Partida Rol por web

Hasta ahí llegó Chris.

Había superado todos los pronósticos más halagüeños sobre su persona, en su casa, sus supernenas, estarían super orgullosas de él.

No había logrado quedar entre los diez primeros, pero para un hombre como él, llegar hasta ahí, a base de tesón y pura fuerza de voluntad, era un hecho casi imposible. La fuerza del amor, y eso solo había sido posible gracias a sus dos apoyos.

Lo había logrado, con el dinero a cobrar de las apuestas y del seguro, sus supernenas podrían irse a vivir a cualquier pais mejor que aquella mierda Americana, a vivir el resto de sus dias felices y en paz, sabedoras de que alguien  había hecho su máximo esfuerzo por ellas, se lo merecían.

Chris entregaba su vida por ellas, sacrificio por el prójimo, iría al cielo seguro.

El corte le chorreaba violentamente, pero a Chris no le importó, sacó la foto de sus supernenas por última vez, y le dio un cariñoso beso, llenándo la captura con  sangre, daba igual, ya estaba en otros sitio, y ante sus ojos, solo se extendía un verde prado con lagos de aguas cristalinas, no existía el dolor ni el cansancio. Estaba en el cielo.

..............

Lo último que vieron sus compañeros, fue a Chris bufar como un caballo a punto de morir, sacar una foto, besarla, y acto seguido caer al suelo a plomo, muerto.

Cuando los soldados dispararon por precaución, la mano del hombre se abrió, y una brizna de aire se llevó la foto hasta la inmensidad del campo.

La Autopista, a 66,6 kilómetros de la Frontera del Estado. 9:59 horas.

La cadena televisiva que emitía La Larga Marcha sabía ya que la competición se encaminaba a la recta final. Por eso había instado al público a salir a la carretera para animar a los últimos marchadores. La autopista se había llenado de gente que ocupaba hasta el último centímetro de arcén y que vitoreaba sin parar a la delgada columna de jóvenes que todavía seguían en la competición.

Una furgoneta de la televisión hacía lo que podía para seguir la marcha y filmaba todo lo que pasaba desde detrás del vehículo oruga. Sólo quedaban 12 participantes puesto que Warren y otro chico más se habían quedado ya por el camino. Los soldados repartieron con desgana los cinturones de alimentos de esa jornada, a sabiendas de que sería la última vez que lo hicieran. A no ser que se rompieran todos los pronósticos, cuando cayera la noche la competición ya habría terminado. 

Paso al lado del cadaver del supernenas.... Gwendoline, ¿por qué me has abandonado? Yo te quería... yo te amaba... vete a la mierda Gwendoline..!!!

Eso es lo que le pasa a las furcias que rechazan al gran Simon, cuando Simon dice muere, tú "laspichas" sin remedio...

Veis... aquí tenéis a uno... y allí delante hay otro.... AKI!!! SIMON DICE QUE TE VAS A MORIR!!!

No me oye... debe de ir otra vez dormido... tendré que ir a despertarlo de nuevo....

Akinlabi ya no está en absoluto dormido, su anterior traspies le ha hecho ver la muerte mucho más de cerca de lo que nadie quisiera y eso le hace retomar su frenético ritmo con inusitadas energías, ignorando los exabruptos de sus demenciales compañeros de viaje a quienes trata de dejar atrás con un poco disimulado desprecio.

Veremos cuanto aguanta...

Resultaba difícil precisar de dónde provenía lo peor; en primera instancia parecía que se trataba de las piernas, convertidas en dolorosos bloques a causa del agotamiento que daban la impresión de poder desmenuzarse en cualquier momento, sin embargo el sueño, si lo pensabas, o al menos tratabas de hacerlo, pues pensar resultaba un tremendo esfuerzo, se erguía en la competición como lo peor que podía pasarte. Caminar era duro, sí, pero no conciliar el sueño era una auténtica tortura, hasta el punto de quedar tan anulada la autonomía que solamente se podía seguir al resto, como un autómata, esperando sin esperanza a que el resto de robots sufrieran un cortocircuito antes que tú.

Henry no es que no se hiciese ilusiones sobre sus posibilidades, sino que directamente vivía ya en otro mundo ajeno por completo a cuanto sucedía a su alrededor, con una perspectiva idealizada que conseguía animar en él un optimismo del todo absurdo e incomprensible. Reflejo de lo que le quedaba de estabilidad mental, Lucy se difuminaba poco a poco a cada paso que daba hacia la locura, instándolo de vez en cuando, con una voz cada vez más débil, a que ofreciese resistencia contra el proceso enajenatorio.

Henry, amor mío, mira a tu alrededor, quedáis doce en pie. Si aguantas y conservas la calma, vivirás -. Él contestó a sus ruegos comiendo una de las barritas que acababa de darle uno de los soldados, mirándola mientras masticaba como si hablase en otro idioma, incapaz por el momento de razonar, únicamente le era posible andar, andar, andar y seguir andando.

La Autopista, a 59,3 kilómetros de la Frontera del Estado. 11:07 horas.

El siguiente en caer fue el número 100. Zuck era su nombre. Los participantes quedaron reducidos a sólo 11. Detrás de ellos, la furgoneta de la televisión retransmitía la situación como si fuera un partido de fútbol, intentando darle una emoción que no tenía. Aquella columna de jóvenes, con Aki a la cabeza como si de un Moisés en el desierto se tratara, no transmitía vigor ni entereza, sino más bien lástima. Ver aquellos pies destrozados, casi todos descalzos puesto que las zapatillas se habían convertido en polvo unas decenas de kilómetros más atrás, pisar el asfalto caliente. Ver como reventaban las ampollas o el rastro de sangre que dejaban algunos en cada huella. Eso no lo contaba el locutor de televisión. En sus casas, la gente sólo veía a los participantes andar mientras una música patriotera amenizaba la locución. Era el deporte del atletismo convertido en el absurdo...

Al borde de sus fuerzas, Akinlabi nota como es totalmente incapaz de soportar el ritmo que tan fácil le había sido de sobrellevar en días anteriores, va perdiendo fuelle y ve como es sobrepasado por algunos marchadores con un aspecto igual de lamentable que el suyo, quienes probablemente ni se fijan en el al adelantarle.

Mientras masticaba, con el mismo interés que una vaca le dedica a la hierba, otra barrita de aquello que aseguraban era comida, Henry escuchaba sin compartir su entusiasmo, la cháchara que con propósito de estimularlo, le servía Lucy de guarnición.

Ya solo quedáis once Henry, ¡estás a punto de quedar entre los diez primeros! ¿No estás contento?

El muchacho asentía estúpidamente, intentando no perder el ritmo, ni andando, ni comiendo. Cuando hubo tragado lo que difícilmente podría calificarse de ambrosía, se percató de que había gente por todas partes. A lo lejos se escuchaba un sonido que bien podría ser las aspas de un helicóptero, varios focos iluminaban innecesariamente la carretera por la que pasaban y el tiempo parecía dividirse por dos períodos; uno en el que la muchedumbre agitada emitía toda clase de enfebrecidas muestras de aliento y el segundo cuando se producía un ominoso silencio, normalmente justo antes de la caída y posterior pasaporte de alguno de los participantes.

¿Contento? Sí, claro que estoy contento, soy un cadáver contento, así es como sonreímos los cadáveres, con pies sangrantes y mirada perdida, muy, muy perdida.

Pronto la muchedumbre volvería a guardar silencio, era solo cuestión de tiempo.

Simon estaba bastante relajado, su cansancio no había empeorado en las últimas horas, incluso había remitido ligeramente... Sin embargo la mente ya era otro cantar, su cabeza se había ido intoxicando con las millas lentamente y en estos momentos del Simon Rogers que empezó la marcha solo quedaba un desgraciado guiñapo. Sus referentes había ido cayendo poco a poco y ahora solo quedaban el Negrito madurito y el chaval raro de los pensamientos nihilistas...

Simon avanzaba pasito a pasito hasta que sucedió lo impensable... le empezó a picar un pié... la molestia no era excesiva pero la imposibilidad de rescarse, empezó a generar una gran ansieddad en la mente atormentada de Simon. Simon comenzó a arrastrar el pié intentando que la fricción lo aliviara, peor no funcionaba.... empezó a dar patadas al suelo cada pocos pasos.... pero tampoco era efectivo.... el picor siguió creciendo.... y la ansiedad de Simon también aumentaba proporcionalmente.... los esfuerzos por aliviarse hicieron que Simon recibiera el tercer aviso...

Número 82, Tercer aviso!!!!!

Mierrrrrrrda!! Que tontería acababa de hacer, se había ganado un aviso por intentar rascarse, total que no había aliviado el picor y para colmo había ganado un nuevo aviso.

Simon reanudó la marcha, pero el picor continuaba... fueron pasando los minutos y el picor ya practicamente se había convertido en un suave dolor... Tenía que buscar una solución y se le ocurrió que manteniendo la mente vacía su cerebro no asociaría el dolor con el picor del pie. Simon intentó concentrarse, puso su mente en  blanco, se mordió las uñas, probo a morderse a si mismo.... Pero el maldito picor no se iba.....  iba a reventar, deseaba rascarse, necesitaba frotar con sus uñas la planta de su pié... Ya está no puedo más!!!!.... Prefiero morir de rodillas que vivir con picores!!!!.... Simon se detuvo y se agachó para rascarse.

Pum!

La Autopista, a 51,9 kilómetros de la Frontera del Estado. 12:16 horas.

Después de la muerte de Simon, el silencio se impuso en los pocos que quedaban. Muchos habían apostado a que el loco corredor del dorsal 82 y que llevaba más de trescientos kilómetros divirtiendo a los espectadores con sus extravagancias, sobreviviera y ganara La Larga Marcha. Pero no fue así, al final lo único que ganó fue una bala en la cabeza.

Sólo quedaban 8 marchadores. Otros dos más habían caído después de Simon. En primera posición seguía Aki, que había logrado borrar uno de sus avisos y alejar a la muerte unos minutos más; después iba Henry, incansable y aún alucinando con su miedo personal. Tras ellos avanzaban James Baker, dorsal número 5 y un tal Wayne que llevaba el 95. Los cuatro restantes no habían dicho su nombre. Eran tan sólo los números 22,25,58 y 99. El grupo pasó entonces por la marca de los 350 kilómetros recorridos. Seguían batiendo records históricos en el concurso. Aunque ya nada de eso importaba. A cada uno de los que habían sobrevivido hasta ahora le preocupaba cuánto iban a durar los restantes.

Akinlabi no puede evitar sentir cierto alivio al ver desaparecer a Simón, pero inmediatamente es superado por una ola de remordimientos ante tal sensación de alivio, por lo que trata de justificarse consigo mismo.

- No es que me alegre de su muerte, pero si tenía que ocurrir de todas maneras, cuanto antes mejor...

Se gira ligeramente y comprueba que ya incluso puede perfectamente contar de un vistazo el número de competidores que aún aguantan el tipo, ocho quedan y ninguno parece que vaya a aguantar mucho más, así que aprieta el paso y fuerza un poco las cosas, a ver si alguno le sigue y acelera así su final.

Un sudoroso y desmadejado Akinlabi continúa liderando el pelotón con paso firme... por ahora.

Las tres bajas de la última hora habían dejado la exhausta comitiva muy menguada, solo ocho competidores se afanaban por continuar adelante a pesar de que cada paso era una auténtica agonía. Juzgando, con el poco raciocinio que le quedaba, que conservaría mejor sus fuerzas administrándose la mayor cantidad de calorías posible, Henry terminó con la última de sus barritas y se despojó del pequeño pero molesto peso muerto de su cinturón ya inútil. Aburrido de la tediosa cantinela de su mujer muerta, el muchacho trataba de matar el tiempo con cualquier pensamiento que le ayudara a distraerse.

La gente alrededor nuestra contiene el aliento, nos mira como si fuésemos seres mitológicos, o extraterrestres que acabáramos de aterrizar en su planeta. ¿Qué ser mitológico habría sido Simon? Probablemente un sátiro. ¿Y Aki? Dada su perseverancia y temple quizá un cíclope -. Su mujer lo interrumpió.

¿Y tú mi vida?

La miró con fastidio. Por primera vez en su vida se alegró de que estuviese muerta. Más por inercia que por gusto, le contestó, sin darse cuenta de que lo hacía en voz alta -: Yo querría ser un centauro. Me iría de maravilla para huir de la muerte. No sé si las has olido, pero nos viene detrás desde que salimos. Nos viene detrás, sí, y cada vez está más cerca.

La Autopista, a 45,2 kilómetros de la Frontera del Estado. 13:18 horas.

Aki empezó a tirar del grupo, intentado cansar a todos los que le seguían para ver si esa estúpida competición terminaba de una vez. Los demás comenzaron a seguirle el paso, inconscientemente. Sin saber que aquello no era una carrera, sino una competición de resistencia. Aquello provocó que el 58 se quedara cada vez más atrás.

-¡Eh, hijos de puta! ¡Esperadme! -le oís gritar.

Sin embargo su paso se hace más y más lento. El asfalto quema los pies y el 58 ya tiene varias llagas sangrantes. Al final cae de rodillas, sollozando mientras os insulta. Sus improperios quedan cortados de raíz después de una detonación.

También el 95, Wayne, se gana dos avisos por seguir a Aki. El único que no tenía era Henry. Aki llevaba dos y los cinco restantes tenían todos tres.

-Maldito negro de mierda -estalla Wayne-. Deberías reventar de una puta vez...

El señor Akinlabi ha tenido una estupenda idea. No sé como no se me ocurrió a mí. Acelerar el paso para dejar atrás a la muerte. ¡Qué inspirado movimiento que sin duda no espera!

¡Bien hecho Aki! Le pondremos las cosas difíciles a la Parca.

Caminaba de buen humor, ajeno a las molestias que resultaban del todo indescriptibles, permanecía indemne a base de ignorar el dolor de sus piernas, el del costado a causa del nuevo esfuerzo añadido de subir el ritmo, el de los pies que, de salir con vida de aquello, nadie creería que volverían a andar jamás. Cuando escuchó al cincuenta y ocho despotricar contra ellos por ir más deprisa creyó que era la muerte la que emitía las quejas y sonrió acelerando el paso sintiendo las mariposas que inundan el estómago cuando uno cree salirse con la suya.

Todo eran ventajas, su mujer no podía seguir el ritmo y se iba quedando también atrás.

Akinlabi se pone nervioso al escuchar a Henry, no le gusta oir hablar acerca de la Parca, proviene de un lugar donde la superstición impera en todos los aspectos de la vida y este no es el mejor momento para mentar a la Parca.

Se gira para ver quién ha hablado con tan mala suerte que las piernas no le responden y tropieza consigo mismo, cayendo al suelo.

- ¡Tercer aviso!

Se levanta de inmediato y continua marchando, pero ya nada es igual, parece que si que es cierto que la Parca le persigue y no está seguro de poder dejarla atrás.