Partida Rol por web

Los dos poderosos golpes acertados por la salvaje Klurca, hubieran sido capaces de matar a un elefante. De matarlo dos veces incluso. La cabeza del orgo se abrió como un melón al sol, y solo sirvió para deformar un poco la voz del orco cuando agradeció a su "amo"
Pero peor fue ver esas tripas resecas como collar de taxidermista, caer colgando de la abertura en el vientre del horrible ser.

La amenaza del orco no tardó en llegar.

Cita:

Sin embargo, difícil es resultar amenazante, incluso cuando sostienes en vida tus propias tripas, si te resbalas como lo hizo el capataz.

JAJAJAJAJA! Se rió a carcajadas la guerrera, al ver truncada toda amenaza. En cuestión de segundos, no había prácticamente ningún enemigo cerca de la bárbara.

¿?....En eso, el orco se convirtió en brumas, en unas brumas sobrenaturales, con brillo propio y movimientos demasiado pensados, y se alejó hacia el fondo de las cuevas.

Fiuuu...tengan cuidado con esa grasa. Empezó a decir Klurca, culpando al mago de tan increíble proeza. Aun asi, su propio instinto fue más agudo que ella misma, y comprendió lo que pasaba.

Ahh! Como el enanorto!! NO! No de nuevo! ¡No de nuevo! Dijo dando un rodeo hacia las brumas para esquivar las peligrosas grasas (no sea que la conviertan en humo también a ella)

Al llegar al "brumorco", la salvaje guerrera le descargó un golpe horizontal con todas sus fuerzas. Gran error. Al humo, se lo golpea de arriba a abajo, no de costado. El filo de su acero paso de largo, tan solo ventilando las brumas sin llegar a hacerle nada...

¡++JOPUTA! ++NIET RAJAUG PERSOTJ! Le amenazó, sin deseos de dejarlo huir.

  -Aquí ya no se nos vuelve a escapar nada- Dijo Tran avanzando tras Klurca. El pícaro colocó una flecha en la cuerda y tensó su arco.

Tergrar corrió tras ambos y preparó su varita pero se resistió a liberar el proyectil mágico. -¡Esperar, esa cosa nos puede llevar directamente a su guarida!- Dijo buscando el apoyo de Shanshar o Nalfeim.

Las mineras del túnel Norte se lanzaron en apoyo de Yolu que luchaba contra el enorme macho orco junto a la vagoneta. El pálido macho golpeó a derecha e izquierda con su palanca metálica pero acabó recibiendo muchos más golpes de los que propinó.

En el lado sur, Jagga, Köyu y Sîglü mantuvieron su línea defensiva y aunque lograron evitar ser alcanzadas por las mazas de los osgos, tampoco consiguieron herir a ninguno de los jinetes.

No llega a escuchar la voz de Tergrar, pues tras ver los nuevos enemigos y considerar al desventurado orco en desventaja decide ir a cubrir a sus compañeros en el otro frente.

Extrae su escudo y estoque mientras piensa en la mejor forma de rodearlos para poder atacar con la máxima eficacia.

Todo lo que ocurre desde el momento en el que empezamos a perseguir al capataz orco muerto viviente no puede ser más extraño. Si alguien me lo contara, creería que se ha vuelto loco: gente corriendo por una mina, persiguiendo al enemigo mientras canta una canción de lo más pintoresco...

Sin embargo, en el momento en el que más personajes entran en escena, la situación pasa de absurda a amenazadora. Lamentablemente, mis cortas piernas no me permiten seguir el paso a mis compañeros, y llego a la escaramuza cuando el combate ya ha sido entablado. Tres bestias enormes, parecidas a un extraño cruce entre lobos y roedores, montados por imponentes osgos, acosan a mis amigos con salvajes dentelladas y ataques con las armas de sus jinetes.

Haciendo un último acelerón, noto cómo mis botas resbalan en las piedras sueltas del suelo de roca, cubriendo los últimos pasos que me quedan para llegar al conflicto y, cubriéndome con mi escudo, me agacho pasando justo al lado de Nalfeim y lanzo un ataque vertical ascendente con mi martillo. Sin embargo, mi movimiento ha estado tan descontrolado que no alcanzo a calcular bien la trayectoria de mi pesada arma, con lo que, en lugar de golpear la barbilla del osgo, mi martillo tropieza con la silla de montar. Lo que es más, he quedado desprotegido frente al ataque de la bestia.

«Que Moradin me proteja...», pienso.

    Los Osgos se revolvieron sobre sus monturas y repartieron mazazos a diestro y siniestro. El enano logró parar los golpes con su escudo pero Jess no tuvo tanta suerte y al esquivar la maza de uno de ellos, quedó a merced del de su flanco que la alcanzó en la tripa dejándola sin aliento.

¡Ouch!

Le acababan de dar en el sitio de hacer bebés: la barriga. De ahí a que Jess supiese fabricar uno hay un trecho, pero el mazazo también la hizo ovular sangre por la boca, o como quiera que se diga, así que también había afectado al estómago. Aquellos osgos eran más duros de lo que parecía teniendo en cuenta que montaban toporratas y tenían cascos de calavera, que a priori es de pringaos. Pero no, resulta que eran tíos duros que con un cimitarrazo de Jess no caían. Por lo menos el de la toporrata negra, que no solo no había sobrevivido sino que fue capaz de devolver el golpe.

Viendo que esquivar era del todo imposible, Jess volcó todo su corazón en el ataque. Casi todo. La realidad es que le había cogido algo de respeto a las mazas, que a priori siempre le parecieron unas armas ridículas que no sirven ni para pelar una manzana, pero que ahora se le antojaban peligrosas. Así que de soslayo hundió de nuevo su arma en la armadura que protegía el torso del jinete de la toporrata negra y de reojo vigiló al de la toporrata color cacolas.

Vamos... muérete...

Por muchos buenos deseos que le dedicase Jess, un instante de incertidumbre no daba para aventurar si ese golpe era el último. Era un problema de progresión: si con un golpe no cae, ni con dos, venía siendo hora del tercero y el cuarto, y para ello Jess desenfundó su otra cimitarra. Pero por favor, que esos osgos no duren mucho más, que Jess no tiene más cimitarras para coger con los pies y aunque las tuviera se sentiría muy tonta al caminar así.

    Jess propinó un tajo con ambas manos y derribó al jinete de la ratatopo mas oscura. El osgo aulló bajo el yelmo de hueso antes de expirar definitivamente. La enorme rata se agitó sobre sus cuartos traseros desorientada y se encogió confusa a olisquear al osgo.

En el otro lado del túnel, Nayûl tensó el arco que llevaba a la espalda y disparó contra Tran sin alcanzarlo. La guerrera orca arrugó sus oscuros labios y se parapetó detrás de una vagoneta cargada de rocas.

El espectro gaseoso en que se había transformado el capataz orco continuó flotando hacia el oeste seguido de cerca por Klurca.

El momento había llegado, ese que siempre buscaba evitar, el combate cuerpo a cuerpo. Siempre había mejores opciones, sin duda, como ver la batalla desde lejos y lanzar magia, o utilizar el arco, ¿porque diablos se había metido en esa situación? ¡Tendría que haber ido a buscar a Ely aprovechando su invisibilidad!

Ah si, quizá era por la moral, esa pesada carga que convertía a los pobres idiotas en alimento de bestias y abono de mazmorras.

Todo eso y mas cruzaba la mente de Shanshar mientras rodeaba a los osgos y se colocaba a la espalda de uno de ellos para buscar con precisión el golpe mas efectivo posible. Justo cuando el osgo se daba cuenta y empezó a girarse Shanshar clavó con toda su fuerza el estoque en el hombro de este esperando que el golpe fuese letal.

Klurca continua corriendo en pos de la fumarola, cuando una flecha pasa rasante en direccion a Tran.
La guerrera, lanza un nuevo alarido de batalla, y se lanza a toda velocidad en dirección a la enorme orca de labios oscuros.
La minera, rodea la vagoneta, y al llegar hasta su enemiga se impulsa hacia arriba pisando una de las ruedas, y se eleva por encima del carro minero mientras al mismo tiempo eleva su espadón.
Desde lo alto, descarga un mandoble con toda su furia en dirección hacia la cabeza y el gran arco de "Lengua negra". La inmensa orca logra sacar tanto el arco como su cabeza a tiempo, pero el acero se le clava profundamente en el hombro.

- ¡No te quedes parada chica!- Le gritó a Jess en medio de la batalla cuando vio como uno delos jinetes impactaba su maza sobre ella. Si no tenía una dura coraza debía moverse para esquivar los golpes, eso había sido así ahora y siempre. Pero la joven se revolvía bien y de una estocada derribó a su objetivo. A Nalfeim le hubiese gustado ser más rápido, hacerse con el mérito de proteger a Jess, pero los años no pasaban en balde, mucho menos cuando cargabas una armadura semejante. Cuando quiso atacar ya le quedaban menos objetivos. Pagó su frustración estampando su maza en el torax de su adversario.

Viendo cómo el combate se desenvuelve a mi alrededor, y echando un ojo a aquellos de mis amigos que pudieran estar en peligro, casi pierdo de vista al jinete que tengo delante. Su pesada arma traza un arco en el aire, directa hacia mi cabeza, pero levanto el escudo justo a tiempo y esta rebota sonoramente con mi gran escudo, que se detiene el golpe como un muro de metal. El impacto es fuerte, y hace vibrar mi escudo como una campana. Mi brazo tiembla y se queda momentáneamente dormido ante el brutal embate del osgo. No obstante, mi defensa también ha sido fuerte, y parece que el choque ha dejado al osgo igual de conmocionado.

Sin perder ni un segundo, lanzo mi martillo hacia él, pero el osgo, que parece ser un luchador veterano, anticipa mi movimiento y esquiva el golpe. Sin embargo, continúo con el movimiendo, haciendo ondear mi arma en un aspa. Mi enemigo, que ya se estaba preparando para responder, baja la guardia, y la pesada cabeza del martillo impacta de lleno en sus costillas. Suena un crujido., y no sé si es de las placas de su armadura o de sus costillas.

Sea como fuere, el osgo parece hacer recular mínimamente su montura. Yo me clavo en el sitio, esperando una nueva acometida. Moviendo los ojos sobre el escudo, lanzo una mirada furtiva a Jess. Parece estar pasándolo mal.

—¡Nalfeim, alerta! Si Jess parece estar en apuros, ayúdala. Ya tenemos esto controlado...

Avanzo un paso hacia el osgo montado, firme, seguro. Venceré.

     Shanshar logró flanquear al osgo mas cercano. Nalfeim le asestó un duro golpe y el joven mago logró rematarlo. El Jinete cayó al suelo incapacitado y la bestia que montaba quedó fuera de control. El osgo se apartó para no ser pisoteado y trató de subirse a lomos de la montura gris de su compañero, pero Fornund asestó a este un martillazo en las costillas y al verse en inferioridad, se retiró al galope, abandonando al malherido jinete.

El osgo trató de retroceder a pié pero el afilado estoque de Shanshar le cerraba el paso. La criatura rugió una amenaza en su idioma, pero el mago, lejos de acobardarse, le dedicó otra estocada. El osgo contraatacó con un mazazo que pasó rozando la cabeza del joven humano pero cuando se incorporó, el jinete se le abalanzó y le propinó un brutal cabezazo. Shanshar pudo ver su propia sangre sobre el yelmo de hueso. La peluda criatura dio un par de pasos hacia atrás y sin más cayó al suelo inconsciente.

Mientras, en el otro lado del túnel, Klurca hería gravemente en el hombro a la guerrera de labios oscuros. Tran se acercó por el flanco y la disparó a quemarropa con su arco, pero la flecha se hizo astillas al impactar contra la armadura laminada.

El envejecido Tergrar avanzó por el otro lado de la vagoneta haciendo brotar dos pares de proyectiles mágicos que tomaron por sorpresa a la orco que comenzó a maldecir en su idioma.

El último combate que quedaba entre las mineras de Köyu y el gran macho se saldó con una autentica paliza para el pálido grandullón que desapareció bajo el corrillo de las pieles verdes.

Ah, no... Tú no vas a ningún sitio, guapito de car... Bueno, como quiera que seas debajo de esa máscara.

Jess dió un salto y cayó abierta de piernas sobre la silla de la toporrata negra. Eso duele. Duele mucho, como una patada en el coxis. Pero no dejó que el dolor le quitase epicidad (o épica, que dirían los puristas) a aquel momento, y contuvo el grito apretando los labios. Los de la boca y los de abajo.

Aguanta... aguanta...

Una lagrimita asomó en su ojo mientras poco a poco se iba deslizando lateralmente hasta caer de la silla. Entonces la toporrata negra tuvo un gesto que habla muy bien sobre cómo había sido entrenada para ser montura: al reconocer a Jess como su jinete, los dientes de la toporrata apresaron un pliegue de la ropa de la chica y la ayudaron gentilmente a ponerse en pie tirando hacia arriba.

Otra explicación sería que la ropa de Jess aún estaba cubierta con deliciosos restos de esporas de la batalla de ayer contra los hongos mutantes, y que la rata solo trataba de saborear y arrancar un trozo de ropa, pero que la tela aguantó en vez de ser desgarrada.

Jess se abrazó con fuerza al cuello de la toporrata. Ahora que tenía su propia mascota, ya no necesitaría de Jagga nunca más.

A partir de ahora te llamaré Botones, y jamás nos separaremos.

Si fue el amor transmitido en ese abrazo, o su sabor a champiñón, o la peculiar historia de que la rata la creía una jinete osgo por el mero hecho de intentar subirse a la silla, el caso es que la extraña pareja congeniaba. Y esta vez, Jess subió con cuidado a la silla, apoyando los nudillos de las manos que sujetaban las espadas, y poniendo la puntera en el estribo. Sin epicidad, ni épica, pero de manera efectiva.

Sigue a ese malandrín, Botones-dijo señalando con la punta de su cimitarra buena, la mágica, la molona, al osgo de la toporrata gris.

          Jess se encaramó a la toporrata negra dispuesta a lanzarse en persecución del último jinete osgo  que huía en dirección Sur. La bestia se alzó sobre sus patas traseras y lanzó numerosas coces con sus garras pero tanto la joven como sus compañeros se guardaron de ser alcanzados. El malhumorado bicho finalmente desistió y se resignó al extraño olor de la humana.

     Nayûl y el capataz orco en forma gaseosa continuaron su retirada por el túnel Oeste. La vaporosa silueta flotaba con lentitud y la guardiana acorazada no lo hacía mucho más rápido. En un intento por frenar a la peligrosa Klurca, Nayûl disparó su arco y esta vez atinó a la bárbaro en la rodilla justo por debajo de su camisote de mallas.

++No te me acerques burtukhalamagg* o te ensarto un ojo++ Gruñó en orco.

     Niajo, Yolu y las otras dos orcas que habían acabado con el gran macho continuaron por el túnel oriental gritando alocadamente algo sobre que "ese era el camino".

Una vez acabado con todos los osgos Nalfeim pudo hacerse un poco a la situación.

- No hay tiempo que perder.- No era bueno que uno de los osgos hubiera escapado con su veloz montura. Se sentía pesado, más por la edad que por otra cosa, así que renunció a cualquier persecución posible y decidió continuar por donde Tergrar había ido. A medio camino se dio la vuelta para azuzar a los demás y dirigirse a Shansar y Jess.- ¡Vamos! Y vosotros dos, si queréis que eche un vistazo a vuestras heridas venid rapidito.

++No te me alejes, qusutrumongo...o te corto en rebanadas.++ Replicó la semiorca a la orca, dando un mandoble lateral, como sesgando una plantación de trigo.

El acero de Klurca, logro atravesar ambos muslos de la arquera de lengua negra, dejando un reguero de sangre en el suelo ceniciento de la mina.

    En cuanto Nayûl se dio media vuelta para alejarse Klurca cercenó sus piernas de un mandoble. La guardia abrió sus labios negros para gritar pero sólo se escuchó el estruendo metálico de su armadura al caer muerta.

Tran y Tergrar continuaron por el túnel Oeste, persiguiendo a la silueta vaporosa.

-Klurca, no se me aleje mucho. Está claro que sabe manejar esa espada- Dijo en voz baja el posadero al ver lo que quedaba de la otra orco.

Tran miró a la piel verde de arriba a abajo. Guardó su arco y desenvainó ambas espadas antes de continuar. -Dejarme ir delante no vaya a ser que piséis donde no se debe- contestó el pícaro.

¡¿Qué?!-protestó al Gran Nalfeim-¡Noooo! Estoy bie... ay. No necesito más atención sanadora de la que va a necesitar ese caramoco gallina escapador osgo. ¡Botones! ¡Aaaaaadelante!

Espoleó con las rodillas. Su montura no se movió ni un ápice.

Ya veo. Ordenes en orco, ¿verdad? ¡Botones! ¡Aaaaankogchuntek! Cuando alguien estornuda, la costumbre es decirle salud, pero tranquilos, no voy a constiparme ahora. ¡Botones! ¡Korgpom! ¿No? ¿Tampoco? Adelante se dice así en orco, ¿verdad? ¿Lo he pronunciado bien? Será mejor que me baje de aquí, uf...

Estaba a punto de quitar un pie de los estribos, cuando la toporrata salió galopando, si es que tal manera de correr es aplicable a unas zarpas planas cavadoras.

AaaaaAAaaAAAaAAAh... Jajajaja... ¡Vamos, Botones! ¡Acelera! Quiero decir... ¡UF! ¡UF-UF! Jajajaja...

Aún aturdido por el golpe vió que ya no quedaban enemigos, Jess había ido en persecución del osgo que huía y montada en la rata era más que capaz de atraparle y darle muerte. Pensando eso se apresuró para alcanzar a Nalfeim mientras intentaba hacerse a la idea de como iban las cosas en el otro frente.

¿Donde se encuentra Tran?

¡Eh Nalfeim! ¿Sabes donde ha ido Tran? Hace unos segundos estaba conmigo.