Partida Rol por web

Después de varios meses, el grupo de mercenarios terminó dando vueltas por el reino de Pulkria, en dirección a Lumen.

En el camino lograron derrumbar algunos cuantos grupos numerosos de desertores que dejaba la guerra entre los reinos de Pulkria y Roland en el medio. También asistieron de escolta de unos jóvenes mercaderes para llegar hasta la gran república de Lumen.

Lumen es un sitio bastante fructífero a nivel comercial. Con la reputación de la armada más poderosa y mejor entrenada de Varkoglia, posee guerreros del estilo centurión. Portando petos de bronce y cascos con abertura al medio, los centuriones lumenienses son los guerreros de elite más fuertes de todos. Pero Lumen no ha estado en guerra con nadie desde los viejos tiempos del imperio Varkoniano. Los guerreros a menudo se ponen en alquiler así mismos, para sentir el calor de la batalla. Sirviendo al mejor postor, solo ven el oro en sus manos para desenvainar espada.

Siguiendo al líder de la banda (Alfred) los aventureros lograron ganar algo de respeto y reputación entre las filas. Charles se destacó finalmente por ser un guerrero aguerrido en la batalla. Reconocieron su fortaleza para combatir.

William logró entablar buena relación de amistad con Polux y su amigo Varen. A menudo se los veía andar juntos, como también terminaron compartiendo habitación en algunas de las posadas donde se quedaron.

Oktael empezó a volverse un poco más retraído desde una experiencia extraña que tuvo meses atrás en el bosque cercano a la ciudad de Banderlei. No habla sobre ello, pero se ha vuelto más reservado. También empezó a mejorar sus dotes físicas y en la pelea empezó a tener mayor aparición.

Llegados a Lumen, se encontraron con un mandatario que pertenece al senado de la ciudad.

Vale. ¿Así que traes a 15 prisioneros de guerra? ¿y por qué no lo has llevado hasta Pulkria? Estoy seguro que te habrían pagado mejor que yo.

No te equivoques, los esclavos me interesan. Pero no entiendo porqué vendrías hasta aquí.

No podría costearme el viaje. No quiero seguir participando en los asuntos de esa guerra, además. Si sigo comerciando tanto con ellos, luego tendré problemas para acudir a Roland – comenzó a reírse.

¿Algo más que necesites?

Bueno, llegaron noticias de que el hijo del general Ussanos estaba siendo sitiado. Pero no tenemos la menor idea de que estará pasando allí. ¿Crees que tú y tus hombres podrán ir para rescatarlo?

Será bien recompensado, eso es seguro. Aunque también existe la posibilidad de que mueran todos.

Se mantenía con una presencia impoluta. Frío, distante, no parecía tener problema al decir que todos morirían en el intento.

No será problema para nosotros. Iremos allí ahora mismo.

Finalmente salieron del gran salón donde habían sido recibidos. Se dirigieron hasta una posada cercana donde aguardaba el resto de la guarnición, la cual esperaba las órdenes de su principal.

Alfred se observó a todos los presentes, y se acercó a Polux.

Quiero que les comuniques a todos lo que haremos ahora.

El veterano mercenario asintió a su jefe y tras despedirse con el característico saludo militar, aunque con el rostro serio, se alejó para informar al grupo.

Al salir le dijo a William que reuniera al resto de los mercenarios, y una vez todos presentes, procedió a transmitirles las órdenes de Alfred:

-Señores, tenemos un nuevo objetivo, y nos van a pagar generosamente por ello -dijo con una sonrisa y la esperanza de que eso animara a aquellos hombres- tenemos que averiguar qué está pasando con el hijo de un general de Lumen, un tal Ussanos, y rescatarlo; pues al parecer está sitiado -dijo en tono distendido para luego cambiar a uno mucho más serio- eso sí, os aviso que es una misión con alto riesgo de muerte, así que no penséis que se tratará de capturar a simples deserteros, esto es mucho más serio ¡¿entendido?! -dijo con una exclamación final para que les quedase claro- así que rezad al dios de los desgraciados, quien quiera que sea, reunid vuestros pertrechos y las monturas pues partimos ya -expuso finalmente para luego relajar su rostro, darse la vuelta y hacer él lo mismo hasta que el cabrón de su superior les diera la orden de marcha.

"Ese cerdo en cuanto oyó que la recompensa seria grande no se lo pensó ni un segundo, al menos ya me he asegurado que el resto lo sepan por lo que lo tendrá muy difícil para quedarse con la mayor parte" pensaba para sí mientras preparaba su caballo junto a Willian y a Varen, por si deseaban preguntarle algo en concreto.

Reuní a los soldados como me habían indicado. Tomé mi armadura y mi espada, y preparé la montura junto a Pólux. Mientras, le vi al rostro y le dije:

-Vaya Pólux, creo que el Jefe nos quiere enviar a nuestra propia muerte por unas cuantas monedas. Como somos amigos, te admito, da un poco de enojo saber que nuestra vida vale tan poco. Desde hace meses he estado discutiendo con Alfred al respecto, cada vez las batallas son más difíciles, cada vez la comida es menos y las ganancias empeoran ¿Has hablado con él al respecto? El me dijo que era para probarnos, y al principio lo entendí, sin embargo, llegará el momento donde terminaremos muertos.

Ensillé el caballo. Hice un silencio mientras esperaba la respuesta de Pólux.

Bajo el radiante sol se hallaba Lucas. Este se sentía fatigado luego de estar viajando por tanto tiempo.

Ya había pasado más de 4 días desde que salió de una pequeña aldea dónde se hospedó bastante tiempo, ya agotado por su interminable búsqueda del grupo de muchachos que salieron de la ciudad de Pulkria. Podrida hasta la médula, aún llevaba consigo la cabeza de Astrid.

Cuando Lucas habló con el armero en aquel puesto cercano a Banderlei, no supo decirle mucho sobre el destino del grupo de mercenarios. Fue de pueblo en pueblo, trazando varias lineas posibles que el grupo pudiera haber realizado, pero no había caso; nunca pudo dar con ellos.

En su camino se enfrentó con algunos bandidos nocturnos que buscaron matarlo para robarle. Siempre triundante, Lucas demostró sus dotes en la lucha. Aguerrido y fuerte. En una emboscaba, sin embargo, se le produjo una fuerte cicatriz muy marcada en el rostro que atravesaba su ojo izquierdo. No perdió el mismo, pero la cicatriz jamás se borró.

Finalmente, su viaje lo terminó llevando hasta las puertas de la ciudad de Trovelli, en el reino de Lumen. Dejó su caballo en una posada, y para su grata sorpresa, por fin pudo ver algo que le parecía familiar. Este divisó a uno de los hermanos Weinmann, quien entraba a la misma posada donde tenía planeado ir.

Si entrase, vería al grupo de mercenarios que antes habia conocido. Todos estaban allí, como esperando alguna orden para partir.

Solté una risa maltrecha tras el discurso tan motivador de Pòlux. Lo triste era que la vida como espada a sueldo traía poco placer y demasiado riesgo... ¡Lo unico que motivaba el seguir viviendo eran las visitas a los burdeles! Pero con el sueldo, era trabajo arduo darse un lujo de calidad. Equipe mis desgastadas piezas de armadura, que a mi pena eran reemplazos de mi armadura de cuero fiable, que antaño había servido tanto y que ahora yacía flotando en algún río mientras se pudria. Solté un suspiro con ápice de esperanza vaga, tras dirigirme a William. 

-Si vamos a acabar muertos, que almenos sea sintiendo la intensidad del arte de la guerra. ¡Almenos permitamonos caer con una sonrisa! Y si no morimos contentos, ahoguemos nuestras penas en alcohol.-Comentaba aun con aires de alicaído. ¿Cuanto habría pasado ya desde que no disfrutaba un combate? Aquellos blancos con los que había tenido que lidiar en su vida como mercenario no eran más que mero entretenimiento, ¡Un bufón divertía más!.-Por cierto, Pòlux, ¿Nos queda alguna ballesta en el arsenal? He de probar si no he perdido mi toque clavando pernos desde la distancia, hasta nos debería de ser útil para nuestra siguiente danza con la muerte. 

-Debe haber una ballesta junto a las armaduras, pero está oxidada. Si eso no te molesta, puedes tomarla, los pernos se encuentran en el fondo del barril donde están las flechas.

El capitán agradeció que William le aclarase aquel asunto a Charles. No obstante, aunque admiraba la entrega de éste último no sabía si podía confiar enteramente en él. Por ello, al escuchar lo que le comentaba William, se lo llevó a parte, junto con Varen y habló en voz baja con ambos...

-Joder William, ¿es que quieres que nos maten a todos por criticar al jefe? -preguntó bastante preocupado de que algún fiel de Alfred lo haya escuchado.

Luego miró a su amigo Varen y le dijo:

-Compañero, creo que el caballero no es ningún idiota y ya ha demostrado que podemos confiar en él, así que lo mejor será que lo sepa todo... -dijo esperando la aprobación del mercenario, tras la cual asintió a éste y continuó hablándole a William diciendo- eso que has percibido muchacho, es lo que llevamos sufriendo toda la vida aquí, Alfred sólo mira por Alfred, y le da igual que muramos todos con tal de ganar más gloria y oro para sí, es el peor jefe mercenario que he tenido nunca y eso no es poco; es por ello que Varen y yo siempre intentamos putearlo en cuanto podemos, porque ese cerdo se lo merece, y si no miramos nosotros por los hombres nadie lo hará -dijo orgulloso de al menos tener la conciencia limpia en ese punto- es por ello que planeamos desde hace algún tiempo, derrocar a ese malnacido, pero desafortunadamente ya has visto que el resto de mercenarios no nos tiene mucho aprecio, pues son idiotas que se olvidan de todo lo que les ha jodido Alfred en cuanto este le da un poco de oro y unas putas, y se gana su lealtad sin más problemas -dijo en actitud crítica hacia el resto de veteranos mercenarios- pero algún día su opinión flaqueará, y entonces aprovecharemos para vengarnos por tantos años de afrenta y dirigir esta compañía como se merece, ¿que me dices caballero? ¿te unes a nosotros? si tienes tan en alta estima el honor, espero que nos apoyes -dijo finalmente colocándole una mano en el hombro en gesto de confianza.

Has hablado bien, Polux.

Varen se mantuvo callado en la charla, enfocaba sus ojos con atención total a los de William, como queriendo descifrar cada pensamiento que tuviera en su cabeza.

Junto a ti, nuestras chances incrementan considerablemente.

Korthos estaba allí, cerca de la conversación privada de estos. Si le observaras con atención, notarías que está mirando fijamente al grupo.

Es un mercenario del grupo de Alfred, sumamente fuerte e invencible. Nunca le has visto resultar herido por alguna batalla.

Tiene mucho aprecio al lider, y le sigue sin cuestionar ninguna orden. De pocas palabras y mucha acción.

-Pólux... Si haremos esto, nos conviene lidiar con Ruffalo... Al parecer ya sospecha algo, si lidiamos con él y Alfred, tiene que ser por separado. Pólux, Varen... Ustedes pueden lidiar con Alfred. Es el jefe, y seguramente tendrá gente con él, y sería bueno hacerlo cuanto antes. Yo demoraré a Ruffalo lo más que pueda, una vez que Alfred haya caído, si desea continuar luchando, entre los 3 podríamos reducirlo.

Lo dije en un susurro, ya que Ruffalo podía escucharnos. Era un hombre temible, y reconozco que me superaba en combate, y por mucho. Tal vez podría acabar con él si lo tomaba por sorpresa, pero no era mi estilo. Una vez entrené con él, y terminé inconsciente por 2 días...

-Pólux, Varen, más les vale hacer ésto rápidamente, no sé cuanto pueda aguantar a Ruffalo en combate.

Vi las intenciones de Pólux de ser él la persona en luchar contra Ruffalo, pero le dije rápidamente: Pólux, tú eres el próximo a volverse jefe de la banda. No puedes caer contra él, porque incluso si Varen y yo matáramos a Alfred, nadie nos seguiría.

Habían sido muchos días de deambular sin saber si la dirección que seguía era la correcta o no, de dormir a la intemperie o con un ojo abierto en las posadas aunque lo que de verdad le preocupaba era el olor de aquella cabeza. Tarde o temprano llamaría la atención de los carroñeros.

El no tenía mejor aspecto ni olía mucho mejor. Aún llevaba sangre reseca sobre su ojo izquierdo del último enfrentamiento. Una vez que comprobó que el ojo no estaba dañado dejó de prestarle atención. Otra cicatriz para su cuerpo, eso iba con el oficio de soldado – mercenario – se corrigió. Para alguien de su oficio una cicatriz así era casi un regalo. Muchos sentirían la necesidad de apartar la vista de su rostro y otros se sentirían intimidados. No había perdido nada importante en aquel combate salvo tiempo.

Se dirigió hacia Trovelli con la intención de descansar de verdad por fin y quizás darse un baño, eso aún no lo había decidido. Escupió en el suelo – Maldito reino de Lumen – por nada del mundo quería estar allí; pero era el destino de los hermanos y su única posibilidad de encontrarlos pasaba por volver a aquella tierra.

Se sorprendió al ver a uno de los hermanos entrar en una taberna. Desmontó, agarro la bolsa con la cabeza y lo siguió dentro.

Solté una risa burlona al ver el, casi oculto, gesto de desprecio de Polux. Me dirigía ahora al sitio donde descansaban las armaduras, en busca de un arma que posiblemente hiciera más molestia que utilidad. Caminaba entonando una canción que conocía a medias, entonada por mi padre cuando aún seguía latiendo su corazón. 

-... ¡El ciervo no es lo que es! Sus dientes se mancharon de sangre... 

Lucas decidió entrar a la posada. Estaba allí afuera cuando vio a Ahrem, quien entraba a la misma junto a otros mercenarios.

De repente, todas las miradas se pusieron en él.

Entiendo muy bien tu preocupación, pero debemos mantener la calma. Se nos presentará una posibilidad pronto, estoy seguro.

Además, como tu dices, el gigante nos vigila.

Luego vio entrar a Lucas y se quedó extrañado. Apenas le sonaba familiar. Pero en realidad, nunca le había visto. 

Entró en la posada. Allí estaban todos, le había costado encontrarlos; pero al fin los había alcanzado.

–  Siento el retraso; pero me invitaron cortésmente a quedarme unos días, ya sabéis, una de esas invitaciones que uno no puede rechazar – los miró a todos esperando sus reacciones – pero he traído un regalo para premiar el buen corazón de nuestro joven noble – arrojó la bolsa apestosa a sus pies – No te cortes. ¡Y por dios que alguien me traiga algo de beber o es que estamos en las tierras salvajes!