Partida Rol por web

La máscara de la Muerte Roja

1. Sala Blanca

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09/07/2013, 02:24
Director

Una sala exactamente idéntica a la anterior, salvo por su color, recibió a los invitados de Próspero, a sus sirvientes y al propio príncipe

En un principio todos se encontraban demasiado aterrados como para elucubrar alguna idea coherente o emitir algún juicio sobre lo que acababa de ocurrir. Sin embargo, poco a poco, todos fueron recobrando la cordura. Ahora el reloj se encontraba más lejos, y aunque seguramente su tañido aún sería audible, la sensación de peligro inminente que surgía de su amenaza inexorable se disipaba, pues hasta dentro de una hora exacta, no volvería a sonar. 

Cuando pudieron ser capaces de observar su entorno con calma, repararon en la similitud que había entre un salón y otro. Que poseían los mismos elementos, salvo por la tonalidad. En esta habitación, todo estaba bañado por un blanco nacarado, y las vidrieras de las ventanas dejaban pasar una luz pálida que convertía a todos los presentes en figuras de una blancura escalofriante. 

La puerta por la que todos habían huido permanecía abierta, mostrando a través de ella la dantesca escena que había quedado atrás. Sin embargo, un miedo irrazonable afloraba en cada uno de los presentes ante la idea de traspasarla para volver a la sala anterior. Ni siquiera los gemidos agónicos de aquellos que aún se retorcían en los estertores de la muerte, que aún sonaban entre las paredes del opulento salón en el que había tenido lugar la mascarada, eran motivación suficiente.

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09/07/2013, 05:27
Fionna

Fionna luchaba con la gente por alcanzar a su madre antes de la huida pero el mismo pánico que sentía, le impedía intentarlo con mucha fuerza. Se dejó llevar por su padre y su hermana y al dejar de huir, se abrazó a su padre sollozando.

Se le había enseñado a no llorar, las grandes mujeres de sociedad no hacían eso pero era su madre quien había sido asesinada frente a todos brutalmente y el príncipe era bastante desagradable. Ni siquiera había intentado ayudarla, ni siquiera le hizo frente a la muerte y él era quien los había llevado allí. Tal vez las cosas hubieran sido más fáciles si se hubieran quedado por fuera del castillo.

Por su cabeza pasaban las imágenes una y otra vez sobre lo que había visto pero no lograba dejarlas pasar. La cara de su madre perdiendo cada vez más color, la muerte roja allí, frente a ellos y nadie pudo impedir su entrada, la joven campesina decapitada, la sangre. La sangre cubría sus ojos, sentía miedo de mirar sus manos para no perder la cabeza y verlas cubiertas de la sangre de su madre.

Con las pupilas delatadas, se dirige a su padre - ¿Pero qué atrocidad hemos hecho, querido padre, para que la injuria de la muerte cayera sobre nuestra amada madre? - suplicaba entenderlo. Hace poco había aparecido en la alta sociedad y ya había perdido la tranquilidad.

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09/07/2013, 10:20
Lautone

Quiso reírse, reírse de la muerte, de los gritos de pánico y de la ironía de aquello... pero se quedó en un quiso, Lautone era mortal como todos y por ello el miedo a la propia muerte estaba patente en su ser... pero aún con ello, en su interior se mostró más firme que muchos, él mismo había mirado a la muerte a los ojos, tanto en su propio pellejo como por la gente que le rodeaba tiempo atrás.

Su prioridad se centró en proteger a Elisabetta, la cogió con firmeza y fuerza, quizá demasiada, pero la tensión que sentía era bastante como para controlarla. Su físico se impuso sobre el de algunos a la hora de alcanzar la puerta, y no le importó empujar a quien se interpusiera en su camino...

Cuando llegó a aquella sala blanca donde se podía ver el espectáculo que había en la que dejó aflojó el agarre que tenía sobre Elisabetta... ni el mismo entendió por que había salido de su interior aquel reflejo de protegerla y llevarla fuera de allí con premura, pero lo hizo, y entonces fue cuando escuchó el cacareo lastimero de aquella niñata...

 - Por que la muerte es la muerte - respondió aquella obviedad casi por inercia; se quitó la máscara calaverica con gesto furioso y sin duda, temeroso - Si alguno creyó que estábamos a salvo es que peca de una inocencia insultante - se irguió en toda su estatura y miró de soslayo a los cadáveres - la muerte no entiende de buenos ni de malos, ni de mujeres, ni de viejos ni niños, la muerte vendrá a por nosotros y nos arrancara las entrañas - sino estuviera asustado disfrutaría de sus propias palabras, pero no era el caso - el juicio del bien y el mal vendrá después... si es que hay algo después de toda esta pesadilla - casi escupía sus palabras, pero conforme recuperaba la compostura empezaba a controlarse un poco. Estuvo a punto de continuar, pero se cayó del todo, no quiso seguir con su discurso, bastantes enemigos se acababa de ganar en un segundo, por no decir que se notaba que la elocuencia no era lo su fuerte.

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09/07/2013, 12:04
Nicola

La huida de aquella sala no había sido cosa fácil. Nicola había sido probablemente de los últimos en escapar, y no por un necio valor, sino por que sus pasos con la muleta que le ayudaba a caminar no eran tan rápidos como los de una turba aterrada que se abalanzaba intentando escapar de... ¿De qué? Evidentemente, a la pobre mujer le había afectado la Muerte Roja... ¿Pero quién era aquel que iba disfrazado de ése modo? O peor aún, ¿qué era?

-Por el amor de Dios, Lautone, cesad vuestro cacareo. Ésas palabras no ayudan en nada ahora mismo. Más aún, podríais impulsar a que alguno de los presentes hiciera alguna tontería. 

 

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09/07/2013, 12:27
Cecile

Cecile todavía sentía el horrible olor que desprendía ese ser que apareció de repente en la sala. ¿Qué está pasando...? En medio de la desesperación, Cecile se dirigió a la única puerta abierta, huyendo del lugar siendo empujada a diestro y siniestro durante todo el recorrido y recordando el rostro de Camelia palideciendo hasta alcanzar la muerte. 

Los latidos de su corazón bombeaban la sangre violentamente, sin cesar ni cuando consiguieron entrar en la nueva sala. ¿Dónde está? ¿Nos ha seguido? ¿Estaremos a salvo aquí? Miró a su alrededor para observar a los que con ella habían conseguido escaparse.

Se encontraba sola, aterrada. Así que poco a poco se acercó a Attilio. - ¿Se encuentra bien...? - Sus palabras temblaban y en su rostro se observaba el miedo que sentía.

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09/07/2013, 13:44
Chiara

El horror de lo sucedido en el otro salón se queda prendido en los enormes ojos verdes de la joven Chiara que se ve arrastrada por la gente que huye hasta llegar a la Sala Blanca.

Todavía con los ecos del reloj latiendo con fuerza en sus oídos, aterrada y con las mejillas lívidas, intenta recuperar el aliento y la compostura. Sin embargo, sus labios tiemblan mientras busca con la mirada a sus amigas, asegurándose de que están bien. En cuanto atisba a Martina se acerca a ella y la coge de la mano, sin preocuparse por una vez de la mirada que le pueda echar el padre de ésta. — ¿Estáis bien, querida? — Pregunta en un susurro tembloroso.

Sin soltarla* busca a Elisabetta, que se encuentra junto a Lautone. Chiara se acerca a la muchacha y la abraza, escondiendo su rostro en el hombro de su amiga. — H-ha sido horrible. — Dice simplemente, sabiendo que Elisabetta comprenderá todo lo que pasa por su mente.

Notas de juego

* Mi intención es llevarla conmigo, pero sólo si se deja.

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09/07/2013, 16:24
Enzo

El pánico se apoderó de Enzo al igual que del resto de los presentes cuando la muerte roja hizo su aparición,cobrándose a sus primeras victimas, al parecer Próspero no había sido capaz de evitar aquello, quizás hubieran estado mejor fuera de aquel castillo, pero era tarde para eso, lo único que pudo hacer fue dejarse conducir hacia el interior de aquella estancia.

Durante la carrera, una mujer aterrada se chocó con él y le despojó de la máscara, aquel antifaz valía más que la casa donde se había criado de pequeño, pero no podía permitirse pararse a recogerlo, así que avanzó abriéndose paso como pudo entre la jauría humana, dejando la máscara abandonada en el salón del baile.

Una vez dentro de aquella sala escuchó los lamentos de la familia de Camellia, sería hipócrita tratar de consolar a las hijas o el marido de la difunta, no tenía nada en contra suya, pero tampoco la conocía. Así que optó por respetar el dolor de sus allegados.

- Esta sala me aterra aún más que la anterior- comentó para sí mirando a su alrededor y a los presentes con desconfianza- creo que deberíamos de tratar de buscar otra salida, me niego a permanecer quieto sabiendo que la muerte roja puede entrar para reclamar nuestras almas.

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09/07/2013, 17:21
Attilio

Attilio corrió percatándose de que Cecile estaba bien, desde que pudo se acercó a ella-yo estoy bien y ¿vos?¿Os ha pasado algo?- Miro a todos los presentes sobre todo a Lautone-¿Esta señorita pierde a su madre y vos solo podeis decírle eso?He visto la muerte miles de veces, os asombraría cuantas, en niños, en ancianos, en mujeres, en hombres, en bandalos...Y aparte de respetárla hay que consolar a los que acaban de ser afectados, más cuándo lo que se ha perdído es a una madre que deja a dos hijas....-se sienta al lado de Cecile con las piernas encogidas y el laud como única pertenencia-no estámos a salvo ninguno, ya que la muerte no distingue de clases.-

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09/07/2013, 17:59
Salvatore

Me sentía terriblemente desconcertado, no entendía como ese despreciable ser que se ocultaba bajo una máscara blanca podía haber matado a todas aquellas personas en un instante, y muchos menos sin el uso de armas. "¿Hechicería? No, no..." No era creyente y en condiciones normales habría descartado una idea así, pero visto lo ocurrido y las palabras de la supuesta "muerte" me quedaba sin razonamientos lógicos que pudieran poner algo de sentido a todo aquel caos.

Intenté mantener las apariencias pero el miedo inundaba mi corazón, demasiado nervioso como para pensar con claridad y poder averiguar que estaba ocurriendo.

-Mucho me temo que esta sala no tiene más salida que las ventanas. -respondí a Enzo. -Y como habréis visto hace un instante ni los más fuertes pudieron romperlas. -terminé pasándome la mano por la boca y barba, pensativo, analizando como salir de aquella trampa mortal.

Observé al resto de personas de la sala, eché un rápido vistazo a Fiona y Patricia y más tarde acudí al lado de Lucrezia. -¿Estáis bien Lucrezia? -apoyé una mano en su brazo. -Si hay algo que pueda hacer por vos no dudéis ni un instante en mencionarlo. -entonces dirigí la mirada a su hija para comprobar que también se encontrase sana y salva.

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09/07/2013, 18:06
Lucrezia

Mientras duraba la aparición, Lucrezia había permanecido completamente aterrada, más blanca aún. Lo que solo había sido un pensamiento estaba cumpliéndose ante sus ojos. La Muerte Roja acababa de hacer su aparición ante todos ellos. La pordiosera La había traído al interior de los salones hasta entonces seguros de Próspero. 

Cuando vio a Camelia sangrar y más aún cuando estaban muriendo los guardias, fue cuando empezó a sentirse ahogada. Comenzó a abanicarse frenéticamente, histéricamente, y sus ojos comenzaron a llorar mientras un globo se formaba en su garganta y no le dejaba gritar, aunque su cabeza le pidiera hacerlo con todas sus fuerzas. Se llevó la mano libre al corazón. Sentía que con el reloj se había parado, y el terror la tenía agarrada. Finalmente, cuando las puertas se abrieron, no pudo evitar gritar todo lo que no había sido capaz hasta ese momento y correr hacia la Sala Blanca.

- ¡La Muerte Roja! ¡La Muerte Roja! - Gritaba una y otra vez. Cuando se encontraron todos en la otra estancia, vio de lejos el charco sangriento en el que una mujer tan poderosa como la condesa agonizaba junto a quienes habían acudido a socorrerla. Aquella imagen la fue aterrorizando más aún y fue perdiendo la energía de sus gritos hasta quedar de nuevo solo jadeando y abanicando el aire a su alrededor.

Se mantuvo en silencio mientras todos hablaban nerviosamente, e ignoró la rudeza de Lautone, al menos en palabras, porque sí que le dirigió una mirada reprobatoria. Caminó hacia el conde Roderigo con el rostro contrito.

- Mi señor conde... Lamento... mucho... lo que acaba de pasar. - Bajó la cabeza en señal de respeto, y las lágrimas aún caían al suelo y su vestido. - N- no sé... no sé qué más deciros salvo que... mi familia os acompaña en el sentimiento...

Se quedó pensativa y como ausente murmuró.

- ¿Qué va a pasar ahora? ¿Vamos... a morir... todos? - Preguntó al aire. Enseguida se dio cuenta de la tremenda rudeza de su momentánea ausencia y miró al conde con la vergüenza marcada en su rostro. - Oh, disculpad, mi señor conde. E- estoy muy asustada... - Empezó a llorar de nuevo más activamente. - Disculpadme, por favor... - La mano que tenía aún cerca de su pecho se ciñó más a él y se hizo un puño mientras buscaba algún lugar en aquella sala blanca como el nácar, como la piel de un muerto, un antídoto para su terror. Miró a Elisabetta y comenzó a llorar más aún.

- Por Dios. - Murmuró, o quizás mejor balbuceó aquella súplica con los ojos fijándose en múltiples puntos a su alrededor. - Mi hija no. Ella... ella... - Dudó. - Está esperando... está esperando un bebé. -

Escuchó la voz de Salvatore, y el temblor acabó, quizás porque se sobresaltó más aún sentir su mano en su brazo.

- Oh, ¡por lo más sagrado, Sal- maese Salvatore! - Exclamó, agarrándose a su brazo con un gesto brusco y asustadizo. - Oh... muchas gracias, mi señor. Solo estoy sofocada, asustada, impactada por este dantesco espectáculo eso es todo. ¿Sigue la Muerte Roja entre nosotros? - El llanto se hizo con ella de nuevo y miró hacia su hija. Dedicó una mirada a Salvatore con los ojos empapados en lágrimas e hizo el esfuerzo de darle una sonrisa temblorosa. - Discúlpame... oh, perdón, disculpadme un momento. Mi hija... - La señaló con el abanico, que se movía ahora cerrado en su puño casi más que lo que lo había hecho abierto, pues Lucrezia seguía temblando. Apretó el brazo de Salvatore un poco más, suavemente, y se separó de él con algo de parsimonia mientras se giraba hacia Elisabetta. Se acercó a ella con paso temeroso primero, pero luego más rápido, nervioso. - Elisabetta, mi niña, mi pequeña... ¿estás bien? ¿Te ha salpicado la sangre? ¿Notas algo extraño? 

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09/07/2013, 19:16
Fabiano

Cuando la escena comenzó, Fabiano se mantuvo impasible con la boca bien cerrada mirando al extraño invitado que ahbía hecho aparición, pero no dijo ni hizo nada, tan solo mantenerse al lado de su señor esperando que los guardias acabasen con la afrenta. Sería estúpido decir que el miedo no trepó por su cuerpo cual arácnido deseoso de aplicar su veneno.

En el momento en que el reloj empezó a sonar y cundió la histeria, Fabiano fue el primero en correr junto al resto hacia la única vía de escape visible. No le importó tener que empujar a una pobre sirviente al suelo, y a pesar de conocer su nombre, inicialmente no le importó en absoluto, aunque un metro después se giró para agarrarla del brazo y tirar de ella.

En el momento de llegar a esa extraña sala blanca, la respiración del chambelán era agitada, pero en tanto recuperó el aliento, se acercó al príncipe.

-Mi señor, si me permite, ¿qué desea que hagamos? El caos cunde entre sus invitados, y la muerte campa a sus anchas por sus salas.

la mriada de Fabiano se volvió hacia Enzo, a fin de cuentas también le valía una respuesta suya como mano derecha de Próspero.

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09/07/2013, 19:51
Patricia

¿Qué es esa figura extraña que irrumpe en el baile y se va acercando hacia los invitados? Apenas unos segundos después de pensar esto, madre yace muerta en el suelo. El corazón me da un vuelco y la realidad me parece muy distante. Escucho el griterío de la gente temerosa de la Muerte Roja, aquí presente, pero hasta pasado un pequeño lapso de tiempo en el que recibo un buen empeñón de alguien que busca una manera de huir, no vuelvo en mí.

- ¡Madre! -grito y alargo la mano, tratando de alcanzarla con todas mis fuerzas pero la muchedumbre me empuja inevitablemente hacia otra sala. Como un río que nada puede detener.

Al entrar en la nueva sala busco a mi familia. Al principio no la encuentro y no paro de ir de un lugar a otro de la sala para encontrarles, hasta que doy con ellos.

- Estais aquí... -digo dirigiéndome a padre y a mi hermana. Mi semblante no dista de la palidez reinante del lugar. Fionna parece estar buscando consuelo en padre, pero padre tampoco debe de estar muy centrado tras lo acontecido. Hago oídos sordos a según que comentarios de gente sin corazón y poso mi mano enguantada sobre el brazo de mi padre. Las lágrimas, en silencio, no tardan en aparecer y sin máscara ya que las oculte poco puedo hacer para disimularlas.

- Todo irá bien, Fionna... -digo con voz temblorosa, tratando de reconfortar a mi pequeña hermana lo mejor que puedo pasando mi mano por su espalda. Justo llega la señora Lucrezia a darnos el pésame, en concreto a mi padre. Asiento en agradecimiento por sus palabras. Todos estamos asustados y esperando que el Príncipe nos ponga de nuevo a salvo, pero, ¿lo conseguirá? Durante siete semanas lo ha conseguido, ¿por qué hoy no? ¿Ha tenido algo que ver en todo esto la campesina decapitada?

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09/07/2013, 21:51
Martina

Ante tal espectáculo la joven Martina siente como su cuerpo pierde todas las fuerzas y casi se desmaya. A duras penas se sostiene apartando la mirada mientras todo sucede.

Cuando siente a Chiara acercarse deja que esta la arrastre hacía otro lugar sin oponer resistencia.

-¿Que.... Que esta pasando? Las palabras apenas salen de su boca, la chica no tiene fuerzas para hablar.

Después de tanto tiempo sufriendo el acoso de padre y ahora que al fin consigo estar tranquila un tiempo, en una fiesta rodeada de personas alegres ocurre esto... Mi vida cada vez va a peor.

Martina sigue a Chiara allá donde esta va sin atreverse a dirigir la mirada a su padre, sabe que en cualquier momento ira a buscarla para volver a tenerla a su lado.

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09/07/2013, 22:37
Giuseppe

Giuseppe corrió, corrió como alma que lleva el diablo, siguiendo a la multitud pero sin perder de vista a su adorada hija...

Al menos ella estaba a salvo, eso era lo importante. Pensó

Aquella persona sin duda usaba magia negra. Un pestilente aliado de Satanás. Sino ¿cómo una máscara puede mutar en la faz de la mujer cuya vida se acaba de consumir? No había otra explicación posible pero... necesitaban tiempo. Tiempo para calmarse y tiempo para poder trazar un plan de huida. El príncipe había sido cauteloso y a buen seguro que las murallas de su encierro eran inexpugnables desde fuera pero... ¿y desde dentro?

Observó como aquella jovenzuela descarada (Chiara) se llevaba a parte a su hija...., ya resolvería aquel asunto más tarde... Martina no se iría muy lejos ahora mismo.... pero... seguiría con un ojo puesto sobre ella, sólo por si Martina realizaba alguna alocada estupidez más propia del miedo y de la confusión que de su juventud.

Una de las puertas había cedido pero... era vital tratar de cerrarla y atrancarla de alguna forma...

Señores, por favor, no se dejen llevar por el miedo o la confusión. Las damas presentes deben ser puestas a salvo de la tamaña atrocidad que acabamos de presenciar. Por favor, ayúdenme a cerrar la puerta para evitar que ese siniestro aliado de Satanás venga tras nosotros.

Con sus propias manos trató de cerrar la puerta y pidió la ayuda de los presentes...

¡¡¡Señores, rápido!!! busquen cualquier cosa con la que podamos atrancar esta puerta o improvisar una barricada... necesitamos tiempo  para pensar qué podemos hacer...

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09/07/2013, 23:27
Enzo

Fabiano tenía razón la muerte debía de estar campando por el castillo lo que hacía complicado las decisiones a tomar, ¿Cómo podrían estar seguros de que la siguiente sala que encontraran fuera segura? no, no debían precipitarse, pero el mero hecho de permanecer afinado en una habitación no era de su agrado, aún así parecía, de momento, la mejor opción.

-Fabiano, mi señor-le dedicó una reverencia al príncipe-creo que lo más acertado, será atrancar la puerta. Ayúdenos Fabiano, trataremos de atrancar la puerta con esos muebles, rápido, pero primero hay que romperlos para fabricar estacas.

Enzo, predicó con el ejemplo y tirando al suelo un diván, lo golpeó con el pie hasta obtener un tablón de tamaño mediano, acto seguido se dirigió a las puertas y las cerró, para después pasar el trozo de madera por los postigos de la puerta.

 

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10/07/2013, 00:57
Attilio

Attilio se pone de pie y hace lo mismo que Enzo.

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10/07/2013, 01:04
Príncipe Próspero

El príncipe permanece alejado del resto. Quizá avergonzado por haber huido ante una situación como la que se había presentado hacía escasos minutos.

Se llevó las manos a las sienes, mientras caminaba de un lado a otro, pensando en cómo proceder hasta que los presentes comenzaron a sugerir construir una barricada— Guardias, ayudad a mis invitados a construir la barricada—se dirigió a ellos con un tono severo. Después de todo, muchos habían sucumbido ante el pánico incluso antes de que sonara el reloj— Fabiano, tú y Rosella atenderéis las necesidades de las damas. 

Tras aquellas premisas, se acercó hasta Chiara, y tomó su mano, llevándola a sus labios para besar su dorso— ¿Os encontráis bien? ¿Habéis sufrido algún daño?

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10/07/2013, 01:17
Director

Ante su orden, los guardias que habían logrado llegar con vida al otro lado de la puerta, comenzaron a imitar el gesto de los invitados. Entre todos, fueron acumulando muebles y tablas. La puerta iba quedando así tapiada, ahorrando a los presentes la visión del dantesco escenario de la sala opulenta que acababan de abandonar. 

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10/07/2013, 01:20
Chiara

Chiara se separa lentamente de Elisabetta, dejando que su madre se acerque a ella a calmar la angustia por su hija. Está algo preocupada por el silencio de su amiga, pero comprende que quizá esté en estado de shock después del terrible momento que todos acaban de presenciar. Se da cuenta en ese momento de que ya no lleva encima su máscara y probablemente las perlas de sus cabellos se encuentren desperdigadas por el salón.

Mira entonces a su alrededor, viendo que algunos hombres empiezan a fabricar una barricada y empieza a intentar buscar una explicación lógica a lo que acaban de ver... Sin resultado, ha sido sin duda cosa de hechicería. Y mientras piensa esto sus ojos se dirigen involuntariamente y temerosos hacia Juliana durante un breve instante. Parpadea un par de veces y aparta rápidamente su mirada de la antigua amante del Príncipe cuando este se acerca a ella y toma su mano.

Un candoroso rubor tiñe las mejillas de la joven entonces, mientras mantiene en su mano la de su amado. Sus labios, aún temblorosos después del susto pasado, se abren para hablarle suavemente, con la voz cargada de temor.

N-no, mi Príncipe. Estoy bien. Tan solo algo... asustada. — Lleva su otra mano a la mejilla de él tímidamente antes de seguir hablando, con la mirada prendida de él y sin ser consciente del resto de personas de la sala mientras él le presta atención. — Cuando vi esa figura... Temí por vos. Me alegro tanto de que no os pasara nada... Debéis tener cuidado, demasiadas cosas dependen de vos. — La voz de la joven Chiara es más un ruego que un consejo o una afirmación y sus labios empiezan a sonreír levemente mientras sus ojos no se separan de los del Príncipe. A su lado se siente protegida y el temor por la extraña figura enmascarada parece más lejano cuando Próspero se preocupa tiernamente por ella.

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10/07/2013, 01:46
Juliana

Juliana había observado, aterrada, toda la escena.

Primero, la llegada de la campesina. Probablemente era comprensible, pero tampoco podía esperar ninguna otra cosa, llegando de esa manera. Le disgustó sobremanera que el asunto fuese zanjado de esa forma delante de todos, pero supo no reflejarlo en su rostro. Una vez hubo sucedido, dibujó una débil sonrisa y continuó con las conversaciones pendientes.

Sin embargo, ante la llegada de quien decía ser la Muerte Roja, primero creyó que se trataba de una broma de pésimo gusto. Ninguna norma de protocolo, ninguna experiencia anterior, la habían preparado para todo aquello.

Al ver lo que sucedía con Camelia no pudo sino correr como cualquiera, agarrando con las manos su vestido por miedo a tropezarse y quedarse atrás. Varios chocaron con ella, y les dedicó miradas de profundo odio y miedo.

Ya en la otra sala, buscó un lugar donde sentarse y tomó algo de vino, tratando de serenarse. Las palabras de Lautone le parecieron del todo inapropiadas, pero no consiguió reunir las fuerzas para intervenir. Aquello que acababan de ver era desgarrador e inaudito.

Observó cómo los hombres comenzaban a formar una barricada y cambió su postura en el asiento. No podía pasar más tiempo descompuesta, tenía una imagen que mostrar. Recorrió la sala con la mirada, mientras formaba una pétrea expresión en su rostro.

Los sonidos del lugar le llegaban atropellados, cuando escuchó hablar al Príncipe. Hizo entonces un gesto a Fabiano, para decir con el tono de voz más neutro que pudo lograr.

- ¿Podríamos conseguir algo más de vino fresco, señor? - preguntó entonces, ya con su copa vacía, aunque no era más que una excusa para tratar de estudiar la expresión del chambelán tras lo sucedido.