Partida Rol por web

No sabia que pasaba, de repente me vi superado por mis agresores y pude sentir dos punzadas en mi cuello... Solo un momento senti ese ardor, y aquel dolor... luego un suave sopor iba tomando poder sobre mi ser. Mis musculos se relajaron... habia dejado de pelear... de sentir... y de respirar.

De repente, un nuevo dolor... nunca antes sentido... un hambre feroz, pero que ni la comida mas exquisita podria llenar. Note aquel sabor en mi boca, aquel que podia llenar mi vacio, y en ese momento me di cuenta que lo que estaba deseando era sangre. Estuve a punto de caer presa del panico, cuando senti unos brazos suaves que me sujetaban por el pecho. Conocia ese perfume, y aunque el contacto con su piel se sentia mas frio que de costumbre, sabia que Milena estaba rodeandome con sus manos. La senti cerca... tan cerca... hasta que su boca hizo contacto con mi cuello donde anteriormente se habian clavado los colmillos de Sire Wenceslas. Su suspiro y aquel beso que termino por cerrar esa herida abierta y tomar la sangre restante de la misma me volvio a la realidad.

Algo extremedamente raro estaba pasando... me sentia vacio... sucio.. impío. Como si fuera un reflejo note la palidez en mis manos, me voltie para mirar a Milena y ella tambien habia cambiado. No hubo tiempo para seguir investigando, ya que una feroz batalla se habia desatado a nuestro alrededor. Un hombre, si asi podia llamarsele, habia irrumpido junto con sus allegados en el comedor donde nosotros estabamos. Sus colmillos y los de sus acompañantes me hicieron notar que tambien eran como los invitados que habiamos conocido aqui... Solo cabia esperar y ver si iban a matarnos.. o a comernos... o incluso algo peor.

Tras las palabras del que parecia ser el lider, los recien llegados estaban dando caza a nuestros victimarios... de ninguna manera me interesaba pelear por ellos, o defenderlos... por mi que los quemasen en mil hogueras.

Algunos de los que compartieron mi misma suerte rogaban piedad y pedian por sus almas y vidas... otros querian luchar... era dificil elegir que hacer.

-Que.. quienes son ustedes...? fuimos atacados por abominaciones.. seres infernales que se han alejado de la luz de dios.

Me tome un momento para mirar a Milena, sus ojos ya no tenian el mismo brillo que antes.. algo habia cambiado en lo mas profundo de su alma... pero su aroma profundo y embriagador seguia alli. Luego agregue.

-Nos hicieron algo... deberiamos estar muertos... pero parece que no lo estamos. No somos enemigos, y no quiero pelear con ustedes.

Intente razonar lo mejor que pude.. tal vez lo que decia no tuviera algun sentido.. pero intentaba explicar lo que sentia y lo que pensaba que estaba pasando.

Debería estar muerto pero... no parece que lo esté... ¿Qué demonios ha pasado...? Es posible que...

- ¿Roderigo? No creo que hayamos hecho nada para merecer tan cariñoso apelativo. Si podéis garantizar nuestra seguridad estoy seguro de que ninguno de nosotros ofrecerá la más mínima resistencia. - al decir esto miro a mis compañeros.

Son un cuadro, eso me hace pensar que mi aspecto tampoco será mejor. En estas condiciones luchar sería una locura, sólo nos queda rendirnos.

- No profesamos simpatía alguna por aquellos a quienes buscáis, estoy convencido de que todos nosotros estaremos encantados de ayudaros... Si nos ofrecieráis alguna garantía, no tenemos interés por acabar colgados al despuntar el alba.

Dorma sonreía. En su mente aun sonaba el estrépito de la batalla. Una dulce música de muerte que se le antojaba preciosa. El olor de la sangre le embriagaba y los gritos de los heridos moribundos le divertía. Hacía tiempo que no se lo pasaba tan bién.
Su cabellera rubia se mecía sobre sus hombros al compás de la gélida brisa que peinaba los cárpatos. El blanco vestido seguía la misma estela ciñiéndose sobre su cuerpo perfecto. Resaltando cada curva. Cada rincón. La viva imágen del placer.
-Al final ha valido la pena venir, Valerius...- Comenta entre risas.

Noto como mi sangre abandona mi cuerpo, lentamente me voy sumiendo en el profundo sueño de la misericordiosa muerte, por unos instantes veo mi cuerpo desde fuera, como un silencioso espectador observo la terrible escena...

Estoy condenado - pienso mientras la sangre de ese demonio se introduce en mi cuerpo, noto como una poderosa atracción me devuelve a mi cuerpo. Debería de estar muerto, debería estar rindiendo cuentas ante el Altísimo, pero en vez de eso me encuentro... ¿vivo?...

Puedo sentir como el mal fluye dentro de mi cuerpo, como me corrompe desde dentro, la oscuridad quiere dominarme, quiere apoderarse de mí... una bestia, un demonio, lucha por salir. Poco a poco, centímetro a centímetro gana terreno.

Caigo de rodillas al suelo, con todos los músculos de mi cuerpo en tensión, hay revuelo en la sala, pero no puedo prestarle atención a otra cosa que no sea a ese fuego que me quema y consume por dentro, apenas puedo mantener la consciencia... piedad - logro decir - piedad por mi alma - la oscuridad es cada vez mayor - Matadme, os lo ruego - digo a cualquiera que pueda escucharme - Que Dios me perdone por haber sido tan débil como para no resistirme...

 Angriel veia confucion en el grupo con el cual llego, todos parecieron notar lo mismo que el sin comprender porque no estaban muertos despues de aquel desangramiento. Una mujer estaba con ellos y parecia no estar de acuerdo en que alli se derramara mas sangre, incluso algunos de los que estaban a su lado parecian querer negociar e incluso ayudar en la caza de aquellos bastardos.

Si estan atras de los que quisieron asesinarnos, pueden contar con mis habilidades de explorador para seguir con la persecucion.

Terminaba diciendo bajando apenas su arma, el si noto los colmillos de aquel gran hombre, estaba seguro que era como los de Lady Dimitra. Pero el deseo de venganza que sentia ante tal engaño le pedia a gritos que se uniera a ellos, ya luego veria como lidiar con esas criaturas.

Me giro y miro a Anna, ha traido a esa cosa, a esa nosferatu. Su mirada no es para mi, sino para ese...uno de los hijos de los traidores, uno de sus...ninguno de mis hombres baja las armas, mientras siguen esperando acorralandoles.

Mi nombre es  Hardstand y el resto no os importa, rendios, soltad las armas y entregaros. Hablareis y me direis todo lo que sabeis de los planes de vuestros sires y de ese cerdo de Giovanni
Una mueca se forma en mi rostro con forma de sonrisa mientras los colmilos no desaparecen y mis ojos se vuelven rojos por un segundo, estallando en carcajadas...

En el exterior, un carro, lleno de heno mojado y maloliente aunque sin ventanas para que no molestase la luz del sol tal vez. Subid o haced que les suban y...me giro al cazador que ha hablado...no necesito vuestra ayuda, ya tengo a alguien buscandolos.

 Al parecer no moririan pero tampoco se irian como a el le gustaria, aun no comprendia porque aquel hombre hablo de sires... el unico señor que tubo Angriel estaba en Bretaña. Todo indicaba que debian dejar las armas y en apariencia estarian relativamente a salvo, de todas formas a regañadientes terminaba soltando su espada sin tener aun ningun buen presentimiento con respecto a todo aquello.

Solo espero que me permita matar con mis propias mano a la señorita Dimitra

Acotaba mientras aquellos hombres que los rodeaban aun armados y sin intenciones de bajar la guardia empezaban a guiarlos, habian salido de una bizarra situacion para terminar en una jaula diferente. Aun asi Angriel entre sus pensamientos de venganza, no pudo evitar que le llamara la atencion la forma en que estaba preparado aquel carro al que eran guiados.

- No se puede decir que sea un digno transporte para las damas que se encuentran entre nosotros. - comento mirando a Lady Milena y Lady Caterina - Pero me temo que tendrá que valer. - añado al ver el gesto de Hardstand.

Me planto delante de Hardstand y le entrego mis armas dejando escondida en la caña de mi bota la que guardo allí siempre.

- Aquí están mis armas. Me gustaría volver a verlas en buen estado.

Tras esto, comienzo a andar hacia el carruaje, no parece gran cosa pero dudo que tengamos elección.

¿Por qué no dejan de gritar? ¿Por qué? Mis manos siguen en mis orejas, intentando no escuchar, no escucharles, a los dos, porque me están diciendo que he sido mala, me lo están diciendo, y nunca me lo habían dicho. Yo siempre he sido buena, siempre me he portado bien, hubiera aceptado el marido que padre me hubiera dado. Debo estar muerta, y estar en el infierno. Si, es eso. Porque he muerto sin confesarme, sin recibir la extrema unción, sin... ¿por qué tengo tanta Sed? ¿Por qué no dejan de gritar?

De repente me doy cuenta que los gritos surgen de mi garganta. Pero no puedo pararlos. Noto en mis mejillas el tacto del brocado de seda de mi falda. Mojada. Mojada con mi sangre. Puedo olerla. ¿Olerla? No, es imposible, estoy muerta, esto es el infierno. Calla, Danka, no es verdad. Calla fray Juan, no quiero seguir escuchando. No, no me toquéis, no. Ya estoy muerta, y pronto me enterrarán, polvo al polvo, cenizas a las cenizas. Pronto yo seré sólo eso, polvo. Seré comida por los gusanos. Los gusanos salen de mi boca. Me muevo, arrastrándome, retrocediendo, no veo qué hay a mi alrededor, sólo veo rojo, rojo sangre, ¿por qué tengo tanta Sed? Estoy muerta. Callaros. Callaros. No quiero escucharos. Sólo quiero descansar. Callaros. Por favor. Callaros. Estoy muerta. Estoy en el infierno. Callaros. ¿Por qué tengo tanta Sed?

 Me dispongo a responder pero me contengo. Al fin y al cabo ¿de que iba a servir? No iban a contestar a mis dudas y no teníamos más remedio que obedecer.

Con mi mano aún en el cuello me acerco hacia el guardia más próximo y le entrego mi arma. A continuación me dirigo hacia el carruaje.

Al escuchar las palabras del que parecia el lider me senti por primera vez en toda esa noche, aliviado. Parece que alguien habia entrado en razones, y ahora solo deberiamos confiar en su honor y su promesa.

-Aqui esta mi espada.

Dije mientras la quitaba de mi cinto y la ponia en manos de uno de los guerreros. Luego le tendi una mano Milena, para ayudarla a reincorporarse.

-Vamos Milena, debemos irnos con estos caballeros.

Mis palabras volvian a intentar ser conciliadoras, y amenizar un poco todo lo que habia pasado. Quizas estaba siendo ingenuo, pero debiamos sobrevivir, y si para eso era necesario que nos engañemos a nosotros mismos por un rato... asi sera.

No comprendía muy bien lo que estaba pasando pero al parecer los hombres de aquel singular grupo, estaban de acuerdo en seguir a ese hombre y como yo no tenía armas, pues me parecía que estaba bien. Lo corroboré del todo cuando Alessandro se dirigió a mí para decirme que fuera con él. Ni siquiera lo dudé, el gusto de su sangre, dulce y amarga al mismo tiempo, aún permanecía en mi boca como un recuerdo de lo monstruoso que podía ser todo aquello y aún así no me molestaba. Lo miré a los ojos y me colgué de su brazo, haría lo que me dijera. 

La piedad no existe, al parecer, en nuestros salvadores, o nuestros captores. La ambigüedad y la sensación de estar perdido me marean. No sé qué decir. Mis compañeros hablan, pero aunque quiero, no puedo escucharlos, ni entenderlos. Sin embargo, la voz atronadora de Hardstand sí que resuena en mi cabeza cuando estalla, amenazándonos. Miro hacia él con desesperanza y me levanto.

Señor Hardstand , por favor, ¡no sabemos nada! —enseguida me doy cuenta de que no sacaré nada, no lo voy a convencer. Es un hombre tan impío como los que nos han traído hasta aquí para hacernos víctimas de sus perversiones diabólicas. Veo el carro, y pensaría en apelar a su piedad para con otros hombres, pero parece que ni siquiera las tiene para los de condición noble, como harían normalmente los grandes señores.

Entro en el carro y me agazapo en una esquina alejada de la puerta, dejándome perder en mi mente en blanco, para que todo pase rápido hasta que las cosas se aclaren y nuestros nuevos captores se den cuenta de que no somos culpables sino de haber aceptado la invitación para una cena.

La oscuridad se va desvaneciendo, se que sigue en mi interior, noto a la bestia acechando, se que me ha concedido una tregua pero que volverá a atacar si bajo la guardia.

Me incorporo lentamente, miro a mi alrededor y veo a todos los soldados listos para atacarnos, nos están acusando de ser cómplices de esos demonios, la poca sangre que queda en mi cuerpo ruge por la ira; amigo, camarada, criado... lo que somos es víctimas, y por lo que puedo observar en los ojos de los demás víctimas sedientas de venganza.

Saco mi daga, lentamente la tiro al enfrente, miro al hombre que nos habla, Hardstand: Os ayudare en lo que pueda, quiero lo mismo que vos, verlos arder en el infierno.

Tras el ultimo que sube al carruaje, Anna tambien lo hace con vosotros, sin armas y se sienta al lado de Catherina abrazandola e intentandola calmar, que deje de gritar mientras la acuna y el carruaje intenta no dar bandazos, no sabeis cuanto pasa, solo que os llevan a un lugar, a un castillo, os sacan del carruaje y os llevan a una habitacion, a una celda donde os encadenan para que no podias escapar y os dejan alli en la oscuridad, sin saber lo que os pude acontecer el mañana

Clan: Toreador

Generacion: 7ª

Pxs: 10

Clan: Gangrel

Generacion: 7ª

Pxs: 15

Clan: Malkavian

Generacion: 7ª

Pxs: 15

Clan: Assamita

Generacion: 7ª

Pxs: 15

Clan: Brujah

Generacion: 7ª

Pxs: 10