Partida Rol por web

En este vagón se respira el lujo. Los acabados y las calidades son excepcionales. No hay pomposidad propia de los caprichos de las clases altas, tan sólo buen gusto.

Algunos pasajeros pueblan el pasillo dialogando amablemente aunque, la lucha de egos esconde intenciones mordaces y afiladas detrás de cada frase, cada gesto o cada insinuación.

-...sí, querido, ya lo sabes- salí de nuestro compartimento y, al girarme, me encontré de bruces con un tipo de lo más peculiar -¡Uh!- lo miré de hito en hito enarcando una ceja. -¿Qué...? ¡Qué máscara tan extravagante!- dije por fin con una sonrisa cargada de entusiasmo al tiempo que daba una palmada. -Será usted la comidilla de todo el vagón- dije a modo de confidencia. Me acerqué un poco más -salvo por doña Clotidina, su indumentaria es para chillarle. Menuda urraca está hecha.- Y reí tapandome la boca con el dorso de mi mano enguantada en blanco.

-¿Quién sois? curioso hombrecillo- le pregunto afable, cordial, intentando parecer agradable a los menos pudientes.

"Madame." la saludó de una reverencia de sombrero cuando se topó de bruces con ella, quien lo primero que hizo fue comentar lo... extravagante que era su máscara. "¡Ha ha ha!" rió detrás de la misma. "Llamarla extravagante es quedarse corto... Es realmente fea, ¿verdad?" asintió. "Pero es por motivos de higiene... verá, en una profesión de médico de primera línea como la mía.." se señaló. "...lo último que uno quiere es contagiarse de asquerosas enfermedades que podrían matarnos a todos. Y hasta ahora me ha ido muy bien esquivándolas."

"Soy el Doctor Zacharias Jannsen, de Lónderes. Madame Goeritz, es todo un honor ver a la dueña actual de todo esto delante de mí. Espero que su tren pueda tolerar la presencia de un... extravagante pajarillo de sombrero y bastón como yo." y soltó una pequeña carcajada.

Mientras Sindy y tú accedéis, advertís que muy cerca de la puerta una pareja curiosa está manteniendo una conversación.

-...soy el Doctor Zacharias Jannsen, de Lónderes. Madame Goeritz, es todo un honor ver a la dueña actual de todo esto delante de mí. Espero que su tren pueda tolerar la presencia de un... extravagante pajarillo de sombrero y bastón como yo.

"Llamarla extravagante es quedarse corto... Es realmente fea, ¿verdad?" ante su sinceridad no puedo más que reír sonoramente "Pero es por motivos de higiene... verá, en una profesión de médico de primera línea como la mía lo último que uno quiere es contagiarse de asquerosas enfermedades que podrían matarnos a todos. Y hasta ahora me ha ido muy bien esquivándolas." La referencia a enfermedades me pone completamente alerta y me inclino hacia atrás, alejándome sutilmente de él.

"Soy el Doctor Zacharias Jannsen, de Lónderes. Madame Goeritz, es todo un honor ver a la dueña actual de todo esto delante de mí. Espero que su tren pueda tolerar la presencia de un... extravagante pajarillo de sombrero y bastón como yo." Agacho la cabeza en señal de aceptación pero no me acerco -Enfermedades. Uh... Usted no es como mi Doctor Jonshon&Jonshon. Él sólo atiende a la alta sociedad y, personalmente, jamás entenderé a las personas que lidian con tan desagradables labores.- Comento al percibir que este doctor podría tratar tanto a un carpintero como a un vagabundo.

Al tiempo que hablamos, alzo la vista y me encuentro con una pareja que accede al interior de nuestro vagón. -¡Oh! Muy buenas.- digo al comprobar sus atuendos y ver que no son dos despistados que acceden a un recinto exclusivo muy por encima de las posibilidades del populacho -¡Oh! Y usted es una verdadera preciosidad, señorita- le digo a la joven muchacha con voz seria y cierto resentimiento movido por la envidia. -Bella, inocente e inexperta- digo sonriendo.

-¡Soy! Sussan Goeritz- Digo revelando el nombre con solemnidad y los miro atentamente, esperando (sin duda) a que sepan de mí.

-Madame Goerith. Es un honor- le digo realizando una leve reverencia. -¡Goeritz! Querida, es Goeritz- me dice corrigiendome con excesiva rapidez. -Discúlpeme- le digo sonriendo -Permitanme que les presentes. Señor Cavallini, ella es Sussan Goeritz. Una de las dueñas de este tren-. Hablo siendo todo lo educada que puedo aunque me entran ganas de... sonrío.

La señora Goerith entablaba conversación con un individuo que porta una máscara de nariz ganchuda (como la de los médicos) y viste de cuero negro con sombrero de copa. Sin embargo, no realiza el mismo gesto que Sindy. Una vez se ha presentado, Sussan se limita a sonreír con aires de superioridad.

-Mal augurio traen los pájaros negros- El doctor Jannsen trae a mi memoria un viejo dicho de mi tierra, pero enseguida decido centrarme en nuestra anfitriona. Es una mujer impresionante, sin duda, firme y elegante, toda una aristócrata.

-Signora Goeritz, es un placer poder conocerla en persona. - Saludo con una cortés y discreta reverencia. -Permítame expresarle mi más sincera admiración por esta bellissima máquina, espero mucho de este viaje y no sería posible si no es gracias a usted. Si nos disculpa, y no quisiera parecer maleducado, pero... -digo mientras me giro hacia Miss Sindy- Miss Sindy, ¿no cree que deberíamos localizar nuestros compartimentos? Me gustaría poder sentarme antes de que el tren arranque -digo mientras sonrío. 

Saludó de igual manera con un gesto de sombrero a los recién llegados, fijándose, cómo no, en los ojos de uno y de otro, por si presentaban signos de heterocromía, aunque lo dudaba mucho. Su mejor pista era sin duda el albino de antes. En cuanto al estado de los Estados Unidos... Bueno, ese aliado tal vez le encontraría a él.

"¿Su médico personal Johnson & Johnson? ¿Como la famosa corporación? Me deja usted boquiabierto." si la mujer hubiera podido ver detrás de la máscara, le habría visto que realmente estaba boquiabierto. "¿Sus doctores personales son los mismísimos hermanos Robert Johnson y James Johnson? Madame, es usted una caja de sorpresas. ¿Viajan con usted? ¿Están aquí en este tren?"

Había un pensamiento retorcido que llevaba pasándole por su mente desde que escuchó que el marido de la señora Goeritz tenía casi todas las acciones de la compañía y heredaría toda la fortuna de su familia. ...¿Qué pasaría si el tipo muriese, y la pobre señora Goeritz quedase enviudada? Aquella petulante y vanidosa mujer pasaría a controlar... todo. Se quedaría la compañía y la fortuna. ¿Ocurriría lo mismo si la que muriese fuera ella y el que viviese el marido? Casi le entraban ganas de asesinarlos para comprobar qué pasaba, y, por qué no, dejar su marca en la historia, en los dueños de aquel lujoso tren. Tal vez hasta alguno de ellos quisiera contratarlo para hacerlo... tal vez hasta sacase dinero de ello...

Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos: -No... No podemos permitirnos el lujo de uno o dos asesinatos de diversión, mi querido amigo... Hay aliados que hacer aparecer y enemigos que hacer desaparecer... Llaves que encontrar... y el tiempo corre, corre como las manecillas de tu brazo. Tic, tac. Tic tac, tic tac...-

-Signora Goeritz, es un placer poder conocerla en persona. - me saluda el señor Cavallini con una acertada y discreta reverencia. -Permítame expresarle mi más sincera admiración por esta bellissima máquina, espero mucho de este viaje y no sería posible si no es gracias a usted. Si nos disculpa, y no quisiera parecer maleducado, pero... - dice mientras se gira hacia su acompañante -No se preocupe, apuesto galán.- le dije sin tapujos al tiempo que el hablaba a la dulce joven - Miss Sindy, ¿no cree que deberíamos localizar nuestros compartimentos? Me gustaría poder sentarme antes de que el tren arranque - le veo sonreír pero me sorprende lo que escucho de boca del médico enmascarado.

-¿Su médico personal Johnson & Johnson? ¿Como la famosa corporación? Me deja usted boquiabierto.- Interesante que la conozca -¿Sus doctores personales son los mismísimos hermanos Robert Johnson y James Johnson? Madame, es usted una caja de sorpresas. ¿Viajan con usted? ¿Están aquí en este tren?- Su entusiasmo me provoca una risita nerviosa. -No, hombre, no tengo intenciones de enfermar en este fabuloso viaje. Ellos están dando conferencias en el extranjero. Me reuniré con ellos en Rioma.- Le dije revelando mi destino.

Tras ello, veo como la pareja formada por Sindy y el señor Cavallini se aleja por el pasillo y vuelvo a hablar con el médico. -Me sorprende que los conozca. Le he subestimado, señor... ¿cómo de dijo que se llamaba?-

Después de alejarnos me giro hacia mi acompañante y le hago un gesto acompañando a la frase -menuda mujer-. En todo momento la traté con respeto, pero cuando quiso quedar por encima de mí me pareció una gran grosería. Me estaba poniendo mala en su presencia.

-Es usted un caballero, señor Cavallini.- Le digo cuando llegamos a mi compartimento -Aquí es, el 4-5- le mostré el billete y le sonreí. Luego, en un alarde de valentía pregunté -¿cuál es el suyo?-

Para Pietro

Al bajar la vista descubres que el tuyo es el compartimento contiguo, el 3-2, justo la puerta anterior a esa. Quizá en el compartimento de la señorita Sindy algún pasajero quisiera cambiar su asiento por el tuyo. Tienes la impresión de que Sindy lo agradecería.

Descubres que es el mismo compartimento que el de Sussan Goeritz. Puedes ir allí o entrar en el 3 a la espera de que alguno de los que allí se encuentran te lo cambie.

-Vaya, qué curioso, es justo éste de al lado. El 3-2. -Digo comprobando mi billete. -Un momento... la estirada ésa ha salido de aquí, ¿no? -Me doy cuenta de que he dicho esto último en voz alta, pero a Sindy no parece haberle molestado. Quizás le ha hecho gracia y todo. -Mal asunto -digo sonriendo.

>> ¿Le parecería bien, Miss Sindy, que esperase en su compartimento? A ver si alguno de sus compañeros está de acuerdo con el cambio, si le parece bien, claro. Es usted mucha mejor compañía que la signora Goeritz, de eso no hay duda. -comento mientras la miro con dulzura. Prácticamente sin esperar una respuesta, paso al interior del 4-5 y me siento.

Le sonrío con dulzura -Sería un placer disfrutar de su compañía durante el viaje- digo algo avergonzada. Y los dos entramos en el vagón. Aún no hay nadie en el interior y agradezco que seamos los primeros. Mi asiento -el 5º del vagón 4º- está justo a mi izquierda (de espaldas al movimiento del tren, espero no marearme) y pegado a la puerta. -Puede sentarse aquí, en el 3º- digo frunciendo el ceño justo antes de entender que los impares están a la izquierda y los pares a la derecha. -¿Le parece bien?- 

Pocos segundos después, escucháis cierto revuelo en el exterior. Frases de exclamación ante la presencia de algún cargo importante. Vuestras miradas se dirigen a la puerta cuando ésta se abre y, algo apresurado por encontrar tranquilidad, entra en vuestro compartimento el mismísimo Edenberg Straus, el ingeniero que ha creado esta maravilla de tren.

Entré en el vagón después de sonreír superficialmente a los accionistas. Era de esperar encontrármelos en este vagón pero no tan pronto. Gracias a dios estoy en un compartimento diferente al suyo. -Disculpad.- comento ahora con una sonrisa sincera, supongo que no hace falta que me presente, y respiro aliviado al no ver en el interior a ningún burócrata del sindicato, ningún accionista u otro cargo asociado. -No saben la alegría que me da veros- les digo mientras rebusco mi billete -temía que me tocara cerca de algún opulento estirado relacionado con este proyecto. Los burócratas son necesarios pero, a veces, uno prefiere la tranquilidad.- Les sonrío al ver que se trata de una pareja muy agradable -¡1.4.1!- exclamo y, tras dar dos pasos, me siento junto al hombre y echo una mirada por la ventanilla para comprobar cómo se desarrolla el evento. -Soy Edenberg Straus- me presento ahora para iniciar una conversación -es un placer compartir el viaje con ustedes-

Entro en el vagón tras haber memorizado el compartimento. Los ojos de todos los que allí encuentro se dirigen hacia mí con admiración -Oh, otra vez- pienso luciendo mi artificial y ensayada sonrisa. -Buenos días. ¿Qué tal? Mucho gusto. ¿Cómo están? Sí, sí va a ser un viaje estupendo. Gracias, gracias... no, no se moleste... déjeme pasar. Gracias. Oh Buenos días, un placer compartir este viaje con vosotros... sí, gracias, gracias...- y apresuradamente entro en mi compartimento (el 4) esperando no ver en el interior a ningún burócrata del sindicato, ningún accionista u otro cargo asociado

Así que a Rioma ¿eh? Soltó una risita detrás de la máscara cuando quedó patente que la mujer ya había olvidado su nombre. Una lástima tener que recordárselo. "¡Ja ja ja! Jannsen, madame. Doctor Zacharias Jannsen." ¿Quién sabe? ¡Lo mismo que se olvidara de mí habría sido hasta ventajoso! se imaginó y dijo a sí mismo, pero realmente no encontraba ninguna razón por la que aquello pudiera ser una 'ventaja' o 'desventaja'. Pero ya estaba divagando otra vez. Justo entonces el creador del tren pasó por allí, que a juzgar por sus nervios y su retaíla de respuestas genéricas memorizada, no tenía mucho tiempo para entretenerese. "¿Siempre es así? ¿El señor Straus?" preguntó gesticulando confusión con la cabeza enmascarada. "El tren va a moverse, pero nosotros no vamos a ir a ningún sitio en varios días. ¿A qué tanta prisa?"

-¡El mismísimo Straus en persona! ¿Se lo puede creer, Miss Sindy? -la sorpresa me hace perder la compostura por unos instantes- Aún no hemos salido de Lónderes y ya es la segunda eminencia que nos encontramos... aunque el primer encuentro haya sido algo infructuoso. Signor Straus, sin duda es todo un placer conocer a una de las grandes mentes de nuestro tiempo y, créame, lo digo sin el menor ápice de adulación. 

El contraste entre la altivez de la signora Goeritz y lo cercano que parece Straus no hace sino aumentar mi respeto por el segundo. Entonces recuerdo que en medio de toda la emoción ni siquiera me he presentado:

-Me llamo Pietro Cavallini. Mi hermosa acompañante es miss Sindy -digo mientras le dedico una tierna mirada. Luego le ofrezco mi mano, como buen caballero. - No tema, aquí puede estar bien tranquilo.