Partida Rol por web

Coriander se apresuró a cargar la ballesta y disparar al monstruo restante, pero el pulso la traicionó y la flecha dio contra la roca.

Kevveon, mareado todavía del último ataque, consiguió cargar la ballesta con mucho esfuerzo y apunto casi sin saber como. El virote salió volando con rapidez y se clavó en el mantooscuro, clavándose profundamente.

-¡Basta ya!- gritó perdiendo los nervios. El monstruo quedó inmóvil y sin vida.

Ioseph retrocedió para salir del área de oscuridad. Sólo veía a Cage, y a duras penas, porque no llevaba ninguna luz, pero ya no se oían gritos ni golpes.

-¿Estáis todos bien? -gritó a la negrura mientras se frotaba el brazo herido.

Chasqueé la lengua, molesto conmigo mismo por haber fallado todos y cada uno de mis ataques. Busqué las flechas que había malgastado para intentar recuperarlas.

-Yo estoy bien, no me ha llegado a dar.

-Yo no... Esa bestia casi me abre la cabeza- Sentó en el suelo para descansar un poco, todavía seguía mareado.

El elfo parecía inseguro y molesto por su incapacidad para reaccionar ante el peligro. Golpeó el mantoscuro muerto con el báculo hasta que se le salieron las tripas por el agujero del virote. Entonces hizo una mueca y se apartó.

-Si al menos pudiera... Maldita sea.

-Yo estoy bien. ¿Quieres un poco de agua, Kevveon? -preguntó Anevia-. Ya sé que es poca cosa, pero no soy sanadora.

Horgus había perdido parte del color. La perspectiva de que algo pudiese caer del techo y comerle la cabeza le había terminado de aterrar.

-Bien, sería bueno que supierais que, si consigo salir de aquí con vida, os daré mil monedas de oro. -El aristócrata se secó el sudor de la frente con un pañuelo bordado-. Es una buena oferta, ¿no os parece? Lo único que tenéis que hacer es mantener esas cosas alejadas de mí...

Kevveon hizo caso omiso de las palabras de Horgus, aquel no era el momento. 

-Gracias Anevia- Tomó un sorbo-. Más nos vale encontrar pronto una salida... o formaremos parte de los habitantes de este apestoso lugar.

Me brillaron los ojos con las palabras de Horgus. El hombre empezaba a caerme mejor.

Sí, será lo mejor. Estamos tentando demasiado a la suerte, hay que salir de aquí cuanto antes. La salida no debería andar lejos... Miré a Coriander y seguí hablando, con cierto tono de disculpa. Tal vez se encuentre en la ciudad. Si no la encontramos allí volveremos a buscarla. Tienes mi palabra.

-Tengo un buena sensación al respecto, Cage, no te preocupes.

Las palabras de Horgus no pasaron desapercibidas a Coriander. Aunque había sobrevivido con poco en los bolsillos no le vendría mal tener algo más de dinero para cuidar de Anay. Sin embargo no quería parecer avariciosa y maleducada, así que prefirió dejar la mención del premio en el aire y acercarse al tiflin.

-Espera... -dijo, mirándole con recelo al principio. Nunca había visto uno de cerca y parecían tan demoniacos como le habían contado. Algo en él la invitaba a alejarse. Los hijos de celestiales y los hijos de infernales no estaban hechos para congeniar-. ஶாநாசிஒங்...

Las manos de la bruja brillaron y la luz pasó a través de las puntas blanquecinas de sus dedos para llegar a la piel rojiza del tiflin y de ahí a sus heridas.

-Gracias...- Se quedó mirándola por un momento, como hechizado por algo más que el conjuro de curación.- Vuestra voz suena armoniosa cuando habláis en dracónido... fascinante.

-Eso no es necesario, Horgus, pero gracias. -Ya recuperado se acercó a los demás y, como Anevia estaba con Kevveon y Horgus no parecía por la labor se quedó cerca del elfo por si necesitaba ayuda-. Lo mejor es que sigamos adelante. 

-Sed muy precavidos. No sabemos hasta dónde han evolucionado los mestizos ni si son hostiles.

-No te preocupes, no pretendemos enfrentarnos a ellos, solo salir de aquí cuanto antes. Sin embargo no estaba muy convencido de que pudiéramos conseguirlo, al fin y al cabo ellos vivían aquí, así que conocerían las cuevas como la palma de su mano. Sin embargo, nosotros nos estábamos guiando por la intuición.

Avanzar parecía una buena idea, pero cuando entraron por el pequeño resquicio de la cueva y vieron el fuego al fondo de la siguiente sala, se imaginaron que no todo sería tan fácil. Un enano de ojos enloquecidos los señalaba con terror.

Vestido con viejas ropas de aventurero y armado con una ballesta ligera y una daga, el enano tenía ojos de loco y una voz tan potente como rota.

-¡¡¡AAAAHHH!!! ¡¡ME HABÉIS ENCONTRADO!! -El enano pronunció unas palabras mágicas y su contorno se volvió borroso y confuso, como si allá donde había estado y donde estaría se hiciesen visibles al mismo tiempo-. ¡¡PERO NO ME DEJARÉ ATRAPAR!! ¡¡¡AAAAAAAAAH!!! ¡OS MATARÉ! ¡OS MATARÉ A TODOS!

Kevveon entrelazó unas hebras sueltas de una de sus mangas mientras pronunciaba unas palabras en un idioma que a oidos de los demás sonaba demoníaco y oscuro.

-¡אַטאָנטאַטע!¡אַטאָנטאַטע!- Repitió, señalando al enano enloquecido

El enano barbotó algo sin sentido cuando se vio confuso y lento.

Avancé mientras cargaba una flecha en su arco, intenando aprovechar ña ventaja que Kevveon nos había dado. Cuando vi que la distancia era la indicada disparé al enano que nos había atacado sin siquiera preguntar. Si quería morir era su problema.

Sin embargo, mi flecha no le dio. Pasó volando inofensiva cerca del enano.