Partida Rol por web

¿En serio están llevando esto de modo tan pacífica? - pienso un tanto malhumorado.

¿Por qué no sólo probamos con un acercamiento más directo e inculpamos a Corinna con alguna prueba o testimonio falso, pues dudo que su hermana acepte que Corina vaya a Azkaban en su lugar.

Es un plan viable siempre que quieran ir por la vía pacífica, la otra es que embosquemos a la hermana de Corinna y la hagamos confesar por la fuerza. Es un plan arriesgado, pero estoy dispuesto a lo que sea por ver que los asesinos de mi hermano se pudran en una celda o mueran. - sentencio con absoluta frialdad, mostrando ese lado de mi personalidad que normalmente no dejo aflorar, pues es pura oscuridad.

Apenas empezaba a atardecer cuando la oscuridad parecía cernirse sobre la feria. El cielo se ennegrecía también por la neblina. La puerta adquirió un tono más oscuro y, muchas atracciones de mayores que, hasta el momento, no estaban abiertos o se encontraban (algo) faltos de afluencia, ahora tenían largas colas.

Había más personas que al inicio.

Los cacharritos mecánicos no dejaban de girar. Los gritos de la gente que estaba subida a veces hacía gracia a los que les miraban desde abajo señalando.

Pero, por otro lado, un poco apartado de todo el jaleo, se encontraba una carpa. Sin necesidad de llamar la atención, pues ya se veía lo que en su interior había: “magia”. Una nigromante y tarotista a la disposición de la gente. ¿Sería real? No lo sabíais. 

Sin embargo, había algo que sí teníais claro: que todo parecía más lúgubre en esos instantes. De hecho, casi pudisteis notar un escalofrío repentino.

Ante su te quiero tardío alzo una ceja y niego con la cabeza, posiblemente aún se está acostumbrando a todo esto y con lo reservado que es, lo veo hasta lógico. Pero aquí estoy, rompiendo barreras en medio de esta relación que adoro tanto. Igual no es novedad lo que siente, así que finalmente le guiño un ojo y vamos organizando lo que haremos de ahora en más. 

- Hm... ¿Magia? Sería un poco curioso ver qué tipo de Magia hacen los muggles. Igual... ¿Quieres que vayamos a esto del terror? O... Con el Nigromante. - pregunto al señalar los puestos, aunque todo se ve más lúgubre y me pregunto que está pasando. - Vamos con el nigromante, son artes oscuras. Dudo que sea aplicado como tal, pero con probar no perdemos nada. 

Sé que le puede hacer ilusión, lo de la adivina no me interesa en absoluto, y el tren fantasma me apetece si. No obstante ante la sensación que siento en el cuerpo, contemplo extrañada a Linus y olisqueo el ambiente. 

- He sentido que el ambiente ha cambiado, está más frío. ?lo sientes? - pregunto mientras miro a cada lado, eso me recuerda a los dementores que generan ese tipo de sensación. No vaya a ser que justo nos enfrentemos a unos, eso sería peligroso, considerando que no podemos usar magia al estar rodeados de muggles. 

La invitó a acercarse a las caseta de tirar anillas, en lugar de seguir viendo la feria, mientras ella contaba sobre lo que había conocido en su país de este tipo de ferias. Como con el cine, Ulfric miraba con ojos abiertos y asombrados, pensando en qué maravillas había fuera de todo el mundo mágico. - Los no-maj son sorprendentes, profesora, magia en público y no se enteran... o les fascina. Podría ir a una con el traje de grandes ceremonias de los von Hoggen- Dijo echándose a reir, imaginandose con él en medio de un montón de muggles... y que ellos no le miraran extraño. - ¿Tu ibas vestida así? Tiene que ser una sensación curiosa... - Dijo, mientras tomaba otro poco de algodón de azúcar. 

(...)

- Si, Agatha, pero... bueno, no me gusta que nos diga eso Annelie. Me disgusta ponerles, o que le pongan, "etiqueta" a este tipo de situaciones. - Miró Ulfric hacia el lugar de los aros, pagó, y se hizo con unos. Siguió hablando, antes de tirar. - Lo agradable que ha sido tu conversación y el aprender de sitios como este, con cine o feria, parece que se queda pues molesto. Y no importaría que lo dijera la gente, es que... Annelie lo dice porque está cerca tuya. Bueno, dejo el tema, que hay cola. - El profesor intentó lanzar las anillas, pero... se puso a intentarlo de maneras algo estrambóticas. De espaldas, sin mirar, haciendo que se caía, con la mano izquierda, por encima de hombro... Poniendo cara de esfuerzo en cada uno de los tres intentos. - Bueno, señorita, "casi" lo consigo... - Dijo con una sonrisa - Por ahora, creo que no me va bien. Luego, a traición, lo intentaré otra vez. 

(...)

-¿No notas algo de frío? ¿Tienes chaqueta? - Dijo el subdirector, mirando preocupado de pronto el aspecto de la tarde. - Este tiempo inglés... siempre juega malas pasadas. Espero que tengas años para acostumbrarte a él. - Si empezaba a llover, se les estropearía la tarde, y tendrían que volver al Castillo, así que interiormente pidió que no pasase algo así, mientras comenzaba a mirar las nuevas opciones de la feria que se estaban abriendo: - Oye, Agatha, ¿me las puedes explicar? Esas cosas nuevas que están empezando a tener cola... No, lo de la adivina no, excepto que fuera una maga o un brujo, no sería verdad, digo eso de esos choques con tantas luces, o la noria, o aquellos dos de un poco más atrás, los pasajes... ¿de qué va eso? Por las barbas de Merlín, cuantas preguntas. -Dijo, en una sonrisa con cara de disculpa.- ¿Qué recomendarías ver?

Ulfric von Hoggen está comiendo algodón de azúcar con Agatha Presley. Se acercan a tirar las anillas, haciendolo él con unas cuantas posturas extravagantes. Los dos charlan. Tras las anillas, se ve cómo Ulfric señala las diferentes atracciones, preguntando a Agatha sobre ellas. 

Buzánszky negó con la cabeza más veces de las que hubiera deseado. Si no fuera por la información que le había proporcionado la Blumer y la nueva vía de investigación que así le abrió que no hubiese embarcado en aquella empresa a una adolescente, aunque ya era de 7º curso. Así que la idea de embarcar a otro ya se le hacía cuesta arriba, aunque se trataba del hermano de una de las víctimas. Lanzó la colilla del cigarro y la apagó de un pisotón. Suspiró.

- No podemos convencer a dichas personas, al menos no en las circunstancias actuales- zanjó- Podrían denunciarte como cómplice del "asesino" y... ya sabes lo que eso significa.

Desgraciadamente, debemos llevar esto con la máxima discreción. Lo primero es encontrar pruebas y testigos. Esa es la manera en la que se puede convencer a la gente y más ahora, que Yago está prácticamente sentenciado por la opinión pública.

Debemos encontrar pruebas contundentes.

Sacó otro cigarrillo y el mechero y le dio fuego.

- Quienes podrían sernos útiles son los no localizados o desaparecidos- continuó, dando una calada- Dudo que se hayan esfumado sin más. Creo que hurgando por ahí, podré encontrar algo...

Dio una larga calada y miró al chico.

- No vamos a hacer tal cosa. Es totalmente descabellado y tampoco estamos tan desesperados, aunque concuerdo que estaría bien interrogar a alguien... Quizás, cuando hable con Ferreira, Yago, nos de algunos nombres interesantes...

Entonces cambió de tercio. 

- Hay otra cuestión. Estoy investigando la varita y, por lo visto, no pertenecía a nadie de Gran Bretaña. No, al menos, se vendió en Olivander. Pero pronto tendré noticias al respecto- informó.

Apenas eran las tres de la tarde pero el crepúsculo ya había llegado y ,con él, las luces de la feria se intensificaron junto al número de gente y las atracciones en marcha. 

-Creo que deberíamos aprovechar y divertirnos un poco, nos vendrá bien. No tendremos muchas oportunidades, en los próximos meses, como ésta.

Buzánszky volvió al meollo junto a aquellos dos impetuosos adolescentes. Ingoraba que se llevaban entre manos, si tenían intención de meterse en el paseo en barca para darse el lote o lo que diablos quisieran de la vida. Lo que si estaba claro era que se sentía juguetón y tocaba hacer una visita a aquella "mansión del terror". 

- El cuerpo me pide entrar ahí- señaló- vosotros haced lo que os dé la gana... 

Una estudiante rubia y escultural se le cruzó, cohibida y cláramente desorientada e incómoda entre tanta gente. Le reconoció de verla en el colegio con los colores de Hufflepuff.  Le puso la mano sobre el hombro y le sujetó con firmeza.

- ¿Me acompañas de aventuras a: LA MANSIÓN DEL TERROR?- dijo teatralmente para animarle - Uno se siente más seguro si le acompaña una bruja... 

Linus sonrió y asintió. Le gusto la elección de su novia

-Con que artes oscuras…- Dijo sonriendo- Venga, vamos. La verdad que es lo que más me atrae-Aunque dudo que los muggles puedan sorprenderme- Ya iremos luego a la casa del terror si hay tiempo, o si es muy aburrido podemos perdernos por ahí…-añadió cuando observó que muchos del grupo iban precisamente a la casa del terror. 

El chico echo un vistazo alrededor ante el último comentario de su novia. Estaba en lo cierto, todo tenía un tono más oscuro y tétrico y no parecía deberse a que estuviese oscureciendo. No pudo controlar la cara de satisfacción que le surgió:

-Tienes razón. Me gusta-dijo sinceramente- ¿A ti no?- La verdad era que ese ambiente le hacía sentirse más cómodo, de algún modo le parecía como que le protegía o ocultaba- Vamos al nigromante- añadió rápidamente, pues ya se empezaba a quedar embobado disfrutando de esa sensación.

En la entrada a la carpa de la supuesta tarotista (y nigromante) había un cartel en el que se prohibía la entrada a los acompañantes, es decir, que sólo podía pasar el interesado en la actividad.

Quizás daba la impresión de ser el sitio más tétrico de toda la feria, ya fuera por su falta de iluminación en contraste con el resto de puestos o, porque simplemente de allí dentro emanaba el silencio.

Fueran los que fueren los motivos, la simple cortina de la puerta ya os generaba intriga. Era un sitio alejado del resto y podía transportar a tus oídos.

Al parecer la noche comenzaba a acercarse y yo aún seguía perdida mentalmente y sí, casi física también. Los puestos de manzanas caramelizadas me entretuvieron un buen rato. No sabía si lo podía seguir concibiendo como comida saludable. Pero finalmente me la compré. Era de un color carmesí brillante, más crujiente y súper dulce.

Con un pequeño bocado seguí caminando. Pese a que un escalofrío me obligó a mirar hacia el cielo.

Por unos breves instantes me paré en medio del bullicio. Hasta que un señor me llamó...bruja. Y es que vale, sí, lo era. Pero... ¿bruja? Entre eso y la sorpresa, mis ojos le miraron sin parpadear. Palidecí algo más de la cuenta -¿del...te-terror?- dije tras la propuesta de Buzánszky.

Bien, un desconocido Cliodna. Estaba ya rompiendo una norma. Y eso que sólo eran 3. Bueno, cálmate, no te está ofreciendo caramelos…sólo es entrar en…la casa del miedo. Desvié la mirada a la atracción por unos momentos. Vas a morir, me dije convencida, pues pese a que aquello no cumplía los requisitos de la norma 2 entera, seguramente no hacía falta porque los superaba.

Sonreí forzadamente y miré en dirección a Randall (la persona en la que tenía más confianza), y el cual, llevaba una ¿cerdita con ropa?

Más impactada que antes, volví a mirar a aquel señor –V-vale- acabé soltando mientras mantenía la sonrisa y una respiración que, mejor dicho, apenas tenía respiración. ¿Porqué has dicho vale?

Pero es que se veía venir, el día no había comenzado bien y, además, sabía que la ropa no iba a dar buenos frutos, ya que según mi madre: "para pasar desapercibida, lo mejor es llevar una equipación de unos de esos equipos que tanto admira todo el mundo". Y nada, no había conseguido camuflarme pues allí estaba, con una sudadera gigantesca que me hacía imitar a una aficionada de algo que no sabía ni cómo se jugaba, sumándole a que me iba a ir con un "extraño" a una casa con gente que nos iba a ir persiguiendo (no con regalos) si no con cuchillos.

Y yo que sólo quería conseguir un pez.

-Si iba vestida así, aunque trataba de no ser tan evidente.- Expliqué levemente. Vi la expresión aniñada que había visto en el cine con el profesor, y sonreí con timidez. Pensé en las palabras que decía sobre las etiquetas, sobre las palabras de Anne, y me limité a suspirar y negar con la cabeza. Iba a tener que hablar con mi ahijada y explicarle que sus buenas intenciones hacían más daño que bien. Todo quedó de lado cuando el subdirector intentó darle a los aros de formas bastante originales, logrando acertar la mayoría, pero sin poder ganar nada al final. -Ya lo lograrás después, seguro.- Le animé con una palmada suave en el brazo.

Viendo hacia donde señalaba, le sonreí. -De acuerdo, veamos. Los coches pequeños con luces son para chocar entre ellos. Vas encima y manejas un volante, y te estrellas contra los otros coches. No es peligroso y son muy divertidos. Aquel otro es una montaña rusa. Vas en un coche con un cinturón puesto, el coche sube por una rampa y luego caes a toda velocidad, das vueltas, te bamboleas... Mucha adrenalina y gritos. La noria, pues es una gran rueda, te montas en una cabina y esta gira hasta llegar a lo más alto, y puedes ver todo el parque desde arriba.- Luego señalé al otro lado. -Lo de los pasajes, uno es dentro de una "mansión embrujada"... Hum, un poco como si te movieras dentro de una casa donde Peeves estuviera en cada habitación y te intentara asustar de mil formas. Y el pasaje del amor, que es un paseo en bote por un túnel con escenas románticas, música, cosas así.- Terminé de explicar. -De recomendarte, sería dependiendo de que tipo de experiencia quieras tener. Los coches, la montaña rusa y la mansión del terror son más para gritar y que fluya la adrenalina. La noria y el túnel del amor es ya más para... bueno, parejas. Para conversar, ponerse románticos...- Intenté no sentirme avergonzada al comentar aquellos últimos, pero me causaba un poco de nervios el tener que explicarle las cosas que se podían hacer montados en un botecito por un túnel oscuro, o solos en una cabina a muchos pies de altura.

La explicación de Agatha fue clarificadora, tenía mucha paciencia explicándole a Ulfric las cosas del mundo muggle. Ulfric asentía a cada cosa, e intentaba verse en cada situación. - Me apetecería todo, Agatha, la verdad, parece todo fascinante, mira cuantos ruidos extraños. Los no-maj hacen siempre cosas sorprendentes. -Bajó un poco la voz, casi avergonzado- Siento... ser tan poco hábil en esto. Gracias por explicarlo todo, tan bien. Pensemos qué hacer, coches, noria, pasajes...

Los coches parecían sumamente divertidos, y la parte divertida de él quería montar rápidamente y empezar a averiguar cómo se chocaba aquello, pero la verdad, no parecía el momento, con tanto alumno cerca. También había bastantes niños. El lado de la montaña rusa le parecía intrigante, y quizás emocionante. Por lo que contaba Agatha, tenía mucho movimiento. Por otro lado, el pasaje del amor parecía demasiado "extremo", literalmente, parecería que están siendo pareja, y justo, el profesor von Hoggen acababa de decir que no le apetecían las etiquetas, y eso sería como ponérsela él mismo. Luego estaba el pasaje del terror. Quizás, sería demasiado muggle, y él ya había visto muchas tumbas encantadas, y aunque quisieran imitar la realidad, él sabía que no había nada de verdadero en ese pasaje... Quizás la noria... 

-A ver, profesora, no se que le apetecerá a usted - Dijo, poniéndose pomposo y estirado a propósito, como si diese una clase- pero creo que el pasaje del terror, para mi será como algo de trabajo, y esas tumbas egipcias. No se, y además, no lo vería verdadero, creo. De lo demás, quizás lo que me apetezca más sea la noria, por ver el ambiente desde arriba, y siempre podremos charlar, a menos que a la dama le apetezca otra cosa, por supuesto, unas emociones fuertes en la montaña rusa, o algo más pausado. Estoy a su disposición- Terminó teatralmente inclinando la cabeza y quitándose el sombrero. 

Dejé que meditara mientras seguía comiendo del algodón de azúcar, y mirando de vez en cuando alrededor para ver si los chicos se estaban comportando. -No hay de qué. Me emociona ver las reacciones de los magos por las cosas no-majs, y en especial eres alguien muy expresivo.- Le dije con una sonrisa divertida. Había algo en Ulfric que me hacía sentirme cómoda, aún me sorprendía lo rápido que habíamos empezado a hablar la noche de Navidad. Era como estar con alguien a quien conociera de toda la vida.

¿Quizás por eso me había dolido más el desliz? Tal vez.

Me reí a la manera teatral de exponer sus ideas, y haciendo como si llevara una falda, me incliné en reverencia levemente a modo de saludo. -Vale, la noria es buena opción sin duda. Espero que no le tema a las alturas.- Dije con un guiño, mientras lo guiaba hacia la cola para subir a la gran rueda. -Creo que por la cantidad de gente que hay no tendremos oportunidad de probar otras atracciones, pero podemos dejarlo para otra oportunidad.- De todos modos, la feria seguramente duraría aún unos días más. Y nosotros no estábamos limitados a permanecer en la escuela.

Al parecer, la noria era una de los puestos estrella. Pudisteis ver a familias de padres con sus hijos, de parejas jóvenes y no tan jóvenes esperar, con una sonrisa.

Sin embargo, pese a la cola, no tardasteis mucho en montaros.

El feriante os abrió la puerta de la cabina y subisteis a aquel metálico vagón -Que disfrutéis pareja- comentó el muchacho que os cerró la puerta para resguardar la seguridad y, en un abrir y cerrar de ojos, la atracción comenzó a funcionar, (subiendo a una altura que realmente podía llegar a dar vértigo).

Randall observó el puesto de la nigromante y tarotista, preguntándose si se trataría de una aidivna real. Recordaba que años atrás en Hogwarts había estado la profesora Trelawney, una mujer algo excéntrica con un cuestionable talento para la adivinación, pero que sin embargo había conseguido efectuar un par de profecías a lo largo de su vida. La feria había acabado volviéndose más lúgubre que antes, aunque Randall no sabía explicar por qué, si bien notaba algo raro en el ambiente.

El joven Slytherin decidió entonces aproximarse a Cliodna y le tendió el peluche de la cerdita con ropa azul que había obtenido poco antes.

-Ten, te lo regalo -le dijo a la chica, con una sonrisa-. Imagino que debe de ser importante para los muggles, como para nosotros los cromos de Merlín y otros magos, supongo. -señaló las ropas del peluche y agregó-: Viste de azul. Creo... que te puede gustar. -Randall arqueó una ceja al oír las palabras del auror que se había aproximado a Cliodna, proponiéndole acudir a una atracción llamada El pasaje del terror-. Cliodna, os acompaño. Así pasaremos menos miedo con lo que podamos encontrarnos juntos. ¿Qué entenderán los muggles por terror?

Si Randall pensaba en terror, fácilmente podría imaginarse criaturas mágicas como los dementores, acromántulas, basiliscos, o inferi. Sin embargo, los muggles no sabían de la existencia de tales seres, por lo que, ¿a qué temían ellos? Tenía curiosidad por saber qué es lo que contemplaría dentro de aquel pasaje.

Linus se decepcionó claramente cuando leyó que solo permitían entrada individual. Le llamaba tremendamente la atención, quería entrar, pero era un tipo tradicional, así le habían educado sus padres y siempre que podía hacía gala de aquel comportamiento. A veces cuando no debía.

-Las damas primero- Dijo con un gesto teatral que asemejaba a una reverencia, dedicándole una sonrisa que solo estaba destinada a ella.

Observando el lugar y la oscuridad en la que estaba sumida la carpa, en contraste con la entrada, Linus empezó a cambiar de idea sobre la belleza de aquel lugar. Tenía cierto encanto, un encanto macabro que a todas luces era de lo que más fascinaba al muchacho. Si no fuese por la música. Odiaba aquella mezcla estruendosa. 

- Pues si, Agatha, me alegra que vayamos a la noria, imagínate en esos coches de... ¿choque? Yo sin saber moverme o algo así, y quedaría ridículo... Casi mejor, algo menos activo... Y no, no temo a las alturas. Al menos, hasta hoy - Dijo, con una sonrisa agradable. Se alegró de la elección de ambos, y le alegró que ella sonriera. No estaba conforme el subdirector con lo que él mismo había hecho unos días atrás, aunque había sido por un impulso, y no con mala intención. Pero le agradaba estar con Agatha, y ella tenía mucha paciencia con todo lo no-maj que él no conocía, y eso era algo que le agradecería siempre. 

Cuando subieron a la noria, invitó a Agatha a pasar primero, y luego pasó detrás. Aquellas cabinas eran espaciosas, para cuatro personas, así que se acomodó justo al lado de ella, y le preguntó: - Y ahora, ¿cómo va esto......?- Pero no hizo falta respuesta, porque ya se puso la noria en marcha, subiendo, subiendo, y subiendo. Ulfric, con los ojos brillantes, se puso a girar la cabeza, a ver cómo subía, y como se empezaba a ver todo desde las alturas, aunque hubiera problemas con la niebla. - ¿Y cómo hacen que se mueva la noria, Agatha? Que magnífico, que sensación más curiosa, mejor que flotar uno mismo... Muchas gracias, me encanta. - Dijo, mientras seguía asombrado, mirandolo todo. 

La vergüenza, ¿qué es? ¿Se come? (Ironía a niveles aplastantes)

Mis mejillas adquirieron un tono rojizo similar al del muñequito muggle de elmo. Randall me estaba dando un peluche. ¿Cómo tendría que actuar en esa situación? ¿Debería darle una palmadita en la espalda a modo de “colegueo”? ¿Fingir que no estaba emocionada para hacerme la importante? ¿O simplemente salir corriendo y gritando por plena feria diciendo que tenía un cerdito con un trajecito?

La verdad es que me costó decidirme, pero finalmente opté por darle las gracias de la mejor manera que sabía (y no, no era de forma común)- ti-tiene un rabito enroscado- solté señalando su parte de atrás. Bien, lo he clavado – quiero decir...¡gracias!

Y, con una sonrisa mucho más suavizada logré ponerme nerviosa a su vez, pero con una alegría avergonzada que me hacía estar bien y mal (vaya, que no sabía ni qué sentir), pues después de aquello, Sándor, Randall y yo íbamos a adentrarnos en una mansión del terror.

Por lo que había escuchado/ me habían contado, los muggles lograban asustarse. Supuse que la gente te perseguía con cuchillos para matarte. La lógica era esa. Pagar para… ¿morir? Vale, lo mismo no tenía demasiado sentido, pero es que si no ¿para qué te iban a perseguir? Al menos en el bosque prohibido era así.

Aunque, ciertamente no podía igualarse al temor que daban las serpientes, arañas y demás, si mis pensamientos eran los correctos: podían matarnos allí mismo ¿no? Y vagaríamos, ¿así como Myrtle?

Demasiadas dudas. Cero preguntas.

Por lo pronto tiré la manzana a una papelera y agarré el peluche. Debía aparentar normalidad, como si supiera de qué iba aquello, pero teniendo en mente sólo los cuentos que me habían estado regando la imaginación. Una imaginación que no me hubiera llevado a que iría con el mismísimo Randall Lestrange; al que de nuevo miré.

Tapado por la altura y, todo sea dicho, la belleza de la rubia hufflepuffiana, apareció un chaval ¡el hobbit siniestro! Sándor sonrió levemente (su hierática cara no daba para mucho más). Esto promete..., pensó para sí.

Vio como el chaval le regalaba un tierno cerdito con peto vaquero, dejando más desconcertada, si cabe, a aquella extraña chavala. El hobbit sabía lo que se hacía, el bribón.

-Os conozco sólo de vista, por el colegio- extendió su mano- soy Sándor Buzásnzky, del Ministerio y también profesor de Estudios Muggles.

Miró a la fachada de la mansión. Se trataba de un antiguo asilo; por lo que dice la gente de la cola, de enfermos mentales. 

- Habrá cosas que veréis ahí dentro y quizás no conozcáis, como la sierra mecánica- dijo a los dos alumnos- Es un aparato ruidoso, que arrastra una serie de cuchillas con una cadena, y es capaz de descuartizar la carne y los huesos con facilidad. Pero no produce cortes limpios sino que desgarra... a toda velocidad. Sería mucho más cómodo y saludable morir por la mordedura de una araña...- instruyó Buzánszky, mientras se encendía otro cigarro con naturalidad.