Partida Rol por web

-hmmm.- Wash, cruzado de brazos, asentía con cada nombre que soltaba el orondo, y haciéndose el sueco (¿en Suecia hay monos?) comenzó a caminar hacia la puerta -Muy bien, continúe, está haciendo un buen trabajo. Adelante agente Bokanson, hechemos un vistazo.-

-A propósito, sólo una cosa mas ...- carraspeó Wash, girándose hacia el gordinflas ^{(homenaje al difunto Colombo XD)} -...¿No será usted un monje guerrero zen, por casualidad?-

-¡Alto! -gritó el guardia interponiendo la lanza en el camino de Wash -No puedo permitirles el acceso. Al menos hasta que no me enseñen sus identificaciones...

El hombre miró al mono con severidad y negando con la cabeza.

-Esto es altamente irregular señor.- gruño el mono con la lanza del guarda ante las narices. -El problema es que antes de venir aquí pasamos a visitar el parque y perdimos las carteras en uno de los loopings del "Monkey Khan"-

Wash apartó la lanza de su cara -Así pues podemos solucionar esto de dos formas. Una.- levantó un dedo y estiró una amable sonrisa de oreja a oreja -Nos deja usted entrar y realizamos la correspondiente inspección sin mayor molestia. Oooooo dos.- levantó un segundo dedo y frunció el ceño -Nos bloquea el paso y nos vamos. Y mañana volvemos con tantos agentes que va a preferir montar guardia en el centro de Bagdag.-

Se cruzó de brazos esperando una respuesta.

El gesto de la cara del gaurda se iluminó de pronto al oír las palabras "Monkey Khan". Sin embargo, a los dos segundos, su rostro se ensombreció de nuevo.

- Con que el Monkey Khan, ¿eh? -comentó con cierta sorna -Pues verá, señor inspector, el Monkey Khan lleva tres semanas cerrado por avería. Y le aseguro, señor, que si el Monkey Khan estuviera operativo yo no estaría aquí, si no que en este momento estaría dando vueltas por el cielo sobre esos putrefactos y grasientos raíles.

Exhaló un suspiro justo antes de tensarse de nuevo impidiéndoles el paso.

La vena del cuello se le hinchó, palpitaba a ritmo frenético como si fuera a explotar. Los ojos estaban inyectados en sangre y si las miradas matasen el calvito ya estaría a medio camino del mas allá. Capitán Washington sopesó seriamente la posibilidad de pasar al guarda por la quilla, pero la escasez de quillas disponibles a mano lo hizo recapacitar. Con toda su rabia contenida levantó el puño hacia el guarda -Tuuuu... malditttooo...- y se alejó soltando pestes y maldiciones.

-Maldita sea, que falta absoluta de respeto por un pirata sanguinario. Si tuviera mi barco lo pasaría por la quilla. Y tu, señor Bookan, ¿para que demonios te traigo? un pepino de mar lobotomizado me habría sido más útil, maldita sea.-

Bajaban por la ladera, abriéndose paso entre la maleza de la selvática isla. -Mi instinto de escritor de novelas me hace sospechar que, quizá si arreglásemos el Monkey Khan, ese maldito gordo abandonaría su puesto. Así que mejor vamos a ver que hacen esos patanes que se pretenden piratas.-

Y de esta forma patearon la isla en dirección al parque de atracciones.

El operario del lanzamiento de rocas mira por encima del hombro a Greg y no responde a su pregunta. Sigue con su perorata anunciando las grandes riquezas que se entregan de premio.

- ¡Yo lo intentaré! -se ofrece un hombre de baja estatura con el rostro impregnado de ilusión.

El hombre alcanza una roca, y con bastante trabajo la posa junto al mecanismo. Lo mueve ligeramente apuntando en la dirección que estima oportuna, se sube al acantilado, y lanza la roca. La roca cae en el tronco que hace de palanca. La roca que tenía de contrapeso sale disparada hacia arriba, para caer en el mismo punto. En ese momento, la primera roca sale disparada en dirección a los barcos. Todo parece indicar que va a impactar contra uno de ellos, pero en el último momento, la roca se desvía y cae en el agua.

-Ooohhhh -murmullan los presentes.

Greg miro con ojo crítico el mecanismo. Parecía que funcionase, aunque el desvío del último momento lo hacía sospechoso. Se giró hacia Yimbo, que era mucho más fuertote que él para mover piedras con facilidad.

- Chico del palo ¿quieres probar?

Cuando todos estaban ya echando a andar, Nerea entrecerró los ojos con expresión pensativa, alzó un poco la voz y llamó de vuelta a Pircam, que ya tenía una sombrilla en la mano:

- Pircam, déjalo, nos vamos de turismo! A la aldea indígena.

Y dicho esto en voz alta, para que los demás supieran dónde localizarla en caso de necesidad, se dió media vuelta garbosamente y se marchó mapa en mano a la aldea indígena, seguida por Pircam, que, desconcertado, no acababa de ver claro el cambio de rumbo de los pensamientos de la capitana.

Nerea y Pircam atravesaron la isla en busca del poblado indígena situado al norte de la isla.Cuando localizaron el fuerte de madera entre el ramaje del bosque vieron cómo una cola de gente salía por la puerta esperando impaciente.

Se adentraron en el fuerte y comprobaron el origen de la cola, una máquina de medición de fuerza. Se trataba de un mecanismo en el que, con una enorme maza, se golpeaba un pedal con toda la fuerza posible. El golpe lanzaba hacia arriba un marcador metálico a través de una vía vertical. Si la marca alcanzaba la campana situada en lo alto, la persona que había golpeado ganaba un premio.

En un lateral de la cámara se podía ver una nota clavada con una especie de pincho y junto a la máquina, un hombre con una cabeza de limón cobraba un doblón por cada usuario que utilizaba la máquina.

Con una mano en el bolsillo y la otra sujetando el hatillo que siempre portaba consigo, Yimbo siguió a Greg silbando alegremente hacia el parque de atracciones. La simple visión de la enorme montaña rusa le llenaba de excitación y de un hormigueo nervioso que le recorría la boca del estómago.

- E'o tiene que sé impre'ionante -pensó el muchacho que no veía la hora de montarse por fin en una de esas atracciones.

Yimbo se remangó aún más sus ya remangadas mangas y se puso en la cola para coger una de aquellas ¿pesadas? rocas.

- Claro que sí, señó Bobbinson. Yo lo intentaré y ya verá' tú como le doy a la primera -le comentó alegremente- Claro que... me tendrá que prestá tú un doblonsito pa' que el señó me deje probá, que yo no tengo ná con que pagá'le... -dijo sacando hacia fuera los agujereados fondos de sus bolsillos, acentuando así sus palabras.

El joven pirata se percató de la precariedad económica de su compañero y rápidamente se dispuso a patrocinarle.

- ¿Un doblón? Sí, claro... - metió su brazo hasta el codo en el bolsillo rebuscando. - Errrr... - borrosos recuerdos de la última noche de grog contenían muchos doblones, pero ahora parecían mucho más difíciles de encontrar en su bolsillo.

Greg removió los pies en el suelo, ligeramente avergonzado. De repente, la punta de sus zapatos parecía serle muy interesante - Parece ser que... que... tampoco tengo.

Grege rebuscó en sus profundos y laberínticos bolsillos un doblón perdido. Su rostro se iluminó cuando tocó algo duro.

- ¡Bingo! -exclamó extrayendo algo de su bolsillo.

Su alegría se disipó al comprobar que sujetaba un pañuelo de papel solidificado por el efecto de la lavadora.

- ¡Ajá! -volvió a exclamar cuando esta vez sí localizó un doblón en su bolsillo.

Oh, espera un segundo...

Con una sonrisa triunfal, Greg ofreció el doblón a su compañero.

¡Dale duro, muchacho! - en ese momento afloró su alma de barman - Y no te preocupes, que te lo apunto en la cuenta...

El muchacho aceptó la moneda que le brindaba su amigo con una sonrisa franca en la cara. Le pareció curiosa aquella costumbre suya de apuntar a quién le daba el dinero pero no le dio mayor importancia. Él aceptaba el regalo de buen grado.

- Tome señó -le dijo al responsable de la atracción. Luego cogió una de aquellas ¿pesadas? rocas con la facilidad de un coloso, la sujetó bajo un brazo y con el otro movió el artefacto tratando de apuntar a los barcos de choque. Yimbo guiñaba un ojo, asomaba la lengua entre sus labios y hacia extrañas muecas fruto del sobreesfuerzo que sus meninges hacían tratando de imaginarse la trayectoria de la piedra. Aquello le hacía sudar más que el hecho de sostenerla bajo el brazo.

Finalmente, cuando por fin estuvo listo, agarró la roca con ambas manos y la soltó. El mecanismo de catapulta hizo su cometido y la roca salió, volando, volando...

Nerea se acercó con curiosidad a leer la nota, ya que no pensaba que hacer una cola de media hora y pagar un doblón por demostrar lo fuerte que eres fuera una cosa demasiado útil, y menos para una capitana pirata que no tenía nada que demostrar más de lo que ya había demostrado!

Volviendo a su hilo de pensamiento inicial, se fijó de nuevo en la nota.

Wash y Bookan, caminaron hacia el parque de atracciones y vieron cómo en lo alto de una pequeña loma, Greg y Yimbo permanecían junto a una especie de catapulta. Se acercaron al lugar y comprobaron que Yimbo probaba suerte en una prueba de puntería.

La piedra salió volando, volando, para acabar no acertando en ninguno de los barcos que entrechocaban abajo, en el agua.

Bueno, ni esa, ni ninguna de las muchas otras con que probó suerte el muchacho a costa de los doblones que Greg le iba subvencionando, cada vez con peor cara. El premio era tentador, pero finalmente Yimbo se dio por vencido. La dificultad de aquella prueba superaba los límites.

- E'to é mu difícil -concluyó- O eso, o aquí hay alguien que no' e'tá tomando el pelo... -miró suspicazmente al dueño del tenderete, que tenía pinta de haber trucado la catapulta de algún modo. Yimbo la examinó y luego se despidió del feriante- Ya no pruebo má', me rindo.

Al girarse se dio cuenta de que el mono con sombrero de pirata y el pirata camarero se habían unido al grupo que contemplaba como Yimbo fallaba una y otra vez, y les saludó con un gesto de cabeza, un poco avergonzado por el espectáculo. Después se dirigió a Greg.

- ¿Qué te parece si no' vamo' nosotro' a gastarno' los doblone' a otra atracción? -le preguntó olvidándose de que los doblones no eran suyos- ¿A la noria, pó ejemplo?