Partida Rol por web

Miró a la mujer cuando tocaba el agua y no sucedía nada, ella no veía peligro así que el oráculo se relajó viendo ahora que tenía vía libre para seguir adelante.

- Bien. Voy a ver esa estatua.

No imitó el saludo que había visto realizar pues su intención era ver si había algo valioso en el lugar. Sería hipócrita mostrar respeto al dios cuando quería ver si se podía saquear alguna cosa. Tampoco era alguien avaricioso pero necesitaban ganancias si querían dedicarse al negocio de la exploración de lugares perdidos.

Estaba claro que Saethe no tenía demasiados reparos, pero aparte de su alocada actitud, no muy acorde a la situación, nada ocurre.

Darío ya estaba subiendo el primer escalón ante las palabras de Saethe de que solo los privilegiado podían subir

Uy... bueno da igual-Se encoge de hombros y continúa su lenta y cuidadosa ascensión, prestando atención a donde pisa. 

Hasta que oye un chapuzón a su espalda y al girarse observa como la mujer de piel oscura sale del agua, con la ropa pegada al cuerpo y remarcándole perfectamente las curvas de su cuerpo.

Se queda mirándola embobado con la boca semiabierta durante unos segundos, hasta que un coscorrón de Auren le despierta.

Ay...Eh... Sí...Si solo los sacerdotes podía subir, debe ser donde guardaban lo de valor- Dice dándose la vuelta, azorado, por su falta de concentración y mirando el suelo para evitar mirar a Auren a los ojos ante su falta de respeto.

Saethe sacudió el cuerpo como un animal para librarse del exceso de agua, que aun le resbalaba por el cuerpo, atlético y fibrado. Duro y poco femenino.

-AAAAAh! Auren, debes adelantarte tú. Nosotros te vigilamos.

En cuanto subes al segundo escalón, notas un toque gélido y un escalofrío te recorre la espalda. Al instante, notas tu mente algo más embotada de lo normal. Una sensación familiar, aunque esta vez no tiene nada que ver con veneno ni enfermedades.

—No eres bienvenido en este lugar —resuena una voz colérica en tu mente.

Mientras estáis a lo vuestro, dejáis a Dario acercarse a los escalones, lo cuales empieza a subir lentamente, vigilante a no pisar ninguna trampa. No parece haber ninguna, así que avanza al segundo... Y entonces se detiene de improviso, paralizado durante un instante en el que parece temblar.

Saethe observó, levemente preoucpada, a Darío pero no se sorprendió.

-Lo ves, lo ves?? Auren creo que sólo tú podrás pasar. O tú o Ratash, que tiene magia dentro'. Darío, tas bien?

Complemente pálido y tembloroso baja de nuevo los escalones

Yo... Mejor me bajo.

El muchacho pasa a sentarse en algún asiento o banco. O directamente se sienta en el suelo a recuperar un poco el tipo

Yash pudo ver que algún efecto mágico había afectado al pícaro, una protección de naturaleza divina que podía impedir que se acercaran ciertas personas.

- Auren, al ser clérigo tal vez te permita el paso y si no es así la única opción restante sería Ratash. Yo cuento con magia divina pero si no te permite el paso a ti tampoco me va a dejar a mi.

Miró a la joven deseando saber si estaría dispuesta a llevar a cabo esa acción. Luego miró a Darío, que se veía afectado pero sabía que debían de darle un poco de tiempo para que pudiera reponerse por sí mismo.

Auren miró el largo mango de su arma mientras intentaba comprender porqué le había dado con el plano de la hoja de su arma en toda la cabeza a Dario. Miró a Saethe y comprendió, un par de segundos después que su subconsciente, lo que había sucedido. - Ah....¡ah! - dijo, ruborizándose ante tal muestra de celos. Y obviamente hizo lo que cualquier mujer haría en ése caso en concreto. - ¿¡Pero cómo te atreves!? Degenerado... - le espetó a Dario, ocultando su vergüenza tras un ataque verbal que pretendía desviar la atención de todos hacia Dario para que olvidaran su acción. 

Y funcionó, no sólo todos ignoraron su acción, si no que el propio Dario no se atrevía a mirarla a la cara. - Buff... - bufó mentalmente. 

- ¿eh....Eh? - contestó Auren a Yash, mirando confundida hacia donde le estaban señalando sin saber muy bien de qué hablaban y comenzando a caminar hacia allí por inercia. Ni siquiera se había percatado de que Dario bajaba con cara pálida y con síntomas de encontrarse mal. - Merecido lo tienes. - le dijo en voz baja al pasar por su lado, hurgando un poco más en la herida. Que una cosa era que le gustara Saethe e intentara cortejarla como tocaba, y otra cosa que la mirara embobado como un niño mira un dulce después de declarar su amor por ella la noche anterior. 

Cuando fue a poner el primer pie en el escalón, se paró un momento, mirando otra vez a la estatua. Pareció estudiar unos momentos aquel ídolo, buscando algún escrito o señal en él que indicara alguna posible trampa de magia divina, o incluso repasando los conocimientos sobre escrituras sagradas de la religión que representaba aquella representación. En realidad, poco a poco la idea que el resto se estaba empeñando en transmitirle entró en su cerebro, y asintió fuertemente mientras decía - ¡Aaahhhh, valeee...ya os he entendido! Jiji... - rió feliz de nuevo. Realizó una reverencia de respeto hacia la estatua y musitó un rezó hacia ella.

Acto seguido, comenzó a subir los escalones sin prisa y convencida de que llegaría arriba sin problemas. 

Antes no os habíais dado cuenta debido a que cada uno estaba un poco a lo suyo, pero ahora, en cuanto os fijáis con atención —y ahora la tenéis todos en Auren—, lo veis. Una mano espectral da un pequeño toque a Auren, cuyas facciones se endurecen al instante al rechazar la magia, oculta desde uno de los escalones mientras está subiendo y luego se va, a ras del suelo, casi invisible, detrás de la estatua, atravesándola. Eso no ha sido una maldición, algo os está atacando.

Tantos detalles habían en la sala que la mano espectral que había atacado a Darío pasó inadvertida, ahora al verla se fijó en su paso y en la manera en la que atravesaba la estatua. Siendo inmaterial no tenía claro que la pudieran eliminar con faclidad.

- Auren retrocede, hay algo ahí que nos ataca. Temo que sólo Ratash puede hacerle algo...

Salvo que fuera algún tipo de muerto viviente o parte de uno. No lo veía muy viable pero si alguno sabía algo de esa cosa podrían actuar en consonancia y por eso ahora necesitaban de una buena fuente de conocimientos.

- Quizás os suene de algo.

Comentó a sus compañeros, esperando en el lugar en el que estaba y pendiente de que la clérigo se alejara.

Tras ver la mano espectral y el nerviosismo de los presentes, sonrió, ufano. Sobre todo, dedicó un guiño a Yash.

—Te puedo enseñar cuando quieras —dijo sugerente, antes de mirar de nuevo hacia la estatua, un poco más serio—. No retrocedáis, lo que hemos visto es un conjuro muy simple, una mano espectral; Son incorporales, por eso ha atravesado la estatua y se ocultaba dentro dentro del suelo, pero en si no es peligrosa. Hay alguien detrás de carne y hueso que parece estar lanzando maldiciones a través de ella, pero Auren parece que lo ha resistido, así que vamos a por él antes de que nos siga atacando desde allí. —Volvió a esbozar un gesto divertido—. Vosotros primero.

Auren se puso seria enseguida en cuanto notó como la magia intentaba embrujarla, pero su resistencia natural la había rechazado y ahora estaba en guardia. - ¡Cuidado, es magia, hay alguien ahí! - advirtió, sin ser consciente (o no estar atenta) a lo que estaban diciendo detrás de ella. 

Subió los escalones que le faltaban y se asomó por detrás de la estatua, con el arma en ristre, para ver quién era el que les estaba atacando. - ¡Ríndete! - exclamó nada más verle, sin dejarle hablar. 

¡Cuidado, es magia, hay alguien ahí!

Ante aquel comentario puse los ojos en blanco en señal de exasperación ¿caso no avababa de decir eso mismo hacia escasos 3 segundos? Alguno de esos chicos tenian pinta de acabar como el grupo anterior, mientras la mujer se lanzaba junto a los otros saqué la ballesta cargada y me moví a las escaleras laterales, cubriendo el lado este de las escaleras  para tener suficiente visión para disparar a quien sea que estuviera detras de la estatua en caso de que saliese por el otro lado...

El oráculo sintió una pequeña satisfacción al escuchar que se trataba de magia arcana, pues él desconocía ese tipo de magia. Optó entonces por apretar el paso para ascender y moverse por el lado contrario al que tomó Auren, buscando rodear al mago para que tuviera menos opciones de escapatoria.

Escuchó que su compañera pedía la rendición mas él creía que la sangre terminaría corriendo, el tiefling siempre veía el suelo manchado de rojo.

Satehe, que era la más rápida y ágil corrió como un gamo, saltando los escalones a toda velocidad y se colocó a la altura de la humana, para ver también al misterioso atacante. 

Darío seguía tan tranquilo, sentado en el banco e intentando despejar la mente, que tardó un poco en darse cuenta de que estaban yendo todos a por la estatua.

—¡Que no se va a mover, no corráis tanto! —Alguno incluso estaba subiendo—. ¡VAIS A ACABAR MALDITOS TODOS! —¿O no? ¿No habían dicho algo de magia? ¿Habían vuelto a afectarle con algo? Lo suyo era puntería—. Ja, ja, ja. Venga vale.

Se movió él también, sacó el arco, y apuntó a la estatua.

—Si se mueve la atravieso. Aunque no se yo que tal me va contra las piedras.

Os movéis, rodeando la plataforma o directamente por los escalones centrales, para hacer frente a lo que sea que os esté atacando. Unos y otros, a medida que os acercáis, descubrís una criatura encorvada, con patas de cabra y envuelta en harapos, sin rasgos en la cara distintivos, a excepción de un enorme ojo rodeado de colmillos.

Ratash, en cuanto lo ve, os informa de que es un aghash, un tipo de div; son ajenos malvados que se deleitan maldiciendo a sus víctimas desde las sombras, aunque son sin duda peligrosos cuando se les acorrala. También dispara su ballesta, que sin embargo, al igual que la flecha que suelta Darío, no logra dar a la criatura.

El div, de repente rodeado, ignora a Saethe —demasiado fea como para tenerla en cuenta— y fija su mirada en Auren. La clérigo nota un cosquilleo, pero de nuevo resiste lo que sea que esté intentando el ser.

Nefertari, al ver que hay problemas, avanza todo lo que puede para llegar rápido al combate y proteger a los demás.