Partida Rol por web

El día transcurrió deprisa, la hora en la que ambos vampiros habían acordado volver a verse llegó aún más rápido, claro que tendiendo en cuenta el tipo de criaturas que eran aquel paso de tiempo no significaba nada, los años pasaban como si fuesen días y las horas como si se tratasen de segundos, pues eso al fin y al cabo era parte de la eternidad que habían obtenido tras perder sus almas...

 La Iglesia en la que acordaron verse para ultimar el plan a seguir, dado que la consersación mantenida en la biblioteca no se concluyó por la aparición del anciano mortal, aguardaba la llegada de ambos vampiros en un silencio sepulcral. El techo del edificio estaba empezando a derruirse, pero se mantenía fuerte en la parte central de la bóveda cercana al altar. Gran parte de las bidrieras se conservaban así como algunos restos de bancos y material litúgico, parte de ellos esparcidos por el suelo. La sensación en general era de ruina y tristeza, pero la tierra continuaba siendo sagrada lo que implicaba que no podían atacarse, esa era una norma tan básica y elemental que ningún vampiro por poderoso o rebelde que fuera se atrevía a vulnerar.

Uno de los objetivos del duque, que era el de haber asegurado el despacho del profesor en la Universidad, no había sido cumplido principalmente por la obstinación del principal interesado. Van Helsing se estaba convirtiendo en un plebeyo bastante obstinado, pero Richelau lo era aún más... ya se encargaría de aquel asunto más adelante, de momento la entrevista con la niña superviviente podría tener interés.

 Cuando ambos llegaron al orfanato, el duque no pudo evitar arrugar la naríz, si no fuera por el fuerte compromiso con la patria que el noble inglés profesaba lo más probable es que en aquel momento se hubiese dado la vuelta para regresar a su palacio a darse una buena ducha y hacer, que de camino le lavaran el traje... Aquel maldito edificio estaba lleno de niñas desamparados y con uniformes tan gastados como las cuidadoras que se hacían cargo de ellas.

La hermana que se estaba al mando de aquella institución no tardó en abrirles las puertas y facilitarle la entrevista con la niña nada más ver al joven Goldman.

- ¡Señor Goldman!- exclamó de alegría una chiquilla delgada, rubia y de una intensa mirada azul en cuanto los tres caballeros llegaron a la sala de reuniones del orfanato, una habitación espaciosa y luminosa decorada con buen gusto, que hacía de aquel espacio un lugar acogedor.

La niña abandonando todo el decoro propio de la época se abrazó a su protector como si lo hiciera con un hermano mayor.

- Estoy aprendiendo a escribir y la madre Angela dice que se me da bien, si llego a saber que ibas a venir te hubiera escrito tu nombre...- entonces se percató de la presencia del profesor y del duque- Hola doctor- saludó contenta de verlo y se aproximó a él son una amplia sonrisa- Me alegro mucho de verlo a usted también- declaró la niña al tiempo que su mirada se desviaba hacia Richelau a quien tras examinarlo durante unos segundos decidió buscar refugio en el regazo del profesor Van Helsing manteniendo lo suficientemente alejada del duque pero sin perderlo de vista, en la típica actitud defensiva infantil que suele tener un niño ante un desconocido.

Siempre me habia gustado aquel silencio inmortal que solo podia respirarse en lugares como aquel. Un sonido inexistente, pero que podia casi rozarse, que podia escucharse y sentirse como algo paranormal, algo que escapaba a las leyes de la fisica y la comprension.

Quizás por eso aquella vez tambien decidi llegar antes de tiempo. Queria disfrutar de aquella humedad, de aquella sensacion de magnificencia, de aquella suntuosidad, y de aquel olor a cera, incieso y añejo que inundaba aquel lugar. Me fascino la forma en la que la luz de la luna se colaba por las enorme vidrieras, tiñendo aquel lugar de un magico tono azulado,haciendolo, sin cabia, aun mas especial.

Nada más llegar, me senté en el primer banco, frente al altar, y miré a mi alrededor, con una media sonrisa en los labios. Me gustaba aquel lugar, aquella soledad, aquella desolacion que habia a mi alrededor, en aquellos muros que amenazaban con derrumbarse, en cuanto la mano del hombre dejo de preocuaprse por ellos. Cerre los ojos un instante, dejandome llevar por aquel lugar, y aquella situacion. Respirando aquella paz.

Y deje mi mente volar. Por una vez, la permiti ir donde deseara, deje que, durante algunos segundos, escapara a mi control, permitiendole un mas que merecido descanso. Y asi, me limite a esperar, con mi cuerpo en aquel lugar y mi mente en su propio universo, vagando feliz entre ideas y pensamientos a los que pocas veces dejaba salir. Siendo ella misma por una vez.

Siendo yo, y nada mas que yo.

Asco. La palabra más bonita que vino a mi mente en aquel sitio, en aquel lugar. Asco. No solo había tenido que compartir un carruaje propio de plebeyos de baja cuna y paletos, sino además, me habían traído a un orfanato lleno de niñas piojosas, malolientes, maleducadas y mal vestidas. Mi primera idea fue volverme a subir al carruaje, pero aquello significaría tres cuartos de hora más en un carruaje infernal y poco digno para mis nobles posaderas.

Debo pensar en métodos para desinfectarme al llegar a casa. El traje lo quemaré, será un mal menor.

Miré a mi alrededor, con aquella pose altiva y la nariz algo arrugada. Me sentía totalmente fuera de lugar, como un noble... en un orfanato. A la más recatada, inteligente y perfecta de todas aquellas niñas no la tendría ni como servicio en mi casa. No era nada personal, pero no quería ni saber de dónde habían salido.

Y cada vez que alguna de ellas amenazaba con acercarse demasiado, movía el bastón, con cierta amenaza para que desviaran su rumbo. Y al ver a la niña correr hacia nosotros, me detuve unos pasos más atrás. Perfecto. Una piojosa rubia, de ojos azules, con cara angelical de no haber roto un plato y con expresión de "sálvame de este infierno". Si tuviera corazón, creo que sentiría lástima por ella.

Me quedé observando, en silencio. Cuando vi que la niña retrocedía, se escondía y buscaba cobijo, no pude evitar pensar que estaba haciendo lo mejor. Seguramente, yo le diera tanto miedo a ella como asco me daba ella a mí.

Bien... hagamos un repaso... ¿Cómo he llegado a esta situación? ¿En qué me he equivocado?

La puntualidad nunca habíaa sido tu fuerte, hacíaa mucho tiempo que llegar temprano o tarde era del todo irrelevante para tí, llegabas cuando tenías que llegar y te marchabas cuando lo veías conveniente, además de que esto lo solías llevar a la practica incluso cuando caminabas bajo el sol, hacía ya tanto tiempo... De manera que no te sorprendió comprobar que Catalina se encontraba ya en la Iglesia esperando tu llegada. Al parecer estaba sumida en sus propios pensamientos... Pillar desprevenida a la baronesa era todo un desafio para el conde pero por otro lado, si quería que fuese su aliada no era conveniente enojarla... 

Van Helsing observó la fachada del orfanato. Aquel edificio viejo y desgastado era impresionante. Numerosas chiquillas correteaban en los jardines del mismo ajenas a su difícil situación. Mientras jugaban y se divertían el mundo era un lugar feliz. Ajenas a todo, incluso a muchas cosas de las que ignoraban su existencia. El profesor se preguntaba cuantas de aquellas muchachas habían terminado allí por el mismo motivo que Emilie. Van Helsing las observó con una mezcla de tristeza y cariño. 

Tanto el duque como el señor Goldman se habían adelantado mientras el profesor observaba absorto a las muchachas. Sólo las palabras del señor Goldman le sacaron de su ensimismamiento. ¿Profesor? Van Helsing giró la cara y vió que su ayudante se había parado y le estaba esperando. Asintió y aceleró el paso para llegar a la altura de sus acompañantes.

La pose estirada del duque era lo menos que podía esperar Van Helsing, sin embargo el uso de su bastón como utensilio para mantener alejadas a las niñas le pareció algo desagradable. En su fuero interno deseó que el duque viviese aunque fuese durante diez minutos la vida de cualquiera de esas niñas. Sin embargo no dijo nada. No iba a cambiar a ese hombre. No era su cometido ni era su intención. Van Helsing repetía en su mente lo ocurrido para terminar trabajando junto a aquel hombre. 

Entonces la dulce Emilie corrió a abalanzarse a los brazos del señor Goldman. El profesor sonrió y se enorgulleció de su ayudante. Era realmente admirable lo que había hecho y el cariño que la niña demostraba hacia el muchacho daba idea de lo bien que lo estaba haciendo. Cuando la niña le saludó Van Helsing sonrió cariñosamente y preguntó poniendo sus manos sobre los hombros de la niña:

-¿Cómo te encuentras, Emilie? Me alegro mucho de verte, pequeña. Entonces la muchacha miró con desconfianza al duque y buscó refugió en los brazos del profesor. Entendía perfectamente aquella acción. Si él pudiese habría hecho algo similar. Colocarse a doscientas millas de distancia de aquel hombre.

Van Helsing se agachó para estar a la misma altura que la chiquilla y sonriendo para quitarle importancia a la apariencia de Sir Alexander le comentó:

-Este señor es Sir Alexander. Es un amigo que ha querido acompañarnos para verte. ¿Amigo? ¿De verdad esa era la palabra correcta? No. No lo era. Pero, ¿qué palabra podría usar sin recurrir a la descalificación? Seguramente ninguna.

-Lamento mucho lo ocurrido a tus padres, Emilie. Mucho. Recalcó aquella palabra con sinceridad. No sabría si llegaría a perdonarse haber bajado la guardia.

-Nos gustaría hacerte unas preguntas si te parece bien. El señor Goldman me ha dicho que eres una muchacha muy valiente y que te has adaptado muy bien a este sitio. Me alegra mucho oirle decir eso.

Sacó de su bolsillo derecho un pequeño colgante con un crucifijo y se lo entregó a la pequeña.

-Te he traído esto. Espero que te guste. Dijo mientras se lo pasaba por la cabeza. Van Helsing sabía que quizá fuese tarde, pero no se perdonaría que le pasase algo a la chica. Sería una protección mínima pero suficiente para mantener alejados a aquellos asquerosos chupasangre.

Decido toser, Catalina tiene mucho carácter y sé que se tomará a mal ser sorprendida.

Llegaba tarde a la reunión con la baronesa en la derruida iglesia en la que habíamos quedado la noche anterior antes de despedirnos.

Mi eficiente y bella sirviente no había conseguido ningún progreso que aportar a mi búsqueda de Van Helsing, así que tuve que darle nuevos criterios en los que centrarse durante el día de mañana.

Pude ver su sombra a través de la vidrieras rotas, sentada en el primer banco. Demasiado cerca del lugar más sagrado de aquel recinto para mi gusto, pero a la vista del tranquilo rostro que descubrí al observarla sin el efecto distorsionador del cristal de colores no al gusto de ella.

Estaba tan serena, tan sumida en sus propios pensamientos que su rostro reflejaba una pálida belleza más innatural y arrebatadora que de costumbre. Mientras en el más absoluto de los silencios me acercaba hasta ella me preguntaba que estaría pensando en aquellos momentos.

Ejem.- Tosí sin disimulo al entrar en la iglesia, anunciando mi presencia en ella y continuando mi camino hasta la primera fila de bancos - Esta noche estás arrebatadora. - Dije a Catalina antes de besar su mano.- La luz de la luna filtrada por las vidrieras resalta tu enorme belleza.

Drácula prefirió comportarse como un caballero y no sorprender a su anigua amante, era una mujer demasiado vengativa y no merecía la pena hacerla enojar por una tontería. De manera que se acercó hacia ella sin silenciar sus pasos, haciéndolos resonar por las paredes de piedras de aquella derruida iglesia. Entonces el conde cayó en la cuenta de que algo no iba bien, por instinto olisqueó el aire y percibió el familiar aroma del peligro.

Giró la cabeza hacia el techo y pudo atisbar una sombra, a los pocos segundos observó como algo salía proyectado hacia Carmilla... una bala de plata.

La pequeña Emilie sonrió e hinchó el pecho con orgullo infantil antes las palabras del profesor.

- Me encuentro muy bien señor Van Helsing, ya casi no soy una niña- declaró- las monjas son muy amables conmigo y hasta me dab galletas para merendar... cuando papá y mamá vivían...- se le quebró la voz y los ojos se le pusieron llorosos- no comía tan bien...- añadió con un hilo de voz cercano al llanto. La niña se restregó los ojos con las manos para evitar llorar y tras un par de minutos pareció ser capaz de contenerse, especialmente cuando Van Helsing le hizo entrega de un crucifijo y se lo puso en torno al cuello.

Emilie lo cogió con sus pequeños dedos y lo miró unos segundos con un ligera sonrisa, para mirar al profesor con gratitud y los ojos acuosos.

- Muchas gracias señor Van Helsing, es muy bonito, no me lo voy a quitar ni para ir a dormir- dijo mirando al profesor con inmenso agradecimiento y los ojos acuosos.

Alzando mi cuerpo tras besar la delicada mano de Catalina detecté una sombra moviéndose por el techo, inmediatamente, levanté mi mirada hacia lo alto de la derruida iglesia y pude ver como una brillante bala de la más pura plata se dirigía hacía el cuerpo de la baronesa.

Mis reflejos sobrehumanos se pusieron en acción y con el mismo fluido movimiento salté hacia atrás a la vez que me cubría con mi capa, para convertirme en una criatura de la noche, un murciélago negro como el azabache y correosas alas con las que volar hasta el techo, al lugar donde se escondía el cobarde tirador. Pues tenía totalmente claro que no pensaba dejar que ese vil gusano escapara con vida de aquella iglesia en ruinas y por mucho daño que pudiese hacerle a un vampiro una bala de plata en ningún caso sería mortal.

Mientras tanto, la bala de plata seguía su certero camino hasta el pecho de Catalina, quien alertada por mi movimiento se percató por fin de su presencia. ¿Sería capaz de apartarse de su trayectoria a tiempo?

Una delgada sonrisa se dibujo en mis labios, manteniendome aun con los ojos cerrados cuando el conde tosio, alertandome de su presencia- Siempre haciendome esperar...  -dije, dejando claro por el tono y por la sonrisa que estaba bromeando.

Abri entonces los ojos lentamente, dirigiendo mi mirada directamente hacia Dracula, a quien dedique una sonrisa coqueta, mientras me ponia en pie, dejando que tomara mi mano para besarla- Gracias... Lo cierto es que nunca te falto mano para adular a una mujer... - dije, con una media sonrisa, cabeceando, mientras le dedicaba una mirada complice.

E iba a añadir algo más tras aquel saludo cuando, de repente, vi algo extraño en el movimiento de Dracula. Algo que, sin duda, me sobresalto.

A partir de ahi, el tiempo parecio ralentizarse, y mis sentidos agudizarse. Sabia que algo sucedia, que no era normal aquella brusquedad en alguien como el. Entonces lo vi. Vi aquel proyectil plateado refulgir en el aire, en su trayecto hacia mi pecho. Mis ojos se abrieron ligeramente, en una mueca de sorpresa, practicamente en la misma milesima de segundo en la que mis musculos se pusieron en marcha, en una maniobra que pretendia hacerme esquivar aquella blala.

La bala de plata silbó cortando el aire directa hacia la pareja de vampiros, sin embargo el conde guiado por su instinto invocó el poder de su sangre haciendo que su cuerpo se transformara envuelto en niebla carmesí adquiriendo la forma de un murciélago justo cuando la bala iba a hacer impacto en su espalda, quedando así vía libre para que el proyectil prosiguiera su curso sobre la baronesa.

La vampira de no haber sido por el movimiento del conde habría sido pillada totalmente desprevenida. Los ojos de Catalina vieron con horror la extraordinaria cercanía de la bala... no había tiempo para reaccionar, sin embargo la vampira se movió lo justo hacia un lado para que le pasara rozando la piel de su brazo, que no obstante quedó marcado por un roce similar a una quemadura, provocando un dolor punzante.

Drácula, por su lado no tardó en localizar al autor del disparo se encontraba en lo alto de la Iglesia, apoyado sobre una balaustrada de piedra que posiblemente daría al antiguo campanario. El agudo olfato del conde le reveló que se trataba de un humano, pero tras una rápida inspección se percató que se encontraba bien armado y los latidos de su corazón le hicieron entrever que poseía la sangre fría de un cazador, por tanto era peligroso y mucho. 

- ¡Arderéis en el infierno!- dijo el cazador apuntando y disparando rápidamente hacia el murciélago en el que se había transformado Drácula.

El conde vio como varias ráfagas plateadas se dirigían hacia él y encontrándose en la forma de murciélago era especialmente vulnerable a cualquier impacto y mucho más a la plata bendecida. La única ventaja residía en su velocidad.

Entonces, justo cuando el crucifijo quedó prendido en el cuello de la niña, la pequeña pareció entrar en una especie de trance, pues se quedó completamente inmóvil y con los ojos perdidos en el infinito. 

- Ad te clamamus...- susurró Emilie al tiempo que miraba primero a Van Helsing a los ojos sin decir nada y después al duque.

Ambos se percataron de que la mirada de la niña era fría y se parecía a la de un adulto.

Van Helsing sintió un escalofrió cuando los ojos de Emilie se clavaron en los suyos, especialmente cuando escuchó con claridad una voz en su cabeza, era la de la niña... de eso estaba seguro... pero no sonaba igual.

-Dilecti filii, salutem...- le dijo ¿Estaba soñando o le acababa de hablar en latín?

Richelau sintió un escalofrió cuando los ojos de Emilie se clavaron en los suyos, especialmente cuando escuchó con claridad una voz en su cabeza, era la de la niña... de eso estaba seguro... pero no sonaba igual.

- Draconis filii, salutem...- le dijo ¿Estaba soñando o le acababa de hablar en latín?

Vas a morir humano.- Le dije al cazador que nos había emboscado en cuanto lo tuve delante mía. Le habría explicado como retiraría de su cuerpo su propia piel convertida en largas tiras de carne para beber la deliciosa sangre que saldría de sus heridas, pero el humano no me dio tiempo a hacerlo.

El condenado se movía rápido, mucho más rápido que el común de los gusanos humanos normales y corrientes, por sus venas corría la sangre de un cazador, un rival digno de mí que merecía sin duda el tiempo que emplearía en derrotarlo.

Sin darme tiempo a acercarme me disparó no una sino tres veces y aunque esquivé la mayoría de las balas una de ellas consiguió herirme y dolor atronador me invadió.