Partida Rol por web

Catalina estaba durmiendo cuando llegué a mi residencia londinense. La casa estaba en orden y a excepción de las ropas de caballero nada allí llamaba mi atención. Pensé en despertar a Esmeralda y preguntarle por ellas, pero los humanos, incluso uno como mi guapa ayudante que había probado mi sangre, la sangre de uno de los grandes vampiros, estaban mucho más activos y pensaban con más claridad a primeras horas de la noche que ahora, cuando estaba a punto de amanecer.

Así que decidí irme a dormir y preguntarle a Esmeralda por las negras vestimentas de caballero la noche siguiente.

Van Helsing se mantuvo tras Alexander. La mano tensa sujetaba la pistola. Ni siquiera las palabras de la extraña mujer le hicieron relajarse. Avanzó unos pasos, los suficientes para colocarse a un metro escaso de su compañero. Aunque los oídos los tenía puestos en aquella mujer, la mirada buscaba en sus espaldas cualquier presencia extraña.

El profesor sólo recordó la pregunta que hiciese el duque con anterioridad y no fue contestada por aquella mujer. 

-Decidnos quién sois y que hacéis en la casa de los Portman.

De todas las demás preguntas que rondaban su mente, el duque había formulado la mayoría.

La mujer continuó tejiendo sin inmutarse. Actuaba como si estuviese por encima de Van Helsing y el duque, tanto que ambos caballeros pensaron que no iba a responderles, pues se tomó un buen tiempo para volver a dirigirles la palabra.

- Los hombres sois todos unos presuntuosos, os creeis el centro de la creación y camináis por el mundo haciendo ruido, mucho ruido, exigiendo respuestas sin dar nada a cambio... Yo soy quien soy, y por ahora no necesitáis saber mi nombre. No puedo deciros quien mató a los Portman, pero si advertiros acerca de las sombras que rodean a la niña que acabas de albergar en tu casa- giró su cabeza hacia el duque manteniendo sus ojos y parte de la cara oculta tras la capucha-El destino de la niña no está sellado, todo depende de a que lado se incline la balanza.

No pensaba que fuera superior a mí. Solo una imbécil con ganas de que le cortaran la cabeza al estar acabando con mi paciencia de una forma rápida y eficaz. Puede que aquella mujer no lo comprendiera, pero no solo me daba asco estar allí, la compañía tampoco me resultaba para nada agradable. Y esta vez no lo decía solamente por el Profesor, a quien había comenzado a tener cierto aprecio -a pesar de todos sus defectos- aunque solo fuera a fuerza del tiempo que me veía obligado a pasar junto a él.

En cuanto escuché la primera frase, solté una carcajada mientras mostraba una sonrisa de superioridad moral. - Los hombres somos los hijos predilectos del Único y Verdadero Dios. No solo sus favoritos, además los más amados. - Contesté con contundencia ante su respuesta inicial. Definitivamente, me planteaba que no comprendiera lo que le decía, o que se pensara que era estúpido. Cualquiera de las dos cosas me tocaba bastante la moral... y después del largo y duro día que había tenido, no me apetecía estar con tonterías de este calibre.

Me arreglé los puños de la camisa.

- La niña esta bajo mi cuidado y protección. Será una digna heredera, pues la balanza solo puede decantarse hacia un lado. Y ahora dime todo lo que sepa de lo aquí sucedido, quien mató a esta familia y quien es exactamente la niña. - Mi paciencia había terminado. Me fijé en la mujer, en cualquier signo o simbolo que pudiera llevar. Y más importante aún, en el vestido que llevaba, que hacía o en la piel que dejaba al descubierto.

Si no me servía para nada, no podía dejar que más bichos raros pulularan por Londres sin control alguno.

La respuesta de aquella mujer no la esperaba pero tampoco le sorprendió. Pero fue la respuesta del duque la que le hizo mirarle extrañado-

¿Acaso pensaba que tal respuesta era necesaria? Datos carentes de información y sentido en aquel lugar y situación. ¿Qué necesidad había?

Van Helsing observó a la mujer y curioso, preguntó:

-¿De qué conocéis a la niña y qué sabéis sobre ella? Cual es el misterio que se esconde tras ese precioso rostro.

-¿Acaso insinuáis que nuestros enemigos han puesto los ojos en la pequeña? ¿Qué tienes ella que ver toda esta historia?

Entonces se giró hacia Sir Alexander y comentó:

-En ese caso ha sido totalmente acertado que quede bajo su custodia y deberíamos poner todos los medios a su alcance para conseguir su completa seguridad, sir.

Sonrei, satisfecha con la respuesta de Keane. Desde luego, claro que podria hacerlo. Entonces lo miré, con aire pensativo, sopesando la respuesta a su pregunta. Y acabé por negar, aun con aquel aire pensativo. ¿Seguro que no se me olvidaba nada? No importaba, de ser asi, podria volver a molestarlo, eso seguro...

-No, querido, eso es todo... -dije, mirandolo de reojo mientras me inclinaba ligeramente, dejando un beso en el pelo del hombre, como premio por su diligencia- Esperaré entonces a que confirmes que mañana tengo una cita con VanHelsing... Oh, y si que agradeceria algo más: protege mi hogar, todo lo que puedas. No me fio ni de Dracula, ni de ese papanatas de Van Helsing ni del prepotente de Vincent. Asi que lo dejo en tus manos... Haz todo lo que puedas por hacerme feliz, y yo hare que tambien lo seas tu, profesor... -acabe por decir, con una media sonrisa en los labios, mientras seguia acariciando aquella nuca.

-Confio en que sabras como presentarme al profesor para no levantar sospechas, ¿no? - dije, asegurandome de que Keane seria capaz de enmascarar la realidad todo lo que fuera necesario.

Sir Alexander había leído lo suficiente para reconocer a cualquier criatura o entidad que se le presentase, además su experiencia con este mundo era tan extensa que un estudio ocular como el que acababa de realizar, le hizo caer en la cuenta del tipo de entidad ante la que se encontraba.

 Se trataba de una parca, una de las tres hermanas que según la mitología tejían el hilo de los mortales y los dioses y que además eran las portadoras de las tijeras que cortaban el hilo de dichas vidas, lo que suponía la muerte del individuo.

El duque fue también consciente de que ante un ser como aquel poco podía hacer él, los héroes que se habían enfrentado con anterioridad a ellas sólo habían podido establecer tratos con ellas, pero las leyes de la naturaleza que regían a aquellas legendarias hermanas eran totalmente distintas a las que regían a lo mortales, o a los inmortales que previamente habían sido mortales...

Aunque lo peor, no era eso sino que el agudo instinto de Alexander advirtió que a aquella parca le molestaron sus palabras... sobretodo porque tenía la capacidad de leer el pensamiento como si de un libro abierto se tratara.

De repente la mujer giró la cabeza hacia Alexander con un movimiento brusco dejando al descubierto sus ojos, que miraban al duque directamente. Se trataba de una mirada inmortal, poderosa y letal, una mirada que no parecía de aquel mundo que estaba por encima de todo y que en aquel preciso momento destilaba hostilidad e ira hacia Alexander.

- Puede que el Único y Verdadero Dios esté cansado de vosotros, mortal- dijo en tono amenazador- ¿Qué crees que le impide a él o a mí cortar el hilo de tu insignificante vida?- continuó con su amenaza mostrando un hilo de tonalidad dorada y sacándo unas tijeras extraordinariamente afiladas.

La mujer parecía dispuesta a cortar ese hilo cuando el profesor intervino, entonces se giró hacia él y lo estudió durante unos segundos.

- Tu legado es muy poderoso y tu corazón puro... Hijo del amado, no me esta permitido desvelar vuestro destino- en apenas unos segundos el hilo y las tijeras desaparecieron al tiempo que se situaba justo enfrente de Van Helsing y le acariciaba el rostro con una mano- Pero a tí te responderé... los Portman fueron eliminados por su propia sangre, Emilie fue perdonada porque es demasiado joven necesitan que crezca y desarrolle su poder.

Sus manos. Las runas de los bordes de la túnica. El rostro de la mujer -o lo que dejaba ver-, algunas palabras utilizadas por ella, la forma de moverse, lo que sostenía. Quedó claro para mi con quien estaba tratando y, en el mismo momento en el que ella alzó su vista para clavar sus ojos en mi, yo desenfundé mi espada.

Una espada oculta en el bastón, una hoja de pura plata con exquisitos gravados que trazó un amplio arco en el aire, pero no acabó apuntando el cuello de aquella mujer, si no que su punta acabó sobre mi corazón. Y mientras la mujer me miraba, yo le devolvía el desafio. La misma hostilidad, la misma ira... mezclado con cierto orgullo y convicción pura.

- Que yo lo haré primero. - Contesté con frialdad. - No te temo, muerte hecha carne, tampoco a tus hermanas. Mi momento no ha llegado, lo sabes tan bien como yo. - Y durante unos segundos, el silencio reinó, dispuesto a cumplir mi palabra y atravesarme el corazón con mi propia arma solo para demostrar que mi destino era mio, y de nadie más.

- Pero podemos hacer un trato. - Acabé por decir, bajando el arma lentamente, tras aquel momento de tensión que no me había hecho sudar una gota, ni tener una pulsación de más, ni parecer nervioso. Esperaba su respuesta, mientras hablaba del pasado destino de los Portman.

Asesinados por su propia sangre. ¿Pero por qué?

La tensión en el ambiente era más que evidente y cuando la mujer fijó los ojos en el duque esté tomó la iniciativa sacando la espada que escondía en el bastón. Van Helsing abrió los ojos de forma desmesurada. Si aquel hombre estaba tan loco como para amenazar a quién ante ellos se encontraba, es que en verdad todo lo que tenía de orgulloso lo tenía de idiota.

-Sir Alexander,... llamó la atención de su compañero tajante esperando que desechase la idea de hacer frente a aquella mujer.

Entonces el arma terminó apuntando al cuello del mismo duque. El profesor suspiró aliviado, viendo que al menos dentro de la estupidez que a su entender acababa de realizar el duque, al menos no amenazaba a la mujer. ¿Acaso no hay lugar para la consciencia en ese hombre?¿Es tan grande su prepotencia que estaba dispuesto a morir ante una situación ridícula?

Entonces la mujer debió ser consciente de la situación y dejando a un lado al duque se aproximó al profesor. Él mismo se puso en guardia ante tal acto, pero sin realizar ningún movimiento ofensivo ni violento. Dirigió sus ojos a los de ella con seguridad y tras la contestación de la mujer misteriosa, Van Helsing lanzó sus siguientes preguntas:

-¿Su poder?...quedó pensativo unos segundos para continuar. Emilie es demasiado joven y humilde para tener conocimientos de latín. Vos lo habláis también con fluidez. ¿Su don tiene relación con el vuestro?. ¿Por qué es tan importante para el enemigo que Emilie desarrolle su poder? ¿Cómo es que la muchacha ha desarrollado tal poder? Si no estoy confundido las capacidades se heredan. ¿Quién es entonces realmente Emilie? ¿Y quienes son entonces los asesinos de sus padres? ¿Quién mataría a su propia sangre y por qué?

-Y lo más importante, ¿por qué nos contáis esto?¿Por qué nos ayudáis? Creía que eráis neutral a todos los acontecimientos mundanos.

La mujer dedicó una mirada desdeñosa pero divertida ante la exhibición de virilidad del duque, pero decidió dejarlo estar y centrarse en el profesor ignorando por completo las palabras del duque. Ella ya había elegido con quien estaría dispuesta a hacer un trato.

- Hay poderes que no se adquieren con los años sino que se heredan... la sangre, la sangre lo es todo. La respuesta a todas vuestras preguntas está en la sangre... - lo miró ladeándo la cabeza y dedicándola una enigmática sonrisa- ¿Qué te hace pensar que he venido aquí por vosotros? Habéis sido vosotros los que habéis acudido a mí... - se volvió a apartar de los hombres con una rapidez inhumana y volvió a coger el uso de la rueca, dió varias vueltas al hilo para después tensarlo y sacar las mismas tijeras con las que amenzara a Richelau- yo simplemente estoy donde tengo que estar... suelo contestar preguntas si lo veo conveniente o si me ofrecen algo, la muerte pasa sin ser llamada pero es educada- y sin más cortó el hilo, a pocos metros de allí, en la casa de al lado se comenzaron a escucharon los lamentos típicos que acompañan a los seres queridos que un fallecido se deja en el camino.

A continuación terminó de recoger la madeja y la dejó en un cesto como un acto cotidiano, parecía estar recogiendo sus cosas.

Van Helsing escuchó a la mujer y no daba mayor información que la que habían deducido. Empezó a frustrarse. Sin embargo el corte del hilo y el grito a su espalda le hizo girarse. Asimilando lo ocurrido volvió a mirar a la mujer e intentó por última vez sacar algo de información:

-La sangre de Emilie...¿de qué linaje proviene? ¿Qué don se halla en sus venas?

Conocéis al enemigo mejor que nosotros y bien sabéis que elude vuestros designios. La muerte como la conocemos no llega a alcanzar nunca a sus víctimas. Algo peligroso para vuestro cometido. Decidnos por dónde podemos comenzar a buscar y quizá si tenemos éxito en nuestro cometido, vuestra labor no se vea burlada. Creo que ganaréis bastante a cambio.

Si de allí no conseguían nada más, lo mejor sería dejar que se fuese por dónde vino.

La mujer miró fugazmente al profesor para después centrarse en terminar de recoger sus cosas, después se levantó con tranquilidad y se dirgió hacia Van Helsing mirándolo como si estuviera sopesando algo.

- El linaje de Emilie es muy antiguo, deberéis remontaros muchas generaciones atrás para averiguarlo... en esta empresa el Hijo del Dragón te puede ayudar, vais a tener que estudiar bien a vuestros enemigos si queréis destapar la verdad... aunque si aceptas darme lo que de ti yo quiero, os puedo ahorrar mucho tiempo. Te ofrezco su nombre a cambio de lo que yo te pida, ese es mi trato.

Argumentó la mujer ocultando nuevamente el rostro aguardando la respuesta del profesor.

Richelau había sido deliberadamente ignorado y eso era algo del todo humillante para su orgullo. Quiso devolverle la misma moneda a aquella criatura pero algo en su tono y en su actitud lo puso sobre alerta. Cuando la parca le ofreció un trato a cambio de un nombre, los siete sentidos del duque saltaron a la vez en señal de alarma.

Consiguió ver la expresión de la mujer tras la capucha, vislumbró una sonrisa maligna que hizo que el estómago se le encogiera. Fuera lo que fuera lo que deseaba del profesor no era nada bueno y al fin y al cabo ya les había facilitado gran parte de la información. ¿Merecía la pena acceder? ¿Que supondría para el profesor darle lo que quería? Quizás lo mejor sería mantenerse al margen y ver lo que pasaba o quizá debía cumplir con su misión y proteger a aquel doctorcillo del tres al cuarto...

Van Helsing miró con desconfianza a la mujer. ¿Lo que ella pida?¿Acaso esperaba que aceptase sin más un trato de la muerte?

El profesor tomó unos segundos antes de responder mientras observaba intensamente a la mujer:

-¿Acaso esperáis que acceda a un trato sin conocer mi implicación en la misma? Vos conocéis vuestra parte a cumplir. Es justo que yo conozca lo que me pedís a cambio antes de aceptar o rechazar dicha proposición. Soy todo oídos. Dijo dejando claro que la única opción de que llegase a plantearse dicho pacto sería conocer la petición de aquella mujer.

Aguardaba a que Van Hellsing acabara su perculiar coqueteo con la muerte. Si ese era su concepto de cortejar a una mujer -o a la muerte encarnada en mujer- más le valía esperar que su padre le concertara un matrimonio, por que no le veía futuro ninguno. Lo anotaría en aquella lista de "Cosas a enseñar a la baja cuna".

Escuché la cháchara de la muerte sin intervenir. Aquellas palabras ya las había leido en algun otro lugar, en algun libro donde se relataba algún otro encuentro con aquellas tres hermanas. Y entonces, cortó un hilo. Se me antojó incluso gracioso, en mi linea de humor negro, detener a la parca por asesinar a un ciudadano Británico. Pero aquello solo habría complicado aún más una situación ya de por si complicada.

Fue entonces cuando hizo mención del hijo del Dragón, que mi atención volvió hacia aquella mujer, y ofreció aquel trato a Van Hellsing. Ya estamos otra vez con no sé que hacer y me van a matar por inepto. - No. - Constesté rotundo. Van Helsing no parecía comprender como funcionaba las negoiaciones con la muerte.

Regla Número Uno: Nunca aceptes un trato propuesto por ella.

- No hay trato, Muerte hecha carne. - Miré a Van Helsing, con cierto aire inquisitivo que dejaba entrever el "Hazme caso, cállate y saldremos vivos". - Pero tengo otro trato. Mi vida. - Hice una pausa. - A cambio, mi hilo no será cortado en los próximos cincuenta años y nos darás ese nombre. Ganas en todos los aspectos, es una cuestión de tiempo. -