Partida Rol por web

Komori le dió un cariñito a Kivo.   No te preocupes pequeño, luego jugamos ajedrez a como lo hemos inventado ahorita, o como nos guste más.  Yo no podré saltar mucho, pero el bastón me ayudará con alguna de las maniobras, verás. 

Kivo asintió con seguridad cuando Selenne le dijo que había hecho buen trabajo y se sintió apremiado por una prisa a la que se rindió y de la que se contagió sin saber muy bien por qué. Tampoco sabía qué había pasado, pero le pareció que habian ganado la partida a los primos de Sasha. Así que caminó resuelto en la dirección que le mandaban los demás.

—Lo hemos hecho muy bien—se dijo, convencido.

Por lo visto, el ajedrez era un juego muy raro. La señora Komori propuso jugar más tarde, pero Kivo se encogió de hombros.

—Por mí bien, pero hay juegos de saltar y cantar más fáciles que el ajedrez. ¡Pero me pido ser la torre! Es la mejor pieza que hay de todas. ¿Merendamos ya?

Los otros hablaban de pasteles, así que algo debía de estar cociéndose.

Caminaron y caminaron por el camino que los antroponekos señalaron, estos no parecían dispuestos a acompañarles, ni por un pastelito ni por medio. Ni siquiera les desearon buena suerte a los viajeros, pues pensaban que tan maña hazaña no lograrían.

Poco a poco el camino comenzó a verse pavimentado pero algo abandonado y al cabo de un rato llegaron a las puertas de lo que parecía una ciudad en ruinas. Sasha sabía bien a quién había pertenecido aquella ciudad, a los antropoinus. Parecidos a los antroponekos pero sus rasgos eran más cánidos que felinos.

La ciudad estaba abandonada desde hacía mucho, todos en Wonderland lo sabían. Nadie sabía qué había pasado con esta raza, pero habían desaparecido del reino sin decir ni guau. Las casas les miraban oscuras y desiertas mientras ellos continuaban hasta la plaza de la ciudad, donde estaba la Gran Chansu.

La Gran Chansu era una estatua enorme que decidía el azar de los antropoinus. Todas las decisiones importantes las dejaban en sus manos y en sus dados virtuosos, los cuales portaba sobre sus manos. Muchos en wonderland pensaban que la desaparición de esta raza del reino se debía a alguna decisión no demasiado acertada por parte de la Gran Chansu.

Hola Gran Chansú. -dijo Komori-san con una reverencia cuando llegó a la plaza central.   Venimos buscando las piezas de un juego de ajedrez, que como no es un juego de azar, no ha de ser algo que tú quieras guardar. 

¿Nos las podrías prestar?

Sasha nos incica el camino. Nos largamos sin darles pastelillos. Esos que debíamos tener pero que Dastan no había probado. ¿Por qué siempre me darán las verduras y nunca pastel alguno? ¿Me verán en edad de crecer?

Kivo estaba convencido de que lo habíamos hecho genial, pero en realidad... en realidad no habían hecho nada especial. Simplemente habían aguantado con las cambiantes condiciones del país hasta que se presentó una opción más favorable. 

Y ahora llegaban a un lugar vacío, sin habitantes ni nada, pero se sentía como lleno de luz, era extraño. Dastan ya ni se acordaba para que estaban allí, todo le mareaba, como las ciudades tan lejos del mar, sin viento. 

Komori comentó lo que veníamos a buscar. Sí, piezas de ajedrez, para ganar a los antroponekos y les dijeran...

—O si no, ¿Podrías decirnos donde está el conejo? Queremos encontrarlo antes de que muera de viejo —empezaba a adaptarse al lugar. 

Una enorme ciudad completamente vacía. - ¿Qué lugar es este? ¿Por qué no hay aldeanos? - No se veían luces ni movimiento y a diferencia del resto del reino, en ese lugar solo se escuchaba el sonido de sus pasos y el rugir del estómago de alguno de ellos ¿Tal vez Sasha?

Definitivamente si existía un reino que fuera la completa antítesis de Hyrule, ese era Wonderland. Donde en uno reinaba el orden en el otro reinaba el caos, le costaba entender que fuera un reino medianamente estable y que pudiera haber una ciudad completamente equipada totalmente vacía. - ¿Qué pasó aquí? - No le terminaba de gustar aquel lugar, tenía constantemente la sensación de que le iba a salir de alguna vivienda o esquina cualquier chiflado, diciendo cosas que no alcanzaba a comprender, como los gemelos, de los que no entendió la mayor parte de la conversación. – Al menos no hay puertas que van a ninguna parte.

Al llegar a la estatua asintió a las palabras de Dastan. – Preferiría evitar jugar al ajedrez con esos 2, si fuera posible. – Susurró al resto y se adelantó unos pasos para hablarle a la estatua. – El conejo nos tiene más preocupados, Gran Chansu.

El tufo, ese olor que martilleaba mi pituitaria delataba el lugar donde nos encontrábamos. Tengo que bufar con disgusto, que mal todo.

- Uh, hogar de antropoinus - digo haciendo un mohín y aclarado algunas dudas que se lanzan a modo de pregunta - Qué pestazo ¿no lo notáis? - me tapo el hocico. - Ellos habrán desaparecido pero han dejado su olor por todas partes... Dicen que hacían pis en las esquinas de sus casas para saber de lejos de quien es cada una. Que guarros... - añado con la voz amortiguada por mi mano. 

Los compañeros comienzan a preguntarle, pero si era verdad lo que se decía, quizá la Gran Chansú no fuera tan buena consejera o lo que sea que fuera. Por eso la miro con cierta desconfianza y espero a ver qué nos tiene que decir, si era así como funcionaba el ritual.

La gran Chansu movió sus brazos intermedios para anunciar que iba a hablar y lo hizo con una voz que retumbó en toda la plaza de la ciudad. Incluso entre los edificios ahora vacíos y silenciosos. Las campanas que llevaba en esas manos sonaron con un tintineo metálico, largo tiempo olvidado.

SI QUERÉIS ALGO, JUGUEMOS.

Dijo con una voz con eco, que no parecía provenir de los edificios. Abrió sus dos manos inferiores y mostró sus dados de la suerte.

CONTESTARÉ DOS PREGUNTAS, ELEGIRÉIS PAR O IMPAR Y LUEGO LANZARÉ AMBOS DADOS. UNO POR PREGUNTA.

Parece que no quería ponérselo tan fácil aquella estatua, o deidad, o lo que fuera.

ELEGID SABIAMENTE VUESTRAS PREGUNTAS.

Los viajeros debían de consultarse entre ellos qué preguntar, pues no habría segundas oportunidades. Tampoco estaban seguros de si obtendrían ambas respuestas, pues debían elegir para cada dado si la tirada sería par o impar.

Komori-san indicó con un gesto al Gran Chansú que conversarían entre ellos un poco antes de decidir. 

Se hizo un tantito para atrás, e invitándolos a todos a formar un círculo, planteó lo siguiente:

La pregunta más directa sería: "¿Cuál es la ruta más corta y más segura para llegar al Conejo Blanco?". 

Una más segura, por lo de los primos de Sasha, sería, "¿Donde podemos encontrar un ajedrez para llevarlo a jugar con los Tweedles?"

¿Qué otra cosas se les ocurre? 

Tras una caminata más, llegaron a lo que parecía ser, por fin, una ciudad. Kivo era un oobi silvestre, más amigo de los campos y los bosques que de las ciudades. Pero le parecía positivo que, tras tanto dar vueltas por aquella tierra tan extraña, encontraran por fin un sitio donde quedarse un rato.

Seguro que había por allí alguna posada con una buena chimenea.

Pero muy pronto le pareció que aquello era extraño. ¿Dónde estaba la gente? ¿Estaban escondidos?

—Presta atención, Mike. Esto es muy raro.

Kivo miraba de reojo a las puertas desiertas ante las que pasaban. Le daban yuyu y tragaba saliva, pero caminaba tiesito y a grandes zancadas para disimular, adelantándose unos pasos al grupo y acelerando cuando pasaba frente a cada una de esas bocas.

—¡Por aquí bien, podéis pasar!

Al final llegaron a una especie de plaza donde hay una estatua de una señora con muchos brazos. Se acordó de Loreta, la araña gigante de Brisaviva, la aldea de Kupu el Amable, el oobi de la presa. Loreta era igual de grande y tenía muchas patas y tejía los mejores jerséis del bosque de Faerys.

—¿Conoces a Loreta, Mike?—preguntó Kivo mientras los demás preguntaban cosas a la estatua. Pero antes de que el poni con jersey pudiera responder, la estatua habló.

Kivo pegó un respingo.

—¡Que habla y todo!

Escuchó atentamente y entendió que había que preguntar cosas. Dos cosas. Lo de los dados no lo entendió y se adelantó unos pasos para preguntarle a la gran Chansu si podía explicarlo de nuevo.

—Hola, señora Chansu. Yo soy Kivo—hizo su clásica reverencia—. ¿Puedo saber qué…?

Pero antes de que pudiera seguir, Mike mordió a Kivo en el sombrero y tiró de él hacia abajo, calándoselo hasta el hocico y luego llevándose al oobi a rastras hasta donde el grupo cuchicheaba.

—¡Mike! ¿Qué haces? ¡Suéltame!  ¡Esto es serio!

Dastan abrió mucho los ojos cuando escuchó a Kivo, con todas sus buenas intenciones acercarse a preguntar... pero justo Mike se interpuso. Si aquel pony con jersey era el más listo (y rápido) de todo el grupo. Le palmeó el lomo. 

Se acercó a sus compañeros y escuchó las preguntas de Komori. 

—La pregunta más segura —dijo al resto—, creo, es preguntar por la ruta para llegar al conejo blanco. Como no sabemos cual va a responder, podemos preguntar también la ruta para encontrar las piezas del ajedrez. No creo que sepa donde está Alicia, pienso por alguna razón  que sólo el conejo lo sabrá. 

Se suponía que los meteomagos eran inteligentes, pero él no podía idear algo mejor que eso. 

Ante las propuestas de sus compañeros Selenne asintió lentamente, cruzada de brazos. - Pero si nos responde a lo del conejo ya no necesitaríamos las piezas para nada, ¿no? - Igual al resto les apetecía jugar al ajedrez, pero a ella no demasiado. - ¿Es porque no queréis engañarlos? - Hasta ahora había agradecido la sinceridad y la inocencia de sus compañeros y no iba a ser ella la que los iba a empujara a hacer una mala acción.

- Mmmmm. - Volvió a asentir. - Como queráis, me parece bien.

Lo que pasa, Selenne, es que es a la suerte si nos ha de responder a la pregunta, y el preguntar tanto lo del conejo como lo del ajedrez es para diversificar el riesgo.  -Usó unas palabras muy meteomágicas.   

Si supiéramos que siempre nos responderá bien, y que sabe la respuesta, bastaría con sólo preguntar lo del conejo.  Pero como es posible que no lo sepa, o que la suerte haga que no nos conteste, es bueno tener la pregunta de ajedrez de respaldo. 

La alternativa creo, sería preguntar dos veces lo del conejo, pero nos arriesgamos a que no sepa la respuesta.  Y parecía que realmente la respuesta sólo la sabían los tweedles.  O preguntar en ambos casos lo del ajedrez, pero no se si deben ser preguntas diferentes.

Doña Komori cambió de posición, ahora recargándose con la otra mano sobre el bastón.  

Había un acertijo similar con dos puertas, una con un cuidador que siempre decía la verdad y otra con otro que siempre mentía, y una de ellas llevaba al lugar buscado y la otra no, pero una no sabía cual era cual. 

La forma de resolverlo era.... -pareció dudar un poco al responder- preguntarle a cualquiera de ellos, cual sería la puerta que el otro señalaría como la puerta que abre al camino correcto.

Fíjate cómo cubre todas las posibilidades. -Parecía Komori que estaba en una de sus clases de lógica ilógica maravillense.  

1. Si le pregunta al mentiroso, señalaría a la puerta incorrecta.
2. Si le pregunta al honesto, señalaría a la puerta incorrecta.

Es entonces que siempre siempre, al no saber quien es quien, se debe elegir la puerta no señalada. 

Pero claro, aquí enfrentamos otro tipo de acertijo, uno que yo no conocía, al parecer.  Y es emocionante pues una siempre está en búsqueda de nuevos acertijos para resolver.  Puede ser sólo suerte y ya, o encerrar otro truco una vez tirados los dados.

Los pobres perrhombres y perrimujeres han de haber caído en uno de esas trampas lógicas y por eso ya no están aquí. 

Pero bueno, hay consenso, haré mis dos preguntas, ¿está bien? 

Los miró buscando su aprobación.  Si nadie decía nada se acercaría.   O si alguien se adelantaba, le dejaría los honores.

Me acerco al corrillo formado por el resto de compañeros, observando graciosamente como Kivo también tiene sus mas y su menos con Mike, que nos salva de que Kivo desperdicie una de las preguntas. El olor canino me ofusca, pero trato de concentrarme en la conversación, lo cual me cuesta bastante y más cuando Komori empieza a enrrollarse de aquella forma. La vejez en algunas razas era terrible. Los antroponekos lo único que hacíamos a edad avanzada era dormir y almacenar en las lorzas todo lo que comíamos. 

Asiento un par de veces cuando parece que llegamos a un acuerdo y avanzo unos pasos del grupo para formular las preguntas. No porque me haga ilusión encabezar nada, sino para acabar rápido con aquello e irnos ya de una vez lejos de este pestazo. 

- Hola gran Chansu, me llamo Sasha - me presento y luego formulo - Nuestra primera pregunta es... ¿Cual es la ruta para llegar al conejo blanco? - hago una pequeña pausa - Y la segunda... ¿donde podemos encontrar piezas de ajedrez?

Ah, y escogemos pares en ambos casos.

La Gran Chansu primero tiró su dado de la mano derecha, dejándolo caer sobre la plaza y retumbando el sonido entre los edificios fantasma. Una capa de polvo se elevó e hizo estornudar a los presentes, sobre todo a Mike que frotó su hocico contra el hombro de Kivo. El dado mostraba un solo punto en su cara superior, habían elegido mal parecía.

EL DADO HA HABLADO.

Dijo en lo relativo a la ruta para el conejo blanco. Después su mano izquierda dejó caer el dado que sostenía y levantó otra capa de polvo, que hizo a Mike retroceder molesto y relinchar. No le caía bien esa tal Chansu que estaba provocándole alergias y malestar. El segundo dado mostró dos puntos en su cara superior, número par.

EN EL CLARO DONDE VIVE CHESSHIRE, AHÍ LOS PODÉIS CAZAR.

Y tras lo dicho, recuperó sus dados y volvió a tomar su posición inicial.

SUERTE, VIAJEROS. EL VIAJE LLEGA A SU FIN Y MUCHO EN JUEGO ESTÁ. TENED MI BENDICIÓN.

A sus palabras siguió una especie de aura mágica que envolvió a los viajeros, con la que no solo se sintieron más fuertes y osados, sino que aquello aumentó su suerte para lo que restaba de viaje sin saberlo.

¿Cazar?  ¿Estaban vivos? 

Komori trató de recordar, siendo maravillense ella misma, donde era el claro en que vivía buena parte de su día aquel gato que de invisible podía ser todo menos su sonrisa. 

La gran Chansú sólo nos dijo donde estaban las piezas de ajedrez. Pero mencionó que había que "cazarlas". Komori también se hizo la misma pregunta en voz alta. 

Dastan la miró —¿Hay piezas de ajedrez vivas en el país de las maravillas? —Tampoco tenía demasiada intención de hacerlas daño... pero en aquel sitio... igual eran pedazos de madera que se movían.

—¿Sabes como llegar al claro ese donde vive Chessire? ¿Chess? ¿Ajedrez?

Miró al resto por si habían comprendido algo más u otra cosa. 

Observé el movimiento de aquella estatua, ansiosa de saber que suerte nos depararía. Guardaba en mi cierto recelo, pues la fama de que no era tan acertada a veces era bastante conocida. Y no me gustaría complicar el camino, porque eso quita siestas, todo el mundo lo sabe. 

Las capas de polvo que se levantan con las tiradas me hace estornudar y cubrirme los ojos, emanando de mi nariz en uno de los espasmos cierta cantidad de moco acuoso que trato de limpiar en las faldas de Komori si que está se de cuenta. ¡Obviamente no lo iba a hacer en las mías!

Tengo que mirar con humor a Dastan, que parece que aun no se ha dado cuenta de donde está. Le doy unas palmaditas en el hombro, limpiando ahi lo que queda de fluido mucoso. 

- Hay de todo en el país de las maravillas, nos podemos encontrar cualquier cosa - le digo de buena fe, pues mi pueblo vivía en aquellas tierras y no habíamos visto ni la mitad de bizarradas que existen por aquí. 

Creía saber donde quedaba el claro del que habla la Gran Chansu.

- Creo que yo si se llegar - informo al resto, de la pregunta que hace Dastan.