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Primera prueba del torneo: la puerta

Aquel día amaneció con un gran sol. Impacientes acudisteis al lugar destinado con la ropa de cada casa y la varita –aparte de vuestro séquito mágico aprendido, es decir, de todos los hechizos que pasaban por vuestras cabezas como si letreros fueran-.

Desconocíais lo que podían haberos preparado, sin embargo pronto alcanzasteis a comprobarlo. La grandeza de las verdes y enredaderas paredes podrían llegar a los 20 metros de altura si no más, aunque bueno, era ciertamente relativo, pues algo por dentro os decía que seguramente tendría capacidad para cambiar o aumentar. En concreto se trataba de un laberinto enrevesado. Con muchas y distintas curvas. Con distintos puntos de entrada. Con pasillos terriblemente estrechos que generaban claustrofobia al no dejar pasar casi ni los rayos solares entre medias.

Por instinto os colocasteis uno a uno en las distintas 5 entradas; momento en el que comprendisteis que no ibais a andar juntos, si no solos. Un esquema que dejaba un gran espacio para algunas dudas como por ejemplo, ¿podríais encontraros dentro? y lo más importante ¿qué tendríais que hacer?

De pronto los susurros del resto acerca del torneo de hace unos cuantos años atrás os provocó un pensamiento negativo. Pero no era lo primordial, claramente teníais que centraros en el presente. 

Al fin había llegado el día del torneo. Frente a él se alzaba el laberinto en el que tantas ganas tenía de adentrarse. Había ganado el torneo de duelos, pero su ambición a veces era excesiva, también quería ganar este torneo, no solo por la gloria personal, sino para beneficiar a su casa. Hay que devolverle a slytherin la gloria y la reputación.

Se alegró al ver a los participantes. Se acercó con su ropa negra y plata a uno de sus amigos.

-Randall- saludó poniéndose a su lado. Cerca estaba Cliodna, y Linus la saludo con una inclinación de cabeza. Antes apenas sabía que existía, pero después del torneo la veía con otros ojos- ¿Nervioso?- continuó hablando con su compañero de casa- Aún está presente lo que sucedió hace unos años, el ambiente está algo tenso. Pero debe ser un slytherin quien gane la copa- le dijo con una sonrisa retadora. Le gustaba medirse con Randall siempre que podía. Aunque tenía mal perder, si perdía contra un amigo el golpe no era tan duro.

Vio a lo lejos a Anne y de repente sintió el miedo que tenían algunos de los allí presentes. Le hizo un gesto para que se acercase a ellos.

Ulfric, como jefe de la casa Hufflepuff, estaba acompañando a la bruja más notable de aquella generación de su casa, en realidad, una muchacha curiosa, con la que había entablado poca relación, pero de la que se sentía realmente y secretamente orgulloso. 3 Slytherin, 1 Gryffindor y 1 Hufflepuff. Eso iba a ser duro, y los de su casa no estaban acostumbrados a estar en primera fila y a veces ni les gustaba. De hecho, recordaba el año que ganaron la liga de Quidditch, pero de auténtica casualidad. 

Por ello, le decía a Cliodna: - Sobre todo, mantén la concentración. Ni siquiera yo se qué hay ahí dentro, pero tienes destreza suficiente para poder afrontarlo. En cualquier caso, estamos orgullosos de ti. Recuerda la fiesta que te hicieron ayer. Una maravilla para nuestra casa, y sabes que nadie te lo exige, sólo lo estamos disfrutando, así que vete, y haznos ver lo que vales. 

Luego, se retiró unos pasos, y miró al resto de participantes. Allí había gente muy competente, y la verdad, muy hábil. Y eso siempre hacía las cosas interesantes. 

Y allí estoy, metida en un Torneo que en sí no me apetece del todo. Encima da la impresión que estamos delante de un laberinto y todo el mundo sabe lo que sucede en un mundo mágico cuando te encuentras delante de uno. 

La verdad es que los creadores de este Torneo jamás pensaron en la seguridad de sus alumnos, pero como todo, un mago necesita de esto para demostrar su grandeza y claramente con el apellido que tengo, no puedo estar allí escondida en un rincón negándome. 

Por esa razón estoy mirando con la cabeza en alto por sí descubro algo más dentro de las dimensiones que tiene aquello. El riesgo es alto, claro y bastará algo más que tener una buena habilidad mágica. Pero mientras estoy inmersa en mis cavilaciones internas, desvío la mirada hacia mi novio que está hablando con Randall. 

Cliodna está cerca también, así que me uno a ellos para conversar. 

-Por favor, digan que también les da mal rollo. - comento y me encojo de hombros. - Veremos que tal se nos da. 

Tras decir aquello me coloco junto a Linus para sujetar su mano, no podíamos siquiera comenzar juntos y espero encontrarlo allí dentro. Aunque vaya a saber en que estado estoy o está. 

Mi imaginación era verdaderamente buena para incordiar. Casi no pude dormir por la noche pensando en qué prueba sería a la que nos enfrentaríamos. ¿Habría dragones? ¿Fuego? ¿Sangre? ¿Hielo quizás? O ¿Volaríamos? Confié en que esto último no.

Estaba nerviosa y, tras la buena intención del profesor Ulfric con sus ánimos, estaba yo, repleta de ideas que iban y venían. Miré al profesor Von Hoggen con respeto. Mis ojos no parpadeaban, estaban bastante abiertos mirándole mientras pensaba oh no, qué responsabilidad, te está apoyando, sonríe mucho. O mejor, atiende, asentí. Pero si no has atendido, me sonrojé.

-Gra-gracias profesor, muchas gracias. Intentaré hacerlo lo mejor que pueda –o sepa.

Y, tras una breve despedida con gestos –es decir, levanté la mano y la moví como si fuera un muñeco con mecanismo- continué avanzando. Me coloqué justo a la entrada del laberinto (una también de mis mil opciones que había barajado) y observé a Randall, cerca de Linus.

Puse gesto amable, aunque bueno, más bien era el “gesto amable” que pones antes de entrar a un examen, donde la cara que llevas está integrada prácticamente por nervios y desesperación, unido a la repetición memorística de cosas seguramente inútiles. Asentí como saludo a los Slytherin, cuando casi al instante apareció Annelie. Amplié la sonrisa –la verdad es que siempre son más bonitos en los libros, en las leyendas. Cuando no tienes riesgos –recordé el mito. La cantidad de romances que se han situado en ese escenario. ¿Podría usar un ovillo de hilo rojo como Teseo? Seguramente no, sin embargo, observé brevemente el pasillo por instinto.

Sándor apareció poco antes del comienzo del torneo, habiendo estado por los alrededores conjurando para que losmuggles no se acercaran a los espacios donde se iban a desarrollar las pruebas del torneo. Estaba inquieto, aunque no lo exteriorizara, como no solía exteriorizar nada que no fuese indiferencia y adición al tabaco. 

Miró a su alrededor a conciencia sin saludar a nadie, como si todo el mundo fuese invisible excepto quien había ido a buscar. Sabía que estaba allí y esperaba respuestas. Al ser posible, antes incluso de que empezara el torneo. 

Como era de esperar, al rato de haber escogido entrada cada uno de los alumnos, visteis cómo llegaba Minerva (con un atuendo que parecía de gala) junto a otros dos hombres y una mujer que no os sonaban de antes.

Dirigisteis la mirada hacia ella, esperando a que volviera a amplificar su voz con la varita. Sin embargo, en esta ocasión había una mesa de jurado con un micrófono en medio de la misma. Algo en lo que prácticamente no os habíais ni fijado.

En fila -y perfectamente organizados- se distribuyeron a lo largo del tablón de madera. Fue entonces cuando McGonagall aclaró su voz con elegancia.

-Profesores, alumnos de nuestro excelentísimo colegio de magia y hechicería –realizó una marcada reverencia- antes de nada quiero darle la bienvenida a nuestros valientes participantes –sonrió tratando de esconder seguramente el mismo recuerdo que os atacó antes –tanto el jurado como yo queremos trasladaros ánimo y fuerza desde aquí- cogió aire para proceder a explicaros lo que debíais hacer -la primera prueba en la que nos situamos, será sencilla: tendréis que encontrar el centro del laberinto- formó un breve silencio -una vez allí os dirigiréis a la puerta que os corresponde- prosiguió con calma- y efectivamente, cuando os encontréis en este punto, deberéis dar con la manera para abrirla –se cogió las manos delante de su regazo –sin embargo, tened cuidado, pues una criatura andará siguiendo vuestros pasos–formó otra sonrisa  protocolaria vislumbrando vuestros gestos con cautela.

-Contáis con 1 hora y 30 minutos para hacerlo- se mantenía inmutable –pasado ese tiempo finalizará la prueba –concluyó con rotundidad -confiamos en que lo lograréis. Nos lo demostrasteis en los duelos. Y aun así, quiero recordar que siempre podréis pedir el abandono con una luz que lancéis hacia el cielo, a modo de socorro- trató de dar tranquilidad- Si lo vemos iremos a por vosotros inmediatamente. Mucha suerte –y rápidamente un sonido desagradable empezó a pitar por todos los megáfonos que habíais pasado inicialmente inadvertidos.

Tras las palabras de Minerva el consejo que había acudido a evaluaros realizó un disparo en dirección al cielo, para mostraros que el gran reloj de arena ya se había girado.

Una divertida música instrumental comenzó a sonar para entretener a los que se quedaban allí.

Era el momento de adentraros.

Con un simple primer paso notasteis el frio que desprendía su interior por la ausencia del sol. La oscuridad empezaba a ocultaros el rostro, mientras que -echando un vistazo atrás-, dejabais a todos, tanto a profesores como compañeros y jurado -que indudablemente os miraban-. Pues ellos estarían esperándoos afuera. En vuestro regreso, con una alta expectancia.

Los alumnos ya se habían adentrado.

Vosotros teníais la opción de esperar. Pese a que seguramente hacerlo alargaría los minutos algo más de lo que os gustaría.

En un pequeño vistazo que echaste -para ver como las enredaderas se cerraban a tu espalda-, escuchaste la música algo más distanciada y una voz que preguntó -¿1 hora y media hasta conocer al ganador?- su tono denotaba disgusto, pero lo importante era lo familiar que te resultó.

¿Edward?

Annelie se había adentrado en el laberinto. No podías hacer gran cosa aparte de esperar, hablar. Incluso ambas.

Aunque bueno, confiabas en que lo lograría y, lo cierto era que el paraje estaba realmente espectacular. ¿Por qué no perderte aunque fuera por unos instantes en el bosque?

Miraste desde todas las perspectivas posibles. Por unos instantes creíste que te había engañado, que no iría donde te dijo. Pero reconociste su silueta a lo lejos.

Circe se encontraba con los brazos cruzados, apoyada en un robusto árbol. Observando ajena a todo el espectáculo formado. Se situaba algo lejos pero ¿Cómo no reconocerla? el apretado corsé y la cantidad de joyas la delataban.

Había tiempo suficiente para entretenerse. 

Quedarte cerca de allí era lo ideal, pese a ello, había muchas opciones para no perder el tiempo al completo. Pues a fin de cuentas, el bosque se encontraba al lado.

Buzánszky se acercó, sin perder un segundo, a Circe. Tal y como esperaba allí estaba ella, con aquel aire de bruja elegante, en un lugar convenientemente apartado. Tenía el funcionario del Ministerio la impresión de que Circe huía de las personas todo lo que le fuera posible. 

- Es un placer volver a verla - saludó con la cortesía que le faltó la última vez - No le haré perder el tiempo - y sacó el broche antes de terminar la frase y se lo entregó.

- Sospechamos que el conjuro que guarda está relacionado con la nigromancia...

Y aguardó respuestas de la misteriosa mujer. 

Ulfric, tras ver cómo llegaba la directora, se puso a su lado para dar el comienzo de la prueba. Se asombró del micrófono, pero no tanto como cuando comenzó a pitar. Si no hubiera sido por Agatha que ya le había contado cosas de esas de los muggles, se habría sorprendido aún más. Esperaba que la competición no supusiera peligro para los alumnos, y se puso a caminar nervioso por los alrededores. 

La verdad, tenía ganas de que terminase la prueba, pues no le apetecía poner a los alumnos en esos peligros. Ya bastantes había en la realidad. De pronto, se dio cuenta de que sus solitarios pasos le habían llevado al bosque, y decidió dar un breve paseo por sus lindes. 

Intenté no parecer nerviosa mientras veía a los jóvenes prepararse para ingresar dentro del laberinto que se alzaba frente a ellos. No tenía ideas sobre las pruebas que podrían encontrar allí, pero confiaba en que se habrían tomado las medidas necesarias para la seguridad de los estudiantes. Sobretodo, me sentía ansiosa por Anne, aunque admitía que todos los que estaban participando en el torneo se habían ganado mis respetos y por tanto, mi preocupación por ellos. Pero no me quedaba más que esperar.

Comencé a avanzar sin rumbo fijo, mirando hacia el laberinto y hacia el cielo nocturno, por si alguna señal de auxilio se elevaba por encima de nosotros y había que correr. Suspiré y me sorprendí de pronto al darme cuenta que estaba en los límites del bosque prohibido. Dudé un instante, antes de internarme en el bosque. No me alejaría mucho, para poder estar atenta, pero pocas veces podía recorrer aquel lugar y honestamente lo encontraba fascinante.

Entraste en el bosque. Finalmente estabas solo, caminando.

Mucha gente permanecía esperando a que acabara la primera prueba del torneo, pese a que era meramente el comienzo. Había mucho tiempo por delante. Lo que sabías era que la música se encontraba justo a tu espalda, aunque cada vez más alejada de ti.

Sin mucho por hacer, te adentraste algo más por los árboles. Hasta que te pareció reconocer una especie de túnica por entre medias de los árboles.