Partida Rol por web

La tormenta de arena

II. Lo que se esconde entre la arena.

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24/11/2015, 12:03
Eugène Descoteaux

Descoteaux atendió con una mirada compasiva los temores y deseos que exponía el doctor. Había algo de gélido en los azules ojos del capellán galo, quien habló una vez escuchó todo cuanto quería confesarse el avezado médico.

- Oh... monsieur Leblanc. Entiendo muy bien vuestro temor, pero debéis tener en cuenta que vivir lleno de miedos puede paralizar todos los planes de Dios con nosotros. - dijo con voz calmada y serena. - así reza en las sagradas escrituras, según las cuales "Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de poder, de amor y de dominio propio." y estoy seguro que esas tres cualidades están presentes en vuestra alma. - 

A continuacion el capellán miró al cielo y luego al horizonte, oteando aquel infierno sin fin en el que la expedición napoleónica se había sumergido y en cuyas dunas solo habían hallado temor y muerte. - Tened a buen seguro que cuidaré de vuestros restos si fallecéis en esta imprudente expedición, y no permitiré ningún acto que falte el respeto a vuestra intimidad como buen cristiano que sois. Y si hubiera que daros sepelio, oficiaré un entierro católico para que vuestra alma pueda alcanzar al Señor en paz. En cuanto a vuestra carta, me encargaré personalmente de ella y que llegue a su destinatario, podéis confiar en mi doctor. - concluyó santiguandose y posando despues una mano comprensiva en el hombro de Leblanc, tratandole de transmitir confianza. 

 

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25/11/2015, 20:07
Dr. Emelien Leblanc

La tensión de mi estomago no se relajo hasta que Monsieur Descotaux accedió a mi extraña petición. No es que no agradeciese su reflexión y sus palabras, pero necesitaba esa promesa, necesitaba saber que todo quedaría como debía ser, y que mi dignidad se mantendría pasase lo que pasase.

Es curioso que mi único testamento constase de esa sencilla petición, pero dadas las circunstancias y mis escasas posesiones, bien poco podía legar.

Agradecí a Monsieur su ayuda y sobretodo su comprensión, quizá incluso demasiado, y tras unos instantes le exprese mi necesidad de retirarme y tratar de descansar.

- Habéis hecho mucho bien a mi alma, Monsieur, y no sé si tendré ocasión de devolveros este favor, pero contáis con mi más sincera gratitud.

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26/11/2015, 13:31
Eugène Descoteaux

El capellán asintió complacido, el alivio espiritual era una de las funciones que se esperaban de él en aquella expedición, y por lo tanto tenía que verla cumplida. - Esperare vuestra carta, tal como me indicasteis, para tenerla a buen recaudo y cumplir vuestro testamento. - añadió antes de despedirse.

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26/11/2015, 14:11
Jean-Baptiste Lacroix
Sólo para el director

Por lo que veía el coronel estaba más allá que aquí, a penas parecía que le prestase atención a las palabras de Lacroix. Aun así, lo intento por ultima vez, en cualquier otra situación no le hablaría así a un superior, pero en ese caso necesitaba ver si podía hacerlo reaccionar...y en el fondo, estaba de acuerdo en que aquel hombre se merecía algo así por su comportamiento déspota...

-Pues tiene razón señor, quizá esto es un castigo por su comportamiento, no lo negare...pero y si también es una manera de expiar sus pecados? Y si le han dado otra oportunidad para que cambie de carácter, y ayude a salvar a estos civiles? Y si los que le han maldecido le observan, para ver si consigue cambiar de actitud frente a los demás?-

SI eso no podía hacerlo reaccionar, lo dejaría por imposible.

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26/11/2015, 15:14
Julien Duvaquel

Las palabras de Lacroix sacaron a Duvaquel de su pesimista y supersticiosa situación. El veterano coronel abrió los ojos de par en par para mirar al teniente que lo reprendía. En cualquier otro momento, aquella reacción hubiera sido impensable, pero ahora... Duvaquel se había consumido en sus propias llamas del infierno. Aquella pesadilla que lo acompañaba día y noche y que no era más que el resultado de todos sus excesos y pecados. A pesar de eso, el mando quedó unos instantes pensativo, mientras Lacroix le daba la espalda y preparaba sus cosas para hacer efectiva la guardia. Quería contestar, quería reprenderlo, pero no podía...

- Estáis en lo cierto... Todavía estamos vivos... - sentenció Julien mientras se ponía de pie y cogía uno de los mosquetes que se apilaban junto al fuego. 

Estar vivos quizás no fuera la mejor de las suertes...

 
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26/11/2015, 15:24
Guardián

El sol volvió a lucir en lo alto de la bóveda celeste. La noche había pasado en aquel desierto tan angustiante como extraño. Abeillut, el bereber, continuaba con su cantinela de no conocer aquel lugar. El experimentado guía reconocía no saber dónde se hallaba, pero tras la experiencia vivida, se antojaba harto arriesgado creer la palabra de aquel que debía conducir al grupo hasta el campamento de la Grande Armée.

Se levantaron y recogieron sus enseres. Debían proseguir, a la vista de los extraños merodeadores que los observaron la noche anterior. Debían continuar su camino entre aquellas arenas doradas e infinitas. Duvaquel parecía algo más reactivo, al igual que Galindeau. El coronel de artillería (Galindeau), continuaba callado, sin emitir pensamientos o palabra alguna, pero a pesar de todo intentaba no retrasar la marcha del grupo de supervivientes. 

El desconocimiento se oteaba en el vasto horizonte de aquel mar amarillento regado con la sangre de hombres e imperios. Cada paso del camino, se hacía mucho más pesado que el anterior, a pesar de que personas como Barraud, Lacroix y Vivant intentaban que no reinara el desánimo.

Parecían caminar hacia ningún lugar...

Finalmente, el ruido de un caudaloso río elevó la moral del reducto expedicionario. Cerca de aquel valle de enormes dunas, fluía un río o afluente. Cuando quisieron darse cuenta, corrían hacia aquel bendito ruido. Necesitaban que algo fuera bien. Necesitaban que alguna noticia fuera satisfactoria.

Cuando coronaron las enormes dunas de -no sin esfuerzo- sus ojos contemplaron algo que no esperaban... ¡¡Una ciudad!!

Una ciudad de edificios de adobe y madera, cuyas formas rectangulares emulaban cierto sentido de orden dentro de su caótica distribución. A los pies de la misma, un río de aguas enrojecidas por la candor del sol, discurría alegre y ajeno a la sorpresa de aquellos atípicos supervivientes. Arrodilladas en la orilla, más de una veintena de mujeres ataviadas con sus chilabas y velos de seda oscura, usaban las corrientes del río para lavar sus telas.

¡¿Dónde estaban?! 

Notas de juego

NOTA GUARDIÁN: Seguimos.

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28/11/2015, 14:31
Dominique Vivant

Al sobrepasar la duna me quedo mudo... Una ciudad... y habitada... Nada de extraños seres nocturnos, sino un grupo de las típicas mujeres orientales haciendo la colada junto al río. En aquel momento no se le podía ocurrir mejor imagen que esa para devolver orden al caos de las últimas horas.

monsieur Abeillut... ¿Cree que puede abordar a esas damas para que nos digan donde estamos? Tengo entendido que las mujeres orientales no pueden hablar con hombres que no sean familiares suyos... Aunque quizás usted conoce la forma de romper esa... barrera.

Mi mente no paraba de intentar adivinar en qué lugar estábamos... sin atreverse a decidirse, pero en aquel momento ya casi había decidido olvidar lo vivido el día anterior.

Notas de juego

Por mi conocimiento general en antropología he supuesto (quizás mucho suponer) que debía saber lo de los familiares, pero si se requiere tirada o lo que sea menester, hago lo necesario y edito post...

Después de leer a Barraud me he dado cuenta que quizás me he pasado de listo...

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29/11/2015, 15:14
Jean-Pierre Barraud

La noche transcurrió sin más contratiempos. Por la mañana, con las primeras luces desmontaron el improvisado campamento y continuaron con la travesía a través del implacable desierto.
Abeillut juraba y perjuraba no saber nada de ese lugar; con todo, era él quién más posibilidades tenía de sacarles de allí, por lo que el grupo continuaba siguiéndole.

Tras una horas de penosa marcha todos pudieron escuchar el bramido de un río. Olvidando el miedo y la cautela, escalaron a duras penas una duna para encontrarse con el agua salvadora.
Entonces la vieron, una ciudad ubicada en medio de ninguna parte. Su sorpresa se magnificó al percatarse de que a orillas del río, un grupo de mujeres se afanaban en lavar su ropa.

El señor Vivant pidió al guía que se aproximase él primero para no alarmar a las chicas allí reunidas.
Sin embargo, en aquel paraje ocurrían cosas muy extrañas. Rascándose el mentón, Barraud comentó: - No obstante, en este sitio debemos andar con pies de plomo. Abeillut ha comentado que no conoce este lugar. Y creo que todos nosotros hemos sido testigos de lo cruel que puede ser este sitio.

Barraud no tenía ni idea de las costumbres a las que había hecho referencia Vivant, pero con todo lo que habían sufrido, mostrarse descortés debería ser la última de sus preocupaciones. Claro que tampoco estaban en posición de buscar problemas, por ello resolvió que la reflexión de Dominique podía ser acertada.
Girándose ahora hacia el guía dijo: - Vaya si usted quiere, pero nosotros deberíamos estar atentos y preparados por si surge algún peligro. Y no deberíamos mantenernos muy lejos...

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30/11/2015, 09:40
Dr. Emelien Leblanc

El peso que oprimía mi pecho era infinitamente más leve cuando se hizo de día, e incluso pese a no haber dormido demasiado, me encontraba extrañamente descansado. Quizá hablar con el padre Descoteaux había tenido un efecto sobre mi ánimo mayor del que esperaba.

Durante la noche dedique una carta a Robert, que pese a su tono fúnebre no hubiese podido calificar de triste. Con toda naturalidad relate los acontecimientos que me habían llevado hasta Egipto, y decidí omitir lo que allí había ocurrido. Sencillamente una explicación de que perdidos en el desierto y temiendo por mi salud había decidido dedicar un momento a poner mis asuntos en orden. Por la mañana entregue la carta cerrada y lacrada a monseñor, recogimos el campamento y proseguimos nuestra marcha.

Casi ni me di cuenta del sonido del agua, incapaz de dar crédito a la idea de que un rio cruzase aquel desierto. Y sin embargo el rio era la menor de las sorpresas que nos deparaba aquel lugar. Los edificios, aun primitivos, constituían una evidencia inconfundible de civilización, y la presencia de aquellas mujeres sumidas en tareas cotidianas hizo que la sombra del horror vivido se disipase en algún oscuro lugar de mi cerebro.

- Iré con el - dije casi sin pensar ante las palabras de mis compañeros animando a Abeillut a acercarse a las mujeres. Debía añadir alguna razón par mi repentina reacción, aunque no estaba seguro siquiera de tener una verdadera razón mas allá del deseo de aproximarme hasta la civilización - Alguien debe acompañarle, y creo que es mejor que no sea alguien armado.

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30/11/2015, 19:43
Jean-Baptiste Lacroix

Llevaban un rato andando bajo el ardiente sol, cuando a lo lejos escuchan un río. El teniente no podía salir de su asombro Agua! Por fin un golpe de suerte! Y todos, movidos por un estado de euforia repentino, empiezan a correr hacia el ruido del agua.

El teniente llegó a la cima de la duna resoplando por el esfuerzo, pero la visión de lo que encontraron allí valía la pena. Una ciudad! Se fijaron en un grupo de mujeres lavando la ropa en el agua.

Su alegría inicial se fue esfumando a medida que Jean-Pierre expone lo peligroso que es este lugar.

Tiene razón, la tormenta, los tentáculos, un ejercito de otro tiempo...quien nos dice que la gente de este pueblo sea pacifica?

El teniente se iba a ofrecer para acompañar a Abeillut. Era mejor no ir solo por lo que pudiera pasar, y además, empezaba a caerle bien el guía. Pero entonces el doctor se ofreció, no le faltaba razón, mejor que no bajase alguien armado o con uniforme, por si acaso.

-Esta bien, pero vayan con mucho cuidado, nosotros les cubriremos desde aquí arriba. Cualquier indicio de peligro, salgan corriendo en dirección a nosotros dando un rodeo para no quedar en un fuego cruzado. Si no ven ningún problema inminente, hagan una señal y bajamos... Aunque hasta que estemos 100% seguros, creo que es mejor que no bajemos todos por si acaso.-

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02/12/2015, 10:50
Abeillut Sadar

Miraba Abeillut con gran pasmo el agua, tan ansiada durante la dura travesía por el desierto, cuando de repente se encontró a sí mismo en el brete de tener que hablar con aquellas mujeres. No era el bereber hombre de muchas palabras, y desde luego las pocas que pudiese decir muy rara vez se dirigirían a una mujer. Mas, si había alguien que podía conocer el idioma de aquellas mujeres era él, y su situación era desesperada.

- Irié, irié. - dijo al fin.

Lanzó una mirada a los hombres que le prometían protección, preguntándose si podrían dársela, si aquella ciudad, sus mujeres, y el río en el que lavaban las ropas no serían otro delirio más en aquel viaje interminable. Acarició el mango de su flissa, buscando la tranquilidad que su tacto siempre le confería, pues para él no había desgracia en la muerte si se acudía a esta luchando contra los enemigos de Alá o de su tribu. Pero ante aquellos prodigios no hallaba tal consuelo, pues tenía la impresión de que no sólo le darían muerte, sino que también devorarían su alma.

Con paso tembloroso, el bereber se puso en marcha, confiando en que el doctor le acompañase.

Notas de juego

En principio espero a tu descripción, máster.

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02/12/2015, 22:12
Guardián

El grupo se subió a unas alargadas barcazas de madera embreada que se apostaban en su lado del río. Usaron unos largos postes para propulsar las embarcaciones. Por suerte, en aquel tramo, la profundidad del calado no era demasiado pronunciada, y con la longitud de los postes pudieron avanzar sin problemas. 

A medida que se aproximaban hasta la otra orilla, las mujeres dejaron su quehaceres y miraron a los supervivientes. Barraud, Lacroix, Farrè e incluso Duvaquel, aguardaban con sus armas prestas por si todo acababa mal. 

Una par de mujeres que se hallaban en la orilla, salieron corriendo en dirección hacia la ciudad, sembrando la duda durante unos instantes. Duvaquel ordenó a Barraud que disparara, pero el soldado de línea sabía que aunque acabara con una, la otra escaparía de allí ilesa. No valía la pena arriesgarse inútilmente.

Finalmente, las barcazas embarrancaron con la arena del otro margen del río, y aquellas mujeres se abalanzaron sobre ellos con sus brazos abiertos en una actitud alegre y cordial. Hablaban entre ellas, pero resultaba difícil distinguir el idioma que empleaban...

Notas de juego

NOTA GUARDIÁN: Seguimos.

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03/12/2015, 15:34
Jean-Pierre Barraud

Los compañeros hallaron unos botes y se sirvieron de ellos para cruzar el río. El Coronel ordenó abrir fuego, y pese al rechazo que Barraud sentía por su interlocutor, no podía desoír una orden directa de un superior así como así. Podía ser acusado de insumisión.
No pensaba disparar, eso por descontado. Por eso, trató de exponer la situación como si estuviese hablando con un crío pequeño: - Mi Coronel, con un tiro no puedo abatir a dos objetivos. Tampoco sabemos si hay una guarnición en esa ciudad; sería más prudente aguardar y utilizar la vía diplomática.

Con todo, seguía estando alerta, con el arma presta por si era preciso "hacer ruido".

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03/12/2015, 19:23
Jean-Baptiste Lacroix

Estirado bajo el sol, el teniente estaba empezando a sudar. Tenia entre los brazos el mosquete, preparado para cualquier contratiempo que tuvieran sus compañeros. Con el dorso de la mano se limpio la sudor que amenazaba con llegarle a los ojos.

Entonces escucho a Duvaquel ordenar disparar a Barraud. El teniente iba a intervenir, cuando vio como Jean-Perre se zafaba de la situación elegantemente. El teniente le miro de reojo e hizo un leve movimiento con la cabeza, dándole a entender que había hecho bien. Luego, volvió a concentrarse.

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04/12/2015, 13:06
Dominique Vivant

Observaba como se alejaban el guía y el doctor, y por un momento sentí envidia de ellos, la aventura hacia lo desconocido... Y entonces unas mujeres salen corriendo haci ala ciudad. Aquello puede acabar mal. Escucha la orden de abrir fuego. No está seguro de si es una buena política, pero no sabría decir. Prefiere dejar las cosas de militares para militares... Aunque la orden no se llega a producir y los enviados son recibidos con alegría por las mujeres que han quedado en la orilla. Es entonces cuando siente una mayor envidia. le habría gustado estar allí en ese momento.

No deja de ser el pequeño privilegio de los heraldos... Lo bueno va por lo malo... Es lo que tiene ser una personalidad como yo. No puedo permitirme estar en la primera línea... Una lástima.

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09/12/2015, 10:02
Abeillut Sadar

Abeillut observaba a las mujeres en tensión, mientras la barcaza se movía con lentitud impulsada por las pértigas. No lograba reconocer si aquellas mujeres eran de origen musulmán, o si por el contrario pertenecían a otro pueblo, pero tampoco le dio mucha importancia. Al comprobar que su actitud era jovial y alegre, se relajó: quizá hubiesen hallado al fin refugio. Sin embargo, algo, una corazonada o una punzada, nació en la base de su vientre y se extendió como un escalofrío por su espalda. ¿Qué clase de mujeres eran aquellas, que se abalanzaban con los brazos abiertos en pos de unos extranjeros evidentemente armados? ¿Era acaso aquello otra burla de aquel desierto cruel y despiadado?

- Mi tieniente, isto muy raro. - dijo, con voz temblorosa - Miujeres dimasiado amables. Niosotros armados, yio no intiendo.

Notas de juego

Siento la tardanza.

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09/12/2015, 10:37
Dr. Emelien Leblanc

Observe en silencio el rio, mas asombrado por ese golpe de buena suerte que por ninguna otra cuestión. Pero a la vez había algo increíble en el concepto de un desierto regado por un rio, y más aun en la ausencia de vegetación. ¿Acaso donde hay agua no debería haber vida?

Escuche las palabras de Abeillut y me volví hacia las mujeres, observando su reacción. A mí no me pareció nada extraño, pero quizá el guía estaba en lo cierto. Después de todo el era quien mejor podía conocer las costumbres de aquellas gentes.

- Tiradas (1)

Notas de juego

He tirado por Historia natural, no se si se aplicaria a la cuestión. Al Doctor le preocupa el río y la escasa de vegetación, guiandome por la foto.

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10/12/2015, 19:23
Guardián

Tanto el guía como el doctor, permanecieron quietos mientras eran agasajados por las muestras de hospitalidad de aquellas mujeres de ojos negros. Sus voces, las cuales hablaban un dialecto completamente desconocido para Abeillut, sonaban melosas y melódicas. Parecía como si el mismísimo paraíso del Corán, hubiera abierto sus puertas para recibir a a quellos que se habían perdido en aquel raro y extraño desierto. 

El otro par de barcazas llegó a la orilla. El resto de supervivientes desembarcó con rapidez. Ante esto, las mujeres no tardaron en acercarse a esos hombres cansados y derrotados tras su larga travesía. Además de efusivas, recibieron a los forasteros con tinajas de agua fresca que ellas mismas poseían para hidratarse. 

Abeillut,nervioso, no perdió un instante para explicar sus temores a Lacroix, pero el cariño que aquellas personas mostraban, y la necesidad de hallar algún respiro tras lo acontecido, hizo que en primer momento, el teniente de los dragones no le respondiera.

Notas de juego

NOTA GUARDIÁN: Esta zona no está tan árida por efecto del río. La tierra parece fértil y cultivable. Sí que llama la atención de que la ciudad parece un oasis aislado en mitad del desierto.

Seguimos con ronda de interpretaciones. Estamos a punto de acabar esta escena y empezar la tercera, que será la definitiva.

¡¡Animos!!

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14/12/2015, 15:04
Jean-Pierre Barraud

La actitud de aquellas mujeres desconcertó en gran medida a los compañeros. Ellos iban armados, pero este detalle no pareció importar lo más mínimo a las señoras.
Sin asomo de temor se les acercaron solícitas, compartiendo con ellos su agua y con cariñosos gestos, parecían invitarles a entrar en la ciudad.
Jean-Pierre se encontraba totalmente avasallado. Con cierto bochorno intentaba apartar con cuidado las manos que se tendían ante él. - Por favor señoras, ¿Podrían ustedes ayudarnos? Nos hemos perdido...
Barraud hablaba muy despacio y con un tono elevado, gesticulando con las manos en un vano intento por hacerse entender.

En un momento dado, una de las mujeres le tendió una tinaja rebosante de agua. Ante la insistencia de ella, Barraud se vio obligado a cogerla entre sus manos, pero era reacio a beber; todo era demasiado extraño para ser siquiera cierto. Se llevó la vasija a los labios pero no bebió, en lugar de eso trató de buscar algún olor fuera de lo común en el líquido.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Procedimiento estándar ante un extranjero: gritar y gesticular xDD

Máster, intento saber si el agua es potable o le han metido drogaína. He tirado descubrir por tirar algo, pero no sé si es lo adecuado o tengo que tirar algo más. Ya me dirá usté.

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15/12/2015, 12:50
Dr. Emelien Leblanc

Leblanc sonríe, asiente y responde con un tono suave y amable, aun cuando no entiende nada de lo que le preguntan. Sin embargo de alguna manera esta especie de normalidad le resulta reconfortante. Por medio de gestos y mostrando su maletín, trata de hacerse entender.

Medico, doctor, galeno, … -  el médico se volvió hacia Abeillut - ¿puede decírselo de alguna manera?

El doctor suponía que sus habilidades serian necesarias en un pueblo tan aislado como este, pero más importante aún, sería una forma excelente de ganarse la confianza y la ayuda de estas gentes.