Partida Rol por web

- ¿Qué... qué pasa? ¿Hemos llegado ya?

Akinlabi vuelve al mundo real y parpadea un par de veces confundido, mirando a Simón con cara de no entender nada.

La Autopista, a 92 kilómetros de la Frontera del Estado. 6:39 horas.

Hacía poco más de media hora que había amanecido. El sol empezaba su carrera por un cielo despejado que auguraba otro día de máximo calor. Después de dejar Augusta, los acontecimientos se habían precipitado. Muchos chicos se habían rendido poco después de superar la marca de los 300 kilómetros. Hasta seis de ellos se amontonaban en la cuneta dentro de bolsas de plástico. Los 17 restantes empezaban ya a mirarse de reojo los unos a los otros, calibrando fuerzas ¿Hasta dónde podía aguantar ese? ¿Aquel estaba ya viniéndose abajo? El más cansado de todos era Christopher. Se arrastraba paso a paso con la cabeza cada vez más gacha. Por otra parte, los más frescos parecían ser los dorsales 5 y 95, un tal James Baker y otro que respondía al nombre de Wayne. Todos intentaban resistir un poco más, confiando en que sus vecinos se desplomasen antes.

Ni en sus sueños más optimistas habría imaginado que aguantaría hasta que quedaran menos de la quinta parte. Sí, había pensado en ganar y decidido que pediría si llegase ese caso, pero lo había hecho porque había que hacerlo, en ningún momento creyó que eso fuese posible y aún ahora dudaba mucho de lograrlo, pues si bien no se podía decir que su cerebro vislumbrara todas las posibilidades con extraordinaria coherencia sí tenía a su favor esa iluminada condición que solo es posible atribuir a un loco.

Dos chicos se alzaban en claros favoritos, líderes de la cruenta marcha, con todas las papeletas para que uno de los dos llegara a ser el ganador. A Henry le traía al pairo que aquello durara más o menos, a esas alturas igual podrían estar andando hasta el fin de los tiempos. Hacía ya al menos dos horas que dejó de sentir las piernas, duras como bloques de hormigón, era como caminar sobre unos zancos de madera. Lo más flagelante era la condición anímica, los intervalos en los que, la falta de sueño y el absoluto cansancio, le privaban de la alegría de estar vivo, eran los más duros. En esos momentos le resultaba inevitable mirar hacia los soldados, en concreto hacia sus armas cargadas y listas para ser usadas, con verdadera avidez.

Por suerte para él su mujer muerta cumplió su promesa y le estaba esperando a la salida de Augusta para, según le dijo, hacerle compañía durante ese último esfuerzo que debía realizar.

¿Último esfuerzo? Pero tesoro, ¿no te has dado cuenta aún? Esta marcha no acabará nunca -. Le dijo Henry abrumado, a lo que ella se limitó a contestar con una pícara sonrisa.

A Akinlabi no le sienta nada bien tan súbito despertar, su estado de estupefacción tarda en levantarse y solo acierta a espabilar cuando recibe el primer aviso, momento en que aprieta los dientes y recupera el ritmo.

La carrerita de coches que protagonizó Simon tuvo como era de esperar un precio... Las fuerzas de Simon le abandonaban por momentos... el cansancio le atacó directamente al estómago... una profunda arcada le hizo detenerse, calló de rodillas y comenzó a echar los higadillos....

Primer aviso 82.... Escuchó a sus espaldas.

Segundo aviso 82....

A duras penas consiguió levantarse y continuar andando...

Quedaban pocas personas, pero Chris seguramente no estuviese entre los 10 primeros, eso hubiese sido un gran orgullo para él, a parte de la consecuente ganancia exponencial en lo referente a las apuestas.

Con los primeros rayos del sol, Chris cayó a plomo contra la carretera, abriéndose una enorme brecha en la frente.

Recibió el segundo aviso todavía semi insconsciente, y cuando le dieron el tercero, reaccionó, justo cuando los soldados procedían a apuntarle, un Chris movido única y exclusivamente a fuerza de pura voluntad, alcanzó la velocidad mínima requerida.

Era su último tramo en la carrera

La Autopista, a 84,8 kilómetros de la Frontera del Estado. 7:40 horas.

Después de Augusta, todo lo que le quedaba a los marchadores no era más que asfalto y asfalto. Tal y como temían, Christopher era el que peor lo llevaba. Se fue al suelo ganándose otros dos avisos. Ahora estaba en la cuerda floja. Otro paso en falso más y sería el último que diera en su vida. El menguado grupo seguía perdiendo integrantes: los dorsales 29 y 52 se quedaron por el camino bajando el número de supervivientes a sólo 15. Pronto sería la hora de repartir nuevos cinturones con alimentos, aunque ahora que las cosas se precipitaban a su abrupto final, tal vez ni haría falta.

Caminando sobre brasas, así es como se siente Akinlabi.

Los pies le arden, probablemente tenga las plantas desolladas y en carne viva, sabe que si se quitase los calcetines (que ya prácticamente forman parte de su piel) no podría volver a ponérselos, pero aún así aguanta como puede y trata de no pensar demasiado en ello, porque también sabe que eso se cura con una semana de descanso y de meter los pies en agua salada.

- Ya queda menos...

Tras el momento vómito, Simon consigue reponerse... busca en sus bolsillo una última barra energética pero no la encuentra... Dá igual, tampoco me entraría ahora...

Simon observa a Chris que lleva todas las trazas de quedarse por el camino, el pobre va hecho una mierda... Simon se apiada de él y decide ir a darle ánimos..

Hola Chris, ¿Como andas? ... Me gusta esa decoración que te has hecho en la cabeza, te queda muy a lo Gorvachov. Dime ¿eres comunista? Piensa lo que vas a contestar porque este canal lo ven niños y no estaría bien que comenzaran su vida con dudas sobre el capitalismo. ¿Oye Chris y que piensan tus nenas al ver que su padre es un traidor a su país?...

Al escuchar al idiota de Simon, algo se revuelve en su interior, algo que le da fuerzas para continuar aunque sea una hora más. La rabia y la furia

-Maldito hijo de la gran puta- dice bufando como un caballo reventado al borde de la muerte, mientras escupe la sangre que le llega a la boca procedente de la frente

-Como vuelvas a mencionar a mi familia, te juro que te mato, maricón de mierda-

Le lanzó un salivazo cargado de sangre.

Extenuación es un término aplicable cuando la respiración es fatigosa, los músculos se resienten a cada paso y la suprema prueba a la que es sometido el cuerpo empieza a tener extrañas secuelas tales como tics nerviosos, calambres, sacudidas o convulsiones. Dos de los últimos caídos experimentaron algo así antes de morir, daba la impresión de que el cuerpo, antes de despedirse finalmente, hacía un último y bizarro sprint hacia la oscuridad dando pruebas de una prisa, ya incontenible, por llegar a una meta letal.

Henry, acompañado de la única presencia que tenía la virtud de dotarlo de coraje, con la pequeña salvedad de encontrarse solo en su mente, encontraba esos últimos pasos que le quedaban menos dolorosos que el resto, al menos de momento, sin embargo, en algún lugar de su psique, se ocultaba el terror, preparado para saltar de nuevo a escena en el momento más insospechado, para hacer que su caída fuese vertiginosa; pues rápida y fugaz es la agonía del cobarde.

Se metió en la boca la última barrita masticando con avidez, bebió otro sorbo de agua y emitió un suspiro satisfactorio, miró a los compañeros que aún continuaban caminando con la voluntad que da la pura inercia y se volvió hacia su difunta esposa hallándola especialmente hermosa bajo la tibia luz del amanecer. 

La Autopista, a 75,3 kilómetros de la Frontera del Estado. 8:43 horas.

Quedaban menos de quince minutos para el nuevo reparto de alimentos y ya los marchadores agotaban los últimos botes proteínicos para sacar el máximo partido a sus nutrientes. El ritmo del grupo comenzó a aumentar de manera imperceptible. El número 4, un chico llamado Art Baker, había tomado la delantera y comenzado a caminar cada vez más y más rápido. El resto le seguía de manera inconsciente, aumentando la velocidad de la marcha sólo por seguir su inercia. Cuando se dieron cuenta, prácticamente corrían por el asfalto. Entonces se detuvieron para retomar el ritmo normal, pero Baker siguió corriendo. Estaba ya tan lejos que uno de los soldados, maldiciendo, se bajó del vehículo oruga y le siguió el paso a la carrera. A unos doscientos metros del grupo, vieron a Baker sujetarse el brazo izquierdo como si le doliera mucho. Se detuvo y pasó de sujetarse el brazo a sujetarse el pecho. Después se cayó hacia adelante. El soldado que le seguía se quedó junto a él observándole. Después de un minuto, le descerrajó un tiro a quemarropa para asegurarse antes de regresar al vehículo. Ahora quedaban tan sólo 14.

Por donde vendría la muerte era el único enigma a descifrar, la única incógnita que quedaba, el último y definitivo misterio que restaba por desentrañar antes de entregarse al vacío eco de la total negrura. Nuestro Henry dedicaba sus últimos instantes a tratar de adivinarlo, por alguna razón, que solo a su inestabilidad mental atañía, aquello estaba revestido de la mayor importancia.

¿Será de un ataque al corazón como al tal Baker? No, no lo creo, al menos no es probable, no tengo antecedentes familiares y creo tener un corazón fuerte. ¿Tal vez un shock sistémico de fallo generalizado? No me agradaría demasiado, si fallan todos los músculos moriré de asfixia, aunque me peguen un tiro no sé si llegará a tiempo para evitarme el sufrimiento.

La esposa de Henry no veía con buenos ojos la actividad y no tardó en reprochárselo -: Deberías tener pensamientos más agradables. ¡Piensa en cosas bonitas! - El joven de Arizona se defendió -: El modo en el que me reuniré contigo es lo más bonito en lo que puedo pensar. ¿No te parece romántico? - La sonrisa que le dedicó su esposa hubiera estremecido hasta al sepulturero más curtido.

El semi dormido Akinlabi decide desayunar la última barrita energética que le queda, pero en mala hora, porque al tener la boca tan seca se le atraganta y casi le mata por asfixia, se para y comienza a toser frenéticamente, hasta que se recupera.

Cuando alza la vista, tratando de recuperar el aliento, se topa con un cañón que le apunta a 30 cm de su rostro.

- ¡Segundo aviso, número 67!

Simon decide tomar la última barrita...comienza a morderla pero su sabor es raro y su textura también, la saca de la boca y la observa con incredulidad ¿un pene? ¿estoy comiendo un pene?... Pero ¿Qué cochinada es esta....? Si fuese un helado lo habría lamido con gusto, pero comer un pene es algo muy fuerte, ni en sus fantasias más retorcidas Simon había llegado a plantearse el canibalismo..... el estómago se le volvió a revolver y nuevamente tuvo que acabar echando la peseta en la carretera....

Segundo Aviso 82, Te vamos a acabar llamando Vomitón chaval!!!

Simon se incorporó y volvió a andar... levanto su dedo corazón en dirección a los soldados.... Si tiene hambre come, que ya te he dejado ahí atrás el aperitivo..... La cordura parecía haber vuelto de golpe al cerebro de Simon, pero pocos metros despues Simon se sacó la chorra y comenzó a menearsela mientras continuaba andando.... Parece ser que incluso el canibalismo entraba dentro de las fantasias toleradas por Simon.....

Tras recuperar el aliento, comienza a moverse trastabillando, aún con dificultades para respirar, hasta que apenas unos pasos más adelante tropieza con sus propios pies y da con el cuerpo en el suelo, cayendo rodando en una pequeña hondonada a un lado de la carretera.

- ¡Tercer aviso, número 67! ¡Último aviso!

Con un último atisbo de cordura se percata de que está a punto de recibir un tiro, y, sacando fuerzas no sabe de donde, consigue volver a la carretera en un par de saltos y recuperar el ritmo.

- Otra como esta y no lo cuento...