Secándose los ojos con la manga de su camisa, mira expectante a Tomohiro, quien habla antes de que ella pueda responder a Takeshi y les da la terrible noticia de que podrían volar por los aires gracias a esa maldita chimenea. 

Echando un vistazo al techo por última vez, Arisa chasquea la lengua y prepara su arco de vapor, siguiendo a Tomohiro para ver el cuerpo que ha caído cerca de ellos. La noble arruga el ceño y retrocede un paso. "Le he visto antes, en la enfermería. Pero no le he visto morir..." Antes de que pueda seguir planteándose la situación, la piel del chico comienza a mudar como si de una serpiente se tratase y sus huesos se recolocan con desagradables chasquidos. La joven da un respingo al ver sus ojos rojos, abiertos y alerta, recordando lo hablado con Tomohiro sobre la otra kabaneri. "Por mucho que parezca humano no lo es. Podría acabar con todos nosotros cuando quisiera." Con el arco tenso en la mano pero sin apuntarle, Arisa observa cómo Takeshi le tiende la mano tan tranquilamente al kabaneri, pero no parece inmutarse al oír el lenguaje soez que casi utiliza. Nerviosa, decide hablar bruscamente.

- La niña estaba atada en una tienda de campaña y un hombre ensangrentado la disparaba. - el tono de su voz disminuye un poco durante las últimas palabras, pero no deja que eso le afecte como antes - No sé si ya ha ocurrido o si ocurrirá, pero está relacionada con esta emboscada, hay que encontrarla. ¿Has visto a otra kabaneri de pelo blanco? - se dirige ahora por primera vez a Hideo, pero casi sin mirarle.

Estará bien - responde el jefe de guardias - Sigue disparando.

Dos nuevos disparos simultáneos del cañón acaban con la vida de múltiples bandidos. Los soldados de la hayajiro, que ya estaban en alerta a causa de los kabane, acaban rápidamente con los que habían conseguido acercarse a ella para escapar del cañón.

¡Se retiran! - grita Shimazu con alegría - ¡Idos al infierno, bastardos!...

El soldado mira a Kotaro con gesto nervioso, sin duda imaginándose cómo sería estar bajo las órdenes del convicto. Luego esboza una sonrisa nerviosa - Sí, bueno. Shimazu-sama siempre dice que se mantendrá en su puesto mientras viva o hasta que aparezca alguien mejor. No serías el primero que por desafiarle acaba en la enfermería.

Los cañozanos del vagón de cola han terminado por cortar el flujo de bandidos hacia la Ryugujou, y los soldados acaban rápidamente con los que se han acercado demasiado.

Se están retirando - dice el soldado - ¡Hemos ganado!...

¡Proteged la chimenea a toda costa! - ordena Tomohiro a los soldados - Dejo a Asano-san a vuestro cuidado - les dice a Arisa y Takeshi antes de entrar en el primer vagón. Poco después la enorme grúa de vapor deja de retirar troncos de la vía y golpea brutalmente a los pocos bandidos que han conseguido encaramarse a la hayajiro, aplastándolos hasta convertirlos en manchas rojas contra el blindaje.

Más atrás, entre los soldados que estaban en alerta por los kabane y los disparos del cañón de vapor terminan por hacer desistir a los bandidos. Los pocos supervivientes huyen a la desesperada...

Mientras ordeno mis pensamientos y todo lo que los demás estan diciendo Tomohiro-dono me deja a cargo de los dos mientras avanza para dirigir a los soldados que al fin llegaban.

-¿Desde cuando te preocupas de los insultos que sueltas?- le digo al ingeniero entre divertido y agradecido mientras termino de ponerme en pie con su ayuda y es entonces cuando recuerdo la pregunta que me hizo la pelirroja.- ¿Una kabaneri? Lo siento, pero no es el caso aunque puedo asegurarte de que si estuvo en el tren se marcho hace un buen rato.