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La Sociedad Fénix

Bailando con mi enemigo (Capítulo 3)

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01/02/2011, 00:25
Director

5 de julio de 1897, Hôpital Saint-Louis, avenida Claude-Vellefaux

Los parisinos salían de la boca de la estación de metro de Goncourt, en su ir y venir durante la hora punta de la mañana: las 9. Un vendedor de periódicos reclamaba a su clientela voceando el impactante titular:

-¡Todo sobre el asalto al Orient Express y el robo de las obras de arte inglesas! ¡Compren el Petit Parisienne! ¡Cinco céntimos!

Un caballero vestido de negro se acercó, y compró un ejemplar, caminando hacia el hospital de Saint-Louis con un andar rítmico de su bastón. Esquivó el coche, cuyo conductor tocó la bocina con el descaro propio de un parisino, y luego esperó a que el tranvía pasara de largo, para reemprender su pausado caminar.

Penetró en el moderno edificio, subiendo las escaleras del hall junto a otras personas, entre las que se contaban las siempre solícitas enfermeras. Caminó hasta el pasillo C, donde fue directo a la habitación que ya conocía, y con el policía de guardia cuyo nombre había memorizado, así como sus costumbres alimenticias: Cheval, tortilla empanada. El hombre le saludó con un ademán de la cabeza, sin levantarse de la silla.

Cuando Durand entró en la habitación, su mujer seguía en la cama, vestida con su camisón de hospital. Pero ahora estaba incorporada, y un doctor la auscultaba con un estetoscopio. Candance seguía tal y como la había dejado, sumergida en la lectura de un libro forrado de piel.

Adrienne le vió llegar, con una sonrisa, y Rosseau cambió de mano la bolsa que transportaba, que contenía comida para llevar, concretamente croissants de crema, comprados en una tienda a tres manzanas de su casa. Sabía que a ella le encantaba aquel desayuno, y ahora la estaba mimando. El médico se separó entonces, guardando sus utensilios, e hizo su dictamen.

-La herida está cicatrizando correctamente, y no parece haber ninguna complicación, en forma de infecciones o hemorragia interna. Esta misma noche les darán el volante y el alta, aunque mi consejo es que por lo menos repose una semana, cambiar el vendaje regularmente y avisar al médico de cabecera ante cualquier complicación, como por ejemplo procesos febriles o sangre en las heces.

El doctor se recolocó las gafas, sorbiendo aire como si algo se le hubiera metido en la nariz. Luego se disculpó, y salió de la estancia.

Notas de juego

Situación de otros PJS

Artemis sufrió una herida leve (un rasguño), fue curada al llegar en Urgencias. El doctor Ness se encuentra en casa de un conocido de Rosseau, el profesor Plantard, analizando un descubrimiento tecnológico descubierto en varios de los sicarios muertos (una especie de comunicador de radio en miniatura). La inglesa no ha podido evitarlo y está haciendo turismo por la capital. No se podía estar quieta ni cinco minutos. En teoría, volverá a pasarse por el hospital a la hora de comer. Tupolev la acompaña, para no dejarla sola.

Ingresó en ese mismo hospital el sargento Didier, en estado crítico. Un inspector de la nationelle llamado LeDuc mantiene contacto con vosotros, informandoos y haciendoos preguntas. En teoría, tiene que visitaros esta mañana, para hablaros acerca del traslado de las auténticas obras de arte al museo del Louvre.

¿Que sucedió?

Habéis podido reconstruir entre todos lo sucedido en el tren. Al parecer, unos sicarios se montaron en Calais, tomando la locomotora tras matar al maquinista. Paralelamente, el hombre que se identificó como "señor Johanssen" dió una señal a un hombre que esperaba en un cambio de vías. Luego, mató a Closeau en un intento de suplantar su identidad, pero Artemis le desveló y le mató (junto a otro sicario cercano). Luego, el tren pegó el frenazo y se inició un asalto por dos flancos: la locomotora (donde esperaban volar el depósito de carbón con un explosivo iniciando un incendio en el túnel) y el vagón trasero, con ayuda del "mecha". El primer ataque fue repelido por Artemis y el capitán Tupolev, el segundo consiguió su objetivo, aunque de las cuatro llaves, no consiguieron ni la de Didier ni la del capitán.

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01/02/2011, 01:20
Director

5 de julio de 1897, laboratorio del profesor Plantard, rue de Vimy 14, 9:00 a.m.

El doctor Ness trabajaba concentrado, analizando el pequeño aparato con forma de auricular, aunque había visto que se usaba oculto tras el pabellón auditivo. Era un artefacto impresionante, aunque todavía quedaba por analizar el más importante, una especie de casco con conectores neurales, encontrado en el cadáver del inspector Closeau, con una copia unida a él mediante cables, en el cuerpo del "señor Johannsen".

El profesor Plantard trabajaba en su propia casa, un poco como Ness, pero con ayuda de un becario con un apellido polaco bastante impronunciable. Sonaba así como "Svorosky". Le había cedido su laboratorio, por mediación de Durand, amigo suyo. Al parecer, Plantard era un científico muy comprometido con el servicio secreto francés. Y como ambos hablaban el lenguaje de los genios científicos, se entendieron enseguida, y se respetaron como colegas de profesión.

A pesar de todo, el doctor estaba algo preocupado. No había encontrado al señor Octopuss, y trabajar sin él se le hacía más pesado. Dicen que no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos, y a decir verdad, el pequeño robot era más que un excelente compañero de trabajo.

Se estaba acercando a comprender lo que era el primer aparato. Poseía dos copias, así que estaba a punto de probarlas, tras hacer unos ajustes, para salir de dudas. Cuando se dió la vuelta, vió a Plantard ocupado analizando la "corona", y Svorosky, o como se llamara, tomando notas en un cuaderno.

Notas de juego

Situación de otros PJS

Artemis sufrió una herida leve (un rasguño), fue curada al llegar en Urgencias. Adrienne permanece ingresada en el hospital Saint-Louis, aunque ya bastante recuperada. La inglesa no ha podido evitarlo y está haciendo turismo por la capital. No se podía estar quieta ni cinco minutos. En teoría, volverá a pasarse por el hospital a la hora de comer. Tupolev la acompaña, para no dejarla sola.

Ingresó en ese mismo hospital el sargento Didier, en estado crítico. Un inspector de la nationelle llamado LeDuc mantiene contacto con vosotros, informandoos y haciendoos preguntas. En teoría, tiene que visitaros esta mañana (en el hospital), para hablaros acerca del traslado de las auténticas obras de arte al museo del Louvre.

¿Que sucedió?

Habéis podido reconstruir entre todos lo sucedido en el tren. Al parecer, unos sicarios se montaron en Calais, tomando la locomotora tras matar al maquinista. Paralelamente, el hombre que se identificó como "señor Johanssen" dió una señal a un hombre que esperaba en un cambio de vías. Luego, mató a Closeau en un intento de suplantar su identidad, pero Artemis le desveló y le mató (junto a otro sicario cercano). Luego, el tren pegó el frenazo y se inició un asalto por dos flancos: la locomotora (donde esperaban volar el depósito de carbón con un explosivo iniciando un incendio en el túnel) y el vagón trasero, con ayuda del "mecha". El primer ataque fue repelido por Artemis y el capitán Tupolev, el segundo consiguió su objetivo, aunque de las cuatro llaves, no consiguieron ni la de Didier ni la del capitán.

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01/02/2011, 01:39
Director

5 de julio de 1897, Museo de Historia Natural de París, 9:00 a.m.

Artemis no se había podido resistir. El hospital le aburría enormemente, y estaba claro que Adrienne estaba bien. Mucho cuento, a su parecer. Ella había recibido un balazo y ahora estaba allí, tan feliz y jovial como siempre, caminando de vitrina en vitrina. Había decidido hacer turismo por París, una ciudad de la que siempre le habían hablado maravillas.

Pero a diferencia de otras personas, que iban al Louvre o la Torre Eiffel, su primera parada había sido el Museo de Historia Natural, un lugar que contenía todo aquello que podía apasionarle. Había asistido a la exhumación de algunos restos fósiles, pero siempre se los llevaban a Europa, y nunca los vió montados.

Correteando por la sala, como una niña, se admiró de la grandeza de los dinosaurios, lagartos gigantescos del pasado. Imaginó sus formas a partir de su esqueleto, acostumbrada a ver restos como aquellos en la sabana, algunos antiguos y otros recientes. Tupolev, que se había ofrecido a acompañarla, caminaba por detrás, ahora vestido de negro como cualquier otro caballero de cierta posición en una ciudad, con las manos juntas a la espalda, mirando los esqueletos y las vitrinas con aire pensativo. No había tolerado que fuera sola por la ciudad, y la verdad es que no le molestaba mucho, aunque no era un gran conversador.

Entonces, la sombra del pterodáctilo colgado del techo le hizo volverse, y reprimir un exclamación de asombro.

Notas de juego

Situación de otros PJS

Adrienne permanece ingresada en el hospital Saint-Louis, aunque ya bastante recuperada. La acompañan Candance y su esposo. Vosotros dos estáis fuera hasta la hora de comer, cuando habéis quedado que volveréis al hospital. Ingresó en ese mismo hospital el sargento Didier, en estado crítico. Un inspector de la nationelle llamado LeDuc mantiene contacto con vosotros, informandoos y haciendoos preguntas. En teoría, tiene que visitaros esta mañana (en el hospital), para hablaros acerca del traslado de las auténticas obras de arte al museo del Louvre.

El doctor Ness se encuentra en casa de un tal profesor Plantard, amigo de Durand, analizando unos cacharros encontrados a los enemigos muertos. Entre ellos la "corona" que usaba el falso inspector tras matar a Closeau.

¿Que sucedió?

Habéis podido reconstruir entre todos lo sucedido en el tren. Al parecer, unos sicarios se montaron en Calais, tomando la locomotora tras matar al maquinista. Paralelamente, el hombre que se identificó como "señor Johanssen" dió una señal a un hombre que esperaba en un cambio de vías. Luego, mató a Closeau en un intento de suplantar su identidad, pero Artemis le desveló y le mató (junto a otro sicario cercano). Luego, el tren pegó el frenazo y se inició un asalto por dos flancos: la locomotora (donde esperaban volar el depósito de carbón con un explosivo iniciando un incendio en el túnel) y el vagón trasero, con ayuda del "mecha". El primer ataque fue repelido por Artemis y el capitán Tupolev, el segundo consiguió su objetivo. Adrienne fue engañada por la supuesta señora Johannsen, en realidad una especie de criatura sauria metamórfica que la atacó y robó su llave. Solo la intervención de su marido, Candance y el doctor Ness pudo salvarles. También te enteraste de que habían sufrido otro ataque anteriormente: el del conde Homolka, ese vampiro, aunque Candance le hizo huir quemándole la cara.

De las cuatro llaves, no consiguieron ni la de Didier ni la del capitán.

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01/02/2011, 08:57
Artemis Marie Sowreston
Sólo para el director

Notas de juego

Cita:

De las cuatro llaves, no consiguieron ni la de Didier ni la del capitán.

Ni la de Closeau, que la cogí yo.

Voy a clase, contesto al mediodía :)

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01/02/2011, 12:24
Candance Urquart

 

Estaba muy cansada, más de lo que recordaba haber estado desde hacía mucho tiempo, agotamiento psicológico sin duda. En toda la noche no había parado de pensar, reanalizar, mil millones de veces los hechos del tren. Ahora comprendía por que Dios había dispuesto que llevara a cabo su misión en grupo y la dimensión real de a que se enfrentaba.

Al igual que ella llevaba siglos preparandose para la batalla, Ahriman había hecho lo propio construyendo un ejercito.

Paseó por las paginas de su Avesta arriba y abajo en busca de serenidad y consejo toda la noche. Adrienne se encontraba bajo el efecto de los sedantes y aunque hubiera estado lúcida no debía inquietarla dando vueltas al asunto. Hubo un punto de inflexión en sus meditaciones, entre los versos del profeta apareció prensado el clavel blanco, aún estaba jugoso y perfumado. Se lo llevó a la nariz para olerlo; eso llevó paz a su espíritu momentaneamente y le hizo dedicar un rato a recordar la agradable compañía del doctor Urquart "¿Donde estará? ¿Podrá dormir?... Ojalá estubiera aquí" luego le vino vivamente la imagen de la carga de Ness contra Homolka y sonrio con algo de rubor "Tengo que agradecerselo de alguna manera" se daba cuenta del enorme valor y esfuezo que debió suponerle.

Una sombra asomó entonces a sus pensamientos

.................

Cuando Durand entró en la habitación pareció iluminarla, a Candance le impactó ver el amor que se tenía aquella peculiar pareja solo con mirarse, no sin cierta triste envidia. Escuchó el diagnóstico del médico y procedió a recoger rapidamente para dejar al matrimonio disfrutar de la mutua compañía.

Entonces dijo mirando a ambos

-Señores Rosseu, si lo desean, mi casa está disponible para lo que necesiten, me sentiré honrada si deciden alojarse en ella, hay comodidades de sobra para que no les falte de nada.

Le dio una tarjeta a Durand (esta vez de imprenta) con solo una cifra estampada.

-Ese es mi número privado, pueden llamar a cualquier hora. Y no lo digo por quedar bien, lo digo muy en serio, usted ya sabe como somos los orientales para asuntos de hospitalidad. Si ve a los demás dígales lo mismo, la invitación es extensiva a todo el grupo.

Le hubiera gustado saber donde se encontraban los otros, no era una mañana para pasarla sola, estaba desvelada y seguramente no dormiría hasta la sobremesa, le apetecía pasear, desconectar aunque fuera solo un poco, estaba apunto de tomar algunas decisiones importantes y antes de volver a ponerse seria quería disfrutar.

Al salir, se paró en el umbral de la puerta y con una sonrisa se despidió diciendo

-Cuidense

"Vuelta a la feria, ahora toca acabar con Alika" Pensó mientras caminaba por el soleado pasillo

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01/02/2011, 18:23
Durand Rosseau

Durand movió despacio la bolsa entre sus dedos, mirando a su esposa con una sonrisa.

-!Mon amour, estas preciosa!

Exclamó con vigor.

Se inclinó hacia ella y le depositó un beso en su mejilla, dejando la bolsita en la mesilla.

-Si el doctor me dice que has sido buena, te los daré, mon cherie

Comentó, divertido.

Se incorporó y colocó su mano libre en el hombro del doctor, para escuchar su diagnóstico, el cual fue recibido por el francés con una sonrisa de satisfacción; todo pintaba muy bien comparado como cuando llegaron al hospital, que temía la muerte de su esposa (cosa que nunca iba ha admitir delante de nadie, salvo de dios) y a penas tuvo tiempo de pensar en aquel hombre....¿sería él? no, pero por un momento le hizo transportarse a su niñez. Los mejores esgrimistas del mundo unidos en esa "sociedad", qué desfachatez no haberle llamado a él, pensó, aunque seguramente hubiese rechazado.

Cuando el doctor acabó, Durand salió de sus pensamientos.

-Estupendo, ha hecho un gran trabajo, doctor, estoy eternamente agradecido.

El doctor los dejó a solas a los tres, Durand se apoyó en el bastón y miró a Candance. De todas las personas de la sociedad que creía encontrar su "apoyo" en esto, Candance era la que menos esperaba tener allí, eso era algo que decía mucho de ella.

-Señorita Candance, yo....

Tomó su tarjeta y la miró, como pensando qué palabras escoger de las muchas que había pensando para agradecerle lo que había hecho, más por sus labios solo salió un....

-Gracias..

La miró cuando lo dijo, aunque rápidamente cambió de tono, ese gesto le costaba mantenerlo, le gustaba ser más reconocido por su fachada de tipo duro y mordaz que de tierno.

-¡Oh! Pues menuda lástima que se vaya, había comprado unos croissants excelentes también para usted.

El caballero francés avanzó como siempre, apoyado en su bastón, hasta sentarse en un rincon muy pequeño de la cama de su esposa, para intentar no robarle su espacio.

-Pero usted es una señorita ocupada ¿verdad? dele recuerdos a los demás de nuestra parte si los ve.

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01/02/2011, 20:25
Adrienne Rosseau

Se sentía bien, dolorida y cansada, pero bien, con ganas de seguir adelante, satisfecha por como acabó todo, menos por su herida que podía haber sido mortal. Tenía que dar gracias a Dios, de que su marido y el resto del grupo apareció en el momento más oportuno y salvarla de las garras de aquella.. no sabía ni como llamarla.

Su aspecto no era en ese instante como el de hacía unos días, antes de que entrara. Tenía algo de ojeras, pero su color de cara estaba volviendo nuevamente. Pero cuando se la vió radiante de nuevo fue cuando entró su marido. Sonrió de forma abierta, se le iluminaba la cara al verle.

- Oh.. menteur..

Sonrió y cerró los ojos al recibir su beso mientras se abrochaba los botones del camisón. Se mantuvo en silencio mientras el médico hablaba con su marido y ella miró a Candance sonriéndola, pero sus ojos fueron a aquella bolsa con croissants, sus preferidos. Su esposo sabía complacerla en todos los sentidos.

Cuando el doctor se fue, se bajó de la cama despacio.

- Mañana mismo.. estaré bailando..

Bromeó mientras dió un par de pasos, pero enseguida le dolió, sintió como un tirón en su espalda, se quejó levemente, pero enseguida sonrió, sentándose de nuevo en la cama, no había sido buena idea.

- Merci Candance...

Dijo cuando la mujer se despidió de ellos, había sido muy amable, la había tratado con mucho cariño, aunque antes entre ellos hubo algún que otro problema, pero todo se dejó a parte, y era de agradecer. Al final, terminarían siendo buenas amigas.

Cuando la mujer se fue, miró a su marido mordiéndose el labio y mirando lo que le trajo, con cara pillina, estaba ansiosa por comerselos.

- He sido buena..

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02/02/2011, 21:39
Director

Plaza de los Vosgos, 10:00 a.m

Los pájaros cantaban en los árboles, como cada mañana, y en los nidos de la cercana iglesia. Candance estaba agotada, y se había dado cuenta al poco de comenzar a pasear. No había dormido agusto en el sillón de la habitación, con una chica a la que consideraba todavía como una extraña, y que no le agradaba demasiado.

El quiosquero la saludó al pasar, al igual que la florista. Viejos conocidos ambos, y "vecinos", por así decirlo. Sin prisa, caminó a través de la plaza hasta el portal de su casa, el número 13. Un número que quizá en la cultura occidental diera mala suerte, pero que en la suya no era ni bueno ni malo.

Tocó el timbre, y esperó de pie, parpadeando para alejar el sueño. Tenía bolsas en los ojos, y la sana intención de dormir en cuanto pudiera. Pero alguien abrió la puerta antes de que se le cerraran los ojos, despertándola de nuevo. Era su ama de llaves, que la reconoció de inmediato, y solicitó su bolso apenas entró en el recibidor.

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02/02/2011, 21:55
Amina Aksu

Antes de que su señora se aproximara a la escalera de caracol, ella la observó con cierta preocupación. No era la primera vez que hacía una visita sorpresiva, pero algo le decía que no estaba metida en los asuntos típicos que solía tratar. Intuición femenina, o quizá muchos años conociéndola.

-No tiene muy buen aspecto. He preparado karkadé. ¿Desea darse un baño en el hammam?

Parpadeó, esperando una respuesta.

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02/02/2011, 22:02
Director

Poco después de que Candance se marchara, Adrienne se estaba terminando su primer croissant. Fue entonces cuando alguien picó a la puerta, e inmediatamente después se asomó. Era el policía de la puerta, Cheval. Se quitó el quépis con una mano, carraspeando como si formulara una disculpa por interrumpir.

-Disculpe, monsieur. Debería venir a ver esto. Se trata del sargento Didier...

Su mirada se había vuelto algo nerviosa, como si algo le inquietara.

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02/02/2011, 22:23
Artemis Marie Sowreston
Sólo para el director

Se volvió con una sonrisa enorme hacia el Capitán al descubrir lo que colgaba del techo.

- ¿Ha visto eso? - dijo con entusiasmo acercándose hacia él y señalando hacia arriba - Parece que esté vivo...

Tras unos segundos mirando en silencio bajó la cabeza y siguió andando, prestando más atención al museo que a su acompañante durante bastante rato. Cuando ya era evidente que aquello no tenía mucho más que ofrecerle y que pronto se acabaría la paciencia de Tupolev, se volvió a acercar a él, cogiéndole del brazo.

- Dígame, ya que no quiere dejarme sola bajo ningún pretexto, ¿estaría dispuesto a acompañarme a hacer algunas compras? - preguntó con tono meloso - Le prometo que será algo rápido, estaremos pronto de vuelta en el hospital. Y quien sabe, tal vez pueda aprovechar para comprarse algo, Capitán.

Empezó a caminar cada vez más rápido hacia el exterior, forzándolo a seguirla.

- No me hará el feo, ¿verdad? Desde que luchamos con aquel hombretón tan raro que me muero por comprarme uno... ¿Cree que serán muy pesados? - su tono empezó a sonar cada vez más emocionado - Y tal vez un poco de munición... nunca está de más.

En la mente de Artemis se va formando con nitidez la imagen idealizada de un chaleco antibalas que la hará inmune a cualquier disparo.

Notas de juego

:P

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02/02/2011, 23:57
Durand Rosseau

Durand reía a carcajadas después de una conversación divertida con su esposa cuando el agente interrumpió, aun con la sonrisa en el rostro, miró al hombre y se puso en pie.

-No es proble...

La mirada del hombre le hizo borrar la sonrisa antes de seguir.

-Desde luego.

El francés se giró y le depositó un beso a su esposa en los labios.

-En seguida vuelvo, mon amour

Durand se pasó el bastón de una mano a otra, cogiéndolo al vuelo y luego lo apoyó en el suelo, apoyándose en él mientras andava y seguía al policía.

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03/02/2011, 00:34
Candance Urquart
Sólo para el director

Candance se paró por un segundo y retrocedió sobre sus pasos

-Disculpame Amina

Le dio los tres besos de rigor (saludo habitual en oriente medio) y la abrazó afectuosamente

-Me alegro mucho de volver a verte.

La quería mucho, casi como una hermana pequeña, libre de imposiciones sociales Amina se descubrió como una joven inteligente y cabal, la mejor alumna que nunca hubiera soñado tener, aunque a veces le enojaba ese exceso de servidumbre, que sin duda por la educación de su infancia, le salía casi de natural.

Se separó sosteniendola por los hombros

-Siento haberte llamado con tanta prisa y desorden, esto es una locura.

Amina la miró arrugando el entrecejo con preocupación, obviamente no entendía nada. Hubo un silencio y Candance suspiró plomiza.

-Que haría yo sin ti, que Dios te bendiga Amina. Han pasado cosas muy importantes, tengo que contartelo todo pero ahora mismo estoy derrotada de cansancio, así que me meteré en el hamman y me tomaré ese delicioso Karkadé tuyo ¿Si?

Volvieron a abrazarse con cariño y a continuación Amina tomó la bandeja con la bebida para bajarla al baño, mientras que Candance subía pesadamente las escaleras con los zapatos en la mano intentando desabrocharse la ropa.

-Una cosa más, puede que vengan invitados, entre 2 y 5 personas, hombres y mujeres

La chica arqueó las cejas sorprendida, nunca, es decir NUNCA, habían tenido invitados, alguna visita esporádica, asuntos de trabajo sobre todo pero gente invitada jamás

-Puede que se alojen aquí unos días, así que habrá que estar atentos al teléfono por si llaman para confirmar y en función de eso ya veremos si llamamos a alguien más del servicio ¿Te parece? Siento llegar así de improviso y cargarte con tanto trabajo.

Amina estaba totalmente asombrada, gente pernoctando allí ¿Se había vuelto loca su señora?

-Señora... ¿Va todo bien?

Entonces hizo una pausa en su ascenso y tras suspirar, mirando al suelo, dijo

-No sabría decirte

.............................................................

La sensación de estar inmersa en la piscina caliente fue altamente relajante, aunque nada comparado con las manos de Amina y el aceite de Aloe

-Tienes unas manos de oro...auch!

-Tiene la espalda llena de nudos, los hombros cargados, por no hablar de los moretones...

Continuó presionando los puntos contracturados de su señora un poco más pero la preocupación le pudo.

-Señora...no quiero que me tome por entrometida pero... ¿En que anda metida?

Candance tomó, sobre su hombro desnudo, la mano de la chica y se giró para hablar en confidencia.

-Querida, sabes...bueno, tu sabes lo que soy. Siempre te he hablado de que el gran Ormazd tiene un plan para mí ¿Cierto?

Amina asintió con gesto de circunstancia mientras veía como “La Estrella” tomaba entre sus manos el colgante del enorme topacio

-Pues bien... por fin se me ha revelado mi misión.

La sirvienta abrió los ojos como platos

-Esta es “la lágrima” el colgante que andaba buscando cuando llegué a Turquía, con el he podido hablar con el profeta

-Pero ama, eso es...eso es magnífico! ¡Alabado sea el Altísimo!

Estaba embargada por la emoción abrazando a Candance, pero esta la apartó con seriedad.

-Escuchame, escuchame! Esto es muy importante y muy serio, el mal al que me enfrento es tan grande que Dios a dispuesto a otras personas para acabar juntos con esa rémora

Tenía las mejillas sonrojadas y la voz algo temblorosa

- No puedes hacerte una idea, esto es algo muy peligroso, solo acaba de empezar y ya hemos estado apunto de morir. Estos cardenales me los hice rescatando a uno de mis compañeros.

-Pero señora... (exclamó alarmada)

-Amina, es mi destino y yo lo deseo. Estoy cansada de vivir.

La chica rompió a llorar en las rodillas de Candance la cual le alzó el rostro con ternura

-No llores, no quiero llevarme tu recuerdo triste. Necesito que seas fuerte y recuerdes todo lo que te he enseñado. En Calais le entregué unos papeles al notario, en ellos te autorizo para co-gestionar la empresa en mi ausencia, a parte de eso cuando yo definitivamente ya no esté tú tomarás el relevo de Alika.

-Pero...pero... no podré, no soy capaz...

Entonces Candance la abofeteó con firmeza.

-¡Reacciona! Tu esclavitud se acabó cuando te tomé bajo mi tutela. Toma las riendas de tu vida y acepta mi regalo.

La pobre muchacha estaba compungida y contenía el llanto con dificultad, entonces su señora la abrazó amorosamente

-Anda, no llores, vamos a disfrutar de estos días juntas.

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03/02/2011, 19:17
Adrienne Rosseau

Disfrutaba de aquel croissant como si fuera un manjar de los dioses, así le sabía, delicioso. Hablaba con su esposo, de cosas sin importancia, de manera relajada, divertida, cuando les interrumpieron. Al parecer era algo grave, por la cara del hombre y de su marido. Miró a uno a y a otro, y correspondió a su beso.

Les siguió con la mirada hasta que salieron de la habitación, a lo que aprovechó para chuparse uno a uno sus dedos, ahora que nadie la veía. Que bien la conocía su esposo..

Miró de reojo la bolsa donde había más y cogió otro, nadie se enteraría, además.. estaba convaleciente, tenía que darse algún que otro caprichito. Mientras se comía el segundo croissant, se bajó de la cama y se asomó a la puerta, tenía curiosidad de saber que era lo que había pasado.

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04/02/2011, 21:46
Director

El agente Cheval escoltó a Durand hasta una habitación de la planta superior. Curiosamente, no era una habitación normal, si no una que usaban en el novedoso método de las radiografías, y que se suponía tenía paredes de plomo para proteger al exterior de los rayos X.

En su interior había una cama de hospital, envuelta y protegida en una especie de mosquitera de tela semitransparente. Se oía toser al sargento Didier ahí dentro, mientras una enfermera preparaba una inyección. Fue la encargada de informarle en cuanto se percató de su presencia.

-El sargento es un tipo duro, y la herida de su pecho sanó bien. Pero entonces desarrolló un nuevo cuadro. Comenzó con vómitos y diarreas, así como lividez. Una enfermera fue a lavarle ayer, y dijo que sufría calambres y que el pelo de su cabeza se desprendió al peinarle. No hemos visto jamás esos síntomas, y se lo contamos al inspector. Hace unas horas llamó un doctor al hospital, y el director ha puesto medidas especiales para el sargento. Al parecer este médico asesor llegará en breves momentos, y nos dirá que dolencia sufre el sargento.

En ese momento, el hombre del bigote se giró sobre la cama, y parpadeó. Al parecer, reconoció la silueta de Rosseau.

-Caballero -dijo entre toses- ¿Es usted, verdad? El agente secreto que estaba en el tren.

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04/02/2011, 22:11
Director

Cuando Adrienne fue a asomarse a la puerta, vió como el inspector de policía se aproximaba acompañado por una pareja de clase alta. No le cupo duda de que se dirigían hacia su habitación, así que volvió a la cama y trató de aparentar normalidad. Poco después, picaron a la puerta, y una vez le dió paso, el inspector LeDuc entró junto al caballero y la dama.

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04/02/2011, 22:25
Inspector LeDuc

El inspector sonrió, quitándose el sombrero. Se acercó unos pasos hacia la cama, y se detuvo a una distancia prudente.

-Disculpe la intromisión, señora Rosseau -dijo- ¿Como se encuentra? Veo que tiene mejor aspecto.

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04/02/2011, 22:29
Director

El capitán complajo a la señorita Sowreston, y ambos caminaron por París. Primero, fueron a aquel tipo de tiendas al que normalmente no iría una señorita. Fue necesaria una llamada a uno de los contactos de la Sociedad Fénix en París para que les diera la dirección del establecimiento apropiado, donde Artemis pudo elegir entre una amplia gama de corsés para señoritas, elegantes y resistentes contra munición de calibres convencionales.

Después de pagar el precio, Tupolev insistió en pasar por una zona de compras más "al uso", donde le regaló un nuevo sombrero para resarcirla del deterioro del anterior. Además, ella no pudo reprimirse, y terminó comprando un vestido a la moda de París. Así transcurrió la mañana, y eran las 11 y media cuando, dispuestos a regresar al hotel, hicieron un alto en un café cercano al pont de l'alma, en cuya terraza era visible la bonita avenida ajardinada, las esculturas doradas que remataban el puente, y el pico no muy distante de la Torre Eiffel.

Había sido, a su manera, una mañana encantadora y relajada para ambos. A Artemis le parecía increíble como el capitán aguantaba estoicamente su hiperactividad, sin bufidos, desplantes ni malos modos. Ahora vivían una extraña calma, ya que la inglesa estaba demasiado envelesada con el paisaje como para seguir hablando sin parar.

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04/02/2011, 22:53
Mijail Tupolev

El capitán agotó un cigarrillo, y lo apagó en el cenicero. El solícito camarero retiró su taza de café, y él examinó la hora en su reloj de bolsillo, mientras Artemis seguía mirando alrededor con curiosidad. Eso le hizo sonreir, por primera vez de forma identificable. Luego, al guardarse el reloj, sacó del bolsillo de su chaqueta una pequeña cartera de piel, y de ella una fotografía, que dejó sobre la mesa.

Era una especie de retrato familiar, donde posaban una mujer y un bebé, que no tendría más de unos meses.

-El señor Rosseau dijo que quizá yo solo estaba casado con mi trabajo. Y no le he querido desmentir. Pero esa no es la verdad, como puede comprobar.

Sonrió un poco, inclinándose para enseñársela.

-Mi hija Nadia, la primogénita. Cuando salí de Moscú, Tatyana estaba embarazada de siete meses. El doctor cree que será niño.