Partida Rol por web

El tabernero se resiste y la diferencia de idiomas no hace que sea más sencillo. Pero al final, quizás por cansancio, quizás porque ve que te giras con intención de marcharte, decide hacerte una rebaja. Rebaja que a tu parecer es suficiente y acabais llegando a un acuerdo. 

Abandonas el pueblo con un caballo fresco y comida para varios días y te dispones a galopar tan rápido como te sea posible.

En tres horas al alcanzas Brihuega

Pero entonces, mientras pretendes bordear la ciudad por el camino exterior, te cruzas de golpe con alguien a quien ya conoces. Luc, el espadachín con el que luchaste, entre tiros, en la posada en Francia, está frente a ti. Le acompañan dos hombres. Antes de que tengas tiempo de decir nada, ves que murmura algo  a uno de ellos que se gira y sale cabalgando a toda velocidad en dirección contraria a vosotros.

-Mon ami, ¡cuanto tiempo! Yo deseando el reencuentro y vos intentando evitarlo. ¡Ains, cuan ingrata es la amistad! Mas, he aquí que el destino ha decidido juntarnos de nuevo. ¿Tendréis a bien bajar del caballo o habremos de batirnos como en la Edad Media?- te comenta sonriente

Por fin avanzo, llego a una ciudad que me dispongo a rodear pero, oh, fortuna, Luc.

Observo cómo manda a uno de sus hombres, probablemente a avisar a su amo, mientras me habla de un duelo y de cómo le he dejado atrás. Mi sonrisa se ensancha.

Lo lamento amigo, pensé que querríais pasar un rato a solas con la dama. Al menos ella estaba deseosa de un escarceo con vos.

Y pregunta de si bajaré o no del caballo. Palmeo en el cuello a mi montura, meditando las posibilidades y la verdad es que no he pasado suficiente tiempo con este animal como para saber cuánto confiará en mí y cuánto aguantará los embites.

Bajo de un salto ágil y pongo mi mano en el cuello, para crujirlo hacia ambos lados.

La próxima vez que queráis mandarme diversión, al menos que sea más joven y fogosa.

Apoyo la mano sobre la empuñadura de mi espada.

¿Seguro que deseáis batiros? ¿Tanto os pagan por encontrar a la jovenzuela?

-¡Ja! Ese comentario demuestra que la conocéis aún menos que yo... y creerme que la conozco bien poco. Creo que se ha olvidado de su origen y, rodeada de mojigatos castellanos, se ha convertido en una puritana más. Personalmente creo que debería volver a Francia y soltarse la melena un poco pero entonces ¿qué hará con las agujas que se la sujetan? ¡No! Igual es mejor, para nosotros los franceses, que se quede aquí- te replica sonriente

Baja del caballo cuando ve que tú lo haces y, con un gesto serio, hace que el otro que le acompaña, desmonte también.

-¿Jovenzuela? ¡Oh là là! ¿De qué habláis? ¿Acaso habéis estado confundiendo su cabecita malévola con historias? No, señor. A mí no me engañáis. Yo sé lo que lleváis y sé bien porqué no debéis llegar a entregarlo. Más no acierto a comprender cómo un patriota como vos puede prestarse a semejante juego. No me entendáis mal, yo sí lo haría, pero es que yo me vendo al mejor postor y no es lo que me habían dicho de vos. Pero, menos hablar nosotros y más dejar que hablen las armas. Seremos generosos y honrados, porque vivir de que te paguen no está reñido con el honor ¿no creéis?-

Río con su comentario de las agujas, realmente ingenioso.

Veo que habéis afilado vuestra lengua en mi ausencia. Espero que hayáis hecho lo correspondiente con vuestra espada.

Mi gesto se endurece un poco cuando habla de que sabe qué va la misión, ante lo cual me encojo de hombros.

No necesito dinero, mon ami. Sin embargo, tampoco creáis que estoy libre de dudas más ¿qué clase de francés no cumple su palabra? Si estáis dispuesto a escucharme...

No termino la frase cuando ya se mueven para el combate. El ayudante parece un poco más rápido y, la verdad, no me interesa nada de él así pues decido que debe ser el primero en caer. Un sencillo y directo puñetazo a la nariz, casi sin esfuerzo, para volver a mirar a mi amigo y ponerme a la defensiva.

... os puedo proponer un desafío que no podríais comprar con oro.

Le sonrío, divertido, mientras me fijo en cómo su aliado retrocede un par de pasos.

¿Honor en un dos para uno? ¿Acaso habéis estado recientemente en Italia?

Río nuevamente.

-¡Ah! Pero es que los hombres honorables no viven demasiado- te dice antes de que te lances contra su acompañante y lo derribes de un puñetazo.

Luc lo mira caer con gesto burlón y despectivo -Además, ya sabía yo que éste no iba a durar nada.  Cada vez los hacen de peor calidad ¿no creeis?- comenta volviéndose hacia ti.

Se suelta la capa que lanza sobre el lomo de su caballo y, con gesto lento, desenfunda su espada.

-Eso nos deja sólo a los dos. Debo decir que es un honor batirme con vos, no tenía el placer de conoceros antes de este encargo pero reconozco que durante el viaje habéis demostrado vuestros méritos. ¡Por cierto! Debeis contarme dónde se encuentra vuestro paso secreto por los Pirineos, sería una lástima que fallecierais con esa valiosa información sin compartirla antes-

Entonces, sin avisar más, lanza un ataque directo que te alcanza. 

Bueno -comento divertido cuando habla del honor-: yo soy honorable y sigo vivo. Cosa que no pueden decir mis enemigos.

Niego cuando habla de la peor calidad, y es que la verdad es que este ayudante parecía más duro que los últimos.

¿Paso sec...? -comienzo a preguntar mientras, pese al choque de nuestras espadas, su filo consigue rasgar mi piel- Ah, ese paso... -me acaricio la herida- Habéis mejorado, Luc, desde la última vez.

Mi acero baila un poco de lado a lado, mientras le observo cada movimiento.

Aunque habláis mucho del oro, en realidad no parecéis un mal hombre. Después de derrotaros os haré una oferta que no se repetirá.

Y dicho esto, mi espada va hacia delante pero, en lugar de buscar hacerle daño, sólo busco cortar la correa de su cinturón para que se le caigan los pantalones que, aunque no lo consiga, seguro que le pone nervioso, mientras le miro a los ojos con una sonrisa.

Mhpf... parece que las florituras no son lo mío. Me apetecía intentarlo.

Reconozco. Pero ahora era su turno.

-Mon Dieu! Yo no he mejorado, es que la vez anterior apenas tuve la ocasión de daros una pequeña muestra de mi arte. Pero, afortunadamente, creo que esta vez podréis presenciar el espectáculo hasta el final. Aunque confío en que el final sea menos trágico de lo obligado y os portéis bien rindiéndoos a tiempo para que no tenga que mataros- te comenta con una sonrisa de oreja a oreja mientras os movéis, uno frente a otro, buscando una posición mejor para atacar sin exponeros.

-No creo que podáis igualar la oferta que ya tengo. Mi patrón es muy generoso, os aviso. Está decidido a conseguir su objetivo y no parará hasta lograrlo-

Sus pies son ágiles, al igual que su cintura, y el golpe que pretendías se pierde en el aire sin llegar a su destino. 

-¡Oh! ¡Qué lástima! siempre es una pena ver una ocasión desperdiciada- comenta mientras aprovecha tu aproximación para lanzar un toque. Su punta pincha cerca de tu cadera, provocando una herida que, de momento, no sangra demasiado

Su espada me golpea, pero mi cuerpo lo resiste sin resentirse demasiado.

He entrenado mucho contra el acero, de modo que puedo seguir peleando sin notarlo, le dedico una sonrisa a mi villano favorito.

Entonces, seré yo el que no se contenga.

Paso mi espada de la diestra a la siniestra para recuperarla con la diestra.

¡Ha! Lo que es una lástima es que tendré que derrotaros. En verdad os tengo aprecio, mi enemigo... sin embargo debéis comprender que no me dejáis alternativa. Ya os he ofrecido uniros a mí.

Sólo entonces lanzo un espadazo rápido a su hombro, con la intención de atravesar y clavar.

Y vuelvo a hacerlo, antes de derrotaros.

Le sonrío, mientras la sangre mancha una de mis camisas negras. Menos mal que son negras y no se nota demasiado.

Tu adversario observa con interés tu juego con la espada mientras sonríe con la boca ligeramente torcida

-Bueno, he conocido antes a muchos otros que presumían de grandes habilidades pero resultaron no poder parar bien una estocada. Confío en que vos no caigáis en el mismo error- comenta con la suficiencia que le daba el haberte alcanzado ya en dos ocasiones aunque no se tratase de heridas mortales, ni siquiera de gravedad.

Se detiene para escuchar tu amenaza y, aunque trata de esquivar tu embiste, falla.

Alcanzas su hombro mientras un gemido de dolor sale de su garganta. Su mano izquierda se dirige hacia la herida y sus dedos se tiñen de rojo

-No. Puede que sea un mercenario pero aún me queda el honor de saber que si alguien me encarga un trabajo, no renuncio dejándolo a medias. No puedo aceptar vuestra propuesta, aunque agradezco que la hagáis. Demuestra la clase de hombre que sois y porqué el Rey os hizo a vos este encargo. Al final resultará que nuestro monarca tiene más de dos dedos de frente-

En un gesto menos calculado que los anteriores, Luc lanza un nuevo envite contra ti.

Esta vez el golpe me provoca un dolor lacerante y, pese a mi entrenamiento, retrocedo magullado y sangrando.

Entonces alzo mi mirada hacia él con una sonrisa entre divertida e incrédula.

¿En serio? Hacía bastante que no herían como vos. No puedo si no volver a elogiar vuestro empeño.

Asiento.

También habla bien del que os ha contratado, confío en vuestra palabra. Y es por ello que será una lástima tener que manchar vuestro historial, aunque hay que reconocer que probablemente haya contratado a una de las mejores espadas de alquiler de todo Francia.

Por respuesta, cuando le elogias, Luc hace una florida y cómicamente exagerada, reverencia.

-No una de las mejores espadas de alquiler, no. LA mejor. Al menos, hasta el día en que decidáis que nuestro Rey es un rácano avaricioso que no os paga lo que debe y os dediquéis al alquiler de vuestra espada y vuestro brazo. Ese día, tendremos que batirnos en duelo de nuevo, si no acaba todo hoy, para decidir quién será LA mejor espada de alquiler-

Respondo a su florido gesto con otro igual.

No me quejaré de mis elecciones, sin embargo... Sea pues, no faltaré a vuestro honor. Espero que podáis encajar mi mejor golpe.

Es entonces cuando giro la muñeca para darle el mejor golpe que soy capaz buscando su vientre. Un movimiento veloz en el que meto todo mi cuerpo, exponiéndome a un ataque por su parte. Pero sería una vergüenza no darlo todo contra él. LA mejor espada de alquiler en toda la nación.

Ruego que me disculpéis...

Mascullo, mientras noto la sangre brotar de la herida que él me ha hecho y cierro un ojo por el dolor. Mierda, te vuelves viejo, Tylou...

Tu hábil mano realiza una ejecución perfecta del movimiento que imagina tu mente. Antes de que pueda reaccionar, su propia mano está en su estómago, tapando el agujero por el que brota la sangre.

Se deja caer en el suelo de golpe.

-Sacrebleu!!!!- Exclama con dolor -No era así como pensaba acabar este trabajo, desde luego. Está bien, no podré deteneros. Dad pues recuerdos a aquel que os espera más allá-

No morirá de esta, pero no podrá seguirte. Será capaz de moverse por si solo hasta el pueblo de al lado y seguramente alguien le ayude a cambio de unas monedas.

Es hora de seguir tu camino. Tu caballo espera, ajeno a todo lo que estaba sucediendo, en la vera del camino, pastando. Te quedan unas horas hasta Madrid. Sólo unas horas hasta cumplir tu objetivo.

Tras mi golpe, más perfecto de lo calculado, sonrío.

Parece que no has perdido gancho, Tylou.

Me animo a mí mismo, más él me avisa de quien hay más allá. Me acerco hacia él y pongo mi mano en su hombro, para susurrar.

Si algún día decidís alquilar vuestra espada para una casa, junto a vuestra fidelidad, Noir estará encantado de que le cubráis la espalda.

Le sonrío y me marcho, dejándolo retirarse para subir a mi caballo.

Mi próximo destino es Madrid y, mientras cabalgo, estoy tratando de mermar las heridas de la que brota sangre. Cierro el ojo mientras me encargo de ello. Si por el camino encuentro algún suturador, gustoso pagaré alguna moneda para que cierre la herida, pues aunque no sea grave... mi amigo, Luc, me ha advertido de que me esperan más allá. Lo que significa que voy con los sentidos alerta.

Sin dejar de prestar atención a cualquier cosa que pudiese aparecer frente a ti... o detrás o a los lados, avanzaste hacia tu destino. Tenías urgencia pero no quisiste apresurar tus pasos pues no estabas en condiciones de cometer un desliz.

Por fortuna pudiste encontrar un curtidor que estuvo dispuesto a remendarte. Aunque semejante experiencia no le hacía la más delicada de las costureras. Y tampoco sus instrumentos se encontraban en las mejores condiciones. La aguja que tuvo que usar, acostumbrada a tener que rasgar el cuero más duro, dejó profunda huella en tu herida. Pero, aunque dolorido y con una futura cicatriz, el trabajo estaba hecho.

Creíais ver ya Madrid a lo lejos cuando descubriste un jinete embozado esperándote en el camino. Al acercarte, el jinete se descubrió ante ti.

-Siempre has sido un maldito cabezota- le comento intentando sonreir -¿porqué no podías dejarlo estar? ¿qué más te da a ti una paz con España?-

¡Hugo, mon ami!

Exclamo cuando se descubre, tardando quizá medio segundo más en razonar la situación.

¿Vos? -río, un poco- Seguí por la curiosidad de saber quién habría detrás de todo esto.

Me cruzo de brazos y alzo una ceja, mirándole, y de paso tratando de reprimir el dolor de las costuras.

¿Desde cuándo lo sabéis...? ¿Y no creéis que hubiese sido mejor tratar de usar labia en lugar de artimañas? Ya sabéis lo poco que me gustan las artimañas.

Sonrío ante su actitud. A mí no me engaña con esa apariencia de indiferencia.

-¿Desde cuando? Desde siempre, querido amigo. Nadie en mi posición puede permitirse no conocer lo que pasa por palacio. Necesito saber hasta la última absurda idea que ha podido tener nuestro rey de teatrillo. Una fortuna como la de mi familia no se puede dejar a expensas de un hombre al que dirigen sus instintos. Vos le habeis visto, ¿acaso no creeis que si mañana se acuesta con una buena meretriz inglesa, se ofrecerá a enviar a la pérfida Albión la mitad de las joyas de nuestra corona? Esa carta que llevais es un ultraje a nuestra nación pero, además, es un agujero en el que perder nuestro dinero. La guerra, Tylou, da dinero. Las tropas necesitan suministros, el ejército armas y nuestro rey generales. La guerra es el origen del poder y la riqueza de mi familia. Tú mismo vives de esto ¿por qué te empeñas en querer entregar una carta que podría traer una larga paz con nuestro principal enemigo?-

Mi mano se desplaza hasta la empuñadura. No dudaré en impedirle el paso, por la fuerza, si es necesario.

-Dime, amigo, si te hubiese dicho que no llevaras la carta, ¿me hubieses hecho caso?-

Dinero...

Mascullo, como si fuese el resumen de su discurso, aunque he mantenido el tipo escuchando cada palabra que salía por su boca. Es más, poco a poco mi sonrisa se amplía.

Ya sabéis que siempre he hecho caso de mis amigos... pero, oh, ¿creéis que habéis actuado como un amigo?

Niego, más aún cuando veo cómo su mano va hacia la empuñadura.

Es divertido que penséis eso de mí... como si su Majestad me conociese. Como si fuese mi intención traicionar a los míos. Sin embargo, sabéis mejor que nadie que soy un hombre de palabra, que no manda a asesinos a hacer su trabajo, así pues...

Desenfundo y mi mano juega con mi espada cambiando de posición varias veces antes de seguir.

... ahora mismo lo que más me apetece es batirme contra un viejo amigo. Y, por aquella que fue nuestra amistad... -abro mis brazos- Os regalo la primera sangre. Sed raudos, no permaneceré mucho así.

-Tylou, amigo, ¿cómo puedes decir algo así? Yo no mandé a asesinos a hacer mi trabajo... porque mi trabajo no era matarte. Y el de ellos, si podían evitarlo, tampoco, que conste. Pero es que nos lo has puesto tan difícil...- Te comenta mientras desenvaina -Como cuando os seguíamos por los Pirineos. Pensé que sólo debíamos esperaros en el camino ¡Y no aparecisteis! Aún me pregunto por dónde demonios pasasteis. Sería muy útil para los negocios, conocer semejante ruta-

Sin esperar, si quiera a acabar la frase, pensando quizás en cogerte desprevenido, te tira un lance. Y, efectivamente, te coge desprevenido. ¿Quizás no pensabas que tu amigo fuese capaz de semejante acto?