Partida Rol por web

Por fortuna ella nunca había tenido que vivir en una guerra, pero en su reino aún estaba en boca de todos la gran guerra contra el gran mago oscuro, su abuela en ocasiones le narraba lo dura que fue la vida de todos en aquellos tiempos, los campos desolados, hambre, sed. ¡Hasta se secaron los ríos! No quería que otros tuvieran que pasar también por aquello y pondría todo lo que estuviera en su mano para impedirlo.

El resto de sus compañeros parecían estar también dispuestos a ayudar. - ¡Si! ¡Dejadlo en nuestras manos! - Dijo animada alzando los brazos, no podía ser tan complicado entrar en una madriguera al fin y al cabo, aunque esa no era la parte que le preocupaba. - ¿Seremos capaces de terminar con una guerra? 

Los erizos vieron que Komori-san tenía decidido irse ya, pero no sabía exactamente a dónde. Wonderland era verdaderamente extraña, con lugares peculiares y cambiantes. Luego contestaron amables a Dastan.

-¿Qué familia de Alicia?- preguntaron a Dastan, que no debía saber que todos los habitantes de Wordeland eran considerados como la familia de la reina. Era bien sabido que el origen de Alicia era desconocido y su familia eran todos sus súbditos que le rodeaban. –Su familia somos todos, debes ser un extranjero.

Aquellos pequeños guerreros les señalaron una dirección.

-Al acabar el bosque de setas, encontraréis un tablero de ajedrez. Si ganáis la partida a los gemelos Tweedledee y Teedledum, os darán paso seguro. Ellos solo quieren jugar, o cantar, depende- los erizos se miraron entre ellos. –Espero que tengáis suerte, a veces son un poco tramposos, pero si les dices que hacen trampas se suelen enfadar.

Tras las indicaciones lo que pasó es que salieron del bosque de setas gigantes. Bajo ellos se extendía una explanada de árboles y hierbas altas, con menos humedad, para alivio de Sasha.

Cuando bajaron y caminaron algo más, dieron enseguida con el tablero. Alrededor de este los árboles se concentraban, había varias puertas cerradas y la luz se filtraba blanquecina entre las copas de los árboles.

Hooola Tweedledee.  Hooola Teedledum.   Dijo Komori cuando llegaron a aquel claro de tablero de ajedrez.  

¿Andan por acá cerca o allá lejos? 

Andamos yo y mis nuevos amiguis buscando la madriguera del conejo blanco.  ¿Saben por donde está apareciendo en estas épocas? 

Todos sabían que los agujeros de conejos son como las manchas solares.  Sabes que están pero no donde van a aparecer en un momento dado.

Ahora tenía sentido lo que decían —Ahhhh, de acuerdo, pensaba que había oído que había tenido descendientes o algo así —comentó Dastan. —Sí, vengo de un sitio lejano en donde casi todo es agua. Yo mismo soy un poco pez —rió mientras se rascaba el pelo. 

Al final continuamos, en dirección a la madriguera del conejo, hasta llegar a un tablero de ajedrez. Komori llamó a los gemelos. 

—Hay un gran tablero, pero no veo piezas. ¿Cómo se os da cantar?

La idea de Tweedledee y Teedledum me entusiasmó. A mi también me gustaba jugar y quizá fuera divertido conocerles. Si aparte eran fans de las siestas, mejor que mejor. Casi me relamo con la idea de nuevos amigos con los que compartir lo más mejor del mundo. Que sus compañeros de viaje eran amigos, claro, pero a veces compartir aficiones era complicado.

Es por eso que me apresuré hasta llegar hasta el famoso tablero de ajedrez. Ciertamente las motivaciones eran varias, pues conforme los pasos avanzaban las humedad se quedaba atrás y eso era algo a agradecer. 

- Menos mal, la humedad es lo peor... - escalofrío de repelús, tratando de otear la proximidad del destino - ¿Pensáis que falta mucho? 

El pensamiento me iba a mil por hora. Quería conocer ya a Tweedledee y Teedledum, tanto que entrecierro los ojos cuando se supone que llegamos al lugar y no hay rastro de gemelos.

- Quizá están durmiendo la siesta... si habláis muy fuerte se despertarán de mal humor y quizá nos mandan a paseo... - alzo un dedo para lanzar la advertencia.- Shhhh....

Encontrar un espacio despejado era todo un alivio después del agobiante ambiente húmedo de las últimas horas. Al salir a aquella explanada tomó una gran bocanada de aire y lo soltó en un sonoro suspiro. - ¡Al fin...! 

Se paseó por el tablero saltando donde los cuadros blancos, distraída, mientras el resto buscaban a los gemelos. - ¿Puede que nosotros seamos las fichas? Este reino es tan loco... - Se acercó a una de las puertas, la de más a la izquierda, y la miró por un lado y por otro. - ¿puertas que no llevan a ninguna parte? - tomó el pomo y trató de abrirla, por pura curiosidad, antes de empezar este viaje ni lo habría intentado pero ya estaba empezando a acostumbrarse a ver cosas sin explicación para ella y lo mejor era probar.

Llegaron a aquel curioso damero donde se suponía que debían de estar unos gemelos. Pero allí solo había puertas.

Y, además, había que jugar a algo. Kivo no sabía lo que era el ajedrez. Nunca había jugado, pero por la reacción de sus compañeros, supuso que había que moverse por las losas negras y blancas.

Se rascó la oreja y vio a Selenne entrando en el damero, dando saltitos en las losas blancas. ¡Eso era! La siguió paso a paso, saltando con los pies juntos siempre una casilla detrás de Selenne. A donde ella iba, iba él.

—¡Yo sé jugar al ajedrez! Mike, mira por dónde pisas. No puedo creer que no sepas jugar al ajedrez. Pisa solo las blancas. ¡Nosotros somos las fichas!—Selenne lo había dicho, así que tenía que ser verdad. Kivo lo decía convencido.—Este reino está muy loco.—repitió– Las puertas llevan a ninguna parte, Mike.

A la llamada de Komori-san un par de cabezas asomaron. Una tras una puerta y otra desde lo alto de una de las setas. Cabezas pelirrojas con orejas sobre ellas. Orejas como las de Sasha. ¡Antroponekos! ¡Eso es lo que eran los gemelos Tweedledee y Teddledum!

-Parece que nos llama alguien- dijo uno de ellos, el de detrás de la puerta.

-Forasteros que nos invaden- replicó su hermano.

­-Pero quizás podamos jugar- el antroponeko escondido tras la puerta asomó.

-Pues yo preferiría merendar- el antroponeko estirado sobre la seta se estiró y bostezó, en actitud perezosa.

-¿Eso es un log?- se acercó corriendo donde estaba Sasha, sin tocar su log claro. Los antroponekos eran muy sensibles a eso de ser tocados por alguien ajeno. Antes le olisqueó alrededor.

­-¿Tiene un log?- Sasha tuvo enseguida dos pares de ojos gatunos, observando eso que colgaba de su cuello.

Orejas de punta, pituitaria activa por mil, casi frenéticos sus receptores. Olfateos al aire, inhalantes. Casi puedo sentir esas orejas sin necesidad de verlas. Se sienten en la forma en que el aire se mueve, meciendose y esparciendo por las cercanías una boria de feromona de pereza y un poquito de pelo gatuno. Más olfateo. Éxtasis. 

- ¡Antroponekos! - grito alzando los brazos, porque siempre era bueno encontrarse con un paisano... siempre y cuando no te robara la merienda. Aunque, al fin y al cabo, estábamos en mi tierra. Con ello, no muy lejos de allí se encontraría Kerpilinean, con el abuelo, padre, madre, sus gentes durmiendo siesta... O al menos eso esperaba ¿No? ¿No? ¿A cuánto estaría mi hogar de aquí? Estando en Wolderland podría ser cualquier cosa.- ¿¡Hay merienda!? ¿Donde? - interrogo exclamando, satisfaciendo así mi orden de prioridades.   
 

Pero no tardo en verme invada por los gemelos, que parecían muy interesados en mi log. Como acto inercial, tengo que sacar pecho con orgullo de mi log. Me lo dio el abuelo, antes de partir. Para un antroponeko, el log era una señal sagrada de autoaceptación y orgullo racial. Por eso, aunque luciéndolo, cuido bien que no vayan a tocarlo. Es mio.  

- Es un log... - asiento, confirmándles y fijándome si ellos tienen los suyos- ¿Qué hacéis aquí? ¿Os habéis perdido? ¿O es que aquí hay buena comida? ¿Es verdad eso de que hay descanso? Yo soy Sasha, del clan Yagami.  

¡Hola los tweedlees!  -dijo Komori-san, contenta de verlos, con todo y sus orejas bien aseadas.  Lo bueno es que la guerra entonces no había llegado hasta acá. 

Te-tenemos un favor que pedirles.  -dijo, ligeramente inclinándose hacia adelante, en muestra de respeto y esperando su gracia. 

Estamos buscando al Conejo.  Y me dijeron unos amigos que ustedes sabían por donde estaba su madriguera actual. 

¿Nos podrían ayudar? 

Hizo de nuevo una reverencia hacia adelante, con las manos unidas, muy al estilo de propiedad maravillense del este.

Y en mitad del Reino aquel, habíamos encontrado antroponekos. Lo único bueno era que no parecían enfadados, no les habíamos despertado en mitad de una siesta. Se centraron rápidamente en Sasha, como era normal. Si yo fuera un antroponeko también me centraría en ella. Y si no.

—Ya están hablando de merienda... —luego dormirán, no sin antes moñearse. 

Sasha hizo los saludos raciales. Iban acerca de un log, y Dastan no recordaba qué era eso. Komori fue directamente al grano y Dastan esperó. 

No creo que sea tan fácil, aquí todas las criaturas reciben un placer casi infantil en molestar y hacerse las difíciles. 

El antroponeko sobre la seta solo mira desde arriba, el otro se acerca a mirar con pupilas bien dilatadas el log de Sasha.

-No, no tenemos un log. Nos fuimos antes de que se nos diera uno, la guerra exilió a mamá- dice uno de ellos. –Ahora vivimos aquí, es divertido. Bienvenida Sasha, del clan Yagami, y amigos.

-Para la madriguera del conejo llegar, un buen rato debemos pasar- dice el antroponeko de encima de la seta. –Estamos aburridos, haced de esto algo divertido- señaló el tablero que había bajo ellos.

—Gracias por las bienvenidas. ¿Algo divertido? —dijo Dastan. Los antroponekos miraban al tablero. Querían que les alegrásemos la tarde o algo así. A cambio, nos dirían donde estaba la madriguera del conejo. Debía ser alguna tradición local. Y no podíamos ir contando a todo el mundo lo de nuestra misión y la importancia de encontrar a Alicia. 

—¿Qué os parece una carrera de brincos con los pies juntos por las losas negras? ¿Alguno cree que puede ganarme?— Dastan había pasado más tiempo en el agua que fuera y todo lo que fuera "caminatación" y las cosas que se podían hacer fuera del líquido elemento le parecían divertidas, como una piscina para el resto. 

¿Podría ser un juego como el de "avión"? 

Komori tomó un poco de piedra suave de color interesante y la empezó a usar como gis (tiza) sobre el piso, trazando un como avión.  Tomó otra piedra y la lanzó a algún número.  

¿Quien quiere ir primero?  Recuerden saltar con un sólo pie si hay una sola loza, y con los dos si hay dos en cada fila.  Y pues si hay tres... (dibujó uno con tres en una fila, la tercera) a ver cómo le hacen.   Ella había sido buena para ello, y todavía a su edad, podía hacerlo, los nietos la mantenían ágil para ello.  

Miro con extremado drama a los gemelos, ¡Habían tenido que irse antes de conseguir su log! Esa era una de las peores coas por las que podía pasar un antroponeko, después de una dieta o de no poder dormir la siesta en toda la semana. ¡ERA EL HORROR! Les miró con pena y siento ganas de darles un par de palmetazos en la espalda en modo de consuelo. Si,  y lo hago, al que está abajo a mi lado.

- Lo siento - le digo, para después escuchar acerca del juego que nos proponen. Los erizos pelusones ya nos había advertido sobre esto, así que no entiendo las propuestas de mis compañeros. ¿Estaban tramando algo? ¿O es que se habían olvidado de las palabras de los soldados - Creo que quieren jugar al ajedrez... - miro a Komori que entusiasmada ya trazó en el suelo esa cosa tan rara. - O cantar, quien sabe...

Kivo se sorprendió de encontrar allí a dos primos de Sasha. Olían un poco como ella, así que debían ser de su misma familia. Se presentó con su acostumbrada reverencia, una rápida inclinación con las piernitas juntas, la espalda recta y los brazos en los costados.

–¡Hola! Yo soy Kivo.

Le tironeó de la falda a la antroponeka.

—¡Sasha! Yo sé jugar al ajedrez–indicó, mirándola desde abajo–. Estaba jugando ahora, me ha enseñado Selenne. Hay que saltar de blanca en blanca. ¿Me dejas jugar con tus primos, Sasha?

Kivo había estado jugando al ajedrez tal y como la valiente muchacha le había enseñado hacía un momento. En realidad parecía casi el mismo juego que el que proponía la señora Komori. ¡Así todos contentos!

Los antroponeko se miran entre ellos y el que está en lo alto baja. Niegan ligeramente a eso de jugar a saltar, no les parecía lo suficiente divertido. Ahí no había ganadores, ni perdedores. Ese juego era aburrido, muy aburrido.

-¿Y qué pasa con los que ganan? ¿Qué tienen como premio?

-¿Y qué pasa con los que pierden? ¿Huirán con apremio?- dijo su hermano confuso y se rascó la cabellera pelirroja pensativo. No estaban convencidos. –No, no, tendréis que proponer otra cosa.

O tendréis que marcharos con vuestra antroponeko hermosa- respondió el otro gemelo.