Partida Rol por web

- ¿Podría ser a este al que arrastraban? -la pregunta, casi una afirmación, va dirigida a Aldar-. Si es así los que fueran en el carromato estarán vivos... por el momento. No creo que estas deleznables aberraciones caóticas los dejen con vida cuando hagan lo que piensen hacer con ellos.

Swen no se acerca al ser. Es la primera vez que ve uno pero conoce su reputación. Sus conocimientos como curandero le muestran como la enfermedad rodea al cadáver.

- No deberíamos acercarnos. Ni tocarlo debemos. Y deberíamos darnos prisa, hay alguien que necesita nuestra ayuda -su nuez sube y baja mientras traga saliva-. Gunhar está ansioso por enfrentarse a ellos. El Toro no puede permitir que criaturas como estas anden sobre la tierra. ¿Será él el que nos trajo aquí?

Trago saliva y asiento en silencio. Lo poco que sé sobre esas criaturas me llena de temor, así que miro preocupado hacia las colinas.

- ¿Crees que pueden saber que estamos aquí y tendernos una trampa? Si han situado vigías en esas alturas podrían descubrirnos mucho antes que nosotros a ellos. Tal vez deberías enviar algún pájaro... o a alguno de tus amigos para encontrarles y que seamos nosotros los que les demos una sorpresa.

No hace falta decirlo, pero creo que a ninguno de nosotros se nos pasa por la cabeza abandonar a los viajeros del carromato al terrible destino que les espera en manos de los broos. Lo que sea que nos ha traído aquí lo ha hecho para rescatarlos, seguro.

Swen mira alrededor buscando algún ave. Aún no se acostumbra a su nueva posesión.

- Incluso, quizá, algún avecilla pueda decirnos algo antes sobre ellos y lo sucedido aquí.

Al ver el cadáver hago un gesto de preocupación.

-Broos... -comento con asco-. Seres de la preoscuridad. He oído decir que estos monstruos disfrutan extendiendo las enfermedades en honor a su diosa caótica... Tal vez los dioses nos hayan traído aquí expresamente para acabar con este grupo. -Dirijo la mirada hacia las colinas, intranquilo-. En ese caso, será mejor que nos preparemos antes de seguir. Buena idea la de enviar a un pájaro a explorar, Aldar.

Luego, ayudándome con el fetiche que me dio Swen, invoco la ayuda de los servidores del gran Orlanth para que me den fuerzas para el combate que se avecina contra el Caos. Acto seguido, empiezo a pertrecharme con la pesada armadura de escamas de wyverna, mientras recuerdo las historias de cómo Orlanth se enfrentó a los seres del Caos en numerosas ocasiones.

Tras una primera búsqueda infructuosa, finalmente Swen da con algunas aves que, aunque reticentes, terminan por hacerle caso inspiradas por una hogaza de pan. Bajo el vuelo de los pájaros avanzais a través de un terreno escarpado, de grandes rocas calizas y vegetación baja en dirección a las colinas. Seguir el rastro en este punto es casi imposible pero por suerte, los pajarillos advierten a Swen de que hay alguien un poco más adelante, junto a "las plantas del agua".

Me rasco la barbilla, algo extrañado.

- ¿Plantas del agua? ¿Habrá un estanque o algo así? -me encojo de hombros y sonrío levemente- Creo que ha llegado el momento de comprobar qué tal funciona tu regalo de silencio, Sw... perdón, Yorsar -le guiño un ojo y amplío la sonrisa, intentando aparentar seguridad- tal vez debería adelantarme un poco a explorar a ver qué tenemos ahí delante ¿qué pensáis?

- Yo tampoco entiendo bien lo que quieren decir con eso... pero si no están muy lejos y prefieres evitar el peligro Gunhar se acercará gustosamente -esa extraña media sonrisa habitual en el chamán se desdibuja en su rostro-.

Erikand escucha al grupo con atención. El broo muerto le había agudizado su cautela.

- Mmhh, puede ser realmente peligroso. Yo preferiría acompañar al que tenga que ir. Desde una distancia prudencial claro está. No todo el mundo es diestro en el arte del sigilo y la cacería.

Dicho esto, Erikand saca su maza y prepara su escudo.

- Como os venga mejor. Yo estaré preparado.

-Creo que es mejor que Aldar se adelante solo -digo mientras desenvaino la espada y me coloco el escudo-. A la mínima señal de peligro, acudiremos en su ayuda.

Murmuro una breve plegaria y tuerzo el gesto al no notar nada especial. Parece que el Gran Cazador no me ha escuchado. Repito mi rezo y esta vez sí que noto como el poder chisporrotea a mi alrededor. Satisfecho, golpeo el suelo fuertemente con una bota y el sonido parece amortiguado, distante. Como mi voz cuando me dirijo a mis compañeros.

- Iré yo- sonrío- A no ser que tengáis una idea mejor. Pero más vale que nos decidamos deprisa, esta magia no dura eternamente. Si queréis, que uno de los amigos de S... Yorsar me acompañe y me ayude por si me descubren. Además, luego puede volver para deciros qué es lo que hay ahí delante.

Esa necesidad intrínseca a cualquier chamán de proteger a los suyos finalmente se superpone a la búsqueda del diálogo y acuerdo.

- Gunhar, adelantate a él y protégelo si fuera necesario. Luego vuelve. ¡Y no tardes! -transmite mentalmente la orden mientras una pequeña parte de su poder se diluye hacia el lugar donde se encuentra ligado el fantasma-.

Cuando ve que Gunhar ya se ha deslizado suficientes metros para que no le oiga se dirige a Aldar.

- Puedes ir tranquilo, Gunhar te precede y protege, pero me fio más de lo que nos puedas decir tú. Mi amigo está ya de por sí un poco alterado -¿querrá decir loco? ¿más loco de Swen? ¿Swen está loco?- y no quiero pensar cuanto más lo estará se ve seres caóticos. Lo que nos dijera habría que analizarlo desde un punto de vista más cabal.

Gunhar... recordáis la escena del claro del bosque cuando os lo presentó y os dio el regalo. Era el joven guerrero con símbolos y runas de Urox. Parecía un simple iniciado pero... ¡que puede haber más loco que un fantasma de Urox junto a unos broos!

- No lo dejéis solo vosotros tampoco. Os recompensaré y seguro que él también -se dirige a los pajarillos que aún revolotean cerca-. Pero no os arriesguéis. Sólo atraedlos a otro lugar si se dan cuenta de su presencia o se dirigen hacia él.

Erikand acepta de buena gana las opiniones de sus compañeros.

-Me quedaré aquí. No dudes en hacernos cualquier señal si te ves en apuros. Antes de que te vayas, y sólo por pura precaución...

Erikand se agacha y recoge un puñado de tierra y la deja caer sobre cada hombro de Aldar. De repente parece confundido y se agacha y recoge otro puñado de tierra que restriega sobre tu pecho.

-Puedes marchar ahora. Los espíritus te protegen.

Asiento en silencio, ajusto mis armas y me lanzo hacia adelante, confiando en mi habilidad para pasar desapercibido. Busco matorrales, rocas, árboles, cualquier cosa que pueda ocultarme, consciente del peligro que corremos.

Mis compañeros dejan de verme casi de inmediato.

Te mueves ágilmente entre grandes rocas y suelos arenosos en la dirección indicada; Este no es tu territorio pero la tensión mantiene tu cuerpo alerta y logras moverte con cautela y habilidad. Oculto tras un arbusto puedes ver la entrada de una cueva semioculta con algo de vegetación y, como ya imaginabas, un broo vigilandola, lanza en mano. El olor de la criatura es perfectamente discernible desde aquí pero por suerte, tu no llamas tanto la atención como él y no repara en tu presencia a pesar de que estás a escasos veinte metros de él.

El broo reposa tranquilamente, espalda contra la pared mientras mastica unas raices. Deberías tener tiempo para pensar tu próximo movimiento, pero éste de pronto se agita violentamente, lanza un grito y parece luchar contra alguna fuerza invisible. Entonces lo recuerdas: El fantasma aliado de Swen que te acompañaba era el de un orlanthi fiel a Urox, el Toro Tempestuoso y parece que ha tomado sus decisiones al márgen del plan trazado.

Mascullo entre dientes una maldición que aprendí de los brolianos y preparo una flecha en mi arco. Dudo unos segundos... ¿debería descubrir mi posición? Por otro lado, si el broo sigue gritando sin duda dará la alarma y alertará a los que seguro que están dentro.

Y no puedo permitirlo. Cojo mi arco largo mágico, intentando hacer la mayor cantidad de daño posible y apunto con cuidado. Musito una breve oración a Odayla y... fallo el conjuro. No puedo permitirme un disparo que no sea definitivo, así que vuelvo a concentrarme y a llamar al Dios Cazador.

Esta vez noto como mi brazo se fortalece con el favor de mi deidad. Disparo después de apuntar con cuidado.

Lanzo la flecha con bastante puntería y logro acertarle. Veo como se clava en su pata y rápidamente deslizo mi mano hacia atrás para coger otra mientras rezo para que se quede cojo ¿me dará tiempo a disparar otra vez? ¿logrará la flecha retrasarle lo suficiente? 

El broo trata de entrar en la caverna al tiempo que Gunhar trata de apoderarse de su mente. Afortunadamente tu flecha impide que corra a dar la voz de alarma y tras unos instantes de lucha interna el broo te mira con los ojos vacíos; se acerca a la roca de la entrada y comienza a darse cabezazos contra la misma. A los pocos segundos uno de sus cuernos cuelga roto y su morro es un amasijo de carne, hasta que el terrible espectáculo cesa y te quedas solo frente al cadáver.

Me quedo petrificado unos segundos. Espero para estar seguro de que el fantasma no va a hacer de las suyas mientras miro asqueado el cadáver y vuelvo con los demás.