Partida Rol por web

Kilder, Loranda y Jorandash se alejan y desaparecen en un recodo del camino. Os quedais unos segundos en silencio, pensando en si volvereis a veros, si habreis elegido el camino correcto o no, y qué será de vosotros a partir de ahora.

El viento del sur mece vuestros cabellos y ropas, trayendo a vuestras mentes el recuerdo de las llanuras y colinas de Brolia, con sus inmensos prados verdes salpicados de bosques bajos y aldeas llenas de alegría y hermandad.

Pero estais muy lejos de Brolia. Estáis mas lejos de lo que nunca podríais haber imaginado, y ahora, teniendo que elegir un destino, cualquier dirección os parece un camino interminable.

Veo como las figuras se desvanecen en la lejanía con una extraña mezcla de alivio y pesar. Ante nosotros se extiende la incertidumbre. Ellos han escogido la engañosa seguridad de un futuro marcado. El tiempo dirá quién ha acertado.

Camino con aire descuidado, apenas unos pasos, le doy una patada a una piedra y me giro hacia mis compañeros.

- Bien, aquí estamos, dueños de nuestros actos ¿qué hacemos? -sonrío, en el fondo es una sensación agradable, me siento totalmente libre por primera vez en mi vida- Podemos regresar a Brolia para averiguar qué es lo queda de los Cuervos Rojos o intentar localizar a la niña por nuestros propios medios ¿tenemos alguna pista de dónde está?

Intento repasar mentalmente las palabras de Felkenna, intentando recordad algo que nos sea útil. De repente, algo acude a mi mente.

- A Glamour... dijo que la llevaría a Glamour... a la capital del Imperio -empalidezco visiblemente- Eso es un problema. Debe de ser enorme.

Swen dirige su mirada a Aldar y Erikand.

- La capital de Imperio... -dice pensativo- Creo no equivocarme si digo que ninguno de nosotros la conoce, aunque seguramente vosotros sepáis más de ella que Kenvent y yo. ¿Hasta que punto llamaría la atención nuestro grupo allí? Se me ocurre que.... una concentración de gente tan grande necesitará víveres y habrá caravanas que se dirijan a ella. Esas caravanas necesitarán protección, ¿no? Y tengo entendido que los lunares se vanaglorian de dar cabida a muchas culturas en sus tierras... luego no destacaremos. Al menos no demasiado. Quizá sea más fácil así, con un grupo reducido, que volviendo por refuerzos a Brolia. Pero estoy dispuesto a ambas cosas.

-Ir directamente a la capital del imperio sin el título de ciudadanos y en caravana es lo último que haría. Pero si la chica se encuentra allí, es allí donde deberíamos ir.- hace una breve pausa- Immediatamente. De todos modos he escogido seguiros, así que os acompañaré allá donde sea.

Erikand sabía que el grupo iba a tener serias dificultades durante su viaje. Y más teniendo estas pintas.
-De todos modos. No es que quiera ofenderos compañeros, pero con estas pintas no pasaremos desapercibidos. Deberíamos encontrar algo más adecuado para unos... muertos. Y bautizarnos de nuevo.

Ante las palabras de Erikand Swen no puede evitar pensar en las nuevas piezas de armadura que algunos portan. Los restos de la wyverna podrían vincularlos a sus otros compañeros e identificarlos para alguien que conozca la historia de lo que sucedió. Abraza el zurrón donde lleva guardado el casco. Ese gesto y su mirada a las piezas que visten sus compañeros delata sus pensamientos.

- Tienes razón. Podréis llamarme Yorsar Enlasnubes -Espero hacer honor a tu nombre, maestro Yorsar Viendodivino-. Intuyo que no os costará olvidarlo -sus dientes se entrevén en esa estúpida media sonrisa tan habitual en él cuando trata de ser simpático-.

Mi sonrisa irónica me delata.

- No nos mires con esa cara, Swen. El único que nos buscaría con estas armaduras es Jorandash, y creo que es el menos interesado en que sepan que seguimos vivos. Si apareciera así por mi casa, incluso mis padres pensarían que soy un mercenario o un bandido. No se me ocurre un disfraz mejor.

Me acaricio la barba con aire distraído. La tengo ya demasiado poblada, pero ayuda a combatir el frío.

- Así que a Glamour... Estoy de acuerdo, aunque me preocupa nuestro clan de Brolia -miro directamente a Swen- ¿crees que podrías intentar averiguar algo de allí con tu magia? No sé de qué eres capaz, pero no has dejado de sorprenderme.

Doy un par de pasos, sin estar muy seguro de qué dirección tomar. Inmediatamente me giro y me dirijo de nuevo al grupo.

- No creo que debamos preocuparnos demasiado por pasar desapercibidos. Olvidáis que NO NOS ESTÁN BUSCANDO -recalco con mi voz, para que quede muy claro- Además, por lo que me contaba mi hermano, el Imperio es enorme y tiene dentro de él una gran cantidad de pueblos muy diversos. Como es bastante seguro viajar, suele haber un flujo constante de viajeros y muy pocos de sus habitantes son ciudadanos, la mayoría son... algo así como súbditos. Los ciudadanos tienen privilegios especiales, como acudir a la justicia imperial, en vez de a la local, recordad nuestro tribunal.

Me afianzo la mochila, llevo los arcos sujetos y la lanza cruzada. Imagino que debo recordar vagamente a un trampero... o a un buhonero.

- Me parece bien utilizar otros nombres, pero no creo que sea necesario engañar mucho más allá de eso. Además, cuanto más mintamos, más posibilidades hay de que nos descubran. Yo puedo llamarme Willam. Por supuesto, soy cazador y provengo de una zona montañosa de Carmania... la mía. Empecé a acompañaros como guía para cruzar mi país, y una vez cumplí mi cometido, decidí continuar a vuestro lado. Vosotros dos -digo, señalando a los bárbaros- podéis incluso reconocer que sois de Brolia, de un clan cercano a la frontera y amistoso con el Imperio. No creo que podáis fingir ser de otro sitio. Decid que estáis peregrinando a la capital de la Diosa Roja, porque queréis saber más de su religión. A mí me habéis convencido para que haga lo mismo. Eso les encantará a los lunares. No sé mucho de lo que hay más allá de Carmania, y me imagino que al resto de habitantes del Imperio les pasará algo parecido, así que no harán demasiadas preguntas si no cometemos ningún crimen.

Sonrío con cierto orgullo, convencido de que los planes más sencillos son los mejores.

- ¿Se te ocurre cómo encajar con esta historia, Erikand? Puedes ser una escolta, o simplemente ser un compañero de viaje que tiene el mismo destino... pero entonces tendrás que pensar en una razón propia para ir a Glamour.

Erikand se remueve inquieto con las palabras de Aldar

-Que no nos estén buscando no significa que no haya controles. Si empiezan a preguntar...- Erikand no se mostraba del todo seguro con la opción de ir como simples mercenarios - Quizá deberíamos adoptar lo que somos. Forajidos. No me convence la idea de campar por el imperio tan tranquilamente. Aunque si así lo decidiís, cualquier nombre es válido. Issar quizá? En cuanto a mi historia. Bueno, podría haber pasado por vuestro poblado para reclutaros como mercenarios. Después de todo, yo emprendí mi viaje para hacerme comerciante y empezar un buen negocio. Aunque quizá eso atraiga muchas preguntas.- Erikand parece pensar un momento. -Podría haber sido un granjero de las colinas de Carmania, como Aldar, y decidí emprender el camino con él para hacer compra/venta de productos. Os parece mejor la idea?

Mientras discutís y planeais vuestro camino, caminais hacia el sur, deseando escapar del frío lo antes posible. Cuando cae la noche encontrais refugio al abrigo de unas rocas junto a un bosquecillo de altos pinos negros. Es vuestra primera noche a la intemperie después de meses pero la sensación de libertad os relaja y bien abrigados en vuestros sacos y tapados con incontables mantas gruesas conseguís conciliar el sueño.

Esa noche tienes un extraño sueño: en él, caminas por un paisaje en miniatura, como si fueses un gigante. Cruzas anchos ríos y pueblos de una sola zancada, pasas de la llanura al bosque en cuestión de segundos y los montes más altos son apenas unos escalones para ti. Observas ciudades desconocidas, valles inundados,  carreteras inmensas que cruzan regiones enteras y montañas que asemejan dragones dormidos, no más grandes que un perro para ti. Caminas y caminas, sin saber a dónde te diriges ni poder orientarte por unas constelaciones que te parecen desconocidas desde tu punto de vista, hasta que te detienes, y el sueño termina.

Esa noche tienes un extraño sueño: en él, caminas por un paisaje en miniatura, como si fueses un gigante. Cruzas anchos ríos y pueblos de una sola zancada, pasas de la llanura al bosque en cuestión de segundos y los montes más altos son apenas unos escalones para ti. Observas ciudades desconocidas, valles inundados,  carreteras inmensas que cruzan regiones enteras y montañas que asemejan dragones dormidos, no más grandes que un perro para ti. Caminas y caminas, sin saber a dónde te diriges ni poder orientarte por unas constelaciones que te parecen desconocidas desde tu punto de vista, hasta que te detienes, y el sueño termina.

Esa noche tienes un extraño sueño: en él, caminas por un paisaje en miniatura, como si fueses un gigante. Cruzas anchos ríos y pueblos de una sola zancada, pasas de la llanura al bosque en cuestión de segundos y los montes más altos son apenas unos escalones para ti. Observas ciudades desconocidas, valles inundados,  carreteras inmensas que cruzan regiones enteras y montañas que asemejan dragones dormidos, no más grandes que un perro para ti. Caminas y caminas, sin saber a dónde te diriges ni poder orientarte por unas constelaciones que te parecen desconocidas desde tu punto de vista, hasta que te detienes, y el sueño termina.

Esa noche tienes un extraño sueño: en él, caminas por un paisaje en miniatura, como si fueses un gigante. Cruzas anchos ríos y pueblos de una sola zancada, pasas de la llanura al bosque en cuestión de segundos y los montes más altos son apenas unos escalones para ti. Observas ciudades desconocidas, valles inundados,  carreteras inmensas que cruzan regiones enteras y montañas que asemejan dragones dormidos, no más grandes que un perro para ti. Caminas y caminas, sin saber a dónde te diriges ni poder orientarte por unas constelaciones que te parecen desconocidas desde tu punto de vista, hasta que te detienes, y el sueño termina.

Despertais empapados en sudor; No recordais haber tenido tanto calor en toda vuestra vida y os apresurais a salir del saco de pieles, que está empapado. Pero lo que más os llama la atención es el paisaje: Donde habían altos árboles ahora hay matorrales resecos que se aferran a unas rocas amarillentas que salpican un paisaje yermo y árido como jamás habíais visto. Vuestras pertenencias están allí, en el mismo orden que vosotros las habíais dejado, pero en lugar de la hoguera que habiais preparado, hay una carreta volcada, con uno de los caballos muerto y el otro desaparecido y en el lugar, parece haberse librado una dura batalla.

Me levanto y echo mano de la lanza. Observo mi entorno asombrado.

- ¿Cómo demonios hemos llegado hasta aquí? ¿Estáis todos bien? -sin dejar de vigilar, golpeo con la puntera de la bota a los remolones para que se levanten y vean lo que ha ocurrido- No sé dónde estamos, tal vez siga soñando...

"Pero no voy a dejar que eso me coja desprevenido". Sin esperar al resto, me pongo a explorar el terreno circundante y a rebuscar en la carreta y los restos del caballo, intentando descubrir alguna pista sobre lo que nos ha ocurrido.

Miro desconcertado a mi alrededor, con el ceño fruncido y los ojos muy abiertos, intercambiando breves miradas de asombro con Aldar y el resto.

-¡Pero...! ¿¡Pero qué hechicería es esta!? -me levanto de golpe, miro alrededor y luego miro al suelo-. Ayer no vi ninguno de esos círculos que nos llevaron a otro lugar en la torre del nigromante... ¿Y vosotros?

Me tapo la luz del sol con la mano y oteo el horizonte para tratar de reconocer el lugar, pero sin éxito. Entonces me centro en la carreta y el caballo muerto, y me acerco titubeante, para tratar de encontrar algo que me dé algún tipo de explicación.

Erikand se despierta asombrado, el sueño, pesadilla más bien, ha sido perturbadora, y aún lo es más el hecho que estén en otro lugar. Han sido víctimas de algún hechizo? Aún están en el sueño?

-Yo también he tenido un sueño. En el era un gigante...- Erikand mira a Swen - Sabes de que se puede tratar?

Erikand intenta observar las constelaciones. En el sueño parecían tener algún tipo de sentido. También intenta, sin éxito apartente, buscar inidicios que le indiquen qué ha pasado en ese lugar.

Swen entorna los ojos aún confuso por el extraño sueño. Algo le aferra a él mientras no logra comprender que hacen sus compañeros. «¿Es parte del sueño? Ya despertaré y volveré a la realidad.» Pero esta no es otra que la que cree sueño. Percibe las palabras de Erikand como una bofetada que pretende despertarle. «¿Me pregunta a mi? Va a ser cierto...» Hace un esfuerzo por no terminar de despertar. Sabe que como se despierte olvidará rápidamente lo que ha soñado. Cierra los ojos y trata de recordar el sueño, trata de identificar lo vivido mientras aún se adhiera suavemente a su memoria. Pero todo es desconocido y no entiende nada. «¿Qué ha sucedido? Ya no hace tanto frío y... ¡estamos en otro lugar!» Su ojos se abren de repente como platos, aunque permanece estático con la mirada fija en la mirada de Erikand. Su mente aún trata de analizar un sueño que se diluye como arena entre los dedos. Son unos segundos interminables.

- ¿Quién? ¿Por qué? -las palabras salen de su boca con dificultad, su garganta está seca- ¿Tú también?

Es entonces cuando se da cuenta de la escena que le rodea. Se estira como un gato sombrío y se levanta. Da varias vueltas a la carreta observándola y tratando de buscar algo que le ayude a entender que ha sucedido.

- ¿Y el carretero? ¿Con el otro caballo? ¡¿Pero como hemos llegado nosotros aquí?!

Desesperado mira hacia el otro mundo por si hubiera una pista no terrenal, por si hubiera algún espíritu cercano que pueda decirle que ha sucedido y como han llegado.

Pasais unos minutos explorando los alrededores con una extraña sensaciónd e desubicación. No hay ni rastro del lugar donde os acostasteis anoche; Hace mucho calor y no cabe duda de que estais en algún punto muy lejano al que estabais, ya que incluso la cúpula celeste parece haberse desplazado.

Alrededor de la carreta podeis ver claros signos de combate: Hay huellas completamente desordenadas, algunas de ellas no humanas, sangre, astillas y algunas armas sencillas esparcidas aquí y allá. Aldar encuentra un rastro que se aleja del lugar. Hay huellas de casi una docena de individuos además de algunos rastros similares a los que harían unos pies al ser arrastrados por el suelo y las huellas de un caballo. Los rastros se alejan en dirección norte.

Examino con curiosidad las huellas. Camino un poco siguiéndolas y vuelvo sobre mis pasos. Tras meditar un rato, hablo con mis compañeros.

- No hay que ser un genio para ver que alguien ha atacado la carreta. Pero creo que puedo completar un poco la información -me agacho y señalo las marcas en la tierra- Una docena de... individuos. Y digo individuos porque hay huellas que no se corresponden con las de un ser humano. Mirad... pezuñas hendidas... de dos en dos, es decir, criaturas erguidas -carraspeo antes de continuar- La mayoría, al menos, parecen humanos y van descalzos o llevan botas como las nuestras. Hay al menos un caballo y... creo que han arrastrado un cuerpo ¿veis esto de aquí? Son los surcos dejados por sus pies. Estaba inconsciente o, al menos inmovilizado. Hay sangre, pero no cuerpos, así que o no hubo muertos, o se los llevaron consigo. Creo que la sangre puede ser del prisionero.

Indico un punto en el horizonte.

- Se fueron por ahí, creo que puedo seguirles al menos por un trecho, pero no convendría esperar mucho tiempo. Creo que, sea lo que sea lo que nos ha traído aquí, probablemente tenga que ver con el ataque -me encojo de hombros y esbozo una sonrisa irónica- Tal vez averigüemos algo más si mordemos el anzuelo.

Con el rastro de la batalla como única referencia en este paisaje extraño, avanzais en dirección norte, alejandoos del camino y adentrandoos en un terreno rocoso y árido hasta que os topais con el cuerpo de uno de los atacantes. Su cuerpo es el de un hombre alto, vestido con ropas primitivas hechas de piel, pero su cabeza es la de una cabra, con grandes dientes ennegrecidos y dos cuernos que brotan de sus sienes. Nunca os habiais topado con uno, pero si habeis oído hablar de estas asquerosas criaturas llamadas broo. Su cuerpo desprende un olor penetrante, a orin y carne en mal estado, y una fea herida en su abdomen revela que murió desangrado, abandonado por sus compañeros en este rincón.

El rastro de los demás sigue en dirección a unas colinas rocosas.